Susceptibilidad

Idealicé a otro hombre sin siquiera conocerlo.

*

Digo que no me resentiré, pero me ha dolido que, al contarle a Laitan que fui donde el masajista que me practicó sexo oral, su primera respuesta –luego de reírse (más, intuyo por no saber cómo reaccionar, que porque se riera en serio)-, haya sido “todo muy normal”. Tal vez no lo haya dicho mal. Tal vez sea yo un resentido, que sobre interpreta. Tal vez. O tal vez, lea bien esa actitud de extrapolar valores de doble moral del sistema heteropatriarcal hacia los homosexuales.

Ya se me pasará, no es cuestión de enemistarme con estos vínculos cercanos. Pero tal vez necesite distancia, de Laitan, de Dante, de todos. Y zambullirme aún más en la soledad.

Y lo difícil que es relacionarme con hombres, y entonces tal vez lo mejor sea no hacerlo, si tan conflictuado me va a poner. Y tener cuidado, mucho más cuidado con contar –¿no contar?- mis cosas.

Y luego volveré a la terapia, o buscaré otra, otro terapeuta. O seguiré con la misma. Bajaré la deuda de la tarjeta de crédito, y viajaré en algún momento, cuando pueda.

Si tan solo fuera menos sexual. O si pudiera, mejor, contener mis deseos sexuales, sentirlos con menos intensidad.

Vaya si tengo rabia con Dante, con Laitan, como si los envidiara, en una creencia de que son más felices.

Al chico lindo le saqué el match. Qué terminología de mierda. Deshacer un match. Se podría hacer una obra de teatro postmoderna con esta terminología. Tal vez por eso Laitan se resguarda tanto, porque es cierto que resulta agobiante estar expuesto a remar conversaciones, exponer la propia vulnerabilidad.

No tengo paciencia, y tampoco quiero tenerla. Lo mejor –lo digo luego de una prueba de una semana en la aplicación-, es continuar aprendiendo a estar solo.

Me pregunto si molestarme por el comentario de Laitan y sacarle el match al chico lindo de Tinder por no responder en dos días son claras muestras de susceptibilidad.

*

Pero no se trata de proyección, ¿o sí? La proyección del deseo de tener a alguien con quien tener ese tipo de relación, alguien que me llame, a quien llamar. ¿A qué tipo de proyección se refería Dante? Y que me enoje que me lo diga. Envidia porque no tiene traumas, y vive en un entorno tranquilo. No debí decir eso ese día -que Huán tenía dependencia, que era tóxico-, debí guardármelo y luego reflexionar al respecto.

Pero si me alejo, entonces será peor porque no es bueno vivir sin amigos. Esperaré a que me busque. Y a Laitan seguramente lo vea el fin de semana.

Construir una vida interesante, decía la psicóloga Virginia Gawel en un podcast. Porque lo más probable, estadísticamente hablando, es que el amor no llegue. Y si llega, entonces que sea la unión de dos vidas interesantes.

Soledad. Sé que esto no tiene valor literario, quejarme de la soledad. Pero si no tengo paciencia cuando no me contestan, porque en el mundo de relaciones virtuales ya aparecerá algo mejor.

El sábado –es martes, cuando escribo esto-, le dije al sujeto de Tinder que iba a llover, y él dijo que no creía, y yo que había mucho porcentaje -98 por ciento- de probabilidad, que tal vez se atrasaba, y que igual “estaría una tormenta para el finde largo”. Y agregué, en otro mensaje: “Haraganear sin culpa”. Al cabo de media hora, y ver que no contestaba, entonces le puse: “Bueno, si te daño los planes, entonces sí, que haga mucho sol”. Y no contestó. Ni en media hora, ni en una. Cuando me fui a dormir, a las cinco de la mañana, varias horas después de esta conversación, no había contestado. El domingo decidí no entrar a la aplicación. Supuse que escribiría, que algo iba a decir, cualquier cosa. Pero ayer, lunes, no había escrito. Eran las 2 y media de la tarde. Deshice el match, con lo cual se borra el chat y desaparezco para él, y él para mí.

Por supuesto, ya lo había idealizado. ¿Cómo es posible?

Ahora es martes, y percibo en mí, como otras veces, esta sensación de poca valía porque me dedico a cosas que no quiero, y creo una historia en la que el otro es más perfecto, se dedica a cosas que quiere, hace cosas que le gustan.

Menos que antes, pero igual sigue operando en mí esta falsa creencia.

When there’s no love in town, this new century keeps bring me down“.

Definitivamente, usé, uso palabras que no vienen al caso, interpretando mal ciertas reacciones, comentarios de amistades, que no nacen de un deseo de herirme, como en el caso de la respuesta de Laitan, quien –dicho sea paso-, luego ha dicho que lo merecía, que estaba bien, que me saque la culpa judeocristiana, y que si no para qué trabaja uno.

Ayer murió uno de los primos de la Florida. Los hijos no deberían morir antes que los padres.

¿En qué actuaré ahora?

Es tiempo de descansar, supongo.

Y ahora quiero otro como él, ahora quisiera que él regresara. Pero ¿él, quién? Como si lo conociera. Y si no me hubiera apresurado. Si no lo hubiera sacado de la lista de mis contactos, entonces aún podría retornar, reaparecer. Pero fue más grande el impulso, el ego, la bronca porque no respondió a un mal chiste. Y así, desaproveché la oportunidad. Pero, ¿qué oportunidad? Puedo notar cuán distorsionadas son mis palabras, y aún así, algo de obsesión queda. Ya se irá, como siempre.

Y Raira que me dice que sólo quienes tienen familiares famosos “la pegan”, y me da ejemplos de conocidos, y de algún que otros incluso más famosos, Darín y el Chino Darín, Casero y su hijo, etcétera. Pero yo creo que no, que sí es posible, así uno no tenga conocidos, que hay un lugar para mí en la ficción, que es cuestión de insistir, persistir.

Se acerca el invierno. Y no quiero tener esa necesidad de compañía, de pareja, creo que es malsana. Pero cómo es posible que lleve tanto tiempo solo. Tal vez el virus me impidió relacionarme, y ahora que estoy dispuesto a revelarlo con más facilidad, entonces encuentro que no es tan fácil encontrar a alguien con quien establecer contacto.

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Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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