El hombre que amaba a los varones

Fotograma de El hombre que amaba a las mujeres, película de François Truffaut.
L’Homme qui Aimait les Femmes (titulo original)
El amante del amor (título en España)

Anoche soñé que estaba en un rodaje, y de repente tenía una escena con Mercedes Morán. Tal vez después vaya a la tarotista que recomendó Laitan. Ahora no tengo dinero para eso.

Qué fastidio empiezo a tomarle al gordo vasallo que me coordina. Referirme así de él habla un poco del resentimiento que manejo, tal vez por su entrega abnegada, por ser yo un subordinado de alguien que considero un tonto. No me explayaré en el porqué, no ahora.

¿Cómo asumir la búsqueda de personas con las cuales salir, tener un algo –llamémoslos vínculos sexo afectivos- sin caer en la desesperación, en la idealización?

Y hay que tener la aprobación de los demás, la admiración social, pertenecer, porque si no, ¿qué pasa? ¿Qué pasa sobre todo con la psiquis propia, qué pasa en mi psiquis? Ayer pensaba si volver a la misma terapeuta o si ir a otro u otra.

El caso es que creo que necesito compañía terapéutica si voy a establecer la búsqueda de contacto sexo afectivo a través de esas plataformas como Tinder. O a través de lo que sea, donde sea, el contacto sexo afectivo, las relaciones, los vínculos humanos.

Qué odio me genera esa gente allí, ser un subordinado, cuando los considero a ellos inferiores. Mezclo los temas.
Qué odio, esta necesidad de amor, ¿todo por percibirme abandonado, por la falta de un padre en la infancia, de una figura paterna?

*

Inseguridades adolescentes que asumo provienen de conflictos no superados, y que se acrecientan en las relaciones con los demás, en la grupalidad. La mirada del profesor hoy cuando retrotraje el tema al cuento que leíamos, luego de que un compañero hubiera cambiado antes de tema para contar algo de un gato, y yo entonces volví al cuento, “vuelvo al cuento”, dije y lancé una pregunta. Y sentí la mirada enjuiciadora del profesor. Supongo que no le gustó que cortara tan abruptamente el tema del gato. Supongo que no debería darle importancia. Y luego, abrazar de más a la médica, compañera del taller, y percibir que ella no quería que la abrazara así, entonces sentirme inapropiado. Y la otra mujer, con la que nos recomendamos obras de teatro, había dicho que me quedara los libros que me dio; pero hoy noté que me miró extraño cuando le dije al profesor que el libro que él me había prestado (nos prestamos libros entre todos) se lo devolvería en un par de meses, entonces le pregunté que si los libros que me había dado los quería de vuelta. “Dejame ver cuáles sí, cuáles no”, dijo. Lo dijo en buen tono. Hubiera querido quedarme con esos libros.

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Susceptibilidad

Idealicé a otro hombre sin siquiera conocerlo.

*

Digo que no me resentiré, pero me ha dolido que, al contarle a Laitan que fui donde el masajista que me practicó sexo oral, su primera respuesta –luego de reírse (más, intuyo por no saber cómo reaccionar, que porque se riera en serio)-, haya sido “todo muy normal”. Tal vez no lo haya dicho mal. Tal vez sea yo un resentido, que sobre interpreta. Tal vez. O tal vez, lea bien esa actitud de extrapolar valores de doble moral del sistema heteropatriarcal hacia los homosexuales.

Ya se me pasará, no es cuestión de enemistarme con estos vínculos cercanos. Pero tal vez necesite distancia, de Laitan, de Dante, de todos. Y zambullirme aún más en la soledad.

Y lo difícil que es relacionarme con hombres, y entonces tal vez lo mejor sea no hacerlo, si tan conflictuado me va a poner. Y tener cuidado, mucho más cuidado con contar –¿no contar?- mis cosas.

Y luego volveré a la terapia, o buscaré otra, otro terapeuta. O seguiré con la misma. Bajaré la deuda de la tarjeta de crédito, y viajaré en algún momento, cuando pueda.

Si tan solo fuera menos sexual. O si pudiera, mejor, contener mis deseos sexuales, sentirlos con menos intensidad.

Vaya si tengo rabia con Dante, con Laitan, como si los envidiara, en una creencia de que son más felices.

