Solipsismo


Buenos Aires, diciembre de 2022

Que si reabrirán paritarias, que si alcanzará el salario, que me pagan una parte en negro, y que hace un calor de cagarse. No tengo poesía. No hoy. Viajaré a Colombia, veré a mamá. El sábado casi rompo los ocho meses limpio que pude cumplir por suerte el domingo. Aún está la clase de danza, la muestra. Antes era la obra. La obra tal vez no esté más, tal vez no haya más funciones: me enemisté con Lardi. La psicóloga ha dicho que somos dos niños de cinco años que no sabemos hablar, porque no supe decirle a Lardi que me molestaban sus malas contestaciones, sus chistes pasivo agresivos, sus formas pesadas, el enojo fue más fuerte. Y si lo expresaba, temía por mi reacción, que se fuera todo al carajo y había un estreno al que llegar. Como una pared a dinamitar, así lo veía, así se volvió, así fue siempre, solo que fue develando esa cara cuando se fue agotando de quién sabe bien qué, de mi intensidad tal vez.

Ocho meses. Es un lindo tiempo. Aunque la mujer que propuso ser mi madrina en el programa de doce pasos diga que es poco. El tiempo es relativo. La mujer dijo luego que no sería mi madrina, que tal vez alguien la necesitaba más, porque yo no quise comprometerme a ir a una reunión diaria y a hacer servicio, y porque le dije que fuéramos a un ritmo lento.

En el verano parece que las cosas importaran menos. Es lindo no salir de casa.

Que si colapsarán las ciudades, nos quedaremos sin agua, la megaminería, la tala de árboles, se incendia Argentina, vienen por los recursos, perforan los oceános.

Ha pasado la fiesta. Y el que no celebra es un amargo. Lali Espósito ama a los homosexuales, pero no duda en ir a cantar en la final de una copa de un deporte cuyas reglas son bastante básicas, en un país que nos encarcela por putos; Lali nos amará mucho, pero esa plata no se la va a perder.

*

Navidad.

Linda velada en casa de Laitan.

*

He quedado marcado, sin duda, por aquel fin de año en Miami, en el que conocí a mi tía terapeuta. Escribo de manera terapéutica, escribo cualquier cosa que me viene a la mente. He puesto música de Navidad. Y que la adicción no se me vaya por el lado de conseguir hombres. Entonces mejor poner alguna película más tarde. Debo hacer la valija.

Pensé si tal vez conviene ir a algún sauna, pero claramente no es una buena idea con todo lo que significa la exposición. Lo decidiré más adelante, en unas horas. Ahora tal vez convenga disfrutar.
La envidia y la ira, qué emociones destructivas. Envidia al hijo del primo heterosexual que viaja a Estados Unidos, y estudió en Italia. Envidia a la heteronorma capacitista, a la supremacía blanca, saludable.

Y el excompañero de la escuela de arte dramático que le comenta un posteo a Raira, “te amo, amiga”, el ex compañero no vino a ver mi obra, y me parece un ser patético, hipócrita, inmaduro, y envidioso, cuya obra es no menos patética, .

Pero por qué gastar tiempo en pensar en los demás, escribir sobre ellos… ¿Lo que no me gusta del otro es lo que debo mejorar en mí? Supongo que en realidad pienso en mí, y en lo que me pasa hacia ellos.

Digo más, analizarlos, verlos, tal vez me haga más conocedor del comportamiento y del alma humana, conocimiento que se hace importante en las artes que he decidido cultivar, ¿en el arte en general?

Mentiría si digo que no me siento cómodo ahora en mi soledad. ¿Es acaso que nos han vendido la idea de pertenecer, de vivir acompañados, de andar en tribu, es acaso que hemos comprado el deseo gestionado?

Me descubro rencoroso, memorioso.

Y una vez más, la frustración por las locas histéricas en esos chats del demonio, las locas indecisas.

*

Mañana a esta hora, si todo sale según lo planeado (si Dios quiere), estaré rumbo al aeropuerto.

He terminado el día de Navidad buscando una aproximación sexual que no se concretó.

Chatear con el uno y con el otro. La adicción se va por otros lados, por el lado del sexo. Y luego me siento culpable, sobre todo por la cantidad de tiempo que paso buscando esa gratificación inmediata.

La psicóloga dice que ahí, en ese lugar, no hay otro, que es la ilusión de otro.

*


Macondo, diciembre de 2022

Que si migré mal, porque Argentina es un país pobre.

Los demás, siempre los demás.

Y entonces, ¿qué hacer? ¿A dónde irme? Si necesito medicación para vivir, y en la Argentina ya tengo toda una vida armada.

¿Buscar una beca? ¿Una beca para hacer qué?

Que sea todo tan difícil. Pensar en otro año en Buenos Aires. Ser latino y seguir viviendo en un mundo de latinos.

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Probablemente

Probablemente a nadie importen estas líneas. Ni ahora ni nunca. Probablemente, publicarlas sea solo un ejercicio producto de mi narcicismo. Probablemente alguien entienda que al escribir logro poner cierto orden a los pensamientos en los que, como dice la psicóloga, me pierdo. Y probablemente, ese alguien no entienda por qué tengo que publicarlos, si a nadie importan.

