Increíble cómo me cambió el ánimo solo porque el hombre aquel me haya escrito. Le respondí enseguida, para demostrarle que estoy interesado. Espero que la próxima semana se vaya la verruga, confío.
Que se esté dando todo tan fortuitamente lento, aunque por un lado me descompagina -no encuentro otra palabra-, supongo que me juega a favor, no buscarlo, quiero decir, tan desesperadamente. Porque, si no estuviera la verruga, ya yo hubiera avanzado. Ayer, de hecho, fui yo quien le dije de quedar para el próximo fin de semana o la semana entrante, porque quiero verlo, claro. El dijo que durante la semana también podría ser. Todo depende de si se va la verruga. Es bueno saber que le intereso. Y supongo -ahora- que es bueno también que se esté dando todo de manera tan lenta.
En la terapia individual, la terapeuta decía que es importante que el otro se gane el espacio (no sé si fue esa la palabra que usó). Y que si estoy buscando alguien para conformar una familia, entonces debo darme el tiempo de conocer al otro, y que el otro me conozca, para establecer un vínculo. Las cosas no pasan tan inmediatamente. Y eso, lo ligo con el proceso -concepto algo común, repetido (trillado), tal vez-, con bancar el proceso, quiero decir.
Y que todas las relaciones empiezan y se forman de diferentes maneras.
Laitan dice que las mujeres suelen tomarse los vínculos de otra manera. Pero encuentro que es más sano así, ¿no?
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Aceptarme como homosexual, aceptarme como artista, aceptar el mundo, aceptar.
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Contradicción. Lo usual. Pensar en el hombre aquel. Querer que se me vaya esa verruga. Pensarlo, desear estar con él, en quedar con él. Pero estoy en un proceso de sanación, hago planes solo.
¿Sanaré, saciaré en algún momento este deseo de compañía? ¿transcenderé en aquel momento esta necesidad de amor y aprenderé de una vez y por todas a ponerme como fuente primordial de amor? Cierto egoísmo sano, un amor propio que supere la necesidad de otro. Y que la necesidad no duela.
Yo quiero formar una familia. Otro con quien formar una familia. Y aunque sé que no es fácil, y aunque digo “que sea lo que Dios quiera”, también sé que debo estar abierto, buscar.
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Lunes. Hoy no tuve terapia individual. Creo que volveré al grupo así no tenga química, o no me guste, mejor dicho, el coordinador de los lunes. Quiero darle una oportunidad, quiero seguir sosteniéndome en el tratamiento para mantenerme sobrio. No es momento de aflojar.
El viernes, teatro. El sábado, teatro. El domingo, teatro.
Pensar en la obra, que sea tanto y que sea tan poco al mismo tiempo. Pensar en cómo me gusta escribir, pero verme impedido y solo soltar estas líneas sin sentido aparente.
Que no hay que preguntarse por el sentido de la vida, que es más fácil cuando uno no se pregunta por el sentido de todo esto, porque no hay respuestas, porque las respuestas están solo adentro de uno -frase trillada, si las hay-, quiero decir: se tratará de creer o reventar. Darle menos importancia a las cuestiones existenciales, y simplemente vivir, habitar el momento, en plenitud. Qué lindo y qué difícil. La obra, el viaje a Colombia. Ver a mamá. A Áspora.
Mantenerme sobrio. Hacer teatro. Que sea buena la sala en la que estrenaremos. El producto, lo que resultará. Recordar vivir en el momento, no adelantarme, porque entonces llega la ansiedad. Tampoco vivir en el pasado, porque entonces aparece la melancolía. Y así. Escribir estos diarios.
El oficio solitario del escritor. Y abrir las redes, y ver cómo todos dan lata, cómo todos quieren aparentar, mostrar. Mundo obsceno. Mis juicios. Y los demás. Dante diciéndome cuán tranquilo vive. No es que despierte envidia. Ayer, luego de ver la obra con él, luego de abrazarlo después de ver la obra, y volver a casa, me sentía -siempre me sucede lo mismo- un tanto culpable por enquistarme con ellos, por cómo sienten, por percibir tan diferente a mí esta forma de mundo.
