Melancolía

Propensión a la melancolía. Tanta autoreferencialidad me va a matar, pienso antes de salir de la cama, cuando ya estoy deseando abrir este archivo y escribir estas líneas. Retomaré el blog. Tal vez sea ahí donde más pertenezco –esto también lo había pensado-.

Ayer hablé con un sujeto lo más de lindo a través de una de esas aplicaciones de citas. A través de Tinder, debería escribir. Pero siento que no es poético escribir Tinder (sin embargo, ya lo escribí dos veces). Le preguntaré sobre su preferencia en la cama, en los asuntos del sexo, porque si no somos compatibles, ¿para qué continuar?

Cuánto trabajo hay detrás de un proyecto, y luego todo termina. Aún siento el vacío, como si estuviera haciendo un duelo, como si no lo hubiera disfrutado como debí disfrutarlo. Porque fue un fracaso comercial, y he puesto dinero. Porque –por más que incluso en la peor de las funciones recibimos algún comentario positivo-, la temporada fue accidentada, y las cosas no salieron como a mí me hubiesen gustado. Sin embargo, quiero seguir actuando.

¿Debería verlo al chico de 24 años que trabaja como cajero en un Carrefour? Tal vez alivie un poco la necesidad de sexo con la que ando.

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El artista y el mercado (largo sin sentido)

Pienso en que él tiene todo, en los demás que tienen todo, la vida asegurada, muchas actividades. Estoy en mi cama, trabajo desde la cama, no quise pararme hoy. Es día descanso. Es miércoles, y afuera está nublado (aunque con una leve mejora). Va a ser mediodía y yo escribo desde la cama. Ya he fumado marihuana, claro. Debo dejarla, sé que debo de meterle a mi cuerpo sustancias que lo dañen. Pero está ahí. Supongo que la consumiré toda, y luego haré fuerza por no comprar más. Y debo ser constante y fuerte.

Hoy solo iré al taller de escritura. Mañana iré al banco. Al lavadero. Y luego tendré la terapia.

Ellos ahí afuera, construyen un mundo, construimos un mundo. ¿Debo usar el plural? Supongo que nunca estuve afuera. Es arrogancia percibirme como algo externo al caudal de lodo. Prefiero decir lodo a decir mierda.

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Trabajo, economía y miserias cotidianas (en cuarentena, claro)

Le hablé por whatsapp al venezolano con quien tuve sexo el 24 de diciembre pasado. Qué vida esta. Pandemia. Pero no me agarró mal, intento repetírmelo para levantar el ánimo. El asunto es que al venezolano no se le entiende cuando habla. O hay que hacer un esfuerzo grande para entenderle. Me pregunto si encender la chispa. Es sólo activo, y no me gustan solo activos. Además, no me gusta él, su forma de ser. Pero bueno, estamos en pandemia, en guerra. Y un poco de cariño a distancia tal vez no venga mal. ¿O ya estoy muy grande para eso?

*

En el trabajo nos anunciaron ayer una serie de recortes. No nos bajan el sueldo, pero no darán el aumento previsto para el mes de abril. Además de ciertas otras cosas que me dejaron recalculando.

Hago y hago cuentas. ¿Debería buscar otro trabajo? Lo haré, como ya lo vengo haciendo, solo por si en un futuro alguien quiere llamarme. Laitan dice que lo que me han comunicado no es grave, que a él le pagan una pequeña parte en negro y que no cobrará eso hasta quién sabe cuándo. Continue reading “Trabajo, economía y miserias cotidianas (en cuarentena, claro)”

Largo de invierno I

Escribir, siempre escribir. Pasarme la vida en estas: dándole algo de sentido a la existencia con las palabras.

*

Me escribió papá. “Dime algo –puso-. Preocupado por tu silencio”.