Al chico lindo le saqué el match. Qué terminología de mierda. Deshacer un match. Se podría hacer una obra de teatro postmoderna con esta terminología. Tal vez por eso Laitan se resguarda tanto, porque es cierto que resulta agobiante estar expuesto a remar conversaciones, exponer la propia vulnerabilidad.

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Aprender a estar solo

Como si siguiera cansado de todo, de vivir.

Eso le decía a la tía en la playa. La tía, en seguida, lazó el regaño y preguntó que si yo no era feliz, si yo no estaba realizado. No quise contestarle, ser honesto. No es de vivir de lo que estoy cansado, si no de la idea de trabajar para vivir, de siempre tener que hacer más.

Sigue la pregunta: ¿debo seguir haciendo la obra con Lardi este año?

*

Viaje a Cali.

Que si escribí “tacho” en lugar de cesto en el cuento que publicarán en la página francesa, y se supone, o es mejor, quiero decir, que la historia ocurra en Colombia, y aquí no usamos la palabra “tacho”. Que si el personaje habla de verano, y aquí no hay verano ni invierno, ¿entonces dónde ocurre la historia? Pero que nadie se dará cuenta, o pasarán perdonarán el asunto los lectores perspicaces, los que noten la incongruencia. En todo caso, es una página de Internet que creo no tiene muchas visitas. Me pregunto si debí guardar mi texto para otro momento u ocasión. Pero cedí sin conocer exactamente dónde saldría. El invierno en Colombia es la época de lluvia. El verano, el calor intenso.

*

Cali, Colombia.

Aún faltan cuatro días. Cuatro días pasan rápido. La vida pasa rápido. Es tarde. Y escribo un poco llevado por las emociones. Es todo aprendizaje, creo más en el karma que en la brujería.

Ver lo que el otro no puede ver, y callar, no decirlo. Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno.

Tal vez -algo ya descubierto antes- los demás sean maestros, y como hablaba con Áspora hoy, es importante aprender de nuevo a estar solo.

Y otra vez, una y otra conversación con Lardi para hacer las funciones que nos faltan, organizar fechas. No estresarme, dejarlo fluir.

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Solipsismo


Buenos Aires, diciembre de 2022

Que si reabrirán paritarias, que si alcanzará el salario, que me pagan una parte en negro, y que hace un calor de cagarse. No tengo poesía. No hoy. Viajaré a Colombia, veré a mamá. El sábado casi rompo los ocho meses limpio que pude cumplir por suerte el domingo. Aún está la clase de danza, la muestra. Antes era la obra. La obra tal vez no esté más, tal vez no haya más funciones: me enemisté con Lardi. La psicóloga ha dicho que somos dos niños de cinco años que no sabemos hablar, porque no supe decirle a Lardi que me molestaban sus malas contestaciones, sus chistes pasivo agresivos, sus formas pesadas, el enojo fue más fuerte. Y si lo expresaba, temía por mi reacción, que se fuera todo al carajo y había un estreno al que llegar. Como una pared a dinamitar, así lo veía, así se volvió, así fue siempre, solo que fue develando esa cara cuando se fue agotando de quién sabe bien qué, de mi intensidad tal vez.

Ocho meses. Es un lindo tiempo. Aunque la mujer que propuso ser mi madrina en el programa de doce pasos diga que es poco. El tiempo es relativo. La mujer dijo luego que no sería mi madrina, que tal vez alguien la necesitaba más, porque yo no quise comprometerme a ir a una reunión diaria y a hacer servicio, y porque le dije que fuéramos a un ritmo lento.

En el verano parece que las cosas importaran menos. Es lindo no salir de casa.

Que si colapsarán las ciudades, nos quedaremos sin agua, la megaminería, la tala de árboles, se incendia Argentina, vienen por los recursos, perforan los oceános.

Ha pasado la fiesta. Y el que no celebra es un amargo. Lali Espósito ama a los homosexuales, pero no duda en ir a cantar en la final de una copa de un deporte cuyas reglas son bastante básicas, en un país que nos encarcela por putos; Lali nos amará mucho, pero esa plata no se la va a perder.

*

Navidad.

Linda velada en casa de Laitan.

*

He quedado marcado, sin duda, por aquel fin de año en Miami, en el que conocí a mi tía terapeuta. Escribo de manera terapéutica, escribo cualquier cosa que me viene a la mente. He puesto música de Navidad. Y que la adicción no se me vaya por el lado de conseguir hombres. Entonces mejor poner alguna película más tarde. Debo hacer la valija.

