Burgués en el subdesarrollo

Despierto con algo de mal humor. No sé bien por qué. O sí. Pienso en las amistades. El sueño erótico, húmedo, me revela la atracción que no quiero reconocer. Es sólo física, me digo ahora para calmarme, no podría estar con un hombre así.

Los demás. Sigo pensando en los demás, que a través de las redes sociales exponen sus privilegios, y sin querer queriendo le dan sus datos al algoritmo, que luego lo usará para quién sabe qué.

¿Estoy de mal humor porque ellos desaparecen? Mis amistades, quiero decir. Sigo de mal humor porque no pude celebrar el fin de año con Laitan.

Pensar en el trabajo, en tener que volver a conectarme con ellos, buscar opciones para la sobrevivencia, y depender de ese vínculo nocivo. La proximidad de tener que verlos y lidiar con ellos, que son como fantasmas, porque aparecen cada tanto.

La terapia. La obra, el sistema de producción. Porque si todos descansamos, entonces se cae el sistema, no pueden ser días libres constantemente, hay que sostener el entramado que hemos creado.

¿Y cuál es la opción si no?

Cómo lo social dicta la norma, va mostrando hacia dónde tender.

Es un caluroso día de verano. La mujer (seguramente descendiente de italianos) habla a los gritos, cuenta historias. La escucho desde el baño. Pero si dejo la puerta del baño abierta entonces es posible escucharla desde la salita comedor, donde estoy ahora, escribiendo estas líneas.

Una buena base de operaciones. El dinero, las cuentas. Los pensamientos fáciles, una realidad que me asusta. Frente a ese miedo, la salida es perder la calma, anestesiar, pero ya no de un modo que me dope y me ralentice, si no que me pegue al techo, o mejor a una buena verga, a varias, por qué no. Como espadas, decía ya no me acuerdo quién, el bloguero que sigo, falos como dardos que nos incrustamos los gays para calmar el dolor de la culpa. ¿Será eso?

¿Qué es este fastidio que siento hoy? Podría volverme loco aquí adentro, con este calor. Quisiera salir a caminar. No quiero ver las mismas calles. No hoy.

Podría volverme loco aquí adentro, con este calor. Quisiera salir a caminar. No quiero ver las mismas calles. No hoy. ¿Qué quiero entonces? He ahí el problema, que no sé qué quiero realmente. El descanso y la posibilidad de hacer lo que quiera se me presenta como un desafío. Es domingo.

Podría hablar del hombre que quería que posara mi nariz en su entrepierna cuando él decía “a tu lugar”. Podría hablar de las conductas sado que me gustaría experimentar estando bajo los efectos de la cocaína. Es mejor no revelar ciertas intimidades, ¿para qué cuento lo que cuento?

Creo que necesito salir, pero tal vez sea demasiado incómodo afuera, hace demasiado calor.

No debería negar que estoy caliente, que quisiera tener sexo. ¿Y mi miembro? ¿Quedará así? ¿O aún está en recuperación? Lo pregunto porque podría buscar compañía. Pero eso implicará, seguramente, el intercambio de fluidos. Y no conviene, supongo, exponerme. Menos con el virus ese dando vueltas.

Es bueno estar aquí, y poder escribir. Es bueno poder fumar un cigarrillo, beber un champán o un vino y pensar en el almuerzo.

Me pregunto si el consumo de alcohol ha hecho que aminore la capacidad de la penicilina en mi cuerpo, o si retarda su efecto. He leído tanto sobre el asunto, que ya no recuerdo lo que he leído.

Ver una película. ¿Dónde? ¿Teatro? ¿Hay teatro en la ciudad?

Sentir que existo, que importo, que modifico a alguien. Mamá siempre está ahí. ¿Por qué suelo enquistarme con ellos, como si tuviesen responsabilidad en mi bienestar?

Entonces decido narrar todo, a ver si en una de esas, logro continuar alguna historia.

Creo que tomaré un vino. Haré unas barras más. Veo la clase de Leonor Silvestri, aunque a veces me parezca que no me hace bien porque me deja una sensación de pelea con todo esto que hemos armado como sociedad, todo esto de lo que soy cómplice, y de lo que probablemente no pueda desligarme.

