Hace un tiempo intento no publicar en este blog palabras hirientes sobre personas conocidas. Pero debido al tiempo (¿cinco año ya?) que llevo publicando, hay muchos posteos en los que dejo ver cuán enojado pude o puedo estar a veces con algunas personas.
Ayer, por ejemplo leía algo sobre mi padre, a quien ahora, después de un tiempo, creo que he perdonado. Y así con otros: compañeros, amistades que van y vienen, relaciones y vínculos que -supongo es normal- dan origen a emociones difíciles. El propósito de los diarios es, entre otros, liberarme.
Estas líneas son mis diarios. O mejor, la selección de lo que escribo en mi diario íntimo, personal.
Quiero aclarar que, aunque parezca un hombre enojado, toda esa ira, todo ese cúmulo de rabia en el que pareciera estar preso por momentos, luego pasa. Supongo que es común a todos. Que se vaya la ira después. Hago lo que puedo para perdonar. Aunque creo que uno puede perdonar y alejarse porque aunque el recuerdo aún no venga con dolor, haya que preservarse. O porque simplemente se ha llegado a la conclusión de que la persona, la situación, ya enseñó lo se debía enseñar.
Hago entonces este descargo para que, quien llegue a mis líneas, no considere que soy un hombre resentido. Se me podrá llamar iracundo, malhumorado. Seré impaciente. Pero hago, intento hacer el trabajo, de no enquistarme, de soltar. Algunas veces tardo más, otras menos.