Tal vez esta aversión que me da a veces en contra del periodismo tenga que ver con que no publico con regularidad en los medios. Hace tres días le envié a la editora una nota en la que vengo trabajando desde hace meses, un perfil-crónica. No me ha respondido. Debe estar desbordada con el trabajo en el periódico. O simplemente no ha tenido tiempo para sentarse a leer las cuatro páginas de mi historia. No quiero volverme un crítico de esos que en realidad van resentidos porque no entraron donde querían entrar. No quiero volverme un crítico de medios. Y menos podría criticar a esta editora, a quien aprecio, y quien me da la oportunidad de publicar de vez en cuando los temas en los que me meto.
Hay tanta información disponible ya. Pero qué, la tarea de ellos es producir contenidos. Recuerdo hace unos diez años atrás, cuando hice prácticas en el periódico y me la pasaba entrevistando gente y escribiendo rápido, documentando lo que más podía, lo que me mandaban. Lo hacía estresado por la fecha o la hora de cierre de la publicación. Siempre he dicho lo mismo: el inmediatismo me hizo rechazar en gran medida al periodismo (rima). Pasa el tiempo y veo más y más temas, más personajes, más historias, más gente escribiendo, más abordajes. Y no sé si eso es positivo. Ni quiero pensarlo tampoco. De eso hay que elegir una porción, estar informado. Pero también hay que leer libros, ir a cine, estudiar, escribir uno sus propias historias, trabajar en lo que a uno le gusta (actuar, en mi caso), salir a comer, ir al teatro, hacer el amor, irse de vacaciones y ¿por qué no? procrastinar.
Como no me ha respondido, entonces la busco en las redes sociales. “Debí haberle dado ‘me gusta’ a ese reportaje que escribió ella hace una semana”, pienso. “Debí darle ‘retuit’ a esa nota que compartió hace unos días.
Por otro lado, después de los dos castings que hice el mes pasado, no he tenido noticias de mi manager. El primero tuve que enviarlo en video. Era para una producción “importante” y el personaje iba en varios capítulos, lo cual significa mayor exposición en la tele y más dinero: el inicio en serio de lo que vengo buscando desde que llegué a Colombia. Pero el día que le envié el video para que se lo mandara a los del casting, me llama y me dice que se los hizo llegar, sí, y que lo vio, pero que a manera de recomendación debía decirme que yo gesticulaba mucho, que actuaba mucho con la cara, y que en el cine y en la televisión menos es más. Todo el mundo dice eso, y yo lo creo, sí. Lo de la actuación en cine. Pero no que yo haya roto esa “norma”. Le mostré el video a cuatro personas más, algunas entendidas en el arte dramático y otras no. Y todas me dijeron que estaba bien. De hecho, dijeron que estaba bastante bien. A la semana siguiente me envió a otro casting: esta vez, una publicidad mal paga. Y tuve que aprenderme un monólogo enorme. No quedé. “Mejor –pensé-. Si vendo el culo he de venderlo caro, no regalarlo”. Entonces ando avergonzado con ella, imagino que piensa que soy un mal actor. Incluso anoche soñé que no querría representarme más. Soñé que me llamaba para un casting y que me decía: “Si no quedas en este, no más”.
Entretenido. Muy buen relato.
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¡Gracias, Meatov!
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