Pensando en él

Si bien hubiese preferido no haber tenido que hacerlo, creo que me hizo bien haber salido. Aún pienso en los hombres, los enfermeros, en sus brazos, en su uniforme y sus miradas.

Sueño con las reuniones sociales, la posibilidad del contacto.

Ahora es la una y cuarto. Ya me hice el café y limpié un poco el inodoro, al cual no le dediqué tiempo antes de la operación. La mano molesta, pero los calmantes hacen su efecto.

Espero poder trabajar y vender este mes.

Anoche se me dio por indagar en la teoría de las vidas pasadas: hace un tiempo que sigo con frecuencia la astrología, pero el tema de las vidas pasadas nunca lo exploré mucho. Todo porque no paro de preguntarme qué es todo esto, este universo, esta vida, ¿somos almas?

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Avasallado (o Agitación II)

Que la vida me pone en la misma ruta con esta mujer de Macondo y con este director de formas torpes para que aprenda yo algo, para que me amigue tal vez con algo de mí. No pelearme con eso, entonces, intuyo, es el camino, sino dejarme ser en la fluidez de lo que propone la vida.

*

Tensiones con el director. Es un tipo torpe y complicado. Lo escribo para no decírselo. Espero que las cosas mejoren pronto, tener esa charla en la que hablaremos de los números, que pase el invierno y estrenar. Ya pasará. Como todo. Espero mantenerme tranquilo. Me hace sentir bien, debo confesar, que haya quedado en evidencia delante de Raira y de Dante cuán imbécil y tosco es; sus formas duras. “Tradicionalistas”, ha dicho Raira ayer. Espero que se solucionen las cosas.

Ayer he ido al taller de escritura.

Mi nueva paranoia (espero sea sólo una paranoia) me habla de herpes en la pelvis. El viernes veré a la médica.

Ayer he ido a correr al gimnasio. Hoy iré a danza. El frío ha dado algo de tregua. Ya anhelo el verano. Quiero que termine el invierno, no me gusta, no soy un hombre de fríos.

*

Mantener la calma. Me lo digo siempre. Me lo digo hoy. Respirar profundo para no estallar y prevenir daños que pueden ser peores. Los temas de la obra, la chica esa socia de quien nos ayudó a gestionar el subsidio y sus maneras alteradas, mi jefa que ante la ausencia de autoridad y con el paso del tiempo vuelve a su tendencia de “sargentona”, como le dijo otra alguna vez, y yo que recuerdo cuánto la detesté: ¿es acaso su Continue reading “Avasallado (o Agitación II)”

La única vez que se ha amado nunca

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No dormí mucho. Espero no obsesionarme. Que un clavo saca otro clavo, dicen. Bien que me hacía falta sentirme deseado. Aunque no sé si esa es la palabra. Ser besado, abrazado, lamido (lo sé: estoy usando la voz pasiva).

Martes feriado. Quiero contarlo. Mi encuentro con S. Fue el domingo. No publiqué mucho en estas líneas sobre él porque no quise darle importancia, aunque sí que la tuvo en su momento. Él tal vez no. La idea de lo que él podría llegar a ser. O las ideas que el encuentro con él desencadenó.

Lloré desconsoladamente, aunque me dé vergüenza decirlo. Con S nos cruzamos en el bar ese que tanto frecuenté el año pasado. No sé por qué creí que él sería el hombre perfecto, que me había rechazado cuando terminó la conversación virtual con un silencio. El terapeuta dijo que pongo la angustia de otras cosas en estas obsesiones. S amaneció conmigo un domingo, lo traje a casa después de la fiesta, y hubo en nosotros la química de los cuerpos que se saben dar ternura. Bastó para hacerme mil ideas. S me escribió el lunes, dijo que él pensaba que ya nos conocíamos, que había visitado alguna vez otro departamento en el que yo viví hace muchos años. Charlamos un poco y en la noche le envié un mensaje de voz de… ¡un minuto! No contestó nunca más. Al día siguiente estaba yo despedazado, angustiado por lo que asumí como un rechazo cruel. Borré su número. Lloré desconsoladamente. Y luego, en diciembre, habiéndole dado tiempo al tiempo, comprendí que pude haber insistido, volví a desearlo, entendí que esa no respuesta pudo no haber sido un rechazo y lo busqué en Facebook.

Antes de ayer, después de varios meses, me he visto de nuevo con él. Continue reading “La única vez que se ha amado nunca”

Mi fuego

Ha sido una linda velada. Fuimos a cenar con Laitan y Luana, mi amiga ecuatoriana que está de visita en Buenos Aires. Hemos ido a Palermo Soho, a un restaurante mexicano que amo y al que no iba hace años.

