Ya no me interesa si despierto tarde. Hay días en los que la culpa es menor. Vaya uno a saber por qué. Tal vez es la ilusión de ir a la costa el fin de semana. Mamá dice que mi abuelo está cada vez más débil. El otro día el abuelo se cayó de la cama. Era de madrugada. Mamá llamó a un vecino para que la ayudará a subirlo. El vecino, en medio del apuro, se presentó en pijama. El abuelo pensó que el vecino estaba en el cuarto de mamá. “Me mataste”, le dijo a ella después. El abuelo, en medio de su demencia senil, pensó que mamá y el vecino se encaman. Se lo dijo a una tía. Piensa también que mamá está embarazada. El abuelo se porta grosero con ella ahora. No sabemos, entonces, si conviene que yo vaya de visita o si puede despertar quién sabe qué paranoias en él. Tampoco sé si tendré el dinero suficiente para pagar el tiquete en una aerolínea de bajo costo siquiera. Dios proveerá, dicen.
El fin de semana cumplió cuatro años la hija de mi amiga Áspora. Después, en la noche, vinieron a casa Áspora, una prima de Áspora y otra amiga de ella. Bebimos vino, cerveza. La prima tenía un poco de coca. Menos mal era poco. Tomamos y hablamos. La coca siempre está cerca en Bogotá, siempre a la mano. Áspora tiene problemas con el marido a causa de sus salidas los sábados en la noche. Yo siento algo de culpa por acompañarla, por pedirle que me acompañe a beber y a hablar durante horas sobre la vida, la que tenemos y la que queremos.Llevo ya varios días sin ver a Adela, mi amiga actriz. Las últimas veces que la vi tuve que confesarle que andaba sin dinero. Adela quiere salir a todo tipo de planes, todo el tiempo. A veces logro fraguar alguna excusa. A veces me desconecto. Pero a veces no me queda otra opción que decirle la verdad.
Normalmente si no tengo, digo que no tengo y listo. Me quedo en casa. O logro ponerme de acuerdo con mis amigos, y salimos a un lugar económico, o no salimos, nos quedamos en casa, cocinamos, lo que sea. Incluso, me dejo invitar si la otra persona lo propone. Pero con Adela me da vergüenza, mucha vergüenza decirle que no puedo gastar. Porque ella presume de sus lujos. Sufre del aburguesamiento presuntuoso de quienes han sido pobres y luego cosechan algún dinerillo. Sospecho que Adela no me ha buscado por eso, porque sabe que no tengo dinero. Pero por algo más también: el día del cumpleaños de la suegra, que Adela le celebró en su casa, luego de que se fueran los invitados menos íntimos, le pedí a la suegra un poco de “perico”, como le dicen acá. Ella siempre me brinda generosa. El marido de Adela tiene ese tipo de adicción en el que si toma alcohol o cocaína, se va al fondo. Venía de una etapa de abstinencia larga. Pero volvió a beber. A mí me pasa algo parecido a él, tal vez. Pero diferente. Lo mío consiste en buscar a un hombre, o varios, y encerrarme a tener sexo. Él coquetea con personas conocidas delante de su mujer. Hace poco más de un año le metió, así de la nada, la mano en la vagina a la novia de un amigo suyo. Supongo que le entra algún tipo de brote psicótico con facilidad. Se va de putas, busca peleas, gasta fortunas. El día del cumpleaños de la suegra de Adela, cuando ya quedaban pocas personas, noté que el marido de Adela también estaba consumiendo coca. Noté que le pedía la bolsa a la madre. En un momento, después de que la madre me diera, él me pidió la bolsa a mí, lo que confirmó mi sospecha. No dije nada. Hasta el final de la noche, cuando estaba por irme. “No puedo quedarme con esta información, no puedo ocultarle esto a mi amiga”, me dije. Me acerqué a Adela y le susurré que el marido había esnifado, que su suegra y yo también. Pero que lo hagamos la suegra y yo no es noticia ni tiene por qué ser informado. Me sentí un infeliz, un buchón. Pero, otra vez: ¿cómo me iba a guardar esa información si mi amiga es Adela, y no su marido? En fin, desde ese día, no nos hemos visto. Áspora me decía el sábado que tal vez deba alejarme un poco de ella. Son demasiado pesados estos sucesos, poco sanos. Ellos, a la vista del público, siguen como si nada. En las redes no se ve eso. En las redes, siempre exhiben lo que consiguen por canje, y se muestran altivos, felices, prolijos. Supongo que los trapitos sucios se lavan en casa, ¿no?.
Interesante. Me gusta, son de esas cosas que si Las dices en publico caen mal, aunque Sean la cruda realidad. Abrazos.
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