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Un señorito
Todavía adormecido. Son más de las 11 de la mañana. Es domingo. Es la pastilla esa. Quién sabe cómo lo llevaré durante la semana que debo ir a trabajar temprano.
La vida en oficina.
He soñado mil cosas. No sé bien qué escribir primero.
Ayer mamá estaba con alguien y no quiso decirme con quién. Me mintió. Me adelanté yo y le dije: “¿sola?”. Y ella: “sí, sola”. Sé que mentía.
La vida en la oficina: ahora pago mis días, mis cuentas, mis gastos, mi ahorro con una vida, una cotidianidad en una oficina. En el ensayo las cosas han estado bien. Es definitivo que algo se rompió más en la relación con Dante, que algo no fluye. Su vida y la mía, sus intereses y los míos no encajan. Incluso ha dicho a manera de chiste algo así como que si queríamos seguir el proyecto sin él estaba bien. Lo quiero. Pero lo descubro alejado de mis pretensiones e intereses.
¿Cuánto tiempo más deberé ir a una oficina, esa u otra, para pagar mi vida? Mi prima me aconseja que me cambie de sector, así puedo ganar más dinero. Y actuar por los costados, por los lados, ser artista en el tiempo libre, no vivir de eso. ¿Hasta cuándo? Y es que son nueve horas de mi día. Una de almuerzo, está bien. Y ellos mismos me proveen el alimento. Está bien. Agradezco. Pero quisiera fuese menos. Seis horas, por ejemplo. Con los mismos resultados, mismo sueldo, o incluso más dinero. ¿Deliro?
*
Lunes. Miedo. Ganas de escribirle. Hablo de L. Ha puesto un estado: “Volver a empezar”. Me pregunto cuándo será un buen momento para escribirle. Me pregunto qué espero de eso, de escribirle.
El miedo aparece solo, en mitad de la noche. El tipo de arriba hace ruidos. Sin embargo, he podido dormir bien, creo. Percibí también el goteo de su aire acondicionado sobre la baranda de mi ventana. Continue reading “Un señorito”
Hombres van
Me he vengado. ¿Qué me molesta? No tenía dinero suficiente para llevar a cabo el plan que me hubiese gustado: ir a cenar, beber unos tragos en un lugar lujoso. No tengo las zapatillas adecuadas. Y eso juega, al menos para mí. Le he dejado de responder al cordobés. Idas y vueltas. Demoras en los mensajes. Habíamos quedado de vernos ayer, jueves. Y al final, él me dice que tenía una cena con sus amigos, que hoy viernes estaba más tranquilo. Que si nos veíamos ayer, tenía que ser después de su cena, que no sabía a qué hora terminaba, pero que no tarde.
Debo hacer ejercicio. Esa marihuana mala que estoy fumando lo único que hace es instalar en mi médula una pereza que se vuelve incómoda.
Entonces no le respondí más al cordobés. Hoy he quedado de verme con Dante, mi amigo Dante: vendrá a buscar cosas que tiene aún guardadas acá (Dante vivía en este departamento antes que yo). Me ha dicho de venir a fumar un poco, a tomar un vino, hablar de la vida.
Esta sensación de tedio, de frustración. Continue reading “Hombres van”