Dependencia

La gente muestra sus vacaciones en Instagram.

Qué cansancio me produce buscar y buscar en las mismas redes una y otra vez.

Ahora llueve.

Son las diez de la noche. Quisiera emborracharme. Otra vez. Ya he tomado hace unas horas, a eso de las seis, cuando comí. Dicen que lloverá toda la noche. Quisiera hacer algo divertido.

*

De mal humor porque se me terminó el cannabis. ¿Por qué no puedo ponerle un freno?

Tal vez el mal humor se deba a los talones de la mujer de arriba. A la soledad. A este no tener nada qué hacer, nadie con quién estar.

*

Voy sumando libros a medias en la biblioteca. No los termino porque me aburren, porque me enredo en otra historia sin terminar la anterior.

Tomaría un whisky, si tuviera. Fumaría un cigarrillo. Cada vez tomo más alcohol.

¿Tiene que significar algo nuestro paso por esta vida? ¿Tenemos que destacarnos para así dejar una huella, y…? ¿Y qué? ¿Hay acaso una pretensión de alcanzar la infinitud? ¿Los demás, lectores, público y colegas le dan valor, avalan…

Quisiera emborracharme, tomar un whisky, drogarme. No debo. Debo permanecer en calma. En soledad y en calma. La soledad, esa gran compañera.

Engordo. No termina de gustarme lo que veo en el espejo. Debería hacer más ejercicio, lo sé. Mañana será un día intenso, debo tener energía. Lunes de verano. El trabajo, el ensayo, ganarme la vida, forjarme un porvenir.

El otro día el gerente venezolano y mi jefe (argentino) – ellos se conocen hace tiempo-, hablaban de una aplicación, entonces el gerente venezolano empezó a contar que Grindr ahora activó las videollamadas (las activó hace tiempo, señor), “para mostrarse las vergas”, dijo mi jefe, “la poronga llamada”, dice el gerente venezolano. ¿Es necesario que hagan esos chistes cuando hay personas con las que no tienen confianza? Quién sabe qué pase por sus cabezas.

*

Despierto. Ya es tarde para el trabajo. Bebo agua con limón, preparo el café. Armo un porro.

¿Estaré ya pasando a un periodo de adicción?

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Pero vaya

Buenos Aires. No es lo que solía ser. No puedo pelearme con la inmigración ahora. Debo migrar a otro país yo. Debo hacer fortuna, de alguna manera.

¿Hay quienes estamos destinados a pasar más tiempo solos? ¿Por qué esta dificultad, esta soledad tan constante,durante tanto tiempo?

 

Odio que haya tantos colombianos y venezolanos porque temo que aumente la xenofobia, por un lado: algo de impacto ha de haber en el argentino tanta inmigración, aunque vengan ellos mismos de un pueblo migrante. Antes eran europeos, claro. Ahora les llegan los negros de los países vecinos. Y por otro lado, porque el caribe es una cultura de la que me quise alejar, y percibirla, verla tan cerca, me despierta el rechazo hacia la cultura que representan.

 

Pero yo soy otra cosa, quiero creer. Yo soy otro mundo, yo soy el artista. Me creo diferente, es verdad, especial.

Odio este barrio.

Convulsionado, agitado por las relaciones virtuales con los pelotudos, enojado por la frustración, me he peleado con uno que conocí por Internet, con otro que volví a ver el día de la marcha del orgullo gay. Ayer he salido a buscar unas ojotas y una bermuda deportiva, pero qué iluso pensar que en medio de esta inmundicia encontraría algo; yo, con mis pretensiones y mi supuesto buen gusto. Y caminar por esas calles. Suciedad, pobreza, miseria. Debo irme también de aquí. No sé cómo, no sé cuándo.

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Las casi últimas del año (¡ay, ay, se acaba el año -otra vez-, ay!) (o Un orgullo para mamá)

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Amar la mañana, preparar el café, olerlo, tomarlo. Y esta pequeña angustia cuando sospecho que el momento está por terminar, y entonces el día ha empezado, ahora sí.

El tipo de arriba corre cosas, o no sé bien qué mierda hace.  Si me agarra vestido, subo y le digo que es un fastidio que haga esos ruidos. Pero además, me intriga: ¿qué mierda hace?

Y esta musicalidad, este ritmo en las palabras al escribir, un ritmo que me quiero sacar de la cabeza, porque no puedo escribirlo todo igual, cada cosa que redacto, con la misma forma, quiero decir. En fin. Quiero terminar ese cuento, esa historia del mendigo y el tipo que le ofrece ayuda. Mientras, voy y vengo a estas líneas, las líneas siempre. Y mientras, espero que me responda mi amigo Dante, a ver si puedo ir  a su casa por un poco de porro.