Vuelvo a las redes: esa obscena necesidad de mostrarse, de reivindicar los éxitos, las alegrías, mediante un público que pulse “me gusta”, para qué, para reforzar acaso el autoestima, el valor propio, una dosis de aceptación, de endorfinas.
El gerentito venezolano me dicho que es feriado en Colombia, “ojo que no se vea mal estar enviando emails en feriado”. No creo que se vea peor que dejar de contestar en una semana entera a los posibles clientes, ordinario agrandado.
Tal vez tenga conflicto con la autoridad, tal vez no me guste que me marque nada ninguna figura de autoridad. No solo él, con su ímpetu de nuevo rico.
Tal vez deba forzarme menos a escribir ficción, y dejar que la cosa aparezca cuando tenga que aparecer. O mejor, simplemente escribir, sin pensar en el resultado. Paciencia.
Si tuviera más tiempo, si pudiera sentarme y simplemente escribir. Pero es como si me ganara la ansiedad. ¿Qué haré esta noche, ver una película o leer? Leer el libro de Walter Riso. Intentar calmar esta angustia, calmar la ansiedad, tal vez. Mañana saldré a correr, así canalizo. Saldré a correr durante la jornada laboral. Hoy descansé.
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Pero siempre la culpa es de uno, siempre la culpa es de uno, siempre el problema es de uno, porque es lo único que uno puede cambiar, ¿no? La percepción, a uno mismo. Entramado podrido. No el universo, pero esto que hemos armado los humanos. ¿De qué me quejo? ¿De la verruga, que no se va? ¿De tener que trabajar, del frío? Tal vez no sea lo suficientemente fuerte para este mundo. Tal vez sea demasiado marica.
O tal vez simplemente haya amanecido triste hoy, desesperado porque nada que se va esto, y me hace sentir impedido, me saca libertad. Lo mismo eso en el pie, ya quiero estar mejor. Y sé que no es grave. Pero desespero. Y todo por qué, porque quiero avanzar con el sujeto aquel, como esperanzado en algo tan… difícil. Entonces odio todo y a todos. Que sea difícil, es eso.
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Al final, la verruga parece ir desapareciendo. Queda algo mínimo que supongo se irá en los próximos días. Entonces, ansiedad por pensar en el sujeto aquel.
Ansiedad por verlo, por concretar una cita, por escribirle.
¿Qué es eso que busco en los otros?
Ahora, solo queda el tema del pie. El tumor. Así ha dicho la dermatóloga.
No quiero trabajar. No quiero ser mano de obra barata. Me amparo en esa excusa para darme estos permitidos, estos de despertarme a cualquier horario, de escribir, buscar castings, salir a correr, en medio de la jornada laboral.
Baja tolerancia a la frustración, baja tolerancia al dolor.
Mil y un conceptos que leo y quisiera se me queden tatuados en la mente, pero presiento que con saber la teoría no basta. El deseo infantil de que las cosas fueran más fáciles.
La carencia de afecto -afecto masculino-, y entonces ver a cualquiera que aparezca como una oportunidad para llenar ese vacío, como agradeciendo por haber sido visto.
¿Surgirá la vocación de actuar de ahí, de un deseo de reconocimiento? Iré a ensayar. Y luego, vendré a cenar y a leer ese libro. Amar o depender.
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Ayer Lardi decía que sus compañeros de la escuela todos están en España. Raira se fue a España. El médico que va a los grupos se va a España. Todos se van a España.
Tal vez no tengo nada para decir, nada para contar. Tal vez no me divierta tanto ya la ficción. Tal vez, la sobreexigencia. ¿Falta de tiempo? Seguro. Tiempo y tranquilidad.
Entonces escribo sobre mí. No porque tenga mucho para decir, si no porque es la única opción que encuentro para expresar y de paso aliviar estos agobios o tormentos. Hoy amanecí triste, un tanto angustiado. Desde la reunión de ayer, mejor dicho. Ellos ahí, en ese trabajo. Ser el subordinado. Y verlos disfrutando tanto de las cosas que hacen. Algunos solo disfrutando del estatus, intuyo.
Ahora metieron a otras colombianas, encima de que está lleno de venezolanos. Por suerte es todo virtual. Mano de obra barata. Pero bien que me sirve. El dinero me sirve. No escupir para arriba, que hay quienes cobran menos, debo recordar.