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Mal humor. Los ánimos fuertes, la gente. La gente de contestaciones fuertes, pesadas, gente dolida. No quisiera ver a nadie, salir ahí afuera, los rostros, las caras de las personas, hablar con gente, con nadie, un espacio de silencio, más silencio. Ni quiero escribir lo que pienso para no arrepentirme luego.

Quedarme en casa, y no hacer nada.

Que lo que se escucha afuera es que Argentina está mal, dice Áspora. Es mejor no mirar noticias. Y tengo que ir, enlodarme con ellos ahí, en esa oficina. Si pudiera no hacer nada y aún así recibir dinero. Vacaciones. Es eso lo que necesito.

*

Que el dolor también te hace sentir que estas vivo.

Abriré la persiana. Es de noche.

No tengo buenas letras hoy. El martes volveré al taller de escritura.

Nos han dado otro subsidio. La obra saldrá bien, será un lindo proyecto, puedo intuirlo.

Ahora beberé vino y comeré pollo con salsa barbacoa y vegetales.

¿En qué podré trabajar? ¿En qué emplearé mis horas?

Quisiera encontrar algo que me dé más… felicidad. Fullfilment es la palabra sajona que se me viene a la mente.

Tampoco quiero buscar trabajo. Ya lo estoy haciendo. No quiero nada. ¿Crisis de la mediana edad? ¿Y los hombres? ¿Y el sexo? El deseo, el erotismo, ¿dónde han quedado?

Esa gente ahí adentro tiene empleos que los hacen felices. Pero yo no. Yo no quiero una carrera en el mundo de las corporaciones. Eso no es lo que soy. Eso es lo que paga mi vida. Eso es lo que hago como mercenario, pero no encuentro ya satisfacción alguna. Y menos ahora que ha llegado nuevamente esa mujer. No me odia. Es su forma de ser. Es su inmadurez y su ser malvado, su veneno. No tomé la precaución de buscar antes de que volviera. Continue reading “Largo de invierno I”

Semana en la oficina (desprecio)

Lunes. Noche de insomnio. Varias horas dando vueltas en la cama. Quiero rendir en el trabajo. No quiero ser el tipo iracundo, irascible de las últimas semanas. Quiero estar más tranquilo y, sobre todo, más callado. Trabajar sin problemas, no responder mal. Es complicado, porque me hago estos propósitos, pero después el ambiente mismo me fastidia, el reguetón de mi jefa, las preguntas de la señora compañera, amorosa, pero que a veces me fastidia, la alegría de la muchacha a quien considero más afortunada que yo.

Me molesta ser inmigrante. Tengo planes de pedir la ciudadanía argentina, y tener nacionalidad de este país también.

Me gusta cuando sueño que vuelo.

Será una semana larga. Seis días de actividad continua.

Invertir en el proceso y no en el resultado, disfrutar el proceso. Quiero estar liviano, mantenerme tranquilo. Escuché en estos días varias cosas que me han hecho bajar un poco la velocidad. El descanso ayudó.

Me agarró también cierta culpa pensando en lo enojado que he estado en el trabajo.

Tengo miedo al invierno.

Un paso a la vez.

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*

No debo delirar al chico fresa de finanzas. Chico cheto. Cuando me sube el ánimo entonces adquiero la forma de un personajillo loco que Continue reading “Semana en la oficina (desprecio)”

Un señorito

Todavía adormecido. Son más de las 11 de la mañana. Es domingo. Es la pastilla esa. Quién sabe cómo lo llevaré durante la semana que debo ir a trabajar temprano.

La vida en oficina.

He soñado mil cosas. No sé bien qué escribir primero.

Ayer mamá estaba con alguien y no quiso decirme con quién. Me mintió. Me adelanté yo y le dije: “¿sola?”. Y ella: “sí, sola”. Sé que mentía.

