Tomaré otro café, fumaré un cigarrillo. Es un lindo día de invierno. Es bueno disfrutar, por primera vez, del invierno.
Y entonces sube el dólar, porque renunció el ministro, y hacen corrida cambiara, hablan de golpe de mercado, quilombo acá y quilombo allá.
Pongo a Shakira una vez más, escribo. No trabajo, para qué, si nadie me controla, si puedo manejar mis tiempos. Mejor dedicarme a esto, a intentar liberar.
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Es un buen invierno, si logro no pensar más en ese tipo, sacarlo de mi vida, y estar tranquilo, entonces será un buen invierno.
El horóscopo hablaba de relajar, de soltar, de descansar, de permitir que las cosas sucedan sin querer controlar todo.
El viernes en el grupo harán una actividad que coordinarán la psicóloga amorosa junto con el coordinador que no quiero ver más. No asistiré. Pienso en ir a una reunión de un programa de doce pasos.
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Sábado. Llanto matutino. Hoy pude quedarme más tiempo en la cama. Ayer fui al grupo de un programa de doce pasos, porque no quería dejar el día en blanco, y es una decisión tomada que no quiero ver más al coordinador aquel. Luego fui a ver una obra. Y acá estoy.
Es verdad que he tenido pensamientos intrusivos, como dije ayer en el grupo. Ya harto de todo, agotado de tener que vivir la vida tal cual es, como dicen ahí, en el grupo, entonces me imagino cayendo una vez más en ese precipicio oscuro, porque quiero aplacar con un placer inmediato el dolor, la angustia, la incertidumbre, la violencia de este entramado que, por muchas respuestas que aventuro a darme en esta mente inquieta, no logro entender.
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Ahora estoy mejor. Lunes. Creo que debo finalmente ir a hablar con la vecina. Espero dure este bienestar. Ayer hablé con Laitan. Me hizo bien. Me hace bien saber que continúa ahí, porque lo quiero. Y él mismo reconoció que se ausenta por el trabajo, pero dijo que, si lo necesito, lo contacte.
Dijo que el tipo aquel es raro (¿hasta cuándo escribiré sobre él?), y cosas así, en función de despegarme de la idea de aceptar por fin que es un tipo que no me conviene.
El ensayo estuvo bien. Soy demasiado sensible, asumo significados tal vez inexistentes en ciertas acciones de los demás. Y dejo que aquello tenga un efecto en mi autoestima.
No tengo más opción que confiar.
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Ayer volví al grupo en la fundación. Quién sabe si la psicóloga amorosa sabe que estuve en NA, porque habla mucho con mi psicóloga individual, eso me dijo alguna vez.
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Otra vez lo mismo, las no contestaciones de Lardi. ¿Por qué me afectan tanto? Los otros. Los demás. En la carta astral decía algo como que debo aprender a ver sus acciones como reflejo de mi propio inconsciente.
El profesor del taller de escritura. Ellos ahí, opinólogos, porque todos opinan, opinamos, todos tienen (tenemos) algo que decir sobre el trabajo de los demás. Los otros. Los demás. Y querer un periodo de paz.
Los pasos estridentes de la mujer de arriba. Estas líneas que no sirven para nada. Mi poca producción de ficción. Y las pocas ganas que tengo de mostrar allí, en ese taller, mis historias. Tal vez convenga ausentarme un tiempo, unas semanas. La próxima no iré. Lo han pasado para otro día, y prefiero ir al grupo con la terapeuta amorosa. Debo hacerme el prequirúrgico para que me saquen el tumorsillo del pie.
Que si las musas llegan, te encuentren trabajando.
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Soñé con Adela.
La mujer de arriba hizo ruidos en la madrugada, a eso de las 5.
Quisiera dedicarme a nada, o a escribir. Estoy cansado de perseguir este objetivo absurdo de conseguir trabajo de actor, de seguir esa pasión que parece causarme más pena que gloria, porque no disfruto el proceso.
Cansado de desear una vida que no llega. Todo este esfuerzo para qué.
Escribirle al uno y el otro, buscar castings, hacerlos, y que no respondan, que no digan nada, y pasarme así la vida, buscando oportunidades que no llegan.
El gerente venezolano y su ego, su complejo (¿de superioridad tal vez, intentando ocultar toda la sensación de inferioridad? ¿o complejo de inferioridad? ¿o los dos al mismo tiempo?), su ordinariez. Me ningunea sin ningún prurito. Sé que no debo tomármelo a personal, pero logra herirme. El muy grasoso y ordinario osa ningunearme.
La de recursos humanos que no me pasa los recibos de sueldo.
Y así, aprender de humildad y de paciencia. Y aprender que, tal vez, como decía la astróloga, esta no es una encarnación cualquiera, no es una más, estamos aquí para trascender.
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Tal vez proyecto mi propio complejo de superioridad / inferioridad con el gerentito venezolano.
Al mismo tiempo me conviene ese trabajo, por más que no sea un lugar en el cual pueda resaltar o exponer mis cualidades. Sábado. Día libre. En el teatro nos han adelantado la fecha de estreno.
No soy superior a nadie, ya lo sé, tal vez sea esa, entre otras, una de tantas lecciones de esta vida. No soy el mejor, tampoco el peor.
Y los demás no tienen la culpa. El otro, ese gran otro, el contexto, el mundo exterior, no tiene la culpa. Aunque es mucho más sencillo culparlos, culpar al afuera, porque es cierto, no ayuda, pero no tienen la culpa. O mejor, que no ayuden no justifica de ninguna manera infringirse daño a uno mismo.
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Ir a Europa, vagar por Europa, ser escritor en Europa.
El profesor australiano, su belleza rubia, su masculinidad. Solo eso.