Casito

Viernes. Qué a punto estuve. Ahora es cuando menos debo. La depresión después podría llevarme a lugares peores. Y así. El círculo maldito. No debo. Y no debo pensar tampoco o considerar estas líneas como un recurso para expiar. Es el peor momento para una recaída. No debo. Pero la soledad, sí, el tiempo muerto, el tiempo libre. Es eso: el tiempo muerto y libre en soledad. Aprender a lidiar con eso. Hay días en los que está bien, como las semanas pasadas. Aunque salí con amigos siempre, los fines de semana. Visitaba al uno y al otro. Hoy es viernes en la noche y resulta que no hay planes, que no apareció nadie, la gente está de vacaciones o cada uno en la suya. Y yo me encuentro solo, sin nada que hacer, sin nadie a quien buscar, a quien llamar, sin dinero también (aunque esto es igual más aterrador, qué haría entonces si tuviera montones). Entro en una de esas aplicaciones. Y busco sexo con drogas, y hablo con uno y con el Continue reading “Casito”

Imágenes de mi adicción

Imágenes de mi adicción. Miedo a que vuelva a ocurrir. Si con apenas unos momentos de displicencia, ya como más de la cuenta y me clavo un cuarto de pastilla para dormir. Yo que tiendo a ser culposo. Omnipotencia, mi terapeuta decía que mi culpa era omnipotencia, o la pretensión de ella.

La imagen de cuando un prostituto me robó el celular en Buenos Aires, en mi departamento, sin que yo me diera cuenta, me lleva a recordar que este año tuve que comprar dos, dos celulares nuevos: se me viene a la mente la imagen de cuando discutí con mi madre por teléfono, y reventé el aparato contra la pared, de la pura ira. Y después tuve que comprar otro cuando me dieron burundanga o quién sabe qué droga que me doblegó y me quitaron algunas pertenencias en mi departamento en Bogotá. Ni para qué pensarlo.

Imágenes de mi adicción

Recordaba también el día que Continue reading “Imágenes de mi adicción”

Ese maldito círculo

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Sí, mejor me quedo tranquilo, mejor no hago nada. Tampoco tengo plata para hacerlo. Pero igual, si tuviera… necesito mantenerme en la tranquilidad. Me acuerdo de esa época, de esos días del 2014 cuando me iba solo a los bares, a buscar con quién coger. Me tomaba una botella de vino solo, en casa, y después salía. Ahí no tomaba merca. Ya había pasado por la etapa de pastillero. La merca llegó en el 2015 de nuevo. Digo “de nuevo” porque antes de vivir en Buenos Aires ya había tenido episodios bastante intensos. Pero precisamente por eso la dejé. Cuando la volví a probar, después de años, me agarró con locura. Por periodos. Ahora llevo un buen tiempo sin enloquecerme. Pero ya voy sintiendo la necesidad de autodestrucción. Es así, es como una regla: cuando entro en etapas muy dolorosas, me anestesio con sustancias. Como eso que dicen de ahogar las penas. Yo las ahogo con alcohol, merca y sexo. A veces con éxtasis. Pero ahora no quiero eso. Entre otras cosas, porque salir de fiesta no es celebrar, es enlodarme en la tristeza. Es el círculo: caeré mucho más abajo del estado inicial, luego la vergüenza, la culpa, será difícil salir de ahí, Continue reading “Ese maldito círculo”

Trapitos sucios

Ya no me interesa si despierto tarde. Hay días en los que la culpa es menor. Vaya uno a saber por qué. Tal vez es la ilusión de ir a la costa el fin de semana. Mamá dice que mi abuelo está cada vez más débil. El otro día el abuelo se cayó de la cama. Era de madrugada. Mamá llamó a un vecino para que la ayudará a subirlo. El vecino, en medio del apuro, se presentó en pijama. El abuelo pensó que el vecino estaba en el cuarto de mamá. “Me mataste”, le dijo a ella después. El abuelo, en medio de su demencia senil, pensó que mamá y el vecino se encaman. Se lo dijo a una tía. Piensa también que mamá está embarazada. El abuelo se porta grosero con ella ahora. No sabemos, entonces, si conviene que yo vaya de visita o si puede despertar quién sabe qué paranoias en él. Tampoco sé si tendré el dinero suficiente para pagar el tiquete en una aerolínea de bajo costo siquiera. Dios proveerá, dicen.

