Hacinamiento, romance y arpías II

El niño que hay en él.

Que me obsesiono con los ruidos, con lo vecinos, con los demás. Con él, claro. Con la idea de él.

Bebo cerveza. Tal vez no esté todo tan mal. Tal vez. Tal vez deba tomar menos drogas.

*

Si tan solo pudiera dejar por unos días el alcohol. Ahora son pasadas las nueve de la mañana. En la madrugada desperté con resaca.

Pequeños odios por las no respuestas de algunas personas.

Dejé de seguir a mi media hermana porque no respondió algo que le pasé en Twitter. Bueno, no hablábamos hace años. Pero ¿ignorar el mensaje? Que lo cortés no quita lo valiente, pienso.

Los proyectos van a ritmo lento. El calor. Argentina y enero.

*

Quienes no contestan, quienes tardan en responder. ¿Hay algunos que ignoran? Y yo acá, pensando una y otra vez en el proyecto teatral que quiero hacer este año, en medio de una pandemia, con estas ganas de arrancar, de iniciar, de hacer arte, teatro. Y ni siquiera atreverme a ir al teatro como público, porque el virus anda suelto y temo contagiarme.

La vida y los otros. El infierno de la cotidianidad con los humanos.

*

Las no respuestas, aunque aún no revisé el teléfono y ayer me desconecté temprano, primero me generan ansiedad. Luego, duelen. Que sea tan difícil pensar en hacer teatro, hacer arte, actuar, y todo. Me desmotivo.

Y la gente de viaje, moviéndose, el planeta hecho un caos a causa de un virus que salió vaya uno a saber de dónde, y la estupefacción de no ser nada y ser todo al mismo tiempo.

*

El proyecto. El dinero que he de invertir. La incertidumbre sobre la cual hay que crear en medio de esta pandemia. Los proyectos, porque son dos. El otro, que es también una inversión económica. ¿O de dónde sacaremos la guita para hacer esa obra con Lardi? Hay que hablar de eso en algún momento. ¿Y también lo voy a producir yo? ¿Lo haremos todo con Lardi? ¿Dirigirnos, producirnos? Será demasiado difícil.

¿Me alcanza el dinero para todo lo que quiero? ¿Y cuándo actuaré, en medio de tanta ocupación? Llueve. El golpe de lo que adivino fue el viento o alguna paloma de mierda me asustó varias veces. Y luego, los truenos y el sonido de la lluvia me mantuvieron alerta.

Y los números, el deseo de viajar, y que todo tenga detrás una suma de dinero.

Después me digo que todo andará bien, que de alguna manera lo lograré.

Mi psicóloga. Ser tan intenso. Eso, intensidad de vivir. Miedo.

¿Dejar la marihuana? Esa sería una excelente manera de ahorrar. No drogarme. Es un vicio que hago a diario, que me calma. ¿Cultivar entonces? Fumo a diario. Y no quiero dejar de vivir sin el efecto sedativo que produce en mí.

¿Por qué estoy tan preocupado, tan de mal humor? Por el miedo a contagiarme si salgo ahí afuera, pero al mismo tiempo no querer estar encerrado todo el año, esperando recibir la vacuna. ¿Y si me contagio? Siempre existe la posibilidad de haberlo tenido y haber sido asintomático.

Y haberle hablado a Peruano, pero estar ya casi seguro de que no me termina de gustar, pero vivir en medio de una pandemia, y es quien ha llegado, y no es que esté mal, no está mal, pero no me enamora, aunque la pase bien. Juego. Es como si jugara.

Si fumo ese último porro, ¿hasta cuándo tendré que esperar para comprar? La próxima semana que depositen el sueldo. Depender, siempre depender.

También podría dejar el vino. Pero la sobriedad es tan insoportable, tan sosa. Y no me vengan con el cuento de la simpleza de la vida, de ver la vida de una manera simple. ¿Es posible tal cosa?

