Temo que la elefanta haya empezado de vuelta a hacer sus pasos estruendosos. Ayer tuve una larga conversación con Áspora. Dice que le reste importancia, que no haga nada, que es peligroso buscar confrontación. Incluso buscar una mediación con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Yo soy un hombre solo, ella puede decir que estoy loco. Y acaso ¿a quién se le va a impedir caminar adentro de su propia casa? Pero no es caminar, es caminar de ese modo. Hoy pasadas las ocho y media de la mañana me despertó. Hubiese podido dormir hasta altas horas.
El internet falla de nuevo.
Uno, en Tinder, tenía en su “bio” –cuánta terminología- que la edad es solo un número. No, no lo es. Tal vez quería decir que la madurez no es una cuestión de edad. Pero la edad no es sólo un número. Vaya si la vejez se va sintiendo de a poco en el cuerpo.
Áspora dice que mi vida es “sabrosa”, dijo así. Dijo que confía en mi éxito.
¿Éxito?
Debo estudiar, memorizar las líneas para el capítulo en la miniserie.
No he dormido bien.
Atormentado. Sí, no tengo mayores dramas, pero, en mi caso, los dramas vienen de la mente misma, de los deseos truncados, del esfuerzo que no da frutos en el tiempo que uno quisiera. El tiempo. La frustración.
*
En Buenos Aires no para de llover. Tal vez pare mañana. Pienso en el hombre en situación de calle que se para en la esquina. La temporada de lluvias amenaza con ser larga. Escribo estas nimiedades, creo que con el fin inconsciente de mantenerme a flote.
En el taller han propuesto escribir algo sobre traición. El profesor no es una persona amante de las consignas. Pero dijo que tampoco prohíbe nada.
Despierto temprano para tomar café. Veo noticias. El otro día gordo perrito vasallo lamebotas decía que no ve noticias. No me sorprendí. Típico de ese mundillo, abstraerse. No obstante, creo que algo de bueno hay en esa práctica negadora. Creo que se vive mejor si uno no se entera de muchas cosas, si no se saben muchas cosas.
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