Melancolía

Propensión a la melancolía. Tanta autoreferencialidad me va a matar, pienso antes de salir de la cama, cuando ya estoy deseando abrir este archivo y escribir estas líneas. Retomaré el blog. Tal vez sea ahí donde más pertenezco –esto también lo había pensado-.

Ayer hablé con un sujeto lo más de lindo a través de una de esas aplicaciones de citas. A través de Tinder, debería escribir. Pero siento que no es poético escribir Tinder (sin embargo, ya lo escribí dos veces). Le preguntaré sobre su preferencia en la cama, en los asuntos del sexo, porque si no somos compatibles, ¿para qué continuar?

Cuánto trabajo hay detrás de un proyecto, y luego todo termina. Aún siento el vacío, como si estuviera haciendo un duelo, como si no lo hubiera disfrutado como debí disfrutarlo. Porque fue un fracaso comercial, y he puesto dinero. Porque –por más que incluso en la peor de las funciones recibimos algún comentario positivo-, la temporada fue accidentada, y las cosas no salieron como a mí me hubiesen gustado. Sin embargo, quiero seguir actuando.

¿Debería verlo al chico de 24 años que trabaja como cajero en un Carrefour? Tal vez alivie un poco la necesidad de sexo con la que ando.

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Karma III

Si pudiera decir que es fácil, pero no me siento tan bien como quisiera. Tal vez el ansiolítico y el ibuprofeno ayuden. No encuentro una canción que vaya con el momento. Estoy tan lleno, comí tanto. Me pregunto si el coordinador pudo notar que yo estaba drogado esta tarde en esa reunión inesperada. Quisiera salir, pero no sé a dónde. Comí tanto hoy. Ya lo dije. Quisiera escribir mejor. Alguna historia que me haga mejor.

Un poco de compañía, eso quiero, en soledad es más fácil volverse loco en medio de tantos pensamientos, aquí encerrado, en este lugar tan pequeño.

Qué poco poética me resulta ahora la vida. Quisiera salir un rato y beber. Sé que no debo. Ya tomé el ansiolítico. Estaré bien.

La vecina sacó el colchón a la terraza y está ahí durmiendo. Qué digo terraza, al pasillo destechado y minúsculo que conduce a una suerte de cuarto de labores del otro edificio. No cerré la ventana de la cocina, y abrí bien la de la sala, no puedo vivir sin luz, tengo que abrir las persianas. Ahora cocino. Ellos están por todos lados, los vecinos y vecinas. Salen de todas partes, ruidos por doquier. Solo quiero escapar.

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El arte

Ya está. Un poco más recuperado de la ingesta maldita. Si empiezo a escribir, entonces vuelve la culpa. Empieza el invierno.

A mamá le clonaron una tarjeta, le robaron dinero. Está con la fibromialgia alborotada. Alborotada, como dice ella. Y yo gastando en drogas y prostitución. No me deprimiré. No ahora. Limpié la casa. Iré donde Huán, que me dará un poco de marihuana, y tal vez tome un baño al regresar. Hablaré con Áspora. Será un fin de semana tranquilo.

Sólo espero no haberme contagiado nada. Ni coronavirus ni ninguna enfermedad de transmisión sexual. Lo pienso una y otra vez. Me duele ponerme en riesgo. Pero lo vuelvo a hacer. En fin. Como si no hubiese aprendido lo suficiente. 35 años y medio. Ya no soy un joven. Aunque nunca sea tarde, según dicen. La vida pasa y uno no se da cuenta de que hay decisiones definitorias.

Si estoy bien, si no me pasa nada, si estoy sano, y estos tipos no me transmitieron ningún microorganismo, entonces estaré tranquilo. O eso pienso ahora, quiero creer.

Después, el miedo a que se haya llevado algo, a que sepa mi identidad.