¿Quiero verlo realmente? Entonces para qué le escribí. ¿A qué juego? ¿Tan sólo por no estar solo? ¿Es así? No me enamora. No es el hombre ideal.

Me aturde que debo dormir para poder despertar temprano mañana y responder en el trabajo.

¿Y por qué pienso tanto en mi ex? Porque su físico me gustaba, eso era una de las pocas cosas, porque me marcó ese enamoramiento adolescente que viví.

Ahora es viernes. Ahora puedo haraganear, holgazanear con total libertad, lejos del alcance de las víboras con quien debo coexistir por ahora, acaso por el sinsentido de la vida. Ya sé, ya sé, debo estar agradecido de tener trabajo, de mantenerme en pie en una economía tan…

Pero soy una buena persona, ¿no? Releo lo que escribía hace casi tres años, y veo que he progresado. Sí, definitivamente. Ahora quiero más.

Pero esto pasará. ¿O no? Quiero decir, por más que queden cosas de esta pandemia, el virus y la amenaza se irán y podremos congregarnos nuevamente sin miedo.

Víboras, venenosas. Menos Flor. Todas ahí. De cuidado. La vieja zorra. Bien zorra vieja. Oprimidos ciegos, con algo así como el síndrome de Estocolmo. En medio de mi furia, pienso que merecen sus miserias, por tontas. Aunque después me arrepienta de mis palabras, debo tener en claro que son pocos, muy pocos en quienes se puede confiar. Gente de mierda, eso son. La cordobesa que se pone piel de cordero, pero es una víbora también. Lo que la pandemia devela. Odiarlas es poco. Ya está. Ya pasó.

*

Lo mismo de lo mismo. Lo mismo de hace un año también: estaba releyendo el diario y caí en cuenta. Aunque ahora yo venda más, ahora hago más comisiones, ahora son ellas, las arpías, quienes me envidian a mí. Círculo perverso. Y al mismo tiempo, ser un afortunado por tener trabajo, comida, esto y aquello.

Hay a quienes el dolor los afloja. A otros, en cambio, los endurece más. Y siguen perdidos. La cordobesa, supongo resentida, ardida porque yo cobro más comisiones ahora. La vieja zorra, con respuestas de mierda, desde su lugar de llevar años ahí. En fin. Lo mismo de lo mismo. Y no poder sacármelo de encima. Este odio que me producen. Y que es malsano. ¿Cómo desconectar? Y haberles dado confianza, sobre todo a la vieja zorra que es un peligro, porque es una chismosa que cuenta todo de todos, que habla del uno y del otro, sumisa (en apariencia) como buena perra esclava.

Y tener que codearme con ellas, porque de eso como, con eso pago el alquiler, la vida.

¿Y cómo es que lo olvido a veces? ¿Cómo es que olvido que son unas arpías, y luego caigo de nuevo en contarles mis intimidades? A la vieja zorra, sobre todo. Que después viene y se hace la buenita.

Llueve en Buenos Aires. Supongo que podré relajarme, dejar de lado estos pensamientos y lograr que todo, ellas ahí, me importen menos, mucho menos.

Decidir mudarme

Buscar departamentos. Vivir cansado. Pensar en las vacaciones, en descansar, en mudarme cuanto antes.

*

Hoy el jovencito profesor de tenis sonrió cuando notó que yo abrí las cortinas. Yo había visto que él estaba solo y abrí las cortinas, como diciéndole: me a para vos. Después me dio vergüenza. No lo miré fijo. Iba y venía de un lado al otro, me hacía el distraído, pero lo relojeaba mientras él regaba la cancha. Y me regodeaba en poder verlo desde mi habitación, me divertí. Él no lo sabe, pero yo ahora gozo de cierta impunidad porque me mudaré pronto.

Espero todo salga bien con la mudanza: encontré un departamento en una zona un poco mejor, con una distribución un poco mejor: tiene una habitación y un pequeño living. Una cocina chica, pero suficiente. Y está reciclado. La bañera es nueva. Es luminoso y ventilado. Es interior, da al pulmón del edificio. No como este, que da a la calle. Y es en un piso más alto.