El fin de semana cumplió cuatro años la hija de mi amiga Áspora. Después, en la noche, vinieron a casa Áspora, una prima de Áspora y otra amiga de ella. Bebimos vino, cerveza. La prima tenía un poco de coca. Menos mal era poco. Tomamos y hablamos. La coca siempre está cerca en Bogotá, siempre a la mano. Áspora tiene problemas con el marido a causa de sus salidas los sábados en la noche. Yo siento algo de culpa por acompañarla, por pedirle que me acompañe a beber y a hablar durante horas sobre la vida, la que tenemos y la que queremos.Llevo ya varios días sin ver a Adela, mi amiga actriz. Las últimas veces que la vi tuve que confesarle que andaba sin dinero. Adela quiere salir a todo tipo de planes, todo el tiempo. A veces logro fraguar alguna excusa. A veces me desconecto. Pero a veces no me queda otra opción que decirle la verdad.

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Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo

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Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo. Ayer lo hice después de… no sé, ¿más de un mes? Mes y medio, tal vez. Perdí la cuenta. Por lo menos ahora sé cómo luzco con barba, desprolijo. No es sólo la barba, también el pelo: hace mucho no me lo corto. Todos los días me digo lo mismo: “mañana iré, mañana iré”. Pero no voy. No quiero salir, le  he agarrado fobia a las calles, a caminar.  Tal vez ahora que termine de escribir esto vaya a la peluquería.

Adela quería ir a almorzar ayer. Le había dicho que sí desde la noche anterior. Pero no me desperté. El día anterior me acosté a eso de las 2. A las 4 de la mañana tuve un episodio de malestar estomacal que me tuvo en el baño durante Continue reading “Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo”

Aprendiendo a vivir (en la incertidumbre)

Todos los días, lo mismo. Hasta que algo cambie. Pero mientras, estas vacaciones forzosas son así: despertar, hacerme café, un porro, y sentarme a leer y a escribir. Ya hubo etapas así. Pero claro, antes era más joven. Ahora, de adulto, debo hacer dinero, debo pagar mi vida. Y más que eso, hacer algo con este don de escribir y de actuar. Me digo que haré dieta, que dejaré la marihuana, porque si no, no voy a parar de comer. Pienso en varias opciones, pero me centro en una: trabajar aquí en Bogotá. ‘Book a gig’, dicen los yanquis. Tal vez deba soltar más. La nostalgia es tan fuerte. Todo el día. Porque como no tengo nada qué hacer, la mente divaga, de un lado a otro. Y más con el uso frecuente de la hierba.

¿Y los amigos? Siempre pienso en los amigos. Ahora se ha sumado mi primo a esta ciudad. Los amigos… los de aquí, los de Bogotá, pensaba el otro día que no termino de sentirme cómodo nunca. Adela y su mundo me aburren. La única es Áspora, la relación con ella pasa por un buen momento. Ella es alguien con quien realmente disfruto estar. Y bueno, Jipa, que no es una amiga íntima. ¿Quién más? Dunia. Continue reading “Aprendiendo a vivir (en la incertidumbre)”

Fumar marihuana (y hacerme la paja)

Lunes. Ocho de la mañana. Llaman por el citófono: es el portero. Dice que ha llamado la dueña del departamento, que la mujer no se pudo comunicar conmigo porque mi teléfono está apagado.  El asunto es así: desde siempre (desde hace un año y medio que voy a cumplir en esta ciudad inmunda), le pago una mensualidad a la dueña y en ese valor están incluidos los servicios. Así que ella paga la luz, el agua, el internet, etcétera. Pero quiere cambiar las condiciones, al parecer. Entonces me pide constantemente fotos de los recibos (antes supongo que los pasaba a buscar ella a la portería). Me habla y me pregunta si ya llegaron los recibos. Aparece todas las semanas con algo relacionado a… los recibos. Sí, quiere cambiar el trato: quiere que yo pague los servicios. Pero en lugar de decirlo explícitamente, arma una serie de situaciones incómodas. Y ya es la segunda vez que, si no logra conseguirme en el celular, llama a la portería. Esta vez me ha despertado un lunes a las ocho de la mañana.

