La intensidad de lo vivido

Lo encontré en la barra del bar y no pude evitar pedirle, ya sabía que quería terminar con él, acá en casa, como en diciembre, drogándome y teniendo sexo. No fue tanto. El primer saque me lo habré dado a eso de las cuatro. Y el último a eso de las ocho. Ya después vino el bajón agresivo, dormitamos, la media pastilla de Alplax. Aunque no me gusta (le dije que sí, pero no es cierto), es muy buen tipo, es músico, me divertí. Pero la euforia es demasiada con esa droga de mierda, y yo venía cansado ya. Aún siento los restos de cansancio en mi cuerpo. No tan graves como en ocasiones anteriores. Como cuando vivía en Bogotá, la Inmunda.

Hoy amanecí pensando en la familia, en lo que quería de chico, en cómo me alejé de una parte del grupo familiar a causa del robo cuando mi abuelo estaba moribundo.

Es un hermoso día en Buenos Aires. Pienso y pienso que quiero dar un paso más. Y siempre la misma pregunta: ¿me estoy apurando? Debo ensayar. Tal vez hoy nos digan cuándo estrenamos. Y si no, seguiré esperando. Ni quiero pensar en eso Continue reading “La intensidad de lo vivido”

Días extraños III

young-man-shaving-marc-debauch-canvas-print

Agradecido. He sido feliz por el casting del viernes, por la salida de anoche para festejar el cumpleaños de Dante, y por el ensayo hoy. Además, el miércoles actúo de nuevo: rodaré un cortometraje. Es cierto que dudo que quede bien hecho, pero tendré imágenes con el acento rioplatence, que es lo que me interesa. Fumo unas pitadas y me pongo a extrañar. Pienso en ir a pasar Navidad y año nuevo en Macondo, con mamá.

Pero también quiero ir a Londres y tomar clases en Rada.

*

Mamá había tomado anoche cuando la llamé. Yo también. Había bebido vino yo. Lo dejaré. En caso de cenar, esta semana, no voy a tomar vino.

A veces, la vorágine se lo lleva a uno puesto, la intensidad de Continue reading “Días extraños III”

Las casi últimas del año (¡ay, ay, se acaba el año -otra vez-, ay!) (o Un orgullo para mamá)

http://footage.framepool.com/es/shot/880684754-plastinado-saatchi-gallery-pene-organo-genital

Amar la mañana, preparar el café, olerlo, tomarlo. Y esta pequeña angustia cuando sospecho que el momento está por terminar, y entonces el día ha empezado, ahora sí.

El tipo de arriba corre cosas, o no sé bien qué mierda hace.  Si me agarra vestido, subo y le digo que es un fastidio que haga esos ruidos. Pero además, me intriga: ¿qué mierda hace?

Y esta musicalidad, este ritmo en las palabras al escribir, un ritmo que me quiero sacar de la cabeza, porque no puedo escribirlo todo igual, cada cosa que redacto, con la misma forma, quiero decir. En fin. Quiero terminar ese cuento, esa historia del mendigo y el tipo que le ofrece ayuda. Mientras, voy y vengo a estas líneas, las líneas siempre. Y mientras, espero que me responda mi amigo Dante, a ver si puedo ir  a su casa por un poco de porro.

*

¿A quién le hablo cuando publico algo en Instagram? Tengo ideas, ideas para postear, pero no quiero que los que me vean sean mis conocidos, los mismos a los que yo veo, una pequeña comunidad. Quiero una audiencia más grande, así puedo revelarme con más anonimato. Anonimato.

*

Sentir la presencia del dueño del departamento dando vueltas por el edificio me pone nervioso.

Ahora debo buscar un lugar donde vivir, porque lo que me he conseguido desde Macondo no me ha gustado. Empiezo a llamar. Hoy han empezado los taladros en alguno de los departamentos de abajo. El dueño los está “renovando”. Me ha dicho que es otro el propietario de esos dos departamentos, los dos de abajo, que el propietario no es él. No le creo. Supuestamente, entonces, sólo son suyos estos dos del piso donde yo estoy, y uno en el quinto, no lo sé. Los de abajo los administra él, pero nada más, no es dueño de esos. Eso ha dicho. Algo me dice que me miente. Los de abajo los están reparando, y hay obreros, y hoy han empezado con el taladro. También martillan. Es como un karma.