Si pudiera viajar, irme a algún lado, no sé a dónde, unos días, salir de esta rutina que siento me atrapa. Iré a Colombia a fin de año. Si Dios quiere. Nunca entendí mejor esa expresión. “Si Dios quiere”.
Estar detrás del uno y del otro en el trabajo, y en la vida también, hacer contactos a ver si me llaman a algún casting, armar ese proyecto. Y más que eso, el proyecto de mi vida. Renegar de las condiciones dadas, de lo necesario que es la interacción.
Ya estoy cansado de sentirme mal. Cansado de este momento, de un proceso que pareciera eterno, de un dolor que no cesa, que vive latente, que va y viene. Siempre una piedra en el zapato, y la angustia como plato principal. Ya quiero que pase esta etapa, sentirme mejor.
La verruga atrás, el tumor en el dedo, el tratamiento para dejar las sustancias.
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Tal vez sea una lección de humildad. Qué sé yo. Algún sentido hay que encontrarle, ¿no es así? Es como si tuviera todos los dolores juntos. Y los terapeutas, ahí, bajando línea, en esa posición de jerarquía, bajando línea. Y que me moleste ya todo esto, verlos, escucharlos, concederles esa autoridad. Tal vez he sido demasiado orgulloso.
Si pudiese estar más tranquilo. Supongo que es cuestión de tiempo. Pero cómo ser paciente. Decidí que le escribiré al sujeto aquel hoy, así le muestro un poco de interés. Si no puede hacer algo, ya queda en él. El asunto me saca mucha tranquilidad.
Si bien la verruga ya está en su última fase, se está yendo, aún está ahí, así que lo correcto es no hacer nada sexual con él. Tiempo, cuestión de tiempo.
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Domingo.
Al final lo vi.
Me pregunto qué pensará sobre por qué no lo invito a mi casa. Me pregunto por qué no me invita a la suya -a lo mejor, porque ha dejado todo a medio pintar, o porque la caldera no sirve y hace frío-. Le propuse ir a cine. No quiso. Tampoco quiso luego que lo acompañara a cenar. Yo no tenía hambre y dijo que, si yo no comía, él prefería comer solo. Que compraría una pizza y cenaría solo. Yo insistí. Recordé después que no debo ser demandante, asfixiar al otro, ya me lo han advertido, pero el inconsciente -o la tendencia natural de las cosas- es más fuerte. No nos tocamos. Porque a él no le gustan las muestras de afecto en la calle. Y yo tan necesitado de eso precisamente, de afecto. Charlamos un montón. Nos estamos conociendo, frase de cajón. No logro identificar si realmente me gusta o si es simplemente la persona que está.
No quedé mal. Supongo que está bien ir de a poco. Pero ¿tan poco?, ni un beso, ni una caricia. Nada.
No me siento mal, no estoy triste al punto del llanto. No logro identificar hasta qué punto es un deseo narcisista de ser reconocido, hasta qué punto es la necesidad de amor que hace que quiera apurarme, la necesidad de contacto físico.
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He quedado obsesionado, y sobre todo sintiendo que han salido mal las cosas. En realidad, lo malo fue solo ese final en el que insistí. Y ahora no quiero que se haya quedado con la sensación de que soy cargoso o pesado. Soy intenso, eso sí. Me digo una y otra vez que no debí insistirle para acompañarlo a cenar, que quedé mal. Áspora dice que no es grave. Laitan adhiere a las palabras de la terapeuta que dijo que no me quede solo con lo malo. Y dijo también que no analice cada detalle.
El asunto me tiene con el corazón en la boca. Y a eso se ha sumado que no sé si deba revelarle el tema del virus.
Y la pregunta a todo esto es por qué me hago tanto rollo, si en realidad no sé si me gusta. Es porque, como dijo la terapeuta, pongo expectativas demasiado altas en que de allí saldrá una relación. ¿O es que en realidad sí me gusta? ¿Qué es lo que me gusta de él? Y haber mentido cuando me preguntó si tenía tres o cuatro dosis de la vacuna. Supongo que si hay otro encuentro, y si es pronto, entonces será allí cuando se lo diga.