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“Qué tal si me hubiera ido de fiesta anoche”, pienso. Quería aprovechar, porque no todos los domingos hay movida gay en Bogotá. Pero fui al supermercado y me quedé sin dinero. Preferí comprar comida a amanecer con resaca y sin un centavo. Dickinson, un amigo terapeuta porteño, que vive en Buenos Aires, me incentivó por mensaje de voz a que saliera a algún antro gay, que no importaba si me iba solo me dijo, que no podía seguir soportando la amargura de la soledad. “Te vas a volver sicótica”, sentenció. Así, Continue reading “Fumar marihuana (y hacerme la paja)”

Y hoy qué: mi jornada y la marihuana

Aquí sigo, narrando mis días. Es más fácil que la ficción:  escribir unas líneas, unos párrafos (con suerte) y describir mi vida. Como si me fueran dictadas, las palabras llegan a mí mientras estoy tratando de escribir un cuento: ¿Y hoy qué? ¿Ir otra vez a la biblioteca? ¿Buscar a mi amiga Katia, aunque no quiera verla, pero buscarla igual porque sé que me dará marihuana? ¿Quedarme aquí todo el día? ¿Para qué me despierto tan temprano si no tengo nada que hacer? En esta etapa de curación (me gusta llamarla así “etapa de curación”), quiero despertar temprano, hacer ejercicio, y tener el día por delante para hacer cosas… Cosas… ¿¡Pero qué cosas!? La hierba, cuando no está, parece una salvadora. Pero es mejor no tenerla tan a mano, porque al fumar uno se vuelve un ente y da pereza, da sueño, da hambre. Después de comer, uno quiere dormir, y ya. La hierba no deja que uno haga cosas productivas, que uno vaya, vuelva, porque uno quiere hacerlo todo drogado. Pero no se puede hacer todo drogado, porque apenas uno come, listo, ¡a la cama! No a todo el mundo, pero a mí me pasa así. Si tan solo la puediera dosificar. Si tan solo me pudiera contener. Fumar poco y seguir con mis actividades. Se me ocurre que tal vez quede algún resquicio en la pipa: me aventuraré, fumaré un poco de ahí, de esas sobras imposibles, grasosas.

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Ayer en la noche (y toda esta semana)

Lo conocí por Internet (una norma en el mundo gay). Vino a casa. Se quedó a dormir. Tomamos vino, fumamos porro y comimos pizza. No me encantó: me gustan más grandes que yo. Pero estuvo bien seducir y ser seducido. Necesitaba un poco de intercambio de energía sexual. Y de fluidos. Sé que no es lo que busco. Obviamente tuve que estar drogado para hacer que se propiciara el morbo. Pensé, deseé y fantaseo incluso ahora con tomar cocaína  la próxima vez que lo vea. Pero no lo haré. No tengo el tiempo que requiere drogarse y luego recuperarse (la resaca).

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Hace unas semanas me reuní con una editora de un medio en el que solía publicar artículos. Me recomendó un tema. Voy a escribir una nota. Ya he estado investigando. Escribo poco últimamente. Los cuentos están olvidados. Durante las últimas semanas he destinado mi energía creativa al teatro. Pero estos días ya descansé.

El sábado fue el último día de la temporada del monólogo. Continue reading “Ayer en la noche (y toda esta semana)”

Seamos sólo vos y yo (o Amigos “con derechos”)

El heterosexual que conocí en uno de los paseos nocturnos que suelo (¿solía?) darme, me estuvo contactando. Venía hablándome en Facebook. Yo le respondía con amabilidad. Me hacía ilusión la idea de que él quisiera algo más que una amistad. El día que lo conocí estuvimos a punto de hacer un trío con una puta. Pero no teníamos dinero. Yo mentí y me mostré como heterosexual. Vinimos a casa, sólo él y yo. Se quedó dormido en el sofá. No es bisexual, como en algún momento soñé. No creo que quiera algo conmigo. Tal vez fantasea con la idea de sexo grupal, con mujeres.

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