Laitan dice que el tipo tiene muchas cosas en contra, que estoy para alguien mejor. Creo que será un duelo corto (¿exagero llamándolo duelo?), sobre todo porque hace mucho vengo pensando que no me gusta. Las sensaciones se dan en conjunto: ira, tristeza, un poco de negación. Es como si aún deseara que apareciera, y que fuera yo el que lo deje de lado. En términos pragmáticos, yo tampoco le escribí. Pero claro, he sido yo quien se ha abierto, quien le ha contado su estado serológico. ¿He elegido mal con quien abrirme, a quien contarle tantas cosas de mí?
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“There are only two tragedies in life: one is not getting what one wants, and the other is getting it.”
Oscar Wilde
Anoche lloré por lo mismo. En unos minutos iré a la terapia individual. Lo mismo: percibo rechazo por parte del hombre aquel. Supongo que vendré luego y escribiré lo que diga la terapeuta. Anoche me preguntaba si era realmente que él es arisco o si es rechazo. Aunque en la calle, antes de saber lo del virus, tampoco quiso aproximarse, porque claro, pretende, finge ante su audiencia inexistente, que hay otros ahí juzgándolo, que hay conocidos. Recuerdo ahora que me contó que una vez estaba con un chico en la calle, y que vio a uno de su pueblo, y que le dijo al chico con el que estaba: después te veo. Y se fue corriendo a su casa, dejó al chico así como así, y se fue a esconder, no fuera a ser que lo vieran con otro hombre. Pero luego recuerdo que, en privado, la primera vez, se mostró un poco más cariñoso. Y en el sauna, la segunda vez (porque la segunda vez me invitó a un sauna, claro, es ahí donde para él deben esconderse las cucarachas lujuriosas a tener un poco de contacto carnal), ahí sí estuvimos agarrados de la mano. ¿Estoy analizando de más? Después, otro día, cuando fuimos a cenar, intenté tener sexo, pero él debía irse de fiesta.
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Estoy tan sorprendido aún. De la sorpresa a la tristeza, y a la bronca, mezcladas. Que no haya escrito después de haberle revelado tremendo dato, después de haberse quedado conmigo tanto tiempo, haber venido a mi casa… Es revelador, sí, como dice Áspora, es bueno saber quién es quién. Me hace un favor -también lo dijo Áspora-, porque ya empiezo el proceso de olvidarlo.
Ya quiero que se vaya esta tristeza y esta angustia. Quiero dejar de llorar, de sentirme mal.
Sospecho que se ausentó por lo que dije, por mi estatus serológico. ¿Debería preguntarle? No, lo mejor es alejarme. Es lo que le diría a un amigo. Es lo que dicen Áspora y Laitan, que estoy para alguien mejor, alguien que ayude, que sume a mi proceso, y no que me cause esta incertidumbre.
Le revelé todo, me mostré tal cual soy. Y a pesar de las incompatibilidades, de haberme ya decepcionado, fui lo más sincero que jamás he sido con alguien. Y a cambio, su silencio. Duele, pero agradezco que puedo ver que necesito alguien mejor, mucho mejor. No lo puedo juzgar. Cada cual hace su proceso. Y está bien. Aunque duela, está bien.
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La sensibilidad se agudiza, definitivamente cuando estoy angustiado. Hoy, por ejemplo, estuve mejor. No en la mañana. Fui al desayuno ese, desayuno del trabajo, en un bar en Palermo. Mi jefe preguntó por cosas personales, le dije que no abriéramos esa puerta. Fue todo muy rápido. ¿Qué iba a decir? Sí, estoy con el corazón roto, porque ando yendo y viniendo desde hace unos meses con un traumado que va a saunas, y que creo que no pudo tolerar mis verdades, que estoy en un tratamiento para dejar el consumo de sustancias y que tengo un virus que no se va del cuerpo.
Preferí decir: no abramos esa puerta.
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Llamar al representante.
Áspora dice que soy valiente. Supongo que estoy trabajando para serlo. Quisiera solo dedicarme a escribir. Una temporada de solo escribir. Y seguir contando con dinero, claro.
¿Cuándo pagarán el aguinaldo? ¿Qué esperan? El dólar está por las nubes. Entonces, como siempre, la venganza es trabajar menos. Al final, sé que pagan. Esperan al último día en que pueden hacerlo. Pero siempre están dentro del plazo.
Jueves, ensayo. Al final tomé la decisión de ir el sábado al cumpleaños de la feminazi pesada: otra de las compañeras del trabajo anterior insistió, creo que me hará bien socializar. Ayer hablé con Áspora. Ella me quiere mucho. Dice que mis ancestros me están protegiendo, que hay que saber leer las señales, para no continuar en algo de lo cual después será más difícil desprenderse. Hablamos del hombre aquel. Me halagó, lo de siempre, cosas que debería decirme yo mismo. Ella me quiere, ya lo dije. Que estoy para algo mejor, que el tipo tiene muchos traumas, que qué lindo haberle dicho mis verdades, y decirle que me siento atraído hacia él, y por eso se las decía, porque después iba a resultar más difícil.
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De nuevo, viernes. Estoy mejor. No apurarme, que todo pasa a su debido momento. Entender los consejos de Áspora, entender los mensajes de la vida, y entender que al alejarse esa persona es una protección a un mal peor más adelante.
Es cierto que tiene características muy parecidas a mi expareja. Y la pregunta, el tema que me tiene pensando, es cómo hacer para cambiar ese patrón de hombres hacia los cuales me siento atraído.
Áspora decía el otro día que mi papá me dio migajas, y que entonces ahora, tal vez, acepto eso de los hombres, migajas, me quedo con lo poco, o con cualquiera que me busque. Be the chooser, recuerdo de un artículo que leía (he leído tantas cosas en estos meses).
El lunes empezaré las clases de inglés. El docente es australiano. Espero divertirme. La clave es estar ocupado. Aunque ahora, puedo percibir, estoy un poco menos ansioso con respecto al tiempo libre.
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Y entonces, el hombre aquel reaparece, después de casi dos semanas, como si nada. Y la conversación gira en torno a inversiones, porque claro, soy yo quien pregunta sobre sus temas, su trabajo, sus cosas.
No es eso lo que quiero, no un hombre como él, alguien tan diferente, que no sea cariñoso. “Dale, querido, un abrazo”, me dijo al final. Como dos amigos, qué falta de romance. ¿Por qué reaparece, para qué? Está bien, lo que le dije fue algo que no era fácil, un dato que puede ser difícil de procesar, pero dudo ahora si tardó tanto por eso o por simple desinterés, porque nunca estuvo tan enganchado como yo, que me hice mil ideas. Ni un cariño, ni una frase linda. ¿Por qué acostumbrarme a eso, a ese vínculo de cada quince, veinte días, a esa falta de romance?
Los que se van. Así se llama el libro de cuentos de Wernicke, autor argentino que desconocía. Lo compré el viernes, espero que llegue en estos días. Ya me aburrí de leer a Carver. Pienso empezar Mr. Vértigo, la novela de Auster que me regaló Raira antes de irse a España.
Los que se van. Aún no sé de qué va el cuento que da nombre al libro. Miento: lo leyó en voz alta el profesor el otro día. Pero no recuerdo bien. Solo quería escribir que, a veces, los que se van, lo hacen porque uno debe pedirles que se vayan. Otros se van alejando porque quieren. Si logro desapegarme del sujeto aquel, estaré bien. Podré, por fin, disfrutar de esta recuperación, de esta sobriedad, y encontrar (aunque rime) algo de tranquilidad.
Nice post🤠
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