Dramas de confinamiento pequeño burgués

Que estemos lejos, trabajando cada uno desde su casa, no hace que la arpía deje de ser arpía. Lo digo por mi jefa. Puedo percibir cuánto la detesto.

*

Compré una heladera. Usé la tarjeta de crédito de Laitan.

*

La buena noticia es que no molesta el oído. Ayer amaneció molestando. Antes de ayer enviaron un correo desde la administración pidiendo que no hagamos ruidos molestos en horarios de descanso. Quién sabe de qué departamento se quejaron; el caso es que no he sido yo. Y el tipo de arriba se ha puesto como loco de nuevo. Así que, en la noche, me metí los tapones con más fuerza que de costumbre. Ayer amaneció el oído con cierta molestia. Pensé en ir de urgencias a un otorrino, pero no lo hice.

Creo que no tengo más opción que acostumbrarme a los ruidos del tipo de arriba y a su ciclotimia. Creo, como charlaba con Raira el otro día, que el tipo no está dentro de lo que se podría denominar “normal”. Vaya a saber uno qué problema tiene. El caso es que para mí es un loquito. Un enfermo, ha dicho Raira. Y sí que lo creo. Por mucho que me moleste, no tengo mucha más opción que acostumbrarme. Lo otro sería pelear con él. Pero no quiero, siento que no debo enfocar mi energía para ese lado.

Hoy, cuando desperté, repetí en mi mente una frase que se ha vuelto común por estos días: esto va a pasar. Ya va a pasar. El confinamiento, el vecino loco y molesto, la pandemia.

Soñé con un hotel, y no podía encontrar mi habitación, creo que estaba alojado con Áspora y su prima, pero ellas se iban a recorrer, yo me quedaba solo; y en el hotel, yo podía entrar a las habitaciones de otras personas, vi un hombre que me gustaba, uno o varios, no lo recuerdo.

 

Para mudarme debo esperar, pues el contrato se termina a finales de agosto. Así las cosas, habrá que pasar el invierno con la mejor actitud. Ya conozco de situaciones adversas, así que ahora será importante, mantener la resiliencia y nunca olvidar que la tormenta pasa. Ha pasado antes y pasará esta vez.

Ahora alguien ha puesto música a un nivel tremendo. Ni me molesta. Las cosas me asustan en esta etapa de la cuarentena.

 

Días y días, pasa la vida en confinamiento, encerrado.

 

En las mañanas suelo ser más optimista y proactivo. Después, con el correr de las horas y el consumo de sustancias, entran en mí emociones más difíciles, como el miedo y la nostalgia.

Debo cortarme el pelo.

 

Recuerdo que me relamía cuando íbamos en el bote, en la lancha esa que nos llevó a la isla. Qué feliz fui. Y anoche he llorado recordando a Áspora y esos días, esas noches con ella, la libertad en Bogotá, y que no existiera este temor de ahora.

 

El presidente anunció la extensión de la cuarentena hasta el 26 de abril. Y hay quienes hablan de que esto continuará.

 

Mal humor. Le he transferido dinero a Pampeano para que me consiga marihuana hace varios días. Primero me dijo que no conseguía al jíbaro, luego que era de noche y que estaba caro el envío, luego que él saldría a trabajar, así que me lo traía él, y por último ha dejado de contestar.  Es medianoche. Supongo que contestará mañana. El asunto me ha puesto de muy mal humor; ansioso y desesperado.

Hoy hice algo de ejercicio: digamos que unas cuantas barras más que de costumbre. Me corté el pelo.

Entonces me surgen el odio, la impotencia.

Temo por la factura de la luz. Me pregunto si podré pagar en una cuota la heladera, sin tocar los ahorros. Supuestamente llega mañana. Será un día especial.

 

Lo más triste de todo lo que temo con Pampeano es que esté queriendo robarme o usar mi dinero. Supongo y sospecho que no; creo que, de haberlo necesitado, lo hubiese pedido y no inventado todo el cuento ese que me ayudaba a conseguir hierba. Además, ya me había conseguido antes.

*

Ha llegado la heladera. Pampeano no contesta. Si bien ha llegado la heladera, debo mantenerla desconectada unas horas antes de empezar a usarla.

El tipo de arriba hace ruidos en las madrugadas a propósito. Estoy seguro de que es a propósito. Podrían decirme que es una especulación. Después de que el administrador enviara el correo donde dice que en los pisos inferiores se siente todo, ¿cómo es que continúa haciendo esos sonidos cuando son incluso las tres de la mañana?

No quiero estar peleado con el tipo de arriba. No quiero vivir en esa guerra. Pero fui yo quien encrudeció los términos de la conversación. Y ahora, enojado porque Pampeano no contesta, odio más al tipo de arriba. Anoche, antes de dormir pensaba en cómo actuar: a veces imagino enviar una carta cuando me vaya, a toda la comunidad de vecinos: tengo los correos porque en una ocasión el administrador los dejó visibles. Entonces imagino que una vez que me haya mudado, envío una carta en la que hago mi descargo.

A veces pienso que está loco, que tiene algún problema psicológico o psiquiátrico; luego pienso que es mal tipo, mala persona. Me conviene pensar lo primero y no enojarme.

¿Entonces debo dar como perdido ese dinero que le envié a Pampeano? Me entristece el asunto.

He barajado mil opciones. No lo he vuelto a ver conectado.

¿Será que el vecino se irrita más con la no respuesta? ¿Por qué sigue haciendo esos ruidos? No veo la hora de mudarme de acá y falta un montón. El asunto se está convirtiendo en una pesadilla.

No quiero pelear, entre otras cosas, porque quiero demostrarme, demostrarle a él y a mí mismo también que soy mucho mejor persona, que puedo tener una conducta y una actitud moral, si es que es válido el adjetivo.

*

Van a ser las seis de la mañana, es domingo. Estoy despierto hace unas horas. Conecté la heladera nueva. Estoy más tranquilo. Hablé con Áspora, me ayudó mucho, siempre me ayuda.

No quise dar vueltas en la cama, así que me paré.

Dejar atrás a Pampeano, y asumir que fue una pérdida o un regalo de dinero. Y si le pasó algo, solo enviarle buenas energías, no puedo hacer más.

La heladera nueva es bastante ruidosa. Tendré que acostumbrarme. Ya ha sido bastante lío comprarla. Cuánto tema con los ruidos, como un karma.

Áspora dice que si me pongo de mal humor cuando el vecino hace el taloneo, entonces le estoy dando lo que él quiere. Dice que respire hondo y que por ahora es tiempo de pasarlo encerrado y abastecido.

El consuelo es saber que pasará, que podré mudarme.

Dice que todo esto del virus apenas comienza, y que es seguro tener un lugar donde vivir, donde cocinarse.

Ya estoy pensando en vender la otra heladera. Pero debo esperar a que termine la cuarentena; porque si no, ¿cómo van a venir por ella?

Me pregunto si no debí arreglar la otra, pero uno de los técnicos me aconsejó que, como la dejé encendida mucho tiempo, la humedad tal vez llegó a no sé qué parte, el motor o el compresor, y que no me daba garantía, porque lo más seguro es que luego de que la arreglara, fallaría de nuevo. A lo hecho, pecho. Aprenderé a vivir con los ruidos.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

One thought on “Dramas de confinamiento pequeño burgués”

  1. No creo q tengas q bancarte los ruidos del vecino! (Soy argentina, holaaa). Podés hablar vos con el administrador sobre el tema, aunque x lo q leo, parece q el tipo está medio mal del bocho :S Me acabo de hacer un blog anónimo y estaba buscando si había más del estilo para poder leerlos 🙂

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