El frío es intenso. Lo he sentido peor que nunca esta vez. Tal vez sea cada invierno peor que el anterior. Contrario a acostumbrarse… el cuerpo, el alma…

Si puedo ver el mal en la gente, ¿es porque soy malo yo, es porque veo la maldad que hay en mí, es eso lo que revelo?

Y tanto consumo de cocaína, ¿no es acaso perjudicial? Pero sigo y sigo. No puedo parar. El lado oscuro, como si tuviese que sacar de alguna manera el lado oscuro.

*

Domingo. Lo usual. Despertar al mediodía, los ruidos del pulmón del edificio, la paranoia por la vecina, algún odio que intenta colarse, pero tal vez la terapia haya hecho efecto o tal vez ahora me importe menos. Tal vez se escuchen menos hoy, ahora. La marihuana.

Ayer hablé un rato largo con Áspora. Después me embriagué, cociné. No sin miedo a escuchar a la vecina, que baja y vuelve a subir con su perra, en lo que para ella debe constituir un paseo. Pobres los animales en cautiverio. ¿No soy yo acaso uno?

Huán, novio de Dante, me regaló algo de porro paraguayo. Paraguayo como uno de los scorts del miércoles.

Cuán tentado estoy a hablar de mis amistades.

¿Pensarán los lectores, si es que alguien llega a leer estos diarios, que al ponerle nombres falsos a mis amistades padezco algún trastorno psicótico? Lo hago para que la edición del blog sea luego más sencilla.

Día del padre.

Le escribí un mensaje a papá. ¿Qué más da? Viene ayudando a Áspora en ese proceso tan complicado.

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Urbe, hacinamiento y desempleo

Y que si propuse tomar algo caliente en casa de la excompañera del trabajo, y sospechar que luego ella le hizo seña a otra. Sospechar, porque puede ser paranoia. Que tenía que hacer algo de un curso, dijo. Y ver a la vecina de planta baja, esa sí que se ve rota, rotísima, infeliz, con un perro grande. Intuyo buscan remedio a las penas causadas por otros humanos y que no supieron sanar solas, dándole a un animal -uno no humano- el amor que no se saben dar a ellos mismos. O me consuelo pensando que no se sabe dar amor, para remediar un poco que sea grosera, mal mirada.

Sábado en la noche. Salí a correr. Aún no tomo la ducha. Pensaba tomar un baño de inmersión. Pero no. ¿Pedir comida? Y venir ya caminando luego de haber corrido por los parques lindos, venir pensando sobre lo mismo y necesitar escribirlo, a ver si me libero, a ver si se me pasa de una vez por todas esta duda. Los demás, los que están acompañados…

*

El exceso o defecto afectivo en los vínculos primarios tiene su incidencia en el desarrollo psicológico de la persona . Más tarde estas formas de relacionamiento se instauran en las relaciones de pareja.

La persona con dependencia emocional va a intentar suplir estas carencias afectivas buscando en la otra persona el afecto, los cuidados y la valoración que vivió como carencias en los primeros vínculos. En las relaciones de pareja intenta cubrir esa carencia proveniente de la infancia.

*

La entrevista, en un rato. Los nervios. Despertarme. Meditar. Llamar al banco a cancelar algunos de los productos. ¿Debo prepararme mejor para la entrevista? Y temer, y no saber si es eso lo que quiero.

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Por suerte pasaron las fiestas

Por suerte, también, el fin de semana no me drogué, por suerte no vino Pampeano a casa. Por suerte es domingo. Por suerte encontré esas tucas en el cajón, por suerte estoy tranquilo. Aunque no me esté yendo muy bien en el trabajo, aunque empiece a contar los centavos. ¿Ir a Macondo hará, como un cable a tierra, que me reconecte con la intención de cuidarme? El asunto pone mi deseo en contradicción, si es que Continue reading “Por suerte pasaron las fiestas”

Lascivia

Quiero hombres. Todo el mundo se desea felicidad. Uno conoce gente. Soy intenso en mi accionar. Le pongo onda. Miro a los hombres. Los hombres.

