Será mejor así, supongo. Cuántas noches, bailes solitarios, canciones cantadas al aire, en la soledad de mi habitación, sabiéndome (queriendo ser tal vez) deseable, imaginándome con amistades, como antes, como cuando era un adolescente aún, pero ahora en soledad, porque ya fui y ya vine, y es mejor así, me digo, que hay tiempo para todo, que es bueno quedarse con el deseo, aunque siempre me pregunte cómo no reprimir, cómo canalizar, guardar, atesorar más bien, esta energía, no fugar. O sostenerla quizá. Será retórica, no sé.
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Ayer no escribí. En un momento quise obligarme, pero no. Me dio miedo que volviera la migraña. Y en la noche, el insomnio me atormentó un poco también, a pesar de las gotas. Después dormí profundo.
Mi deseo está ubicado en el paseo del fin de semana. Estoy esperanzado en eso, descansando en la posibilidad de unos días felices junto al mar. Se ve amenazado (miedo en la médula) por el paro de pilotos. Puto paro de pilotos. Pero confío, en que de alguna manera mi amiga Áspora podrá viajar, y yo llegaré al encuentro, y bailaremos al mejor ritmo que encontremos.
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Ahora, mientras escribía esto, he recibido una llamada por una solicitud que hice vía Internet para insonorizar esta parte de la casa, la parte de atrás, así no entra el ruido del colegio. Pienso cotizar, a ver qué me dicen. Aunque no sé si vale la pena el gasto, porque los bastardos salen de vacaciones en noviembre, ya en menos de dos meses, así que terminaría el escándalo, que se ha hecho menos frecuente, gracias a las deidades.
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Ha sido una noche de agobio. La otra vez, cuando explotó el transformador, y pasé tres días infernales sin luz, el calor no fastidiaba tanto. Pero anoche, el sopor de las hierbas se me mezclaba con la humedad, y debí salir al balcón a refrescarme, abrir las puertas del patio. Abrirlas de nuevo. Ya las había cerrado. Porque la luz se iba y volvía, y cuando uno creía que listo, que pasaría la noche cómodo y fresco, entonces se iba de vuelta. Y así. Hasta la medianoche.
¿Me quejo mucho? Sí, ya lo sé. Estas líneas que publico en este blog (ya lo escribí antes, como todo, como un viejo que repite) se han convertido en una forma de queja. Bueno, mejor escribirlas, me digo, mejor esto a putear al aire.
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Ahora ya estoy más tranquilo. Es un decir, claro. Con energía eléctrica, entonces me pongo en la tarea de tranquilizarme: escribir, tomar café, leer, comer, dormir, tomar té, escribir. La presencia del pintor aquí me genera todo tipo de reflexiones, de inseguridades también. Mamá, por ejemplo le da almuerzo después de que nosotros comemos. O no le da almuerzo, a veces, si ella sale. Asume que él debe ir y comprarlo afuera. Y yo no estoy de acuerdo. ¿Por qué además debe comer en otra parte de la casa, no compartir nuestra mesa? Tampoco es que lo quiera maloliente, desconocido, comiendo conmigo. Y me siento culpable de mi mentalidad ya asumida burguesa, de cuán insertado en mi cultura estoy. Y pienso en las oportunidades en la vida, en que lo conocí al pintor cuando él era joven todavía. Pienso en la pobreza. En esta sociedad donde las diferencias son abismales y aceptadas, donde la ley del más vivo triunfa, el más vivo es el que se aprovecha, el que roba también. Y así, la política. Pero no voy a hablar de eso ahora.
Hablar de pobreza y política no es elegante, tendrías que renunciar a escribir como Paulo coelho. Pero, Gogol también habló de política y pobreza, al igual que Dante, solo tienes que saber como acomodarlo y que la gente sonría. A veces pienso en la miseria humana, y no es solo pobreza en una cierta condición de enajenamiento. Abrazos Anónimo, estás despierto.
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