Me pregunto si se calmará definitivamente ahora que he decidido mudarme. Lo dudo. Y si es así, igual quiero cortar el vínculo. Quiero pasar las vacaciones en un lugar nuevo. Aunque deba pagar por el cambio. Aunque sea un año de crisis, y hubiese intentado primar las finanzas. No fue posible, no resistí, tampoco tenía por qué hacerlo. Algo de esto charlé con la psicóloga: mi límite y mi deseo de no límite. Profundidades del ser que uno analiza a ver si aprende a vivir. Pero no hay camino, ya nos dijeron: se hace camino al andar, por muy cliché y nostálgica que suene la frase.

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Aterrador

Lo de Dante ha sido toda una especulación de mi parte, y al parecer piensa hacer las transferencias esta semana. Y yo le he dado más cabeza a la situación de lo que merece.

Y ahora, problemas con el Internet, como para ponerle sazón a la cuarentena.

Lunes.

 

El vecino está hoy enloquecido, y mi mente especulativa se pregunta si ha escuchado mi conversación con Áspora anoche. Pero sí que anda taloneando de nuevo. No igual que antes. Pero sí se hace sentir el desagradable. ¿Por qué lo hace?

No debo pensar en eso, porque lo agrando en mi mente. Continue reading “Aterrador”

Platos rotos

La heladera redujo ese ruido que hacía al principio. Y Pampeano apareció: escribió y dijo por qué no había escrito antes. Ha aparecido jovial, como si nada. Tal vez mañana traiga lo prometido.

Sobre literatura: que historia y forma de narrar van de la mano.

Los ruidos del tipo de arriba logran alterarme. Ahora he puesto la música en los auriculares. Temo que tanto uso de cosas me termine haciendo daño.

Áspora dice que si me pongo de mal humor, le estoy dando al infeliz justamente lo que él quiere.

Y acabo de descubrir algo fundamental: le tengo miedo, debo admitirlo. Igual sí que lo considero medio psicótico. Y mi mente creativa, claro, se obsesiona, crea historias.

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Tal vez sea la parte facha de mí la que no quiere que los demás a mi alrededor hagan ruidos. Continue reading “Platos rotos”

Cuarentena (primeros días)

Volver a escribir. Olvidarme de la psicosis afuera, del miedo y la incertidumbre que han generado con respecto a ese virus y volver a escribir, a saberme un artista. Me han citado para un casting hoy. Pero decidí no ir. No daban indicios de seriedad.

 

Vino pampeano. Fumamos, cogimos, lo de siempre. Me llamó “tetitas” en un momento. Después, quería que se fuera: no quería cenar con él. Se fue. Fui a por una hamburguesa. No me sentí bien sacándolo de casa. Hoy le mandé un mensaje. “Disculpá que la corté así –le escribí-. Estaba dado vuelta y hoy tenía que despertarme temprano”. Le avisé que dejó acá el lubricante y un preservativo.;

Es cierto que mi cuerpo pierde la forma: debo retomar la rutina de ejercicios. Pero me doy a la marihuana de mala calidad, la comida y el descanso. Quiero irme de viaje nuevamente, ahorraré para eso.

Mantener la calma, la diplomacia, respirar.

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Debo confesarme ansioso por la situación, un tanto preocupado, con miedo. Es lo único de lo que se habla, la pandemia. Mañana iré por la computadora al trabajo. Y luego vendré a casa, y me encerraré. Los del grupo de teatro decidieron cancelar el reestreno de la obra. Igual es una medida que iba a tomar pronto el gobierno.

Amo mis nuevos cuadros.

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Pandemia. Trabajo desde casa. Aislamiento social.