Este ambiente no es propicio (¡cuidado con lo que te decís!), así tan ocupado, siento que necesito un lugar tranquilo para vivir, siempre, porque mientras en este horario, durante el día, no esté trabajando, entonces necesito una especie de oficina, donde pueda escribir y leer, y buscar mis trabajos de manera tranquila, sin ruidos, sin gente que entre y salga, relajado. Macondo ahora debe estar así. Mi casa en Macondo. No significa eso que quiera volver. A propósito, mamá ha dicho que le han comentado que venderán el colegio de al lado de casa, el que tantas veces me fastidió. A Continue reading “Las casi últimas del año (¡ay, ay, se acaba el año -otra vez-, ay!) (o Un orgullo para mamá)”

Fumar marihuana (y hacerme la paja)

Lunes. Ocho de la mañana. Llaman por el citófono: es el portero. Dice que ha llamado la dueña del departamento, que la mujer no se pudo comunicar conmigo porque mi teléfono está apagado.  El asunto es así: desde siempre (desde hace un año y medio que voy a cumplir en esta ciudad inmunda), le pago una mensualidad a la dueña y en ese valor están incluidos los servicios. Así que ella paga la luz, el agua, el internet, etcétera. Pero quiere cambiar las condiciones, al parecer. Entonces me pide constantemente fotos de los recibos (antes supongo que los pasaba a buscar ella a la portería). Me habla y me pregunta si ya llegaron los recibos. Aparece todas las semanas con algo relacionado a… los recibos. Sí, quiere cambiar el trato: quiere que yo pague los servicios. Pero en lugar de decirlo explícitamente, arma una serie de situaciones incómodas. Y ya es la segunda vez que, si no logra conseguirme en el celular, llama a la portería. Esta vez me ha despertado un lunes a las ocho de la mañana.

imagen-16439218-2

“Qué tal si me hubiera ido de fiesta anoche”, pienso. Quería aprovechar, porque no todos los domingos hay movida gay en Bogotá. Pero fui al supermercado y me quedé sin dinero. Preferí comprar comida a amanecer con resaca y sin un centavo. Dickinson, un amigo terapeuta porteño, que vive en Buenos Aires, me incentivó por mensaje de voz a que saliera a algún antro gay, que no importaba si me iba solo me dijo, que no podía seguir soportando la amargura de la soledad. “Te vas a volver sicótica”, sentenció. Así, Continue reading “Fumar marihuana (y hacerme la paja)”

Ahora vivo aquí (Es temporal, recuerda, es temporal) o Quiero ser leído

No sé si fue una estrategia para mantenerme sin alcohol: el jueves, ya harto de las molestias en las vías respiratorias, le metí antibióticos al asunto (algo que no debe hacerse). Así que pasaré el fin de semana tranquilo. Me siento absolutamente diferente. Me despierto y  hago una meditación guiada. Tomo agua con limón. Bebo café. Escribo algunas líneas. Hago ejercicio. Me baño, desayuno, me siento a escribir. Por supuesto que cuando digo “escribo algunas líneas” o “me siento a escribir”, la presencia del Internet es constante y desconcentra. Pero he estado mucho más dedicado a la escritura. Y a la lectura. Ya estoy en las últimas páginas de una novela y me espera un libro de cuentos.

La crónica está atrasada hasta diciembre. Busco más temas. Tal vez reseñe un libro esta semana. Voy a sacar después de la Biblioteca ‘Mientras escribo’, de Stephen King. Ya lo reservé. Así. Usar el tiempo de manera creativa. Este tiempo en el que aparentemente no estoy haciendo dinero. Digo aparentemente, porque se supone que los cuentos en los que trabajo verán la luz algún día… Dicen que es difícil, pero nada es imposible. Se venderán bien y entonces esto no será tiempo perdido. Por supuesto, ganancia económica significa también cantidad de lectores, quiero ser leído.

Despierto, veo llamadas perdidas de mi madre (o ¿Para qué hago lo que hago?)

Carl Heinrich Bloch - (21)Despierto, veo llamadas perdidas de mi madre, la llamo, me dice que no sabe cómo pagaremos el alquiler mañana, que piensa en pedirle prestado a una tía de nuevo. Intento no preocuparme. No dejo de sentir que soy un vago. Mamá tiene fibromialgia y yo creo que en gran parte es por mí, porque todavía me mantiene y ya no sabe de dónde sacar dinero para pagar la renta del apartamento en el que vivo tan bien.

Agarro el texto del monólogo que me aprendo sin saber dónde presentaré. Pienso en que no tengo plata para comprar un vestuario. Puedo ensayar sin vestuario, sí. También necesito dinero para la sala de ensayo. Me da vergüenza pedírselo a mi padre: me ha bajado la cuota enormemente. Por su actitud me da la impresión de que no quiere darme más dinero. Ya tengo treinta años. Mi madre dice que mi padre debe explicarle a su mujer todo lo que gasta, que tienen una sociedad, y que por eso él no puede ser generoso conmigo, como lo es con sus otros hijos. Ellos fueron después de mí, después de mi madre. Pero con ellos hizo familia. Así que a ellos les ha correspondido todo. Continue reading “Despierto, veo llamadas perdidas de mi madre (o ¿Para qué hago lo que hago?)”