Ese mundo, el de los pudientes. ¿Lo soy yo? Puedo pagar una cena de vez en cuando. No he rendido lo suficiente en mi trabajo este mes, o eso creo. Eso paga mi vida. Debo vender más. Mi prima en Australia cambió de trabajo porque dice que las ventas obedecen más a la suerte que al esfuerzo. A veces siento que le debo la vida a mi trabajo. Y no me gusta sentirme así.

Volveré a escribir lo mismo tantas veces como sea necesario hasta que se vaya diluyendo la obsesión, hasta que llegue una nueva. No. Que no llegue nada, quiero estar tranquilo.

He pasado por el bar del que me habló S. En Palermo Soho. Hace mucho no frecuentaba la zona. Hace mucho no era un burgués más sentado en un restaurante lleno de burgueses.

*

Sábado, 16hs. Seguramente me cambien de medicación. Es inaudito que duerma todo este tiempo. Tengo miedo. Ha sido la gota que rebosó la copa. Dormí 16 horas. Y aún tengo sueño, pero debo ir al lavadero. Quería hacer algunas compras, pero ya es tarde y no tengo energía. Debo comer. Y esperar un par de horas después de comer para tomar la medicación de nuevo. Continue reading “Mi fuego”

Estallido I

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No puedo sacarme de la nariz el olor que percibí en los genitales del hombrecillo del sábado. Ya conocía al hombre. Musculoso arriba, no así sus piernas, por lo que se ven diminutas comparadas con su torso abultado. Y yo de puro caliente, lo he buscado en la mañana, y en la noche cuando me ha escrito, le he dicho que sí, que viniera a casa, y ya cuando lo vi abajo, cuando entró al departamento sabía que no disfrutaría. El tipo ni siquiera consiguió una erección completa.

Lunes. Trabajar. La primera de dos semanas antes de las vacaciones, de despedirme de la cerda por un largo periodo. No está bien contar los días.

*

He soñado cosas, algo de un restaurante, gente tocando al piano en el lugar de enfrente, algo erótico con uno de los pianistas, algo con el venezolano del trabajo, que no aparecía en el sueño, pero que trabajaba en el restaurant.

Anoche planché, vi videos de motivación, logré sacarme de encima el rastro del veneno de algunas  ahí dentro en la oficina, de la infelicidad humana, tan normalizada.

*

Después de hablar por teléfono con mamá, de que me dijera que estaba viendo novelas, y me nombrara a un par, entré a las páginas de los canales colombianos y me he preguntado cómo fue posible imaginarme en medio de esa basura, cuán desesperado estaba por actuar, cuán entristecido en la boletería esa en la que trabajaba en Buenos Aires, en aquel 2015. En fin, no viviré en el pasado, pero vaya si fue significativo ese paso por la Inmunda (Bogotá). Continue reading “Estallido I”

Tormentos (o Mis zapatitos de gamuza)

Los días pasan y a veces, en algún momento del día, me pregunto el sentido de todo, el sentido de estos días, en los que pareciera estar en un piloto automático hasta que pueda volver a dedicarme a mis artes.

El trabajo. El chico que no me saluda. Y aunque no interfiera en mi desempeño, no quiero mantener enemistades. No haré nada por ahora. Es un niño, creo que no pasa los 23 años. Puedo ver mis miserias. Las miserias de congraciarme por ejemplo al saberme más afortunado que el uno o que el otro. Aunque luego caiga en envidias cuando veo a los más afortunados. Al chico este, cómo no odiarlo. Tal vez describiendo lo desagradable y torpe que me resulta. No quiero subestimarlo. El asco que me produce, el rechazo de la insolencia cuando habla y cree que decir algo inteligente y no es más que una estupidez. ¿Gente así llega a terminar la carrera de abogacía? Su vida en un monoambiente con su hermano. Su poca prudencia, sus modales brutos. Su apoyo a la derecha del país por ignorancia pura. La insolencia de la ignorancia. No ha dado resultado escribir esto para no enquistarme, porque, al contrario, pensar en esa insolencia, lo que produce es…

¿Qué hacer entonces? Verme a mí, reconocer mis puntos débiles, mi ignorancia, mis carencias, mis faltas. Pensar en mí. Verme al espejo.

Ahora debo ducharme, lo de siempre. No escribo tanto como quisiera. En las noches hago ejercicio, y a duras penas me queda tiempo para leer algo, a las 10 ya estoy cansado.

Es verano, por suerte. Es verano y estoy en Buenos Aires, como tanto quería. Pero ahora que estoy acá, esto no me satisface, Continue reading “Tormentos (o Mis zapatitos de gamuza)”

Sin sentido

La intensidad de todo lo que vivo, mi percepción fuerte.  Y mi jefa llegará hoy. Y necesitar el trabajo. En las noches, cuando despierto, sufro un miedo tan profundo. Espero mejorar mi desempeño, estoy un poco asustado por no lograr ventas. Eso y el objetivo de mantenerme amable. Al principio, iba yo tan fresco, tan abierto. Y me topé con el ambiente de oficina que tiene unas lógicas que aprendí a repudiar.