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Pampeano vino a casa anoche. A decir verdad, me gustaba más, por ejemplo, el hombre que vino a instalar las placas antihumedad. He tenido un momento de excitación: me metí al baño y me masturbé mientras el hombre instalaba la placa en la cocina. Que estuvo en Estados Unidos, dijo, que vivió un tiempo allá. El hombre usaba un pantalón deportivo que marcaba todo su miembro, grueso, y luego, cuando subió a la escalera de pie, en mi cocina, yo sólo podía mirar su miembro presionando contra la escalera, la escalera de tijera, su miembro cambiando de tamaño. Me enamoré. Disfruté tenerlo en casa, disfruté estar en la videollamada esa, con los del trabajo, y meter algún bocado, y que él me escuchara (vaya uno a saber si escuchaba) desde la cocina, y yo diciendo cosas “importantes”, diciendo cosas con las que gano dinero. No alardeé, pero sí disfruté que él estuviera ahí, que fuese un trabajador tan lindo, fantaseé con tocarlo. Ojos azules, cara grande, cuerpo fuerte.

 

Por estos días suelo recordar la temporada en que llegué a Buenos Aires. Ayer y hoy, en especial, desperté en la madrugada, y el ruido de la ciudad, incluso en la noche, además de la lluvia que anuncia el fin del verano, me hace recordar aquella época, hace doce años.

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Le he dicho a mi jefa que no iré a hacer logística. He decidido confinarme, encerrarme, me han convencido de que lo mejor es el aislamiento social, estoy haciendo cuarentena, incluso antes de que decreten la obligatoria. Continue reading “Cuarentena (primeros días)”

Por suerte pasaron las fiestas

Por suerte, también, el fin de semana no me drogué, por suerte no vino Pampeano a casa. Por suerte es domingo. Por suerte encontré esas tucas en el cajón, por suerte estoy tranquilo. Aunque no me esté yendo muy bien en el trabajo, aunque empiece a contar los centavos. ¿Ir a Macondo hará, como un cable a tierra, que me reconecte con la intención de cuidarme? El asunto pone mi deseo en contradicción, si es que Continue reading “Por suerte pasaron las fiestas”

Quejas

Con la presión de hacer, de producir, con una sensación de que no me alcanza el tiempo, de que las horas ahí metido, en esa oficina, son muchas y de que me estanco. Y entonces la presión por buscar trabajo. Y las horas no me alcanzan.

Medirme más ahí adentro. No hablar tanto. ¿Y qué voy a hacer de mí? Ya pasará esta época. Siempre escribo lo mismo. Quisiera sólo dedicarme a actuar y a escribir. Pero el mundo funciona como funciona. Hoy me percibo atascado aquí, en Suramérica, sin salida. Con ganas de ir a Europa, pero contemplando apenas la posibilidad de ir a Cataratas. No es poco, igual. Tengo mis ahorros. No debo llorar. Me pregunto si debo invertir, que el dinero debajo del colchón no es una buena idea, pero no puedo abrir la cuenta en dólares gratuita a la que tendría acceso en el trabajo, porque tengo deudas, entonces no puedo, tampoco puedo tener una tarjeta de crédito. Y así. He modificado mi rutina. Me acuesto tarde. Ceno tarde. Y entonces vivo con sueño durante el día. Hace tiempo no hago ejercicio. El estreno de la obra y días antes el viaje a Uruguay modificó enormemente la rutina. No publico en el blog hace un tiempo. Como si no me quedara tiempo para los placeres de rutina. Y sí, recibo dinero, supongo que no está mal trabajar ahí, supongo que debo pagar toda esta vida. Pero quiero más, siempre quiero más. Conocer Europa, vivir ahí una temporada. Pero el nivel de ahorros no es el mejor, como para pagar el viaje el próximo año. ¿Y Colombia, y mamá?

Tal vez durante las fiestas pueda descansar. ¿Y los hombres y Continue reading “Quejas”

La única vez que se ha amado nunca

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No dormí mucho. Espero no obsesionarme. Que un clavo saca otro clavo, dicen. Bien que me hacía falta sentirme deseado. Aunque no sé si esa es la palabra. Ser besado, abrazado, lamido (lo sé: estoy usando la voz pasiva).