Probablemente a nadie importe tampoco mi ficción. Probablemente, con el paso del tiempo, me importe cada vez menos el reconocimiento de mis contemporáneos (viejos y jóvenes, da igual), y entonces caiga en el individualismo y el egoísmo de una época que pareciera maldita (¿ha habido en la historia de la humanidad alguna etapa que no lo sea?). No más maldita que las grandes depresiones, las grandes guerras. Y por esto pregunto lo que pregunto. Tal vez no deba usar el paréntesis. Tal vez la cuestión es si ganará la batalla la luz, suponiendo que se pelean adentro nuestro (reflejando todo afuera) nuestros dos lados, el ying y el yang.

Probablemente usar un adverbio tantas veces vaya en contra de alguna norma que debería respetar. Pero ahora nada importa, no importan estas líneas, no importa mi ficción. Importa, solo acaso, si a alguien, algún día, logran conmover, cuestionar o incluso cambiar (¡cuánta pretensión!). Contradictorio, como buen humano. Haciendo lo que puedo, así me encuentro, haciendo lo que puedo para que no me gane la soberbia, para aprender y lograr cada día un poco más de humildad.

Trascender

Tomaré otro café, fumaré un cigarrillo. Es un lindo día de invierno. Es bueno disfrutar, por primera vez, del invierno.

Y entonces sube el dólar, porque renunció el ministro, y hacen corrida cambiara, hablan de golpe de mercado, quilombo acá y quilombo allá.
Pongo a Shakira una vez más, escribo. No trabajo, para qué, si nadie me controla, si puedo manejar mis tiempos. Mejor dedicarme a esto, a intentar liberar.

*

Es un buen invierno, si logro no pensar más en ese tipo, sacarlo de mi vida, y estar tranquilo, entonces será un buen invierno.

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Revuelto

Domingo. Angels in America. Las reflexiones que me genera el trauma que llevamos los homosexuales como colectivo.

Ficción, quisiera no escribir estas líneas y escribir más ficción. Ser más prolífico.

Para qué pensar en ellos. En los demás, en los otros.

Mejor así, mejor vivir en la fantasía, en la fantasía sana diría el coordinador aquel, el coordinador de grupo, el violento.

Exponer mis miserias ante tantas personas, tantos médicos, psicólogos, ahora una psiquiatra. Un tiempo de paz, un tiempo sin ellos. Espero pase pronto la verruga. ¿Y luego? Dedicarme a sanar, y estar en paz, un poco de paz.

*

Entonces, obsesión. De nuevo. Ayer dijo que no. Unas ganas, una necesidad imperiosa (no encontré otra palabra) por ser amado. ¿Será acaso por eso que digo siempre, porque no obtuve el suficiente amor de chico, el amor de un varón? Y creer, sospechar, que no será una buena persona para mí.

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Un día a la vez

Despierto al escuchar el portazo de la vecina de al lado. Ya creo que el asunto es caso perdido. ¿Hablar con ella, decirle que por favor tenga cuidado? Sería lo más sensato.

Violencia. Para esto me quiere dar medicación la psiquiatra. Para dejar de sentir esta violencia.

No quiero irme antes de que termine el contrato aquí. Me conviene mantener la paz.

Escribir. ¿Cuándo terminaré una historia? ¿Podré llevar a la ficción esta violencia que me generan los portazos que da la mujer de al lado (escribí maleducada antes, pero temo quedar como un histérico)? Digo más: iba a escribir la vieja gorda maleducada. Pero eso sí que no sería políticamente correctamente, ¿no es así? Y pensar en la terapia de grupo, en los demás ahí, en mantenerme sobrio.

*

Ayer, en la feria del libro, hablaban del exceso de “tallerismo”. Sí, es así. No quiero exponer más mis letras ahí, ser juzgado. Siento que termino escribiendo para ellos, que temo a lo que pensarán.

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Mala musa

Qué ira me genera el escándalo que hace la conchuda de arriba con sus pasos y moviendo los muebles desde temprano en la mañana. Despierto ya alterado. Despierto temprano porque debo ir a ensayar al pueblo de Lardi, a las afueras de Buenos Aires. Será la rutina de los sábados de ahora en más. Primero iré a yoga.

Ayer hablé en la terapia de grupo, pero después quedo con ansiedad, porque me expongo y porque hablo con demasiada pasión.

En la obra de ayer se regodeaban en la locura. Si bien era una crítica al sistema de salud mental argentino, creo que lo que está de base es la cultura porteña. Pero más allá de eso, el teatro documental como el regodeo en la historia propia, como un estallido (vaya si quisiera estallar yo) ante una sociedad que pone en un lugar marginal a quienes sufre de problemas mentales.

Yo prefiero la ficción.

Tengo miedo de que la obra que hacemos con Lardi no quede bien, de que sea duramente criticada, de que la puesta no esté a la altura del texto y del autor.