¿A quién interesarán estas líneas? Hoy va y viene el tema de la utilidad de estas acciones, de mi arte en general.

El día ese, en la fiesta… oh, ahora recuerdo al rubio. Qué ganas de poseer a un hombre, bien poseído, de amarlo, adorarlo, a uno como el rubio que estaba ese día, en esa fiesta latina a la que fuimos con Raira y Dante. Me acordé del rubio porque lo vi después, otro día, casualmente, en la calle, volviendo de un encuentro justamente con Raira y Dante, ya me había quedado yo con Dante, que me acompañaba a la parada del colectivo.

Se me va la vida persiguiendo un sueño, sobreviviendo con una meta que parece cada vez más lejana.

El caso es que ese día, en la fiesta, se acercó a nosotros una conocida de Raira, y dijo que había salido el día anterior, y que había merca, y crack. Eso dijo. Lo están consumiendo por ahí, y no es algo positivo.

Sigo leyendo. Al menos al escribir estas líneas, siento que mi vagancia no es tanta, siento que por lo menos algo valioso hago. Aunque no tenga valor para nadie.

¿Solo tiene valor la ficción? ¿O podría considerar este constante narrar mis días, esta exhibición de mi vida a través de las letras, como parte de mi obra? Porque si solo me detengo en los doce cuentos que le envié al hombre ese (quien no ha respondido, dicho sea de paso) entonces mi producción es bastante triste. Escribo cosas, frases que no aprobarían en el taller de escritura.

Verano, suba de casos, nuevas variantes, encierro y cuidados. En el trabajo las cosas van relajadas. Ya habían advertido que durante estos dos meses sería más complicado conseguir esas reuniones que consigo y gracias a las cuales vivo.

*

Jueves, 7 de la mañana, fumo marihuana. Desperté. Desvelado. Pensé en escribir. A ver si saco todo este torbellino. Por más que son días tranquilos, hay una sosobra, como si algo me inquietara, como si no pudiera vivir en paz.

*

Veo pasajes a un lado, al otro, y luego recuerdo que está el virus ahí. Es una amenaza que no me deja tranquilo, que no deja que encuentre paz. Por un lado, la amenaza del virus; por el otro, la gente moviéndose, como desafiando.

No quiero veranear en la costa argentina. Incluso si quisiera cometer una locura, no podría, por la amenaza del virus.

Que para marzo dicen que termina la historia, tal vez esta variante haga que se convierta en un resfriado común.

Entonces como única opción para cambiar la rutina, me drogo. No hay problema cuando son drogas blandas.

Tal vez pueda escribir una novela en la que ocurra algo divertido, todo lo que realmente deseo que me ocurra, todo lo que deseo vivir. Eso, vengo pensando en una novela, pero no tengo los cojones, el tiempo ni la disposición suficiente para encarar el proyecto.

Es temprano. ¿Qué hacer? ¿Preparar un café? ¿Empezar la jornada? ¿Escribir un poco? ¿Publicar en el blog? ¿Salir? No hay nada ahí afuera que quiera hacer, no ahora con ese virus dando vueltas. Lo menciono una y otra vez porque siento que me saca libertad. Eso y no ganar lo suficiente. Y tener que trabajar para vivir, vivir a medias, a duras penas. No es ese el camino correcto, recuerdo después. Debo escribir. ¿Preparar café? ¿Abrir las persianas? Buenos Aires. Si pudiera hacer algo diferente. Pero no sé qué es eso diferente que quiero hacer.

Anoche volví a pensar en el hombre al que le envié los cuentos: ¿tan malos son? ¿Tan sin palabras lo dejé? ¿Debí intuir que no convenía enviarle un cuento de contenido homosexual, es homofóbico? ¿Los cuentos fantásticos son muy parecidos entre sí, muy poco verosímiles? ¿Son muy diferentes entre s y no es posible pensarlos como una totalidad, no es posible unificarlos? Y al mismo tiempo, como siempre digo: es lo que he escrito, no puedo hacer mucho más si es ya el resultado de cierto trabajo, tal vez podrían ser mejores, pero es lo que tengo. De todas maneras, podría dar una devolución el tipo.

