Revuelto

Domingo. Angels in America. Las reflexiones que me genera el trauma que llevamos los homosexuales como colectivo.

Ficción, quisiera no escribir estas líneas y escribir más ficción. Ser más prolífico.

Para qué pensar en ellos. En los demás, en los otros.

Mejor así, mejor vivir en la fantasía, en la fantasía sana diría el coordinador aquel, el coordinador de grupo, el violento.

Exponer mis miserias ante tantas personas, tantos médicos, psicólogos, ahora una psiquiatra. Un tiempo de paz, un tiempo sin ellos. Espero pase pronto la verruga. ¿Y luego? Dedicarme a sanar, y estar en paz, un poco de paz.

*

Entonces, obsesión. De nuevo. Ayer dijo que no. Unas ganas, una necesidad imperiosa (no encontré otra palabra) por ser amado. ¿Será acaso por eso que digo siempre, porque no obtuve el suficiente amor de chico, el amor de un varón? Y creer, sospechar, que no será una buena persona para mí.

Solo hablar con él, y que haya dicho ayer que no, me ha dejado con un dolor inexplicable. Ahora iré a terapia. Pero no es con ella con quien quiero hablar. ¿Debería buscar a la terapeuta anterior, tener una sesión con ella de vez en cuando? Me han dicho al iniciar el tratamiento que no siga con la terapia que hacía antes.

*

Lo mismo: violencia por los pasos de la hija de re mil puta de arriba. Supongo que tendré que hablar con ella. Pero temo que sea para peor.

Las formas del coordinador de ayer, el chico que tuvo la recaída, y esperar que mis palabras no se hayan entendido como una defensa hacia el coordinador. Aunque dije que entendía y me sentía identificado con esta persona que habló sobre su recaída. Ahora llega el invierno. No quiero trabajar. Quisiera dedicarme a escribir. La frustración por el sueño inacabado, el sueño incumplido de actuar me hace sentir triste. Ver en las redes a las personas “exitosas”, el mundo de fantasía, siempre lo lindo, lo bueno, como si la vida fuera solo ese recorte. Qué arma de doble filo, qué desgarrador pareciera el futuro ahora. Se aproxima el invierno.

*

Sigo pensando en la violencia del coordinador ese, y cómo personajes así llegan a lugares en los que se suponen ayudan a los demás.

Desperté a eso de las 7. Anoche vi ‘Los chicos de la banda’, y entonces recordé que la obra cuyo cartel había visto tantas veces en Avenida Corrientes debió ser una adaptación. Y de nuevo, la frustración, este pesar por aún no estar trabajando, no vivir de escenario en escenario, rodaje en rodaje. Intentar, y que sea tan difícil. Y aunque el lamento no sirva, es lo único que puedo hacer ahora. Eso y fumar los cigarrillos a los que lentamente me hago adicto, y con los que sustituyo todo lo demás.

*

¿Por qué esta ira, este mal humor? ¿Por qué quedo tan afectado por cosas que… cómo decirlo? ¿Son acaso cosas que luego se resolverán? Que el hombre haya dicho que es machista, que haya mirado hacia atrás luego de abrazarme y de que lo abrazara yo a él, lo cual yo interpreté como un acto reflejo para ver si alguien veía, no habernos dado ni un beso. Que me haya dicho antes que es solo activo, pero luego que no está cerrado a nada. Ira, tal vez, porque siento que me gusta y no me gusta al mismo tiempo. O que lo que me gusta es la idea de tener una relación, pero no sé si sea él la persona indicada. Ira porque tengo que tener paciencia (así con rima). Violencia porque Lardi se enfermó y no ensayamos ayer, y me encuentro ansioso por saber si ensayamos mañana. Ira porque el proceso es largo y ya estoy cansado, porque quiero actuar y no encuentro dónde. Pero la obra sigue en pie, estrenaremos en octubre, aunque las cosas no vayan al ritmo que quiero (no puedo controlar todo, recuerdo). Ira porque no se va la verruga. Porque no consigo turno para la biopsia de lo que me ha salido en el pie, el tumor. Ira, en definitiva, por los tiempos de todo, porque quiero todo y lo quiero ya, como dice la canción, entonces llega la impotencia. Ira porque mi jefe no se conecta a las reuniones (cosa que no debería importarme, pero cuando se trata de odiar, cualquier cosa es excusa). Ira porque no me sale escribir ficción con la misma libertad que antes, porque antes de asistir a los talleres, de saber todo lo que sé, las letras fluían más en mí y ahora solo puedo escribir sobre mí. Ira por cualquier cosa. Ira porque quiero fumar un cigarrillo, pero no quisiera hacerlo antes de salir a correr.

