Lunes feriado. Otra vez. Dos seguidos. Tres semanas sin alcohol. Ya me he dicho que no quiero llevar la cuenta, que es algo de todos los días, del día a día. Pienso, sin embargo, en irme de fiesta el sábado 17 de diciembre. Le dije a Áspora que vayamos a una discoteca gay a bailar. Entonces, vuelvo a la pregunta ¿estoy reprimiendo con la esperanza en un desfogue que planeo desde ahora? Mejor no pienso más en eso. Si salgo, no quiero irme al fondo.
Ayer pedí pizza para el almuerzo. Y una mazorca, para la comida. El domingo es el único día que no hago ejercicio y que me doy permisos con la alimentación. No debe ser tan amplio el permiso. Todo el fin de semana, encerrado. Hoy retomo la rutina: ejercicio, escritura. Escribo esto para mantener el propósito. Comeré una ensalada. La lluvia amenaza. Pero sale el sol. Es Bogotá. Es esta puta ciudad. La odio, la acepto, o acepto que estoy aquí, que aquí me irá muy bien, eso me he propuesto. No olvido Buenos Aires. Siempre estoy en contacto. Pienso en otro proyecto: dirigir una obra. Hace un tiempo leí una pregunta que me pareció transformadora: ¿dejas de lado tus ideas creativas basado en pensamientos económicos o falta de tiempo?
Mañana iré caminando hasta la biblioteca. Devolveré unos libros y tomaré ‘Mientras escribo’, del maestro King. Y así sigo. Deseando. Con ansia. Siempre, en la cama, imagino que un hombre me acompaña. Recuerdo y extraño a mi ex. Fue tan traumática la separación. Fue hace mucho ya. Cuatro años. ¿Estoy idealizando? Esas épocas en las que era joven, tenía un sexo delicioso, y tenía un hombre cerca, un hombre con un cuerpo fantástico, y le era infiel, sí, porque él vivía en otra ciudad, y los hombres con los que le era infiel eran un manjar también. Y ahora, nada. Poco a poco el tiempo pasa y si uno hace lo mismo, si uno mezcla alcohol, drogas, sexo… no hay espíritu que aguante. Extraño cuando nos metíamos debajo de las sábanas blancas, extraño gozar de un buen varón, de una compañía, de la felicidad así.
Anónimo Temporal 