Y siempre pienso en las cuentas. Y en que quisiera irme a un lugar donde ver el mar. A un lugar donde no escriba en cuatro paredes, encerrado. Un poco me aburro de la totalidad. En la mitad de la pileta.

Ellos no saben cómo vivo yo. Mi vida. Cómo soy. Pensar en las horas en que estoy sobrio. Luego verme desde mi estado drogado.

Que podía pasar y teníamos sexo. Eso le decía con mi mirada al hombre ayer, a uno que conocí en la fiesta que me dijo que iba al gimnasio cerca de casa. Yo enseguida imaginé que él venía después de hacer su rutina y hacíamos el amor. Eso quisiera hoy. Continue reading “Lascivia”

La única vez que se ha amado nunca

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No dormí mucho. Espero no obsesionarme. Que un clavo saca otro clavo, dicen. Bien que me hacía falta sentirme deseado. Aunque no sé si esa es la palabra. Ser besado, abrazado, lamido (lo sé: estoy usando la voz pasiva).

Martes feriado. Quiero contarlo. Mi encuentro con S. Fue el domingo. No publiqué mucho en estas líneas sobre él porque no quise darle importancia, aunque sí que la tuvo en su momento. Él tal vez no. La idea de lo que él podría llegar a ser. O las ideas que el encuentro con él desencadenó.

Lloré desconsoladamente, aunque me dé vergüenza decirlo. Con S nos cruzamos en el bar ese que tanto frecuenté el año pasado. No sé por qué creí que él sería el hombre perfecto, que me había rechazado cuando terminó la conversación virtual con un silencio. El terapeuta dijo que pongo la angustia de otras cosas en estas obsesiones. S amaneció conmigo un domingo, lo traje a casa después de la fiesta, y hubo en nosotros la química de los cuerpos que se saben dar ternura. Bastó para hacerme mil ideas. S me escribió el lunes, dijo que él pensaba que ya nos conocíamos, que había visitado alguna vez otro departamento en el que yo viví hace muchos años. Charlamos un poco y en la noche le envié un mensaje de voz de… ¡un minuto! No contestó nunca más. Al día siguiente estaba yo despedazado, angustiado por lo que asumí como un rechazo cruel. Borré su número. Lloré desconsoladamente. Y luego, en diciembre, habiéndole dado tiempo al tiempo, comprendí que pude haber insistido, volví a desearlo, entendí que esa no respuesta pudo no haber sido un rechazo y lo busqué en Facebook.

Antes de ayer, después de varios meses, me he visto de nuevo con él. Continue reading “La única vez que se ha amado nunca”

Tu espalda, L (Valentía)

L

Ahora estoy más tranquilo. Debo escribir alguna historia. O enviar al taller de escritura esa de temática homosexual. Aunque me da miedo revelarme.

No he podido dormir siesta. He salido en la mañana a comprar algunas cosas, he ido a la peluquería, y he venido a ducharme y a cocinarme, pero la tos no me dejó conciliar el sueño profundo. Será una linda noche. Una noche de descanso. Pienso en él, en ellos. Pero estoy mejor ahora, más tranquilo.

Yo quiero ser una buena persona. Quiero trabajar mis emociones para dejarme llevar menos por la cólera y la ira. Tampoco ser un tonto, sobre todo en esas situaciones en el trabajo en las que los egos, las soberbias, el veneno emergen.

Pienso en él, en L. Siempre, como ya es costumbre, pienso en un hombre. Entro a ver si está conectado. Estoy más tranquilo, pero sigo deseando que me busque. ¿Para qué? Hoy percibo cierta picazón en el pecho a causa de las flemas. Quiero que L me escriba. No lo haré yo. No por ahora. No hoy. Es muy pronto. Y ya lo escribí, ya me lo dijo Laitan, debo concentrarme en estar bien, en mi proceso, en mi cotidianidad, en cuidarme. Y acercarme a un hombre como él no me va a ayudar en lo más mínimo, mucho menos sabiendo que no le gusto.