La vida en la oficina: ahora pago mis días, mis cuentas, mis gastos, mi ahorro con una vida, una cotidianidad en una oficina. En el ensayo las cosas han estado bien. Es definitivo que algo se rompió más en la relación con Dante, que algo no fluye. Su vida y la mía, sus intereses y los míos no encajan. Incluso ha dicho a manera de chiste algo así como que si queríamos seguir el proyecto sin él estaba bien. Lo quiero. Pero lo descubro alejado de mis pretensiones e intereses.

¿Cuánto tiempo más deberé ir a una oficina, esa u otra, para pagar mi vida? Mi prima me aconseja que me cambie de sector, así puedo ganar más dinero. Y actuar por los costados, por los lados, ser artista en el tiempo libre, no vivir de eso. ¿Hasta cuándo? Y es que son nueve horas de mi día. Una de almuerzo, está bien. Y ellos mismos me proveen el alimento. Está bien. Agradezco. Pero quisiera fuese menos. Seis horas, por ejemplo. Con los mismos resultados, mismo sueldo, o incluso más dinero. ¿Deliro?

*

Lunes. Miedo. Ganas de escribirle. Hablo de L. Ha puesto un estado: “Volver a empezar”. Me pregunto cuándo será un buen momento para escribirle. Me pregunto qué espero de eso, de escribirle.

El miedo aparece solo, en mitad de la noche. El tipo de arriba hace ruidos. Sin embargo, he podido dormir bien, creo. Percibí también el goteo de su aire acondicionado sobre la baranda de mi ventana. Continue reading “Un señorito”

Tu espalda, L (Valentía)

L

Ahora estoy más tranquilo. Debo escribir alguna historia. O enviar al taller de escritura esa de temática homosexual. Aunque me da miedo revelarme.

No he podido dormir siesta. He salido en la mañana a comprar algunas cosas, he ido a la peluquería, y he venido a ducharme y a cocinarme, pero la tos no me dejó conciliar el sueño profundo. Será una linda noche. Una noche de descanso. Pienso en él, en ellos. Pero estoy mejor ahora, más tranquilo.

Yo quiero ser una buena persona. Quiero trabajar mis emociones para dejarme llevar menos por la cólera y la ira. Tampoco ser un tonto, sobre todo en esas situaciones en el trabajo en las que los egos, las soberbias, el veneno emergen.

Pienso en él, en L. Siempre, como ya es costumbre, pienso en un hombre. Entro a ver si está conectado. Estoy más tranquilo, pero sigo deseando que me busque. ¿Para qué? Hoy percibo cierta picazón en el pecho a causa de las flemas. Quiero que L me escriba. No lo haré yo. No por ahora. No hoy. Es muy pronto. Y ya lo escribí, ya me lo dijo Laitan, debo concentrarme en estar bien, en mi proceso, en mi cotidianidad, en cuidarme. Y acercarme a un hombre como él no me va a ayudar en lo más mínimo, mucho menos sabiendo que no le gusto.

*

Domingo. Picazón en la garganta. No he podido dormir bien. Las flemas aún no salen. Así que a pesar de haber tomado un poco de la pastilla linda esa que me adormece, no ha sido una noche de descanso absoluta. Además, el sujeto de arriba ha estado moviendo cosas en la madrugada. Le envié un mensaje por Whatsapp, aún no ha respondido. No me he enojado, por suerte. Fui amable con mi mensaje.

Me quedé enojado con la respuesta de una compañera, una de las tantas conchudas que hay. Esta es un tanto mayor y lleva muchos años trabajando ahí, tiene un aire de superioridad y habla fuerte. Su veneno aún circula en mí. Hablo agitado, como si estuviese con ella, le respondo alterado frases que tal vez luego repita en caso de que se dé la situación. Debo tener cuidado. No debo estallar. No de nuevo.

