Tener que

Unas palabras antes de ducharme. Es un día de lluvia. He ido a correr. En una de las cintas, en el gimnasio, saltaba el chico del segundo piso que vive con su novia. No me gusta, pero me llama la atención. No quiero ser un hombre fascista. Hoy empezaré a leer el discurso de Eco, Sobre el fascismo. Lo compré hace un par de meses y, aunque es corto, no lo he empezado. No quiero ser fascista, pero vaya si noto la diferencia de clases; no es que me genere mucha empatía el tilingo clase media alta. Digamos que vengo de otras pretensiones, de otro mundo incluso.

No puedo dejar que todo se descontrole. Con la marihuana, caigo rápido en el placer fácil. Ayer el supermercado era un suplicio: las filas enormes. Por suerte el cajero preguntó quién pagaba con débito. Yo había salido por el vino. Y eso que eran casi las diez. Cuánta gente. Y los caribeños con sus pintas de bajo presupuesto, su ímpetu negro. Y yo que me quería alejar de eso, y ahora están por todo lado.

Debo ducharme, ir a trabajar. El día, largo. Y sortear las situaciones con esa gente, personalidades grises, tristes…

 

El chico del sábado me ha hablado. Yo no quiero comprometerme, noto. No me gusta del todo.

Que lleve algo, me dice mi compañera, un cuento, al taller. Algo debo llevar. Pero es todo muy malo lo que tengo. Algo debo escribir en estos días. O corregir también.

Y ahora el viaje a Montevideo. Dos días. Y hacer todo eso. Será entretenido.

 

Y uno qué es, ¿uno es aquello que hace para ganarse la vida, o eso que uno entrena, que ejerce como un hobbie?

Ahora el imbécil del director quiere cambiar, agregarle algo al título del espectáculo. Qué tipo imbécil. Quisiera encontrar otro adjetivo.

Hace días no hablo con mamá.

Iré a Montevideo el fin de semana.

Estoy triste. Otra vez todo pende de un hilo por eso del nombre. Esa gente es inoperante.

Me indigna el asunto. Estoy muy nervioso y descubro que entonces el único placer que encuentro de seguir ahí es actuar, pero después, detesto un montón de cosas. Y hay muchos momentos de decepción.

 

 

Y la cerda de mi jefa, que no desperdicia oportunidad para lanzar algún comentario hiriente. Y soy de fácil ofensa.

Amanecí enojado y triste. Ya les envié un mensaje al grupo. No sé cómo llevar la situación.

 

Soy tan sensible. Y siento que me llevo mal. Ayer me percibía atormentado. Hoy estoy mejor.

El mueble ese para guardar zapatos que compré es un poco grande, bloquea la puerta de entrada de la cocina. Ayer me di un golpe. No sé si deba ubicarlo en otro lugar.

Es sábado. No hago mucho. Beber café y fumar marihuana. Esta hierba me pone particularmente nervioso. Me aviva más la paranoia. ¿O es la edad? A veces me siento viejo.

¿Qué va a hacer de mí y de mi arte? ¿Qué voy a hacer con este deseo furioso de actuar, con estas ganas locas de dedicarme a la ficción? ¿Qué va a pasar con este proyecto?

El mes pasado, en un arranque de soberbia, activé Linkedin Premium. Quisiera buscar otro empleo.

 

Será una linda experiencia, variar, cambiar.

En el taller me dicen que escriba algo.

Dudo si debo tomarme vacaciones o si debo esperar.

*

Necesitaba descansar. Tengo miedo de que cualquier cosa que escriba sea mala. El otro día una compañera lanzó la idea de hacer una antología con cuentos trabajados en el taller.

Fumo marihuana. Estoy en casa. Y todo me da pereza, el mundo afuera, la conexión con los seres humanos.

Digamos que sigo un poco enojado. Fui a comprarme unos cuadros. Y quiero comprar unos zapatos y un pantalón. Debo hacer el gasto. Y debo hacer el trámite: ir, buscarlos, probarme. Y hoy, soñadamente, empecé el día fumando marihuana.

La única forma de tolerar eso, esa obra, es no ir fumado. Estoy muy ofendido, entristecido con esa situación, con ellos, con el directorsillo y la asistente. Qué difícil ha sido este tránsito. Si esto no fuese mi único proyecto, yo hubiese dejado hace un par de meses, le dije a Dante hoy. Y él me dijo que lo hace por nosotros dos, por actuar con nosotros, eso entendí.

Y ahora fumo y no paro de pensar. Tal vez esta noche vaya a coger con uno. Me da pereza, pero supongo que debo aprovechar que hay con quién.

 

Estoy cansado de tener que escribir, que crear, estoy cansado de tener que. Estoy cansado. La vida. Qué enigma grande. Estoy entristecido.

Y la técnica, el cuerpo, la acción, la literatura.

Y el deseo. ¿Por qué? ¿Para qué otro? Ahora luce tan surreal todo.

*

Las miserias tan al descubierto.

Espero mantener la paz mental.

Y ayer me he ido donde el chico que conocí el sábado pasado. Me he ido a coger. Se ha prendido a mí, a besarme, a mi pija. Lo recuerdo y un poco me caliento.

Estoy agradecido por lo que he conseguido. Debo cambiar unos dólares, sin embargo, para llegar a fin de mes: gastaré en Montevideo.

No me queda tiempo para buscar trabajo.

Iré a Montevideo, trabajaré desde ahí. Y después, saldré a pasear. Será una jornada intensa, pero el evento promete. Debo mantenerme con la energía suficiente. Me alimento bien, tengo un lugar donde vivir, una rutina, cuento con ciertos privilegios de burgués, y siento que debo ser agradecido por eso. Ahora debo dormir: mañana cuando vaya en el tren, seguramente odie el tercermundismo.

Hoy escuchaba eso cuando iba al centro comercial, escuchaba ese libro Think and grow Rich. Y decían que ser afortunado consiste en verse a uno mismo como tal, recordar más las cosas en las que a un le ha ido bien.

Estoy seguro de que hay un lugar para mí, varios lugares, personajes para mí. Hoy no me he sentido bien el ensayo.

 

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

6 thoughts on “Tener que”

      1. Yo soy un poco optimista. La verdad, creo que es elegir el mal menor. Y el mal menor son estos que entran. Los que se van fueron un desastre absoluto para el país, unos sinvergüenzas descarados.

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