*

Debo escribir ficción, debo escribir ficción, debo escribir ficción.

Salgo a ensayar.

*

El mismo tema. La soledad.

Tengo que superar este miedo y decirle a la mujer de arriba que escucho cada paso que da. Estuve leyendo consejos. Y si la cosa no funciona, entonces planear otro tipo de estrategia. Pero no es sano conmigo mismo seguir soportando sus talones golpeando estridentemente sobre el suelo.

La soledad, y cómo amigarme con ella. Y que cualquiera que me preste atención sea un prospecto del “indicado”, así, en comillas, como si tal cosa existiese. Tal vez la verruga, pensaba ayer y le decía a Áspora me pausa, y eso tal vez sea bueno conmigo mismo, para que el otro no note mi desesperación. Desesperación por compañía.

*

La violencia con la que percibo el trato del coordinador del grupo de los lunes. Ya lo había escrito. El disfrute de su lugar de jerarquía, y ayudar (¿quiere ayudar realmente?) desde un lugar de disfrute de una supuesta superioridad moral.

Despertar y que aún sea de noche, o que esté amaneciendo apenas.

Lo cierto es que desde el primer momento, el tipo ese, sus formas y el trato para con los demás no me hace bien.

Ha de tener apenas treinta años como mucho. E intuyo, puedo ver, quiero decir -acaso porque me pasó lo mismo- la prepotencia de quien ostenta un rol jerárquico en una edad temprana. Fui yo mismo quien dije que debía quedarme con el contenido y no con las formas. Pero soy yo mismo quien plantea que forma y contenido hacen parte de lo mismo.

En todo caso, no quiero que una persona así, me trate. Yo defiendo la ternura, la compasión y el amor, y defiendo que desde esos lugares es desde donde debe darse el encuentro terapéutico.

Al tipo del otro día le cambiaron la medicación.

La terapeuta de los martes, en cambio, es otra cosa. Tiene otro acercamiento hacia los pacientes / clientes.

El profesor del taller de escritura dice que a nadie le importa la vida del escribe, lo decía hablando de un prólogo que hizo no sé quién, en el que habló de su vida, entonces él (el profesor) le dijo que escribiera sobre la obra, no sobre su vida. Y yo, ni obra, ni vida.

Ni leo ni escribo. O mejor, solo escribo estas líneas en el intento por sacar de mí el cúmulo de emociones y sentimientos. Pero nada de ficción, para eso necesito relajarme más. Lo escribiré las veces que sea necesario.

Que su religión es la amabilidad, eso dijo el Dalai Lama. Pero cuán difícil, a veces, no violentarse, con las miserias de los otros. Cómo duele la soledad.

Amanezco con esta tristeza que no se va, por la misma razón: la impotencia para escribirle, para empezar un camino con él.

Y ayer Lardi en la reunión virtual, con la mujer al lado. Y la mujer que se metía de vez en cuando, metía bocado. A qué poca intimidad acceden algunos cuando conviven. Porque claro, están hacinados, arrejuntados. Pero acompañados, que es lo que quiero yo, ¿no es así? Al final tal vez sea envidia. Envidio a mis amistades, compañeros de trabajo (entendiendo a Lardi como un compañero de trabajo), porque parecen más sanos, más estables.

En la madrugada desperté a fumar. He visto tantas películas este mes. Saldré a trotar.

Además de la verruga, esa cosa en el pie (tumor ha dicho la dermatóloga), que supura un líquido maloliente. ¿Cómo estar, irme a la cama con otro con eso ahí, con la posibilidad de que perciba eso ahí?

Hoy -ya lo dije acaso, pero lo escribiré una y mil veces-, más que la soledad, me duele la impotencia. La vida misma. Y la envidia de otros que tienen un tránsito más tranquilo, más afortunado. No sé en quiénes pienso. Otros en general. Qué desatino, qué desfachatez, qué tupé, en un país pobre como este, decir eso, así como así, teniendo techo, calefacción, todo esto, mientras otros hurgan en la basura. Pero este dolor es mío, mi dolor concreto.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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