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Tratamiento, feministas y mar

Tal vez sea muy pronto para sacar una conclusión. Tal vez, demasiado pronto para escribir lo que estoy pensando, la suerte de desencanto. Demasiado pronto para juzgarme por haberle preguntado si mañana era muy cerca para verlo. Demasiado pronto porque aún no lo conozco a profundidad. Tal vez me encuentro confundido. Tal vez haga falta verlo de nuevo.
Supongo que la sobriedad me hace ver las cosas con un poco más de claridad. La pregunta, en el aire: ¿es la persona indicada? ¿Somos realmente compatibles? No quiero estar subestimándolo. Siento que no debería compararme. Pero es como si notara que puedo ofrecer más seguridad. Me refiero -además de la seguridad para comportarse en público-, al momento en el que, cuando veníamos de cenar, miró a un chico que pasaba en un auto. Como si sintiera que necesito a alguien con más seguridad en sí mismo, con más carácter también. Pero al mismo tiempo, como dije antes, no lo conozco.
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¿Por qué quedarme con lo malo? ¿Por qué volver a pensar en que le propuse vernos hoy, en cómo se fue corriendo, en que no me gusta que se haya ido con sus amigos a un bar? Haberle dicho que por cuántas semanas más me iba a dejar con la leche guardada -así le dije, “la leche”-.
Porque, claro, soy posesivo, y tengo la idea de que debió ser más perfecto todo, debió quedarse conmigo. No quiero caer en una lista de defectos. Pero (siempre pero) suelo ser intenso. Y tengo una necesidad de compañía tan grande.
Por un lado, quiero que me escriba. Por el otro, supongo que es mejor esperar a estar bien de esas verrugas -una lisa cerca del ano y la otra, rugosa y grande en el dedo gordo del pie-. Esperar un tiempo para entrar en contacto.
Laitan dice que en esos ambientes en los que se mueve él -saunas, boliches, bares-, está expuesto a todo. Pero al mismo tiempo, hay una cuestión ética en no contagiarlo de nada, en protegerlo. Una cuestión ética y moral. Si bien no tengo la obsesión dolorosa, claramente amanezco pensando en ese tema, en él.
Ya no estoy para cosas efímeras, pienso ahora. Quisiera algo a largo plazo. ¿No es acaso todo efímero en esta forma de vida? Entonces investigo sobre las cartas natales de ambos, sobre si seremos compatibles, me adelanto años luz, porque veo a cualquier persona que me gusta como un prospecto de pareja a largo plazo.
Continue reading “Tratamiento, feministas y mar”Estiercol – Antes del tratamiento
Repetirme, o recaer como dicen. Quien comete el mismo error una y otra vez, está haciendo algo mal. ¿O es un loco, dicen, que son los locos quienes cometen el mismo error una y otra vez? ¿Por qué no puedo pasar el momento sin irme de fiesta?
Y ese chico, con esa verruga, a quien le conté toda mi vida, y ahora no quiero volver a verlo. El scort, que ya cuando iba en el auto, me envió un audio, me dijo: no atiendo a personas en situación de consumo, pero yo ya estaba yendo, con la noche encima, bien embalado. Fui igual. Y luego, cuando había pasado una hora, me dijo que me fuera o llamaba a la policía. Y el hombre ese, el hombre del que me podría enamorar, pero me dijo que era solo activo. Lo conocí en un sauna. Porque no contento con todo lo que había hecho, después me fui a un sauna. Y vine con el hombre ese a casa, y pedimos comida. No tuvimos sexo, pero nos revolcamos en mi cama.
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Llamar al editor por teléfono, un domingo a las 10:47 de la mañana. Llamarlo por Whatsapp y que rechace la llamada. Llamar al primer hombre con el que salí en Buenos Aires, hace más de una década. Y luego chatear con él. Completamente enloquecido, nublado. No quise re leer luego la conversación. No era yo, estaba poseído por la sustancia. Buscaba con quien estar, compañía, alguien de quien abusar, un pene que meterme a la boca, alguien que me cogiera, sexo fácil.
Luego, la vergüenza. La culpa.