Todo el día frente a esta pantalla. Todo el día solo con mis pensamientos. Mil ideas. Huelo mal, debo ducharme. Es temprano. Quisiera poder salir. Hoy he gastado un dineral en el almuerzo.

*

Las cuentas, pagar el alquiler, escribir bien los gastos, a ver si logro mantenerme dentro de lo planeado.

*

Escribir de madrugada en medio de la soledad de esta pandemia que parece eterna. Engordar. No hacer ejercicio porque me dejo llevar por la hierba. ¿Debería escribir una obra maestra? Ahí afuera las oportunidades parecen estar sólo para quienes se destacan. Hay que destacarse, brillar, resaltar. Y entonces, obtener reconocimiento.

Mal humor. Todos viajan, todos hacen cosas, y yo quieto, asustado por el virus, por los gastos en esta ciudad, los excesos del año pasado aminoraron mi capital, asustado por la sobrexigencia, y no poder parar de darle a este teclado, para producir tan solo estas líneas inertes.

Tampoco es que tenga ganas de moverme mucho. Quiero decir, hay cierta comodidad, cierta seguridad en este letargo. Saldré a dar un paseo.

El gerente venezolano y su trato displicente, me hiere con sus actitudes. Es verdad que soy hipersensible, pero creo que se comporta de manera particular, no todos los seres han de tener buena energía, supongo.

Ola de calor, aburrido en esta soledad, en el encierro, en este constante no hacer nada, nada me divierte.

*

Me encantaría hacer algo ahora. Salir a caminar por el mar, no sé, ir a un café. ¿Acaso no puedo caminar por ahí? Está la plaga afuera. Sin embargo, quisiera quemar calorías, y al mismo tiempo distraerme. Un hombre de una ciudad subdesarrollada. Quisiera conocer esas otras ciudades, las ciudades del primer mundo.

Ya no quiero mostrarle los cuentos a nadie más después de no recibir respuesta del tipo ese. Ayer le conté el tema a Luana. Ha quedado de leer el de temática homosexual. Tomaré un baño. Quisiera salir. Pero a dónde. ¿Sin rumbo, otra vez? Es tarde.

Empezar a leer un nuevo libro, servirme un trago de vino blanco. Creo que estoy bebiendo alcohol y comiendo en exceso últimamente.

 ¿Actuaré algún día en algo reconocido, en una buena serie o en una buena película, así sea un papel corto o secundario, de reparto, pero actuar al fin y al cabo? Ojalá sea pronto.

*

Contemplo la idea de ir a una piscina, algo en lo que me agite, que me canse, salir un poco de esta modorra y de este encierro. ¿Qué hacer? Y todo el mundo tiene Covid, socializar es un riesgo. ¿Buscar alguien con quien tener sexo? Es tan tedioso el proceso. En realidad, no me apetece ir a una fiesta, para eso tendría que drogarme. Y tanto virus, tanta bacteria dando vueltas, me hace sentir inseguro.

Estoy harto de no hacer nada, pero tampoco quiero hacer algo solo, viajar solo. ¿Por qué todo parece mejor cuando imagino que no tengo la presión del trabajo, sus vidas ahí, saliendo de esta misma pantalla a través de la cual vivo? Si algo ha logrado en mí la pandemia y las epidemias de enfermedades sexuales, si algo han hecho bien, es que tenga miedo, entonces salgo poco. Además, la ola de calor. Y las pocas amistades están recluidas o de viaje. Hay algunos con quienes ya no existe un vínculo tan profundo, por eso no aparecen, gente de la cual me distancié.

¿Es el asunto del trabajo, el verlos a ellos, el contacto con ellos lo que empaña la tranquilidad de estos días? Entonces no sé qué hacer. Es como si nada resultara atractivo. Leer, ver una película, escribir, salir a caminar, estudiar texto. Lo mismo de lo mismo, una y otra vez. Eso, saber que no soy especial, destacado, prolífico.

