Vencido. O no tanto. La mujer de arriba, la elefanta, hace sus pasos fuertes cuando quiere. El encargado trata displicente. En el trabajo, esa sesión disciplinaria, funcionan como unas divas, con una cultura de poder, pero debo ser amable con esa gente con la que no quiero estar más. No puedo mudarme porque no tengo el dinero. Irme de viaje sería un exceso.
Lo de los castings es una constante, es un proceso, no entraría en la lista. Pero también, hay que tener fortaleza.
¿Qué hacer con estas líneas que escribo? Salgo a correr. En lo único que pienso es en drogarme, tomar alcohol y dejarme llevar por el placer. Hoy no, solo por hoy. Hoy no será.
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Qué baja tenía la energía ayer. Miraba a los hombres a la cara, miraba sus cuerpos. Mientras hacía ejercicio solo pensaba en estar con un hombre.
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Se borró algo que había escrito. Más o menos decía que desperté triste, que no quiero estar bajo el mando del gordo vasallo ese, gordo perrito vasallo lamebotas. Pero no puedo hacer más, la situación económica no me deja renunciar. El otro día en terapia, la psicóloga preguntaba por algo que había dicho yo, qué era para mí la libertad. Por lo pronto, no estar bajo el mando de este gordo a quien aprendí a despreciar.
Harto es poco. Despierto faltando veinte minutos para las diez. A las diez es la reunión con el gordo perrito vasallo lamebotas. Disfruto diciéndole así en estas líneas. Al menos puedo descargar mi furia así.
Horas enteras buscando cumplir una fantasía que no llega.
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Podría haber leído, podría haber escrito, no sé, hacer algo más “provechoso”, buscar material para el espectáculo que quiero armar (“espectáculo”, qué palabra pretensiosa).
Es un día nublado en Buenos Aires.
No soporto más ese trabajo, no quiero estar más ahí. No quiero esas condiciones.
Pero mejor no acercarme a eso, a las drogas, no me harán mejor, mejor estar descansado, mantener la calma, estar consciente, aunque duela. Va a doler más si intento evadirlo.
La profesora de filosofía, escritora, dice que todo arte es basura, que todo es basura, lo critica todo, como si no quedara nada a lo que apostar.
Que no me pierda.
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A la profesora de filosofía le darían náuseas, probablemente, si leyera esto. Pero no quiero dejar de hacerlo. Pobre de mí que, con una expresión netamente de auto-referencialidad, intento mantenerme a flote en el caos cotidiano.
Han vuelto los problemas del techo en el baño. Se ha roto un caño adentro y llueve en mi baño. Como si tuviera un karma.
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