Líneas inconexas de un lunes en la noche (o No me sale la ficción rapidinha, o Gracias por leer)

Un miedo: un día sin Internet. Despertar a la mañana y no tener Internet. Me he olvidado de pasarle el recibo a la dueña (que paga todo, aunque ya no quiere hacerlo), y me han cortado el servicio de Internet. Tengo en el celular. Pero no en el ordenador. Ya sé que el día será diferente. Pero escribiré más. Claro.

Sin la tentación del Google Chrome asechando, escribí más. Todo el día, dedicado a esas historias que espero vean la luz en algún momento. Con unos centavos, podré pagarle al profesor para que me ayude a corregirlos.

¡Sanbombas! La editora me ha confirmado que el reportaje en el que Continue reading “Líneas inconexas de un lunes en la noche (o No me sale la ficción rapidinha, o Gracias por leer)”

Camino por la quince (o Igual voy careta)

Camino por la quince. Ya no me gusta.  No sé si me gustó alguna vez. El humo de los camiones. El round point en la cien. Los trancones que se arman ahí. Y en todo el camino hasta la biblioteca, que me hago bien rápido, volando, por si alguien se quiere meter conmigo, cuando me vea la veloci19-sam_6611dad que llevo, se arrepienta, y diga “este es bravo”, o “este va muy rápido”, o “es muy avispado, no se sabe con qué puede salir”. Me he fumado mis pitaditas. Me lavé bien los dientes y me eché buen perfume: no vaya a ser que los porteros sospechen que vivo volado. Aunque cuando salí estaba el más tranquilo. Hay uno que, también buena gente, es más vivaracho y me hace bromas cuando llego borracho después de mis noches de juerga. Siempre, las dos navidades que he pasado en esta ciudad, el portero avivado me ha pedido regalos. Pero no le he dado nada. Entonces la relación ha quedado un poco frágil. Y no me gusta que sepa de mi vida, o mejor dicho, no me gusta que me sientan olor a marihuana. Pero no estaba el portero Continue reading “Camino por la quince (o Igual voy careta)”

Ese maldito círculo

cocaina

Sí, mejor me quedo tranquilo, mejor no hago nada. Tampoco tengo plata para hacerlo. Pero igual, si tuviera… necesito mantenerme en la tranquilidad. Me acuerdo de esa época, de esos días del 2014 cuando me iba solo a los bares, a buscar con quién coger. Me tomaba una botella de vino solo, en casa, y después salía. Ahí no tomaba merca. Ya había pasado por la etapa de pastillero. La merca llegó en el 2015 de nuevo. Digo “de nuevo” porque antes de vivir en Buenos Aires ya había tenido episodios bastante intensos. Pero precisamente por eso la dejé. Cuando la volví a probar, después de años, me agarró con locura. Por periodos. Ahora llevo un buen tiempo sin enloquecerme. Pero ya voy sintiendo la necesidad de autodestrucción. Es así, es como una regla: cuando entro en etapas muy dolorosas, me anestesio con sustancias. Como eso que dicen de ahogar las penas. Yo las ahogo con alcohol, merca y sexo. A veces con éxtasis. Pero ahora no quiero eso. Entre otras cosas, porque salir de fiesta no es celebrar, es enlodarme en la tristeza. Es el círculo: caeré mucho más abajo del estado inicial, luego la vergüenza, la culpa, será difícil salir de ahí, Continue reading “Ese maldito círculo”

Ahora escribo desde otra máquina (o Mejor no tentar al destino así)

ahora-escribo-desdeAhora escribo desde otra máquina. Resulta que la computadora a la que le pegué y que mi primo arregló, no funciona: cuando mi primo la tuvo lista, fue fallando de a poco hasta que no quiso arrancar más. Hay que hacerle otros arreglos. Pero es probable que ya sea mejor buscar una nueva. Mi amiga Katia, que vive en un pueblo, cerca de Bogotá, me llamó ayer, domingo, y dijo que vendría a la ciudad a hacer un par de compras. Ella me había dicho que me prestaba una Mac vieja, que era de una de sus hijas. Le pedí que la trajera.

La vida sigue y me convenzo de que todo es temporal, de que todo (lo digo, pero lo dudo) pasa. Así tal vez sufro menos.