Martes feriado. Quiero contarlo. Mi encuentro con S. Fue el domingo. No publiqué mucho en estas líneas sobre él porque no quise darle importancia, aunque sí que la tuvo en su momento. Él tal vez no. La idea de lo que él podría llegar a ser. O las ideas que el encuentro con él desencadenó.

Lloré desconsoladamente, aunque me dé vergüenza decirlo. Con S nos cruzamos en el bar ese que tanto frecuenté el año pasado. No sé por qué creí que él sería el hombre perfecto, que me había rechazado cuando terminó la conversación virtual con un silencio. El terapeuta dijo que pongo la angustia de otras cosas en estas obsesiones. S amaneció conmigo un domingo, lo traje a casa después de la fiesta, y hubo en nosotros la química de los cuerpos que se saben dar ternura. Bastó para hacerme mil ideas. S me escribió el lunes, dijo que él pensaba que ya nos conocíamos, que había visitado alguna vez otro departamento en el que yo viví hace muchos años. Charlamos un poco y en la noche le envié un mensaje de voz de… ¡un minuto! No contestó nunca más. Al día siguiente estaba yo despedazado, angustiado por lo que asumí como un rechazo cruel. Borré su número. Lloré desconsoladamente. Y luego, en diciembre, habiéndole dado tiempo al tiempo, comprendí que pude haber insistido, volví a desearlo, entendí que esa no respuesta pudo no haber sido un rechazo y lo busqué en Facebook.

Antes de ayer, después de varios meses, me he visto de nuevo con él. Continue reading “La única vez que se ha amado nunca”

En continuado

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He conseguido este departamento gracias a Dante. No está mal. El problema es la zona. Pero tampoco es un problema, exagero.

He conseguido pagar mi vida. No sé si era demasiado notorio que la camisa que usé hoy era vieja. Pero quería usar algo diferente. Supongo que mi sonreir constante delataba mi felicidad.

Llovizna en Buenos Aires. He permanecido encerrado esta tarde. He dormido una linda siesta. Hay un tema que me da vueltas, pero no debo obsesionarme. Fumo marihuana. Pienso en la oficina. En que seguiré conectado. Sólo por las comisiones.

Vender. Me dedico a vender, todo un oficio. Lo mío, al parecer, son los oficios. Algo estudié. Tal vez podría más.

Es hermoso que llueva y que yo esté aquí, drogado.

Pensando. Escribiendo.

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Estallido II (¡Ha sucedido, estoy de vacaciones!)

The anachist - Schneider - 1984

Viernes. Por fin. A las 12 termina mi jornada hoy. Iré a comprar unas cosas y a por la llave del teatro, para la reunión del domingo con el prospecto de director. Con el director anterior, el que nos ayudó durante un par de meses el año pasado, no llegamos a buen puerto. Quiso cobrarnos.

 

Ahora estoy mejor. En esta etapa, quiero decir. Hoy nos han dicho que nos aumentarán el sueldo. Creo que cenaré arroz chino nuevamente. Solo por hacer algo. Ha terminado bien la semana. Creo que me va bien en el trabajo. El domingo nos reuniremos con el director que podría dirigir nuestro proyecto. Quiere cambiar algunas cosas, así que habrá que negociar.

*

Ahora el sexo no es lo mismo que antes. La necesidad cambia. Ha cambiado, puedo percibirlo ahora, con el paso del tiempo. Y por un lado, una parte de mí extraña ese momento en que el goce era más sencillo, o de más fácil obtención. Sin saberlo. Más joven, más bello. Otra vida. Siempre atormentado, por una razón y por la otra. Hoy pensaba en mi ex. Debería escribir ficción en vez de estas líneas. Siempre digo lo mismo. ¿Tomaré en algún momento la decisión de no repetirme? No tendrían propósito pues estos cuadernos virtuales si no desahogo el cúmulo de pensamientos, sensaciones, sentimientos que me estallan por dentro, me hacen estallar. Continue reading “Estallido II (¡Ha sucedido, estoy de vacaciones!)”