¿Y cómo sacarme este miedo? No soy del todo bueno, pero tampoco malo. Me siento roto ahora, intentando ser mejor, pero luchando con mis miserias, y luego me entra la culpa por los odios, las actitudes de desprecio.

Y ahora, el chico con el que he discutido en el retiro del trabajo, no me saluda bien, pone la mejilla, no dice nada al saludar.

El chico aquel entró ayer en la cocina y saludó a mi compañera y no me saludó a mí. Pobre inmaduro. Lo malo es que me afecta; como dardos, me hieren.  Continue reading “Sin sentido”

Pero vaya

Buenos Aires. No es lo que solía ser. No puedo pelearme con la inmigración ahora. Debo migrar a otro país yo. Debo hacer fortuna, de alguna manera.

¿Hay quienes estamos destinados a pasar más tiempo solos? ¿Por qué esta dificultad, esta soledad tan constante,durante tanto tiempo?

 

Odio que haya tantos colombianos y venezolanos porque temo que aumente la xenofobia, por un lado: algo de impacto ha de haber en el argentino tanta inmigración, aunque vengan ellos mismos de un pueblo migrante. Antes eran europeos, claro. Ahora les llegan los negros de los países vecinos. Y por otro lado, porque el caribe es una cultura de la que me quise alejar, y percibirla, verla tan cerca, me despierta el rechazo hacia la cultura que representan.

 

Pero yo soy otra cosa, quiero creer. Yo soy otro mundo, yo soy el artista. Me creo diferente, es verdad, especial.

Odio este barrio.

Convulsionado, agitado por las relaciones virtuales con los pelotudos, enojado por la frustración, me he peleado con uno que conocí por Internet, con otro que volví a ver el día de la marcha del orgullo gay. Ayer he salido a buscar unas ojotas y una bermuda deportiva, pero qué iluso pensar que en medio de esta inmundicia encontraría algo; yo, con mis pretensiones y mi supuesto buen gusto. Y caminar por esas calles. Suciedad, pobreza, miseria. Debo irme también de aquí. No sé cómo, no sé cuándo.

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Hombres van

Me he vengado. ¿Qué me molesta? No tenía dinero suficiente para llevar a cabo el plan que me hubiese gustado: ir a cenar, beber unos tragos en un lugar lujoso. No tengo las zapatillas adecuadas. Y eso juega, al menos para mí. Le he dejado de responder al cordobés. Idas y vueltas. Demoras en los mensajes. Habíamos quedado de vernos ayer, jueves. Y al final, él me dice que tenía una cena con sus amigos, que hoy viernes estaba más tranquilo. Que si nos veíamos ayer, tenía que ser después de su cena, que no sabía a qué hora terminaba, pero que no tarde.

 

Debo hacer ejercicio. Esa marihuana mala que estoy fumando lo único que hace es instalar en mi médula una pereza que se vuelve incómoda.

 

Entonces no le respondí más al cordobés. Hoy he quedado de verme con Dante, mi amigo Dante: vendrá a buscar cosas que tiene aún guardadas acá (Dante vivía en este departamento antes que yo). Me ha dicho de venir a fumar un poco, a tomar un vino, hablar de la vida.

 

Esta sensación de tedio, de frustración. Continue reading “Hombres van”

La contradicción del deseo

Compararme con esos sujetos que yo deseé ser, que debí ser, pero que nada tienen que ver con el hombre que forjo, con las decisiones y los acontecimientos de mi vida. Con el arte, con la creatividad. Pero sí con lo que hubiese querido mamá, la familia, el pueblo.

Odio enamorarme y pensarlos como mejores, más pudientes, más felices, más estables, más todo Por otro lado, la teoría de que la felicidad es interior.

*

He venido a mi habitación: entra mucha luz por la ventana de la pequeña sala-comedor de este departamento. Si no abro la persiana de mi habitación, está más oscuro acá. Es martes. Quiero que pase el tiempo, así me olvido, así evoluciona este proceso obsesivo. He cambiado la foto de perfil de Whatsapp. Él lo ha hecho días antes. Quiero que me vea, que vea lo que se pierde.

*

Inconformidad con mi vida, con mis logros, con mis talentos, con mis decisiones. Y entonces, lo que plantea el terapeuta es que vuelco toda esa angustia en obsesiones. No paro de escribirlo. Ya quiero ir a terapia de nuevo, el jueves.

La angustia viene también por la incertidumbre: cómo y cuándo trabajaré más de actor, de escritor. Ellos hacen lo que quieren, por eso los valoro, porque no están frustrados como yo. Continue reading “La contradicción del deseo”