Calma, recaída y solsticio (Una noche con venus… II)

Necesito darme un tiempo de Instagram. Lo digo pero no puedo parar. Tal vez deba desinstalarlo del teléfono por unos días.

Lo mismo: la vecina, la señora C, anoche dio portazos cerca de la una de la mañana. Saca al perro a esa hora. La mujer de arriba y sus talones esta mañana. Durante el fin de semana el perro por suerte estuvo quieto (¿no estaban ahí?).

Anoche después de sentir los portazos, me paré, vine a la salita-comedor y bajé con fuerza la persiana, luego cerré la ventana de la cocina con fuerza también, y di un portazo con la puerta de la cocina. Después, recuerdo que no es buena estrategia entrar en guerra, que no debo pelearme con vecinos, que ya el demente anterior hizo deliberadamente que tuviese que mudarme. Estuve leyendo cosas en Internet, y la situación no es tan grave. He leído cosas de varias partes del mundo. No sólo ayer, antes también. Y encontré en diversos países cómo se quejan por la música, las mascotas, los portazos y los golpes desmedidos talones contra el piso superior. Así que supongo que no es tan grave mi situación.

Pensar en cambiar de trabajo para no estar en contacto con superiores venezolanos, pero temo que la estrategia no salga bien, y entre a un lugar donde se me exija más o donde deba ir personalmente, con lo mucho que aprendí a odiar las oficinas. Aunque el jefe de mi área dejó entrever el otro día que se nos pedirá asistir dos veces por semana. No entendí si será opcional. Espero que, en caso de hacernos ir, no sea obligatorio.

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Pecados navideños

Miedos. Cuentas. Deseos. Una nueva etapa, este departamento, lo que cuento a los demás, decirle al compañero que habían dos hombres durmiendo en la calle frente al departamento anterior, que la zona era más picante, y luego me quedo pensando que gente durmiendo hay en todas partes, que no quiero sonar presumido, no quiero ser un tipo soberbio, engreído, fantoche. Quiero ser un hombre humilde, a pesar de mi conocimiento.

Amanece en Buenos Aires. Y sin embargo, falta para que abran las cosas ahí afuera. Podría salir a dar un paseo, ver el amanecer. Pero no suelo hacerlo. Y creo que bajó la temperatura. Es como si no encontrara sosiego.

Lunes. Debo ir a pelear por las cortinas.

Por momentos, la tranquilidad de este edificio me parece perturbadora.

Es raro que sea verano y no hacer nada. Es raro el concepto de verano y la tranquilidad de este lugar. Quiero ir a una pileta, nadar un rato. Cortinas, adentro. Me tranquilizo. Podré andar en calzones libremente sin el peligro a ser espiado por la vecina. Hoy la vi. Laitan dice que señora con perro es conchuda. Espero no tener ningún tipo de vínculo, y en caso de que lo haya, que sea positivo.

Es mejor no perder el optimismo. Que si en Reino Unido hay una nueva cepa, que el cierre de fronteras allí, las fiestas y miles de cosas. Miedo. ¿Cómo hacer para que no se alboroten los miedos con tantas cosas que suceden en el mundo. Es loco pensar en lo incontrolable de todo.

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Nimiedades II

La calle está picante, es evidente que suceden cosas feas. No solo aquí. Podredumbre, miseria. Me molesta, me recuerda los días en Colombia, esta sensación de que las cosas son mal hechas, de opresión que termina revelándose con violencia de una forma perversa y extraña.

¿Y los hombres? ¿Los hombres qué? ¿Y todo eso que pienso en narrar cuando camino? El tipo rubio que trotaba, fuerte, alto, grande, imaginé que me hacía el amor, lo imaginé dándose placer mientras me abrazaba, penetrándome, y jadeaba mientras trotaba, iba cansado. Procuré no mirarlo: vengo sufriendo erecciones en la calle, aunque me sucede sobre todo luego de ver a Per o cuando pienso en el miembro de G. G no contestó más los mensajes. No me conviene ver prostitutos ahora. Además, G pudo ser uno de los que me contagió la sífilis hace meses.