Lo digo por la enorme cantidad de recursos que usaban en el montaje que vi ayer.

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Tratamiento, feministas y mar

Tal vez sea muy pronto para sacar una conclusión. Tal vez, demasiado pronto para escribir lo que estoy pensando, la suerte de desencanto. Demasiado pronto para juzgarme por haberle preguntado si mañana era muy cerca para verlo. Demasiado pronto porque aún no lo conozco a profundidad. Tal vez me encuentro confundido. Tal vez haga falta verlo de nuevo.

Supongo que la sobriedad me hace ver las cosas con un poco más de claridad. La pregunta, en el aire: ¿es la persona indicada? ¿Somos realmente compatibles? No quiero estar subestimándolo. Siento que no debería compararme. Pero es como si notara que puedo ofrecer más seguridad. Me refiero -además de la seguridad para comportarse en público-, al momento en el que, cuando veníamos de cenar, miró a un chico que pasaba en un auto. Como si sintiera que necesito a alguien con más seguridad en sí mismo, con más carácter también. Pero al mismo tiempo, como dije antes, no lo conozco.

*

¿Por qué quedarme con lo malo? ¿Por qué volver a pensar en que le propuse vernos hoy, en cómo se fue corriendo, en que no me gusta que se haya ido con sus amigos a un bar? Haberle dicho que por cuántas semanas más me iba a dejar con la leche guardada -así le dije, “la leche”-.
Porque, claro, soy posesivo, y tengo la idea de que debió ser más perfecto todo, debió quedarse conmigo. No quiero caer en una lista de defectos. Pero (siempre pero) suelo ser intenso. Y tengo una necesidad de compañía tan grande.

Por un lado, quiero que me escriba. Por el otro, supongo que es mejor esperar a estar bien de esas verrugas -una lisa cerca del ano y la otra, rugosa y grande en el dedo gordo del pie-. Esperar un tiempo para entrar en contacto.

Laitan dice que en esos ambientes en los que se mueve él -saunas, boliches, bares-, está expuesto a todo. Pero al mismo tiempo, hay una cuestión ética en no contagiarlo de nada, en protegerlo. Una cuestión ética y moral. Si bien no tengo la obsesión dolorosa, claramente amanezco pensando en ese tema, en él.

Ya no estoy para cosas efímeras, pienso ahora. Quisiera algo a largo plazo. ¿No es acaso todo efímero en esta forma de vida? Entonces investigo sobre las cartas natales de ambos, sobre si seremos compatibles, me adelanto años luz, porque veo a cualquier persona que me gusta como un prospecto de pareja a largo plazo.

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Estiercol – Antes del tratamiento

Repetirme, o recaer como dicen. Quien comete el mismo error una y otra vez, está haciendo algo mal. ¿O es un loco, dicen, que son los locos quienes cometen el mismo error una y otra vez? ¿Por qué no puedo pasar el momento sin irme de fiesta?

Y ese chico, con esa verruga, a quien le conté toda mi vida, y ahora no quiero volver a verlo. El scort, que ya cuando iba en el auto, me envió un audio, me dijo: no atiendo a personas en situación de consumo, pero yo ya estaba yendo, con la noche encima, bien embalado. Fui igual. Y luego, cuando había pasado una hora, me dijo que me fuera o llamaba a la policía. Y el hombre ese, el hombre del que me podría enamorar, pero me dijo que era solo activo. Lo conocí en un sauna. Porque no contento con todo lo que había hecho, después me fui a un sauna. Y vine con el hombre ese a casa, y pedimos comida. No tuvimos sexo, pero nos revolcamos en mi cama.

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Llamar al editor por teléfono, un domingo a las 10:47 de la mañana. Llamarlo por Whatsapp y que rechace la llamada. Llamar al primer hombre con el que salí en Buenos Aires, hace más de una década. Y luego chatear con él. Completamente enloquecido, nublado. No quise re leer luego la conversación. No era yo, estaba poseído por la sustancia. Buscaba con quien estar, compañía, alguien de quien abusar, un pene que meterme a la boca, alguien que me cogiera, sexo fácil.

Luego, la vergüenza. La culpa.

Ahora contemplo iniciar un tratamiento en un centro especializado en el consumo de drogas.

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Buenos Aires, un año, el sentido y vivir de a varios

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Los egos. Y el mío, claro, también. Los egos, el deseo de exposición, los demás. Y darme cuenta, y recordar que ya está en mí, eso me han dicho, que lo que no me gusta en los demás es algo que ya está en mí, y entonces me percibo sucio por ser humano, por tener esa o aquella característica.

*

Un año. Un año del suceso por el cual empecé a cambiar mi vida, un año del suceso que me dejó atemorizado, devastado, como otros, sí, pero este fue el campanazo mayor. Y no porque haya sido el más grave, pero vino seguido, además, de la muerte del abuelo, de mi paso por Macondo luego. Un año de que me dieran burundanga, por andar de fiesta solo en un sitio asqueroso en la Continue reading “Buenos Aires, un año, el sentido y vivir de a varios”