Katia es madre de una amiga. Yo era amigo de su hija mayor. Compartimos muchos momentos juntos en Buenos Aires. Continue reading “Ahora escribo desde otra máquina (o Mejor no tentar al destino así)”

Las reuniones en casa de Adela

1418136350_502006_1418138681_noticia_normal

Pintura de Nicolaes Eliasz Pickenoy (1591-1653).

Las reuniones en casa de Adela me dejan agotado, contaminado de energía pesada. La última fue el miércoles. Adela es actriz. Había actores famosos, una presentadora, la dueña de una editorial pequeña, un escultor australiano que vive con su mujer en Los Ángeles. Gente linda y otra no tanto. Gente que saluda con aires de superioridad, gente que no es tan abierta. Por ejemplo la presentadora, mujer de uno de los actores que estaban ahí… Él, muy buena gente. Pero ella tiene el ego un poco alto, como una manera de protegerse también, yo creo, de no mostrarse, no entregarse y no revelarse. Esto deviene en actitudes poco amables por momentos. A mí me gusta la gente amable, conversadora y sencilla, sin importar qué tan abundantes o poderosos sean. Quisiera que vean mi trabajo ya, que me admiren, pienso, que me conozcan por mis actuaciones y mis cuentos. Al final del día, las reuniones en casa de Adela no importan más que por los contactos que hago en términos de trabajo. Quiero decir, no voy a hacer amigos. Había, por ejemplo, una actriz/bailarina/presentadora muy (pero muy) conchuda, con un ego y una presencia muy (pero muy) fuertes, de saludar poco amable, o peor, con falsa amabilidad, como haciendo la hipocresía evidente. A mí se me alborotan los monstruos paranoicos y me da por la inferioridad. Siento que debería ir mejor vestido, que se me notan los problemas presupuestarios. “Y como te ven tratan”, dice la argentina Mirtha Legrand (¡a quién vengo a citar!). “Si te ven mal te maltratan. Y si te ven bien… te contratan”.

Extraño Buenos Aires, a mis amigos, mis otros amigos. Es todo tan diferente aquí. Los demás Continue reading “Las reuniones en casa de Adela”

Fumar marihuana (y hacerme la paja)

Lunes. Ocho de la mañana. Llaman por el citófono: es el portero. Dice que ha llamado la dueña del departamento, que la mujer no se pudo comunicar conmigo porque mi teléfono está apagado.  El asunto es así: desde siempre (desde hace un año y medio que voy a cumplir en esta ciudad inmunda), le pago una mensualidad a la dueña y en ese valor están incluidos los servicios. Así que ella paga la luz, el agua, el internet, etcétera. Pero quiere cambiar las condiciones, al parecer. Entonces me pide constantemente fotos de los recibos (antes supongo que los pasaba a buscar ella a la portería). Me habla y me pregunta si ya llegaron los recibos. Aparece todas las semanas con algo relacionado a… los recibos. Sí, quiere cambiar el trato: quiere que yo pague los servicios. Pero en lugar de decirlo explícitamente, arma una serie de situaciones incómodas. Y ya es la segunda vez que, si no logra conseguirme en el celular, llama a la portería. Esta vez me ha despertado un lunes a las ocho de la mañana.

imagen-16439218-2

“Qué tal si me hubiera ido de fiesta anoche”, pienso. Quería aprovechar, porque no todos los domingos hay movida gay en Bogotá. Pero fui al supermercado y me quedé sin dinero. Preferí comprar comida a amanecer con resaca y sin un centavo. Dickinson, un amigo terapeuta porteño, que vive en Buenos Aires, me incentivó por mensaje de voz a que saliera a algún antro gay, que no importaba si me iba solo me dijo, que no podía seguir soportando la amargura de la soledad. “Te vas a volver sicótica”, sentenció. Así, Continue reading “Fumar marihuana (y hacerme la paja)”

Por siempre, invierno

En este departamento se siente mucho la diferencia entre los domingos y los demás días. El domingo es más tranquilo, sin autos, sin ruidos. No salgo casi de aquí. El sábado fui por hierba. Y ha venido Katia un rato en la noche. Katia es una señora. Es la mamá de otra amiga que vive ahora en los Estados Unidos y con quien no me habló tanto. Katia dice que no debo pasar tanto tiempo a solas. Que soy un ser sociable y por eso amé tanto mi vida en Buenos Aires. Que debo ir a cursos o charlas, a lugares donde pueda conocer personas que tengan mis mismos intereses. Pero dice que comparte conmigo el desprecio por los códigos de los bogotanos o del grueso de los colombianos.