*

Domingo. Picazón en la garganta. No he podido dormir bien. Las flemas aún no salen. Así que a pesar de haber tomado un poco de la pastilla linda esa que me adormece, no ha sido una noche de descanso absoluta. Además, el sujeto de arriba ha estado moviendo cosas en la madrugada. Le envié un mensaje por Whatsapp, aún no ha respondido. No me he enojado, por suerte. Fui amable con mi mensaje.

Me quedé enojado con la respuesta de una compañera, una de las tantas conchudas que hay. Esta es un tanto mayor y lleva muchos años trabajando ahí, tiene un aire de superioridad y habla fuerte. Su veneno aún circula en mí. Hablo agitado, como si estuviese con ella, le respondo alterado frases que tal vez luego repita en caso de que se dé la situación. Debo tener cuidado. No debo estallar. No de nuevo.

Vivo pensando en mis relaciones con los hombres, en que me gustaría no haber sido tan sexual en esta vida, tan loco por lo genital, por irme a la cama con tantos, en reservarme, cuidarme y estar solo con varones hermosos. Vaya si he conocido chicos lindos, pero si aplicamos el filtro, son muchos con los que estuve sólo por estar, sólo por borracho, por drogado. Debo aceptarlo. Aceptar la necesidad, Continue reading “Tu espalda, L (Valentía)”

En continuado

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He conseguido este departamento gracias a Dante. No está mal. El problema es la zona. Pero tampoco es un problema, exagero.

He conseguido pagar mi vida. No sé si era demasiado notorio que la camisa que usé hoy era vieja. Pero quería usar algo diferente. Supongo que mi sonreir constante delataba mi felicidad.

Llovizna en Buenos Aires. He permanecido encerrado esta tarde. He dormido una linda siesta. Hay un tema que me da vueltas, pero no debo obsesionarme. Fumo marihuana. Pienso en la oficina. En que seguiré conectado. Sólo por las comisiones.

Vender. Me dedico a vender, todo un oficio. Lo mío, al parecer, son los oficios. Algo estudié. Tal vez podría más.

Es hermoso que llueva y que yo esté aquí, drogado.

Pensando. Escribiendo.

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Estallido II (¡Ha sucedido, estoy de vacaciones!)

The anachist - Schneider - 1984

Viernes. Por fin. A las 12 termina mi jornada hoy. Iré a comprar unas cosas y a por la llave del teatro, para la reunión del domingo con el prospecto de director. Con el director anterior, el que nos ayudó durante un par de meses el año pasado, no llegamos a buen puerto. Quiso cobrarnos.

 

Ahora estoy mejor. En esta etapa, quiero decir. Hoy nos han dicho que nos aumentarán el sueldo. Creo que cenaré arroz chino nuevamente. Solo por hacer algo. Ha terminado bien la semana. Creo que me va bien en el trabajo. El domingo nos reuniremos con el director que podría dirigir nuestro proyecto. Quiere cambiar algunas cosas, así que habrá que negociar.

*

Ahora el sexo no es lo mismo que antes. La necesidad cambia. Ha cambiado, puedo percibirlo ahora, con el paso del tiempo. Y por un lado, una parte de mí extraña ese momento en que el goce era más sencillo, o de más fácil obtención. Sin saberlo. Más joven, más bello. Otra vida. Siempre atormentado, por una razón y por la otra. Hoy pensaba en mi ex. Debería escribir ficción en vez de estas líneas. Siempre digo lo mismo. ¿Tomaré en algún momento la decisión de no repetirme? No tendrían propósito pues estos cuadernos virtuales si no desahogo el cúmulo de pensamientos, sensaciones, sentimientos que me estallan por dentro, me hacen estallar. Continue reading “Estallido II (¡Ha sucedido, estoy de vacaciones!)”