Quisiera dejar de pensar. Preciso apareció este sujeto ahora, cuando podría estar más que tranquilo.
Esta mañana, temprano, los ruidos de la mujer de arriba me despertaron, como ya es frecuente. Me paré y lloré. Puse la canción de los Enanitos Verdes, y lloré. Ya no quiero sentirme más así, y siempre es lo mismo cuando me gusta alguien, caigo en una especie de agujero.
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Ahora estoy mejor. Los comentarios de Raira me hicieron muy bien. Y luego hablar con Áspora, ayer en la noche. Áspora dice que me enfoque en mí. Qué fácil es perder de repente la objetividad.
Lardi canceló los ensayos de esta semana: que se le rompió un caño en su casa, en el cuarto de los niños, y que el sábado tiene un evento de trabajo, que está tapado de trabajo… Y así, como siempre, el asunto va a ritmo lento.
Y haberle mentido al tipo aquel, haberle dicho que tenía tres dosis de la vacuna, no cuatro. Pero no quería decirle todo de una vez. Si llego a tener otra oportunidad de verlo, entonces se lo diré. Y ya está.
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Diríase que estoy bien. La psiquiatra dijo que en términos generales me ve bien. Es cierto lo de la obra esa que vi hace un tiempo. La casa oscura se llamaba. Cuánta violencia en el sistema de salud mental. Ayer me hicieron ir presencial y nadie me había avisado que sería un llamado. Me dijeron, entonces, que entrara a una sala y tuviera el llamado ahí. Pero luego de 25 minutos, consideré que era un tiempo prudente de espera, sumado al no aviso (que sería una cuestión administrativa, supongo). Entonces cuando estoy de regreso a casa, me escribe la psiquiatra, me dice de hablar en la tarde. Y otra vez, tarda en llamar. No cinco minutos, si no veinte. ¿Por qué asumen que tiene uno que esperar por ser paciente? Me atendió seria, parecía de mala gana. Escribía todo lo que yo decía. Siempre escriben todo lo que uno dice, porque claro, es importante llevar la historia clínica, por si las dudas. Y somos muchos, el tiempo no alcanza, y supongo que hacen lo mejor que pueden. O que quieren. Eso sumado al coordinador de los grupos de los lunes. Aún no termina la carrera de psicología. Dos compañeros de los grupos le dijieron el otro día algo que yo ya venía pensando: sos violento, dijo uno. Sí, dijo otra. “Soy directo”, respondió él. No, no se trata de ser directo. Se puede ser directo sin esa forma violenta, se puede ser directo y ser amoroso, sin ese regodeo en poner en jaque al otro.
Anoche soñé cosas con el gerente venezolano del trabajo. Soñé que estaba su pareja, y que era un negro ordinario. Alto, de acento caribeño fuerte, pero buena gente. Que decían algo de una capacitación en la cual quieren incluirnos. Ahora el gerente venezolano dice que anda ansioso porque no ha cerrado ningún negocio este año. Que cuál es la estrategia para conseguir las reuniones. Va saltando la ficha de sus pocas habilidades para vender. En abril se tomó un mes de vacaciones. No hace seguimientos (ahora se supone que los debo hacer yo; me sumaron una tarea). Poca empatía con las personas -seré xenófobo, pero poner a un venezolano a venderle a los colombianos no fue buena idea-. Y encima, cuando cae un negocio de arriba, cuando voy yo con algo listo, porque Áspora necesitaba un servicio para la empresa en la que trabaja, no me prestaron atención. Pero entonces ahora el problema es de la estrategia de quien consigue las reuniones. Mundo corporativo de mierda.
La psiquiatra dice que estoy bien en términos generales. Aunque me siga dando vueltas el tema ese del amor, el tema ese del tipo aquel. ¿Estoy enamorado de él o estoy enamorado del amor?
Ojalá fuera tan fácil, ojalá me fuera menos doloroso (“no uses tantos me”). Pero tanto acercamiento con el uno y con el otro me han dejado el corazón herido.
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Viernes.
Si pudiera vivirlo todo con menos ansiedad. Me paré a fumar, y a enviar ese correo del trabajo. Pienso escribirle al sujeto aquel más tarde.