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Nimiedades I

Escribir por escribir, escribir los diarios, escribir la vida. Supongo que debo dedicarle más tiempo a la ficción. La vida que planeaba no era esto.

*

Ahora caigo en cuenta cómo me robaron. La mujer dice que la escribana cobra más. En el momento, aunque caí en cuenta, ella me dijo que lo otro era lo de los informes. Pero no, sobraba plata, di de más, porque me dijeron que lo de la escribanía era más. Inmobiliaria y tramoyas. La soledad, la noche, la tranquilidad de poder dormir y dedicarme a lo que quiera. El anhelo de la tarjeta de crédito ahora, del adelanto del sueldo de diciembre, comprar el aire, el televisor, las cosas que me hacen falta para continuar con la vida mejor que antes. Ha sido un buen cambio.

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Cansado (más de diciembre)

Lo de siempre. Aún cargo con los restos de la ingesta de Navidad. Qué fecha de mierda. Más si la paso en soledad. Los amigos nunca me invitan a nada. Raira pone sus límites. Y si me hubiese invitado, ¿hubiese ido? Soy un extraño para adentrarme tanto en la intimidad familiar. Laitan sí me ha dicho de pasarlo con su pareja, pero luego cambió la fecha para el año nuevo. Supongo que ha estado bien. Me he dado el gusto de salir, de ver gente, tomar alcohol, fumar tranquilo.

Espero que las cosas vayan bien en el trabajo este año: necesito hacer comisiones, necesito mejorar los ingresos así recibo más dinero. Espero que suban el sueldo rápido. Espero ahorrar. Espero mantener la calma. No derrapar más. Ya no más.

No puedo andar renegando de mis amistades, son lo que son. Y quien debe cuidarse soy yo. Debo cuidarme solo. Se supone que lo había aprendido. Ahora me lanzo nuevamente a la batalla conmigo mismo, con esta pulsión extraña.

Es un buen trabajo el que tengo, en medio de todo. Continue reading “Cansado (más de diciembre)”

Diciembre (fines de – sigue el descenso)

24 de diciembre. Martes. Iré a nadar de nuevo. Tal vez. Tal vez no encuentre fuerzas y me quede aquí encerrado.

Tengo miedo a la sífilis. Por suerte me haré los exámenes pronto. No sé bien cuándo. Tal vez el jueves, tal vez el lunes.

Vivir de alguna pensión, recibir dinero sin tener que cumplir horarios, recibir una buena suma, y dedicarme a escribir y a actuar, a viajar también.

Iré a nadar. Iré un rato a la piscina, y luego vendré y fumaré marihuana, y me acostaré a dormir. Y después, a escribir y a cenar.

 

Pampeano ha dicho que sus padres llegaron de sorpresa. Y no sé qué verso.

 

25 de diciembre. Esta vez ni siquiera fue consecuencia de la cocaína en sí. Si no de los nervios. Pero pude llegar al inodoro con éxito. Se me ha aguado completamente el estómago. Los nervios por verme primero con el negro ese a quien le he dicho que no, le he dicho que unos amigos quedaron de venir a casa, que le avisaba. No me avises nada, me dijo él.

¿Y qué hacer ahora? ¿A dónde irme en este estado o a quién buscar?

*

Ha pasado la noche. Qué noche. Si busco celebrar, lo consigo. Anoche se me aguó el estómago de los nervios por comprar cocaína. Estaba mala. Continue reading “Diciembre (fines de – sigue el descenso)”

Lascivia

Quiero hombres. Todo el mundo se desea felicidad. Uno conoce gente. Soy intenso en mi accionar. Le pongo onda. Miro a los hombres. Los hombres.

