Un día a la vez

Despierto al escuchar el portazo de la vecina de al lado. Ya creo que el asunto es caso perdido. ¿Hablar con ella, decirle que por favor tenga cuidado? Sería lo más sensato.

Violencia. Para esto me quiere dar medicación la psiquiatra. Para dejar de sentir esta violencia.

No quiero irme antes de que termine el contrato aquí. Me conviene mantener la paz.

Escribir. ¿Cuándo terminaré una historia? ¿Podré llevar a la ficción esta violencia que me generan los portazos que da la mujer de al lado (escribí maleducada antes, pero temo quedar como un histérico)? Digo más: iba a escribir la vieja gorda maleducada. Pero eso sí que no sería políticamente correctamente, ¿no es así? Y pensar en la terapia de grupo, en los demás ahí, en mantenerme sobrio.

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Ayer, en la feria del libro, hablaban del exceso de “tallerismo”. Sí, es así. No quiero exponer más mis letras ahí, ser juzgado. Siento que termino escribiendo para ellos, que temo a lo que pensarán.

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Desgano

Qué va a ser. Así dicen acá, ¿no? Me parece haberla escuchado. ¿O es “qué se le va a hacer”?. Uno tiene el talento que tiene. La vida es un mar de incertidumbre, océano de dudas, aunque haya quien dice que la tiene clara. Iluminados. Tal vez sea así. Gente con otro coeficiente intelectual. Filósofos, profetas, escritores que tuvieron por gracias algo más que el promedio.

Hay que agradecer, dicen, que hay que ver el vaso medio lleno, y un sin fin de cosas que aunque suenen a verdad, en días como estos, en temporadas tan convulsionadas, resultan inverosímiles. Y eso que soy afortunado. No pretendo alardear de mis privilegios. Pero al menos reconocerlos, para que no suene esto a lamento ignorante.

Otra recaída. Y van… no sé. Cada vez se me hace más difícil. Dos semanas llevo de la primera dosis de Astrazeneca. Ni sé cuánto tiempo tarda en llegar al supuesta inmunidad. Tampoco si es verdaderamente eficaz. Ahora hablan de efectos adversos graves.

El mundo, la vida, no eran lo que imaginé. Y aunque lo repito en la terapia, no puedo aceptar aún que sea tan difícil conseguir los sueños, que tenga uno que revolverse en tanta estiércol. Y soy afortunado, ya lo dije, ya lo sé. Los hay más desahuciados, es cierto. Pero hay a quienes les toca mejor.

Y si es por quejarme he de decir que sigo sin conocer Europa, sin dedicarme a lo que me gusta: la ficción, el teatro. Hay que ganarse la vida. A veces me ataca el pensamiento de que hubiera deseado no haber nacido. Y me siento infinitamente culpable por pensar, escribir eso. Pero qué se le va a ser, si a veces lo pienso. Qué va ser (no se ofendan los puristas).

El miércoles -así voy al grano-, trabajé a medias (como siempre en este trabajo), pedí una hamburguesa, compré un vino. El día estaba oscuro, frío. El invierno se adelantó, parece, y este departamento es helado. La vecina dejó de tirar la puerta después de que en medio de una parálisis del sueño comenzara yo a gritar. Pido disculpas si no se entiende lo que escribo. Por ese lado, ha mejorado la cosa. Por el lado de la vecina, que antes daba portazos. El miércoles, vuelvo al miércoles: comí la hamburguesa, y, sin pensarlo mucho, como habían pagado el aguinaldo (el proporcional en mi caso, porque entré a finales de abril), entonces le hablé a la dealer, que vive cerca, y le dije que pasaría en un rato: fui por merca, vine a casa, comencé a tomar (esnifar). Y ahí llamé a uno, un paraguayo. Prostituto. Ya le había hablado al otro que vive en Retiro. Digamos que se llama Néstor (los nombres aquí son ficticios). Al principio Néstor dijo que no, se molestó porque no le había dicho que iría con alguien. El caso es que por un poco más de dinero (como si me sobrara) me fui donde Néstor, cuya pija es grandiosa (y pido de nuevo disculpas, esta vez por la falta de poesía), y ahí me cogió el paraguayo mientras le chupaba la pija a Néstor. Ellos se besaban.