desnudos-en-bta

Todos los días hace frío. Noto una ligera mejoría, sale el sol con más frecuencia, se podría decir. Aunque todavía no se puede cantar victoria. Los del clima han dicho que las lluvias irán hasta mediados de diciembre. Se acerca esa fecha. Se acerca navidad, fin de año. Continue reading “Por siempre, invierno”

Y hoy qué: mi jornada y la marihuana

Aquí sigo, narrando mis días. Es más fácil que la ficción:  escribir unas líneas, unos párrafos (con suerte) y describir mi vida. Como si me fueran dictadas, las palabras llegan a mí mientras estoy tratando de escribir un cuento: ¿Y hoy qué? ¿Ir otra vez a la biblioteca? ¿Buscar a mi amiga Katia, aunque no quiera verla, pero buscarla igual porque sé que me dará marihuana? ¿Quedarme aquí todo el día? ¿Para qué me despierto tan temprano si no tengo nada que hacer? En esta etapa de curación (me gusta llamarla así “etapa de curación”), quiero despertar temprano, hacer ejercicio, y tener el día por delante para hacer cosas… Cosas… ¿¡Pero qué cosas!? La hierba, cuando no está, parece una salvadora. Pero es mejor no tenerla tan a mano, porque al fumar uno se vuelve un ente y da pereza, da sueño, da hambre. Después de comer, uno quiere dormir, y ya. La hierba no deja que uno haga cosas productivas, que uno vaya, vuelva, porque uno quiere hacerlo todo drogado. Pero no se puede hacer todo drogado, porque apenas uno come, listo, ¡a la cama! No a todo el mundo, pero a mí me pasa así. Si tan solo la puediera dosificar. Si tan solo me pudiera contener. Fumar poco y seguir con mis actividades. Se me ocurre que tal vez quede algún resquicio en la pipa: me aventuraré, fumaré un poco de ahí, de esas sobras imposibles, grasosas.

puff-pass-paint Continue reading “Y hoy qué: mi jornada y la marihuana”

Etapa de sanación (Es un proceso)

Hoy estuve a punto de meditar dos veces. Al final no lo hice. Me pareció que era mucho. Como una sobreactuación. “Después, cuando trabaje todo el tiempo, no voy a poder hacer este tipo de terapias con esta intensidad, así que mejor no me acostumbro”. Pero no. Es un proceso, me digo. Estoy en una etapa de curación, como quien va a una clínica: los cuidados deben ser a profundidad. ¿Que si tengo miedo? Sí. Pero no puedo hacerle caso. No ahora. No caeré, me mantendré firme. ¿Y cuando reaparezca mi amiga Adela (bebedora feliz y exitosa) que está viajando por otro continente? No sé. ¿Y cuando se acerque el 17 de diciembre, fecha en la que quiero darme una fiestecita con mi amiga Áspora? No sé. Tal vez deba explicarle a Adela que no estoy bebiendo. Tal vez no deba salir de fiesta con Áspora. ¿O sí? ¿Y controlarme? ¿Beber unas cuantas cervezas? ¿Qué puedo permitirme? Falta un mes, me recuerdo. ¿Pero debo pensarlo desde ya, no? “Cuando uno hace una dieta, la hace completa”, me ha dicho Lourdes. Y además, se viene Navidad, año nuevo. ¿Cómo no pensarlo? ¿O es el miedo que me alborota el ego y me impide vivir en el presente?

La felicidad así

Lunes feriado. Otra vez.  Dos seguidos. Tres semanas sin alcohol. Ya me he dicho que no quiero llevar la cuenta, que es algo de todos los días, del día a día. Pienso, sin embargo, en irme de fiesta el sábado 17 de diciembre. Le dije a Áspora que vayamos a una discoteca gay a bailar. Entonces, vuelvo a la pregunta ¿estoy reprimiendo con la esperanza en un desfogue que planeo desde ahora? Mejor no pienso más en eso. Si salgo, no quiero irme al fondo.

Ayer pedí pizza para el almuerzo. Y una mazorca, para la comida. El domingo es el único día que no hago ejercicio y que me doy permisos con la alimentación. No debe ser tan amplio el permiso. Todo el fin de semana, encerrado. Continue reading “La felicidad así”