Pensé si tal vez conviene ir a algún sauna, pero claramente no es una buena idea con todo lo que significa la exposición. Lo decidiré más adelante, en unas horas. Ahora tal vez convenga disfrutar.
La envidia y la ira, qué emociones destructivas. Envidia al hijo del primo heterosexual que viaja a Estados Unidos, y estudió en Italia. Envidia a la heteronorma capacitista, a la supremacía blanca, saludable.

Y el excompañero de la escuela de arte dramático que le comenta un posteo a Raira, “te amo, amiga”, el ex compañero no vino a ver mi obra, y me parece un ser patético, hipócrita, inmaduro, y envidioso, cuya obra es no menos patética, .

Pero por qué gastar tiempo en pensar en los demás, escribir sobre ellos… ¿Lo que no me gusta del otro es lo que debo mejorar en mí? Supongo que en realidad pienso en mí, y en lo que me pasa hacia ellos.

Digo más, analizarlos, verlos, tal vez me haga más conocedor del comportamiento y del alma humana, conocimiento que se hace importante en las artes que he decidido cultivar, ¿en el arte en general?

Mentiría si digo que no me siento cómodo ahora en mi soledad. ¿Es acaso que nos han vendido la idea de pertenecer, de vivir acompañados, de andar en tribu, es acaso que hemos comprado el deseo gestionado?

Me descubro rencoroso, memorioso.

Y una vez más, la frustración por las locas histéricas en esos chats del demonio, las locas indecisas.

*

Mañana a esta hora, si todo sale según lo planeado (si Dios quiere), estaré rumbo al aeropuerto.

He terminado el día de Navidad buscando una aproximación sexual que no se concretó.

Chatear con el uno y con el otro. La adicción se va por otros lados, por el lado del sexo. Y luego me siento culpable, sobre todo por la cantidad de tiempo que paso buscando esa gratificación inmediata.

La psicóloga dice que ahí, en ese lugar, no hay otro, que es la ilusión de otro.

*


Macondo, diciembre de 2022

Que si migré mal, porque Argentina es un país pobre.

Los demás, siempre los demás.

Y entonces, ¿qué hacer? ¿A dónde irme? Si necesito medicación para vivir, y en la Argentina ya tengo toda una vida armada.

¿Buscar una beca? ¿Una beca para hacer qué?

Que sea todo tan difícil. Pensar en otro año en Buenos Aires. Ser latino y seguir viviendo en un mundo de latinos.

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Cerrar la puerta

Laitan dice que el tipo tiene muchas cosas en contra, que estoy para alguien mejor. Creo que será un duelo corto (¿exagero llamándolo duelo?), sobre todo porque hace mucho vengo pensando que no me gusta. Las sensaciones se dan en conjunto: ira, tristeza, un poco de negación. Es como si aún deseara que apareciera, y que fuera yo el que lo deje de lado. En términos pragmáticos, yo tampoco le escribí. Pero claro, he sido yo quien se ha abierto, quien le ha contado su estado serológico. ¿He elegido mal con quien abrirme, a quien contarle tantas cosas de mí?

*

“There are only two tragedies in life: one is not getting what one wants, and the other is getting it.”

 Oscar Wilde

Anoche lloré por lo mismo. En unos minutos iré a la terapia individual. Lo mismo: percibo rechazo por parte del hombre aquel. Supongo que vendré luego y escribiré lo que diga la terapeuta. Anoche me preguntaba si era realmente que él es arisco o si es rechazo. Aunque en la calle, antes de saber lo del virus, tampoco quiso aproximarse, porque claro, pretende, finge ante su audiencia inexistente, que hay otros ahí juzgándolo, que hay conocidos. Recuerdo ahora que me contó que una vez estaba con un chico en la calle, y que vio a uno de su pueblo, y que le dijo al chico con el que estaba: después te veo. Y se fue corriendo a su casa, dejó al chico así como así, y se fue a esconder, no fuera a ser que lo vieran con otro hombre. Pero luego recuerdo que, en privado, la primera vez, se mostró un poco más cariñoso. Y en el sauna, la segunda vez (porque la segunda vez me invitó a un sauna, claro, es ahí donde para él deben esconderse las cucarachas lujuriosas a tener un poco de contacto carnal), ahí sí estuvimos agarrados de la mano. ¿Estoy analizando de más? Después, otro día, cuando fuimos a cenar, intenté tener sexo, pero él debía irse de fiesta.