Laitan dice que debo desestructurar. Es decir, no porque sea yo quien haya propuesto algo la última vez significa que debo esperar ahora a que él me hable. Y también la clave es no poner expectativas. Pero cómo hacerlo. Además, idealizo.
Y quiero dejar de leer tantas cosas sobre el amor. Una etapa de tranquilidad, eso anhelo.
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Ayer le escribí al hombre aquel. La conversación fluye, el tipo responde. Pero es cierto lo que decía Laitan y Raira y la terapeuta: estoy creándome demasiadas expectativas, y ni siquiera logro definir, como en tantos otros casos, si es simplemente un capricho o si me atrae realmente. Ni siquiera hemos tenido sexo. Pero yo idealizo (ya lo dije).
Fumé un cigarrillo. Esta mañana, a las nueve; la mujer de arriba y sus pasos me despertaron. Ahora fumaré otro. Pasaré el trapo. Día de limpieza. Tal vez salga en la noche, tal vez vaya al teatro. El plan de siempre.
Es eso. Estoy poniendo en otro el poder de salvarme de una soledad que ya no deseo. Amigarse con la soledad, decía ayer la terapeuta en el grupo.
Y ahora, la angustia o el estrés de pensar que es mejor decirle primero sobre mi condición serológica, antes de avanzar al sexo. Me parece lo más honesto. Pero al mismo tiempo, ya quisiera abrazarlo, besarlo.
Libros sin terminar. Poca escritura de ficción.
Ahora Lardi canceló el ensayo del jueves. Propone hacer uno largo el fin de semana, que es feriado. Hice mi descargo. Le he dicho que no podemos llegar al ensayo sin la letra aprendida, que en el ensayo no es el momento de memorizar. Le he dicho que al paso que vamos no llegaremos al estreno.
Le comenté el asunto a Dante. Dice que los actores hacemos un quiebre cuando estamos cerca del estreno y entonces nos apuramos, que seguro llegaremos. Dice que son los gajes del teatro independiente.
Y mientras tanto, seguir pensando en el hombre aquel. No puedo saber si es mi narcicismo el que quiere que me busque, si es mi deseo de no estar solo, que me hace poner expectativas, porque no sé, dudo de si será un buen hombre para compartir mucho tiempo juntos, dudo si me gusta, quiero decir. Escribo lo mismo una y otra vez. Sí que me gusta. Pero al mismo tiempo, racionalizo, sobreanalizo cada momento, y me adelanto. Iré al teatro. Fumaré otro cigarrillo antes.
No me dejó en visto el hombre aquel, ¿o sí? Si reacciona al mensaje, entonces no es clavar el visto, como dicen acá. Registró el mensaje. Dijo que cuando nos veamos quiere que le chusmee sobre el proceso de montar la obra, le dije que claro, que le contaba a profundidad, y dijo que le encantaría. Entonces reaccioné con un corazón (no puse el emoticón, sino la reacción). ¿Estoy demostrando más de lo que debería? Ahora no puedo buscarlo más. ¿Sabrá que me interesa? Supongo que será evidente si la próxima vez que nos veamos le hablo de mi condición serológica.
Recién llego de ver la obra. ¿Cómo es posible que me ilusione con un hombre al que pareciera no gustarle el arte, un hombre que aquella vez dijo de no ir al teatro porque en las opciones de obra que le pasé no había ningún actor conocido? Es más mi necesidad de sentirme querido, acompañado, pero no él realmente, a veces pienso que no es un hombre para mí, y tal vez eso duela también, darme cuenta de que la ilusión debe desvanecerse porque no encuentro similitudes, gustos en común, cosas en común.
Y que encima no le gusten las demostraciones de afecto en público. ¿Salir con un gay de closet? Otra vez. ¿Veo solo lo negativo? Tal vez me conviene escribirlo para olvidarme, de una vez por todas, para dejarlo de lado.
Laitan dice que antes ya hubiese tenido un ataque de ira o de tristeza. El de tristeza, lo hay constantemente. No sé si ataques como tal. Pero no podría decir que no es una temporada feliz. I would grow through this pain, dice la canción de Robbie Williams.