Y siempre pienso en las cuentas. Y en que quisiera irme a un lugar donde ver el mar. A un lugar donde no escriba en cuatro paredes, encerrado. Un poco me aburro de la totalidad. En la mitad de la pileta.

Ellos no saben cómo vivo yo. Mi vida. Cómo soy. Pensar en las horas en que estoy sobrio. Luego verme desde mi estado drogado.

Que podía pasar y teníamos sexo. Eso le decía con mi mirada al hombre ayer, a uno que conocí en la fiesta que me dijo que iba al gimnasio cerca de casa. Yo enseguida imaginé que él venía después de hacer su rutina y hacíamos el amor. Eso quisiera hoy. Continue reading “Lascivia”

Pampeano

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Tal vez no es mi momento aún. Todavía. Tal vez estas líneas son mi obra también. Me juzgo demasiado por no concentrar este tiempo y esta energía en ficción. ¿Pero no es acaso esta la ficción de mis días? Qué sé yo, es lo que puedo escribir en el tiempo que dedico a ello. Después, la ficción. Me cuesta entrar, despojarme de todo eso ahí afuera, de la mugre del contacto con los demás, de las energías, los encuentros. Los detesto. Por momentos los detesto. Por momentos entro en niveles altos de violencia.

Es eso, que me cuesta entrar en el arte, en la ficción, aislarme a mi mundo de fantasía para poder crear. Crear desde la comodidad. Y por más que haya entrado en cierta zona de confort, no estoy cómodo en la cotidianidad como para adentrarme así no más en la construcción de una historia.

Y este constante pensar en mí y en mi vida. Esa oficina se lleva demasiada cantidad de mi tiempo, y debo descansar de ella, de ellos.

Aquí descargo, definitivamente.

Dicen que esta noche va a bajar la temperatura. Hoy me mojé bajo el agua de lluvia. Es bueno haber podido comprar dólares antes del impuesto o la suba que se viene.

*

Comeré tan solo porque es bueno hacerlo. Pero no tengo ganas. Tenía ganas de fiesta. Aunque no tengo mucha energía. Pero siempre la idea de la euforia, de los cuerpos, de la calle, me atrae. Es mejor comer, me digo. Comer un poco y relajarme en la cama. Y dormir hasta mañana. El pintor vendrá temprano.

*

Amanecí cagado. Ya me había pasado el otro día. No a la misma hora. Pero sí eso de que se me escapara la mierda. Que va a ser. Estoy tomando mucho vino. Y eso que no he caído de nuevo. En la cocaína quiero decir. Tampoco tengo energía. Ese vino de anoche. Nada que dejo de tomar vino.

Los pintores. Han puesto la radio. Les he traído facturas. No les pregunté si habían desayuno.

Mil vueltas con eso de la pintura. Mal humor. Más presupuesto de lo que había pensado. Mucho más. Y me enoja.

Quiero dormir bien. Hace días que no duermo una buena cantidad de horas. Quiero compañía. ¿Por qué esta sensación de impureza, de suciedad constante? Me siento un ser horrible.

Le escribo al hombrecillo ese al que le pago.

¿Esta noche volveré a tomar? No debo. Debo tomar una pastilla. Pero quisiera comprar cocaína. Y enloquecerme de nuevo, ir en busca de hombres, pijas.

Pero ya hoy he amanecido cagado. Se ve que el estómago no soporta los embates que le di durante los últimos días, no soporta el alcohol, que es parte de la rutina.

Quiero desintoxicarme. Y permanecer tranquilo.

Ya veré qué me depara el destino. Pero mejor dormir, sí. Mejor mantenerme descansado. El próximo fin de semana será la sesión de fotos. Ahora no me veo tan bien como hace un tiempo.