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Sábado

Tal vez escribo tanto sobre mí por narcicismo, tal vez sea la manera de aliviar un desorden que la psicología podría catalogar como patológico. Quién sabe. Ahora cambié mi remera, uso una negra. Pienso en la ropa sucia, en que quiero cambiar de lavandería, así no veo más a esa mujer. Su nombre empieza con S. Ya averigüé otra lavandería cerca. El presidente habla. Anuncia el confinamiento por los próximos nueve días. Cambié de remera, porque la otra estaba sucia.

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Madrugada. Sábado. Es lindo escuchar el sonido de la lluvia. Creo que no está mal el cuento que envié al taller. El profesor dijo que había que trabajarlo. Que llueva afuera ha sido un alivio para esta paranoia de las noches, paranoia por el silencio. La lluvia y su sonido entre los demás y yo.

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Urbe, hacinamiento y desempleo

Y que si propuse tomar algo caliente en casa de la excompañera del trabajo, y sospechar que luego ella le hizo seña a otra. Sospechar, porque puede ser paranoia. Que tenía que hacer algo de un curso, dijo. Y ver a la vecina de planta baja, esa sí que se ve rota, rotísima, infeliz, con un perro grande. Intuyo buscan remedio a las penas causadas por otros humanos y que no supieron sanar solas, dándole a un animal -uno no humano- el amor que no se saben dar a ellos mismos. O me consuelo pensando que no se sabe dar amor, para remediar un poco que sea grosera, mal mirada.

Sábado en la noche. Salí a correr. Aún no tomo la ducha. Pensaba tomar un baño de inmersión. Pero no. ¿Pedir comida? Y venir ya caminando luego de haber corrido por los parques lindos, venir pensando sobre lo mismo y necesitar escribirlo, a ver si me libero, a ver si se me pasa de una vez por todas esta duda. Los demás, los que están acompañados…

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El exceso o defecto afectivo en los vínculos primarios tiene su incidencia en el desarrollo psicológico de la persona . Más tarde estas formas de relacionamiento se instauran en las relaciones de pareja.

La persona con dependencia emocional va a intentar suplir estas carencias afectivas buscando en la otra persona el afecto, los cuidados y la valoración que vivió como carencias en los primeros vínculos. En las relaciones de pareja intenta cubrir esa carencia proveniente de la infancia.

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La entrevista, en un rato. Los nervios. Despertarme. Meditar. Llamar al banco a cancelar algunos de los productos. ¿Debo prepararme mejor para la entrevista? Y temer, y no saber si es eso lo que quiero.

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Aunque sea estos diarios

Ayer el dealer se quejaba de que no había plata en la calle. Eso dijo. Agregó que estaba preguntándole a los clientes si preferían cantidad a calidad.

Es sábado. No hay mucho por hacer: el mismo encierro de todos los días mientras el virus esté ahí afuera.

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Lunes, de nuevo. Ya afeitado, bañado, esperando la reunión del trabajo, a ver qué es lo que tienen para decir. El tiempo sigue pasando, haciendo de las suyas. El fin de semana me la pasé drogado.

Cuando me entra el mal humor, es ya normal ponerme a rabiar contra el uno u el otro que hace comentarios basados a lo mejor en su propia inconsciencia.

Pandemia y soledad. No he querido revisar los números de los contagios, no quiero saber cómo viene la curva. Me visto y me dispongo a Continue reading “Aunque sea estos diarios”

Violencia

Un rubio

Un rubio2

Soñé que dirigía teatro, y venían unas chicas de un colegio a ver un ensayo, era el primer ensayo.