Ahora contemplo iniciar un tratamiento en un centro especializado en el consumo de drogas.
Continue reading “Estiercol – Antes del tratamiento”Dependencia

La gente muestra sus vacaciones en Instagram.
Qué cansancio me produce buscar y buscar en las mismas redes una y otra vez.
Ahora llueve.
Son las diez de la noche. Quisiera emborracharme. Otra vez. Ya he tomado hace unas horas, a eso de las seis, cuando comí. Dicen que lloverá toda la noche. Quisiera hacer algo divertido.
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De mal humor porque se me terminó el cannabis. ¿Por qué no puedo ponerle un freno?
Tal vez el mal humor se deba a los talones de la mujer de arriba. A la soledad. A este no tener nada qué hacer, nadie con quién estar.
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Voy sumando libros a medias en la biblioteca. No los termino porque me aburren, porque me enredo en otra historia sin terminar la anterior.
Tomaría un whisky, si tuviera. Fumaría un cigarrillo. Cada vez tomo más alcohol.
¿Tiene que significar algo nuestro paso por esta vida? ¿Tenemos que destacarnos para así dejar una huella, y…? ¿Y qué? ¿Hay acaso una pretensión de alcanzar la infinitud? ¿Los demás, lectores, público y colegas le dan valor, avalan…
Quisiera emborracharme, tomar un whisky, drogarme. No debo. Debo permanecer en calma. En soledad y en calma. La soledad, esa gran compañera.
Engordo. No termina de gustarme lo que veo en el espejo. Debería hacer más ejercicio, lo sé. Mañana será un día intenso, debo tener energía. Lunes de verano. El trabajo, el ensayo, ganarme la vida, forjarme un porvenir.
El otro día el gerente venezolano y mi jefe (argentino) – ellos se conocen hace tiempo-, hablaban de una aplicación, entonces el gerente venezolano empezó a contar que Grindr ahora activó las videollamadas (las activó hace tiempo, señor), “para mostrarse las vergas”, dijo mi jefe, “la poronga llamada”, dice el gerente venezolano. ¿Es necesario que hagan esos chistes cuando hay personas con las que no tienen confianza? Quién sabe qué pase por sus cabezas.
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Despierto. Ya es tarde para el trabajo. Bebo agua con limón, preparo el café. Armo un porro.
¿Estaré ya pasando a un periodo de adicción?
Continue reading “Dependencia”Fatiga III

Como un alma en pena.
Veo a los hombres heterosexuales y me obsesiono con ellos.
Esa marihuana que fuman Dante y Huán es cualquier cosa menos marihuana.
Pedí carne para el almuerzo. Y ahora pedí una hamburguesa. No gasto en prostitución. Pero gasto en comida. Algún exceso tengo que darme. Tomo vino sin parar.
Encierro, soledad, estas cuatro paredes. Y luego veré una película. Intentaré dormir. Y entonces tal vez mañana amanezca mejor. Tal vez mañana tenga más ánimo. Me afeitaré, supongo.
Si la marihuana fuese mejor, por lo menos estuviese dopado. Pero entonces no puedo regularla. Qué mala es.
¿Y cuánto pagaré de luz y de gas, sobre todo de gas, después de prender durante tanto tiempo la estufa?
Y al final termino violentándome con algunos… no está bien.
Esto es como vivir acompañado, esto de tener a la vecina tan cerca, quiero decir, y que salga, baje y suba tan constantemente. ¿Debería entonces dar portazos yo también, como ella? ¿Debería decirle?
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Al final, algún exceso siempre hay. Estoy cansado. La exposición en esas redes… Y si no, ¿cuál era la otra opción? Uno de esos bares que me parecen sitios horribles.
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Despertar, la tristeza cotidiana, el pensamiento fácil de que no era esto lo que yo quería, no sé si esta ciudad, este país, esta vida, ¿y a dónde ir ahora? ¿Realmente quiero irme? Vivir en un país tercermundista. Que sea tan difícil hacer arte, tan complejo.