Vivo pensando en mis relaciones con los hombres, en que me gustaría no haber sido tan sexual en esta vida, tan loco por lo genital, por irme a la cama con tantos, en reservarme, cuidarme y estar solo con varones hermosos. Vaya si he conocido chicos lindos, pero si aplicamos el filtro, son muchos con los que estuve sólo por estar, sólo por borracho, por drogado. Debo aceptarlo. Aceptar la necesidad, Continue reading “Tu espalda, L (Valentía)”

Pero vaya

Buenos Aires. No es lo que solía ser. No puedo pelearme con la inmigración ahora. Debo migrar a otro país yo. Debo hacer fortuna, de alguna manera.

¿Hay quienes estamos destinados a pasar más tiempo solos? ¿Por qué esta dificultad, esta soledad tan constante,durante tanto tiempo?

 

Odio que haya tantos colombianos y venezolanos porque temo que aumente la xenofobia, por un lado: algo de impacto ha de haber en el argentino tanta inmigración, aunque vengan ellos mismos de un pueblo migrante. Antes eran europeos, claro. Ahora les llegan los negros de los países vecinos. Y por otro lado, porque el caribe es una cultura de la que me quise alejar, y percibirla, verla tan cerca, me despierta el rechazo hacia la cultura que representan.

 

Pero yo soy otra cosa, quiero creer. Yo soy otro mundo, yo soy el artista. Me creo diferente, es verdad, especial.

Odio este barrio.

Convulsionado, agitado por las relaciones virtuales con los pelotudos, enojado por la frustración, me he peleado con uno que conocí por Internet, con otro que volví a ver el día de la marcha del orgullo gay. Ayer he salido a buscar unas ojotas y una bermuda deportiva, pero qué iluso pensar que en medio de esta inmundicia encontraría algo; yo, con mis pretensiones y mi supuesto buen gusto. Y caminar por esas calles. Suciedad, pobreza, miseria. Debo irme también de aquí. No sé cómo, no sé cuándo.

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Hombres van

Me he vengado. ¿Qué me molesta? No tenía dinero suficiente para llevar a cabo el plan que me hubiese gustado: ir a cenar, beber unos tragos en un lugar lujoso. No tengo las zapatillas adecuadas. Y eso juega, al menos para mí. Le he dejado de responder al cordobés. Idas y vueltas. Demoras en los mensajes. Habíamos quedado de vernos ayer, jueves. Y al final, él me dice que tenía una cena con sus amigos, que hoy viernes estaba más tranquilo. Que si nos veíamos ayer, tenía que ser después de su cena, que no sabía a qué hora terminaba, pero que no tarde.

 

Debo hacer ejercicio. Esa marihuana mala que estoy fumando lo único que hace es instalar en mi médula una pereza que se vuelve incómoda.

 

Entonces no le respondí más al cordobés. Hoy he quedado de verme con Dante, mi amigo Dante: vendrá a buscar cosas que tiene aún guardadas acá (Dante vivía en este departamento antes que yo). Me ha dicho de venir a fumar un poco, a tomar un vino, hablar de la vida.

 

Esta sensación de tedio, de frustración. Continue reading “Hombres van”

Siempre, siempre trabajar

Tres días, esta semana sólo iré tres días a la oficina. Es lunes. Desde que despierto, cuando suena el despertador, las palabras vienen a mí, y anhelo enseguida llegar a la computadora y escribir.

He vuelto a la búsqueda intensa en las redes, hombres desnudos en los perfiles de esas páginas asquerosas. Pornografía. Soledad. Al final sólo quiero uno con quien verme seguido, algo sencillo, alguien con el que haya gusto recíproco. La famosa buena onda. No pido más por ahora. Lo digo y lo dudo.

Ya llega el verano, llega diciembre, la heladera, que modificará mis hábitos.

 

Contar el dinero, pensar que la última semana de diciembre debo tener lo suficiente para pasar unos días tranquilos. Quisiera comprar hierba, pero no sé si es un gasto que pueda hacer. Me encerraré, saldré tal vez a caminar. Continue reading “Siempre, siempre trabajar”