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Burgués en el subdesarrollo

Despierto con algo de mal humor. No sé bien por qué. O sí. Pienso en las amistades. El sueño erótico, húmedo, me revela la atracción que no quiero reconocer. Es sólo física, me digo ahora para calmarme, no podría estar con un hombre así.

Los demás. Sigo pensando en los demás, que a través de las redes sociales exponen sus privilegios, y sin querer queriendo le dan sus datos al algoritmo, que luego lo usará para quién sabe qué.

¿Estoy de mal humor porque ellos desaparecen? Mis amistades, quiero decir. Sigo de mal humor porque no pude celebrar el fin de año con Laitan.

Pensar en el trabajo, en tener que volver a conectarme con ellos, buscar opciones para la sobrevivencia, y depender de ese vínculo nocivo. La proximidad de tener que verlos y lidiar con ellos, que son como fantasmas, porque aparecen cada tanto.

La terapia. La obra, el sistema de producción. Porque si todos descansamos, entonces se cae el sistema, no pueden ser días libres constantemente, hay que sostener el entramado que hemos creado.

¿Y cuál es la opción si no?

Cómo lo social dicta la norma, va mostrando hacia dónde tender.

Es un caluroso día de verano. La mujer (seguramente descendiente de italianos) habla a los gritos, cuenta historias. La escucho desde el baño. Pero si dejo la puerta del baño abierta entonces es posible escucharla desde la salita comedor, donde estoy ahora, escribiendo estas líneas.

Una buena base de operaciones. El dinero, las cuentas. Los pensamientos fáciles, una realidad que me asusta. Frente a ese miedo, la salida es perder la calma, anestesiar, pero ya no de un modo que me dope y me ralentice, si no que me pegue al techo, o mejor a una buena verga, a varias, por qué no. Como espadas, decía ya no me acuerdo quién, el bloguero que sigo, falos como dardos que nos incrustamos los gays para calmar el dolor de la culpa. ¿Será eso?

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Cumpleaños, fin de año

¿Siento algo de presión por celebrar mi cumpleaños, por no estar solo? Espero todo salga bien. Al final no me reúno para hablar del proyecto con mi compañero hoy. Me da más tranquilidad: debo hacer compras. ¿Y mañana? Mañana será mi cumpleaños, y lo pasaré acá, encerrado, haré algún ritual, supongo. Y escribiré.

Tres semanas libres sonaban a tanto, y ahora ya está por terminar el receso, y pienso qué duro será volver a la cotidianidad de ocho/nueve horas dedicada a ese mundo. ¿Y a qué más me voy a dedicar si no, si debo hacer dinero para vivir como quiero? El futuro. Miedo a volver a ser un esclavo, preocupado por las comisiones, las ventas, los procesos, y todo eso en lo que me meto para lograr ganarme la vida. Aunque ya se me dijo que tendré siempre lo que necesito, el temor de que vengan tiempos áridos me hostiga.

El futuro. Miedo a volver a ser un esclavo, preocupado por las comisiones, las ventas, los procesos, y todo eso en lo que me meto para lograr ganarme la vida. Aunque ya se me dijo que tendré siempre lo que necesito, el temor de que vengan tiempos áridos me hostiga.

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Días extraños I (Otoño de 2019)

Dios me libre de ser un infeliz como la mujer esa en el trabajo que largó hoy un poco de venenillo ante mi felicidad por cerrar una venta.

Lo mismo de siempre: la mierda ahí acumulada. Y hoy sale con eso la envidiosa.

Aprendizaje: no celebrar los triunfos delante otros. Con mis otras dos compañeras no hay problema, ellas me llevan amplia ventaja.

Bueno, me sirve escribirlo, así me relajo.

Destilar mierda. Esa oficina es una fábrica constante de destilar mierda. Lo que me pone nervioso es no poder sacarlo, decírselo. Ya saldrá por algún lado, me digo después.

Si tan solo fueran menos horas.

He venido a casa a fumar marihuana y a escribir. Aunque dije que Continue reading “Días extraños I (Otoño de 2019)”