En este departamento se siente mucho la diferencia entre los domingos y los demás días. El domingo es más tranquilo, sin autos, sin ruidos. No salgo casi de aquí. El sábado fui por hierba. Y ha venido Katia un rato en la noche. Katia es una señora. Es la mamá de otra amiga que vive ahora en los Estados Unidos y con quien no me habló tanto. Katia dice que no debo pasar tanto tiempo a solas. Que soy un ser sociable y por eso amé tanto mi vida en Buenos Aires. Que debo ir a cursos o charlas, a lugares donde pueda conocer personas que tengan mis mismos intereses. Pero dice que comparte conmigo el desprecio por los códigos de los bogotanos o del grueso de los colombianos.
Todos los días hace frío. Noto una ligera mejoría, sale el sol con más frecuencia, se podría decir. Aunque todavía no se puede cantar victoria. Los del clima han dicho que las lluvias irán hasta mediados de diciembre. Se acerca esa fecha. Se acerca navidad, fin de año.
Con Áspora no me veo hace rato. La semana pasada la estuve persiguiendo para comprar hierba, porque su proveedor vende raciones menores que el mío, así que es más económico. Pero no apareció. Áspora siempre ha sido así: no responde mensajes, no devuelve llamados, aparece con planes de último minuto. Algo hizo clic en mí cuando Katia me dijo eso de relacionarme con personas con las que tuviera más cosas en común. Y Adela, aunque es actriz… con ella tengo cierta animosidad desde hace un tiempo y no me siento atraído a pasar tiempo junto con ella ni con su familia. A veces pienso qué haré el día de fin de año. Lo que no me gusta de las fiestas es que uno se siente obligado a celebrar en sociedad, a reunirse con gente allegada. Como un dictamen social, un mandato. ¿Y si lo quiero pasar solo, mierda?
Ya terminé la historia en la que venía trabajando desde hace un par de meses. Se la envié a la editora. Dios me bendiga. Sueño con verla publicada ya. Ahora debo encontrar oficio o entretenimiento para estas fechas. Con la marihuana y la permisividad que le doy a estos días decembrinos empiezan a pasar estos cambios de horario: despierto a las 5 de la mañana, fumo marihuana, escribo hasta las diez de la mañana, como, y hago siesta hasta las tres. Y así. Lo importante es hacer ejercicio todos los días. Y no como la semana pasada, que me deprimí dos días y me dejé caer. Pero eso es otra historia, es la historia de aprender que cuando se es actor, uno es rechazado en ocasiones múltiples, es la historia de aprender que la exposición es constante y uno está bajo el ojo crítico de todos.
Y entonces sigue el frío. En las noches (o incluso en las tardes) pongo en mis pies una bolsa con agua caliente, casi hirviendo, y me acurruco en la cama. Imagino que me acompaña un pelirrojo fuerte, de pelo en pecho. Así paso este invierno eterno que padece Bogotá.