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No quiero victimizarme. En las noches es difícil no ceder ante la nostalgia y el miedo, que son constantes en esta etapa. La cuarentena sigue en Buenos Aires, porque hay varios pobres y porque a los gobernantes no se les ocurrió prevenir ahí. Ahora hay que curar. Van hacer tres meses que estoy así, y el asunto no tiene un fin certero. El presidente habla y dice que es una realidad única la de las villas y la de los asentamientos pobres. ¿Estamos perdidos? Mientras que en países desarrollados la cuarentena tuvo éxito y vuelven a la normalidad (una nueva normalidad), acá, por pobres, continuamos con elevación de casos. Por pobres y por inoperancia del sector gobernante que no previno ahí. Y sigo preguntándome qué hay detrás de

Me pone de mal humor que no respondan, que tarden en responder los mensajes. No ser la prioridad para todos. Todos, basura. Para mi madre, sí. Y me angustia pensar en ella, sola, en el departamento, encerrada, bajo las decisiones de otros corruptos inoperantes, como los gobernantes allá, en ese otro país de mierda, Colombia. Continue reading “Violencia”

Una noche con Venus…

S

¿Y qué serán estos puntos rojos en mi piel?

Todo me genera mal humor.

Mil síntomas, mil sospechas. Hoy he ido a que me saquen sangre. Mañana debo llevar la orina, que no sabía que debía llevar hoy. Ha sido todo bastante rápido.

No voy al baño hace dos días, me siento gordo. Las manchas en la piel siguen.

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Ya va a ser la una de la tarde. Un día hago mucho, al siguiente hago poco. Ya hoy fumé marihuana. Anoche me emborraché con el Rosé ese que me recomendó una compañera en el taller de escritura.

El alcohol y la marihuana, siempre presentes. Ya estoy harto de todo, la cuarentena, trabajar acá, de que sea lo mismo siempre, la situación se torna pesada.

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Y el dólar que sube, y la inflación, y vivir en el tercer mundo, y los sueños que se desvanecen y la vida se vuelve agria; sin sabor por momentos, ejecutar el trabajo con el miedo a perder el ingreso con el que pago mi vida. El vecino ha estado calmado, aunque a veces grita y se hace sentir: crece en mí el desprecio por una cultura que tanto quise y tanto extrañé, la Argentina. Y si hubiera migrado mejor, si hubiera Continue reading “Una noche con Venus…”

Incierto ahora

Al principio estaba tan de acuerdo con el confinamiento, y ahora odio tanto todo esto que ha sucedido, no puedo amigarme con nada.

Los problemas con el Internet me ponen de muy mal humor, hay toda una nueva rutina a la que no logro adaptarme; no me hace empezar mi día contento. Además, debo poner una manguera, así cuando enciendo el aire acondicionado en calor no le cae a la vecina del primer piso: el del cuarto (arriba mío), me ha dicho que sabe que de mi aire cae al de ella.

Es solo notar un poco de fastidio y empezar a arremeter en mi mente contra los imbéciles a quienes odio, como el vecino de arriba, que anoche ha pisado fuerte. Tan solo lo percibí a lo lejos: tenía los tapones en mis oídos. La indignación desespera. Continue reading “Incierto ahora”

Aterrador

Lo de Dante ha sido toda una especulación de mi parte, y al parecer piensa hacer las transferencias esta semana. Y yo le he dado más cabeza a la situación de lo que merece.

Y ahora, problemas con el Internet, como para ponerle sazón a la cuarentena.

Lunes.

 

El vecino está hoy enloquecido, y mi mente especulativa se pregunta si ha escuchado mi conversación con Áspora anoche. Pero sí que anda taloneando de nuevo. No igual que antes. Pero sí se hace sentir el desagradable. ¿Por qué lo hace?

No debo pensar en eso, porque lo agrando en mi mente. Continue reading “Aterrador”

Platos rotos

La heladera redujo ese ruido que hacía al principio. Y Pampeano apareció: escribió y dijo por qué no había escrito antes. Ha aparecido jovial, como si nada. Tal vez mañana traiga lo prometido.

Sobre literatura: que historia y forma de narrar van de la mano.

Los ruidos del tipo de arriba logran alterarme. Ahora he puesto la música en los auriculares. Temo que tanto uso de cosas me termine haciendo daño.

Áspora dice que si me pongo de mal humor, le estoy dando al infeliz justamente lo que él quiere.

Y acabo de descubrir algo fundamental: le tengo miedo, debo admitirlo. Igual sí que lo considero medio psicótico. Y mi mente creativa, claro, se obsesiona, crea historias.

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Tal vez sea la parte facha de mí la que no quiere que los demás a mi alrededor hagan ruidos. Continue reading “Platos rotos”