Lo mismo. Ellos, en el trabajo. Mis reacciones, cómo me relaciono. Y qué opinan o piensan de mí. Si he quedado mal tras ese papelón de exabruptos, de correos que vieron varios. El coordinador venezolano vio todos los correos, tiene una personalidad tranquila, o eso intenta mostrar, pero luego siento que no lo conozco a fondo. Es la buena perra de mi jefe, que vive a mil, sobrepasado, y habla de sus privilegios y cuenta cosas íntimas anclado en una etapa de la empresa que ya no existe más. Hace trece años o más que mi jefe trabaja ahí. La mujer buena onda pero que nunca activa su cámara. Es como una sombra. Y el coordinador, entonces, cuando se fue mi jefe, apagó la cámara. Yo lo tomo a personal. Es cierto, estoy asumiendo que es hacia mí. Pero además no respondió la otra vez en el chat, cuando me pidió el reporte, y le dije que estaba cargando unos contactos al programa ese, no dijo nada, entonces le dije “Saludos”, a manera de despedida. Es cierto que estaba de vacaciones. Entonces uno tiene que asumir mil cosas del otro.

La otredad, decía la terapeuta el otro día.

El departamento este da a interior. Ahora oigo el motor de un aire acondicionado que suena fuerte. Oigo el ruido de las gotas, que caen de los aires porque la gente no pone un bidón, como debería ser. Sus ruidos. Salir es un peligro por el puto virus. El encierro, de nuevo. Solo para los que lo elegimos, porque la rueda sigue girando. No digo que no debería. Pero percibo todo tan inseguro ahora.

Al final, si no soy un mal tipo, si no tengo intención de hacerle mal ni le hago mal a nadie, ¿de qué me preocupo? ¿Por qué este temor constante a necesitarlos después y que no me ayuden, que no me recomienden?

Sigo pensando que hubiese sido mejor publicar el otro tráiler, así se me viera menos, que fue una acción narcisista, porque este tráiler empieza conmigo hablando. ¿Pero no está lleno de narcicismo las redes sociales?

Y entonces pienso que por estar acompañado estaré mejor, pero no es necesariamente así, ¿o sí? Anoche me pasé horas en esa aplicación maldita.

Se me termina la marihuana, y no debo gastar más. Solo pienso en drogarme, anestesiar, como si no soportara el tedio en el que se ha convertido mi vida.

El único aliciente es que hace calor. Por lo menos hace calor. Por lo menos es verano.

Pienso en hablarle al dealer, comprar cocaína, tomar unos pases y luego ir por marihuana. Y drogarme y salir en la noche, de fiesta. Pero entonces estaré peor, y luego con el miedo de haberme traído algo, covid o alguna enfermedad de transmisión sexual.

¿Cómo disfrutar de esta calma chicha?

*

Tal vez cuando vuelva de la caminata pueda dedicarme a escribir. ¿Por qué me producen tanto odio los ruidos como el retumbe de la vecina de arriba? No han de ser sus talones, pensaba hoy, si no el borde exterior de su pie. En fin, el asunto es que me enoja la inconciencia, sentir sus golpes fuertes.

Qué solo me siento.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

6 thoughts on “Burgués en el subdesarrollo”

  1. Nada puede evitar la sensación de soledad, ya que incluso acompañado se puede sentir (y más intensa)… pero, si te vale de algo, hemos llegado juntos hasta esa frase final. Y aquí estamos con un invierno soleado, pero un nordés tremebundo…

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  2. Interesante, me gusta mucho la segunda parte del texto, esa cosa como pegajosa del calor y la depresión, del deseo y el hastío, de la inacción. Mucha tensión, y se hace larga, larga, y salen más ideas, y pasa el tiempo. Ufff., me costó al final la lectura. Supongo que era lo que querías.

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    1. Hola, Alberto. Gracias por pasar por el blog y por leer. Sabés que a veces sí tengo conciencia de que pueden hacerse largo los posteos, pero no es que quiera que le cueste al lector, a veces no sé dónde conviene cortarlos o qué tanta información dar.
      De nuevo, gracias. Ahora entraré a leerte. Saludos. Y los mejores deseos.

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