Continue reading “Fatiga III”Turbio I
Tal vez deba empezar por él, por su aspecto, por lo formal, la apariencia. Es todo lo mismo. Pero por algo he de empezar. Aunque no sepa si quiero, si debo narrarlo, si me hará bien, en este momento quiero decir. La intensidad del todo, de lo que me rodea, puede alcanzar niveles muy fuertes. A veces tengo miedo de sufrir un ataque de pánico. Pero no, no lo creo. Pánico social. Miedo. En casa, estoy tan solo. Y ahora vine a un café, y me senté, en el segundo piso, y está vacío aquí arriba. Abajo hay gente, pero no quise estar ahí, con ellos, entonces me recluí en una esquina a tipear, escribir estas líneas. En algún momento debo escribirlo, ¿no es así? ¿Cuánto más voy a tardar? El algún momento debo también escribir en general, sobre todo quiero decir. Cualquier cosa, alguna historia idealmente.
Turbio. Después le escribí un mensaje, que él y su amigo travesti eran un par de turbios, que no jugara con los putos (así le puse), que no jugara con los putos para pagar su joda. Lo recuerdo. Sus movimientos de cabeza, como intentando relajar. Su… no quiero que se me malinterprete, su masculinidad, su testosterona.
¿Hablé ya sobre él antes? La noche del crack, la vez pasada, el tipo fue a mi casa, y tenía estas cosas para preparar, bicarbonato, y se obsesionó también con las cenizas. Y quemó una cuchara. Prometí no verlo más. No quedé a gusto. Fue extraño. Él sólo quería prepararse eso.
Continue reading “Turbio I”El arte
Ya está. Un poco más recuperado de la ingesta maldita. Si empiezo a escribir, entonces vuelve la culpa. Empieza el invierno.
A mamá le clonaron una tarjeta, le robaron dinero. Está con la fibromialgia alborotada. Alborotada, como dice ella. Y yo gastando en drogas y prostitución. No me deprimiré. No ahora. Limpié la casa. Iré donde Huán, que me dará un poco de marihuana, y tal vez tome un baño al regresar. Hablaré con Áspora. Será un fin de semana tranquilo.
Sólo espero no haberme contagiado nada. Ni coronavirus ni ninguna enfermedad de transmisión sexual. Lo pienso una y otra vez. Me duele ponerme en riesgo. Pero lo vuelvo a hacer. En fin. Como si no hubiese aprendido lo suficiente. 35 años y medio. Ya no soy un joven. Aunque nunca sea tarde, según dicen. La vida pasa y uno no se da cuenta de que hay decisiones definitorias.
Si estoy bien, si no me pasa nada, si estoy sano, y estos tipos no me transmitieron ningún microorganismo, entonces estaré tranquilo. O eso pienso ahora, quiero creer.
Después, el miedo a que se haya llevado algo, a que sepa mi identidad.
El frío es intenso. Lo he sentido peor que nunca esta vez. Tal vez sea cada invierno peor que el anterior. Contrario a acostumbrarse… el cuerpo, el alma…
Si puedo ver el mal en la gente, ¿es porque soy malo yo, es porque veo la maldad que hay en mí, es eso lo que revelo?
Y tanto consumo de cocaína, ¿no es acaso perjudicial? Pero sigo y sigo. No puedo parar. El lado oscuro, como si tuviese que sacar de alguna manera el lado oscuro.
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Domingo. Lo usual. Despertar al mediodía, los ruidos del pulmón del edificio, la paranoia por la vecina, algún odio que intenta colarse, pero tal vez la terapia haya hecho efecto o tal vez ahora me importe menos. Tal vez se escuchen menos hoy, ahora. La marihuana.
Ayer hablé un rato largo con Áspora. Después me embriagué, cociné. No sin miedo a escuchar a la vecina, que baja y vuelve a subir con su perra, en lo que para ella debe constituir un paseo. Pobres los animales en cautiverio. ¿No soy yo acaso uno?
Huán, novio de Dante, me regaló algo de porro paraguayo. Paraguayo como uno de los scorts del miércoles.
Cuán tentado estoy a hablar de mis amistades.