*

Pampeano tiene una pija grande. Viene a casa. Le doy una suma de dinero (no muy abultada, debo aclarar) y se acuesta conmigo. A veces se queda a dormir. A veces, charlamos. A veces me penetra él, otras veces lo penetro yo. En realidad, es más común que lo penetre yo a él, porque su pija es grande. Y porque hacemos lo que yo diga, porque yo pago. Pampeano es divertido. Pero me cobra. Yo he preferido pagar esa suma a aguantarme la histeria del mundo afuera.

No quisiera pagar por sexo. No quisiera verme en la necesidad. Pero ¿de dónde me saco un hombre? ¿Debería quedarme con el deseo?

*

Ya amaneció. Recién llego de fiesta. Pedí un delivery. Luego me arrepentí. Tal vez sean banales estas palabras. Tenía hambre. Luego vi que tardarían demasiado. Para pasar el tiempo, escribo. Tengo sueño. Comería tan solo la factura esa que guardé. Pero no . Ya he pedido la hamburguesa, los nuguets. Así los llaman: nuguets. Lo he escrito mal, supongo.

*

La industria de la comida y toda la miseria que arrastra por detrás. Los humanos. Pero qué más da. No podemos hacer todo perfecto supongo. No existen las utopías. ¿No existen? Es todo un brete eso de la alimentación.

He gastado más de lo que debía. Siempre en comida. Ahora debo tranquilizarme. El olor a pintura me da la sensación de novedad.

El nivel de gastos. Y debo ser agradecido. Se cuela la culpa. Porque ya aprendí a ser austero en una época. ¿Y cómo vivía entonces antes? Pero qué más da, si debo celebrar.

Escribir. Días de descanso.

 

Las últimas del año (Odios)

Sábado. En dos días termina el año. Pasiflora, marihuana y vino. Café también. Pero más vino y marihuana. Algo de cerveza. El otro día hice ejercicio. Odios. Siempre, los odios.

Odio a Dickinson y a su grupo de amigos, maricas malas y feas. Odio que Dickinson se proclame juez de mis actos. Odio que se crea no sé qué en medio de su evidente y terminal adicción al tabaco, al alcohol, a las discotecas y a las redes sociales. Me alejaré de él y de todo lo que lo rodea, a él y a su mundo mediocre, pobre, a su generación bastarda y a sus ínfulas de erudición, con su psicoanálisis viejo. Odio su tupé, su insolencia de viejo perdedor, odio que hable en femenino todo el tiempo de él, ¿por qué lo hace? Continue reading “Las últimas del año (Odios)”

Pero vaya

Buenos Aires. No es lo que solía ser. No puedo pelearme con la inmigración ahora. Debo migrar a otro país yo. Debo hacer fortuna, de alguna manera.

¿Hay quienes estamos destinados a pasar más tiempo solos? ¿Por qué esta dificultad, esta soledad tan constante,durante tanto tiempo?

 

Odio que haya tantos colombianos y venezolanos porque temo que aumente la xenofobia, por un lado: algo de impacto ha de haber en el argentino tanta inmigración, aunque vengan ellos mismos de un pueblo migrante. Antes eran europeos, claro. Ahora les llegan los negros de los países vecinos. Y por otro lado, porque el caribe es una cultura de la que me quise alejar, y percibirla, verla tan cerca, me despierta el rechazo hacia la cultura que representan.

 

Pero yo soy otra cosa, quiero creer. Yo soy otro mundo, yo soy el artista. Me creo diferente, es verdad, especial.

Odio este barrio.

Convulsionado, agitado por las relaciones virtuales con los pelotudos, enojado por la frustración, me he peleado con uno que conocí por Internet, con otro que volví a ver el día de la marcha del orgullo gay. Ayer he salido a buscar unas ojotas y una bermuda deportiva, pero qué iluso pensar que en medio de esta inmundicia encontraría algo; yo, con mis pretensiones y mi supuesto buen gusto. Y caminar por esas calles. Suciedad, pobreza, miseria. Debo irme también de aquí. No sé cómo, no sé cuándo.

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