¿Pensarán los lectores, si es que alguien llega a leer estos diarios, que al ponerle nombres falsos a mis amistades padezco algún trastorno psicótico? Lo hago para que la edición del blog sea luego más sencilla.
Día del padre.
Le escribí un mensaje a papá. ¿Qué más da? Viene ayudando a Áspora en ese proceso tan complicado.
Continue reading “El arte”El artista y el mercado (largo sin sentido)
Pienso en que él tiene todo, en los demás que tienen todo, la vida asegurada, muchas actividades. Estoy en mi cama, trabajo desde la cama, no quise pararme hoy. Es día descanso. Es miércoles, y afuera está nublado (aunque con una leve mejora). Va a ser mediodía y yo escribo desde la cama. Ya he fumado marihuana, claro. Debo dejarla, sé que debo de meterle a mi cuerpo sustancias que lo dañen. Pero está ahí. Supongo que la consumiré toda, y luego haré fuerza por no comprar más. Y debo ser constante y fuerte.
Hoy solo iré al taller de escritura. Mañana iré al banco. Al lavadero. Y luego tendré la terapia.
Ellos ahí afuera, construyen un mundo, construimos un mundo. ¿Debo usar el plural? Supongo que nunca estuve afuera. Es arrogancia percibirme como algo externo al caudal de lodo. Prefiero decir lodo a decir mierda.
Continue reading “El artista y el mercado (largo sin sentido)”Miedo (contacto con papá)
Es de noche. Una noche especial, aunque mi temor continúe: el mayor de ellos, el trabajo; el segundo, el vecino; el tercero, los temas domésticos (por ejemplo la canilla ahora, rota de nuevo, y el plomero tan lejos), ¿habrá alguno que trabaje por este barrio? En caso de que lo haya, debo esperar de todos modos a los primeros días de abril que cobre el sueldo pues soy un asalariado.
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El otro problema de este departamento son las cucarachas. Del edificio, quiero decir. Problemas que no tienen que ver con soluciones que pueda tomar yo independientemente.
Pasan las horas, estoy en pijama, es martes y es feriado. El aire ha enfriado la habitación. Bebo el té verde sin cafeína que traje de Macondo. Leo y escribo
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A veces me siento mal por no haber mantenido el contacto con papá; él intentó, tal vez siente que intentó hacer bien las cosas conmigo, se piensa que los errores son sólo del pasado; él intentó entablar un vínculo conmigo, pero no supo cómo lidiar con los mundos que separó. Y yo he quedado resentido por el movimiento; mamá no habló bien de él. Y con razón. Ahora me pregunto si debí dejar de hablarle, de escribirle.
No sé cómo superar el mal humor. Continue reading “Miedo (contacto con papá)”
Diciembre (fines de – sigue el descenso)
24 de diciembre. Martes. Iré a nadar de nuevo. Tal vez. Tal vez no encuentre fuerzas y me quede aquí encerrado.
Tengo miedo a la sífilis. Por suerte me haré los exámenes pronto. No sé bien cuándo. Tal vez el jueves, tal vez el lunes.
Vivir de alguna pensión, recibir dinero sin tener que cumplir horarios, recibir una buena suma, y dedicarme a escribir y a actuar, a viajar también.
Iré a nadar. Iré un rato a la piscina, y luego vendré y fumaré marihuana, y me acostaré a dormir. Y después, a escribir y a cenar.
Pampeano ha dicho que sus padres llegaron de sorpresa. Y no sé qué verso.
25 de diciembre. Esta vez ni siquiera fue consecuencia de la cocaína en sí. Si no de los nervios. Pero pude llegar al inodoro con éxito. Se me ha aguado completamente el estómago. Los nervios por verme primero con el negro ese a quien le he dicho que no, le he dicho que unos amigos quedaron de venir a casa, que le avisaba. No me avises nada, me dijo él.
¿Y qué hacer ahora? ¿A dónde irme en este estado o a quién buscar?
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Ha pasado la noche. Qué noche. Si busco celebrar, lo consigo. Anoche se me aguó el estómago de los nervios por comprar cocaína. Estaba mala. Continue reading “Diciembre (fines de – sigue el descenso)”