*

¿A quién le hablo cuando publico algo en Instagram? Tengo ideas, ideas para postear, pero no quiero que los que me vean sean mis conocidos, los mismos a los que yo veo, una pequeña comunidad. Quiero una audiencia más grande, así puedo revelarme con más anonimato. Anonimato.

*

Sentir la presencia del dueño del departamento dando vueltas por el edificio me pone nervioso.

Ahora debo buscar un lugar donde vivir, porque lo que me he conseguido desde Macondo no me ha gustado. Empiezo a llamar. Hoy han empezado los taladros en alguno de los departamentos de abajo. El dueño los está “renovando”. Me ha dicho que es otro el propietario de esos dos departamentos, los dos de abajo, que el propietario no es él. No le creo. Supuestamente, entonces, sólo son suyos estos dos del piso donde yo estoy, y uno en el quinto, no lo sé. Los de abajo los administra él, pero nada más, no es dueño de esos. Eso ha dicho. Algo me dice que me miente. Los de abajo los están reparando, y hay obreros, y hoy han empezado con el taladro. También martillan. Es como un karma.

Este ambiente no es propicio (¡cuidado con lo que te decís!), así tan ocupado, siento que necesito un lugar tranquilo para vivir, siempre, porque mientras en este horario, durante el día, no esté trabajando, entonces necesito una especie de oficina, donde pueda escribir y leer, y buscar mis trabajos de manera tranquila, sin ruidos, sin gente que entre y salga, relajado. Macondo ahora debe estar así. Mi casa en Macondo. No significa eso que quiera volver. A propósito, mamá ha dicho que le han comentado que venderán el colegio de al lado de casa, el que tantas veces me fastidió. A Continue reading “Las casi últimas del año (¡ay, ay, se acaba el año -otra vez-, ay!) (o Un orgullo para mamá)”

Pensé que fumaría (o Manijita, bien ardido)

Pensé que fumaría. Un primo que vive en la Florida y que estuvo de visita en Macondo (donde yo paso una temporada acompañando a mamá), me dejó unos cigarros de marihuana escondidos en un oso de peluche, en un armario en casa de mi tía. Oh, no, no lo harás, pequeño, parece haberme dicho el destino. Cuando llego y busco: el muñeco… ¡el muñeco no está! A mi tía, la mamá de mi primo, se le ha dado por arreglar los closets. Preciso. Así que cuando llego a su casa, con la excusa de “hacer algo en el computador”, y me quedo solo en el cuarto de mi primo, abro el armario, Continue reading “Pensé que fumaría (o Manijita, bien ardido)”

Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo

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Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo. Ayer lo hice después de… no sé, ¿más de un mes? Mes y medio, tal vez. Perdí la cuenta. Por lo menos ahora sé cómo luzco con barba, desprolijo. No es sólo la barba, también el pelo: hace mucho no me lo corto. Todos los días me digo lo mismo: “mañana iré, mañana iré”. Pero no voy. No quiero salir, le  he agarrado fobia a las calles, a caminar.  Tal vez ahora que termine de escribir esto vaya a la peluquería.

Adela quería ir a almorzar ayer. Le había dicho que sí desde la noche anterior. Pero no me desperté. El día anterior me acosté a eso de las 2. A las 4 de la mañana tuve un episodio de malestar estomacal que me tuvo en el baño durante Continue reading “Nunca había dejado de afeitarme durante tanto tiempo”

Aprendiendo a vivir (en la incertidumbre)

Todos los días, lo mismo. Hasta que algo cambie. Pero mientras, estas vacaciones forzosas son así: despertar, hacerme café, un porro, y sentarme a leer y a escribir. Ya hubo etapas así. Pero claro, antes era más joven. Ahora, de adulto, debo hacer dinero, debo pagar mi vida. Y más que eso, hacer algo con este don de escribir y de actuar. Me digo que haré dieta, que dejaré la marihuana, porque si no, no voy a parar de comer. Pienso en varias opciones, pero me centro en una: trabajar aquí en Bogotá. ‘Book a gig’, dicen los yanquis. Tal vez deba soltar más. La nostalgia es tan fuerte. Todo el día. Porque como no tengo nada qué hacer, la mente divaga, de un lado a otro. Y más con el uso frecuente de la hierba.

¿Y los amigos? Siempre pienso en los amigos. Ahora se ha sumado mi primo a esta ciudad. Los amigos… los de aquí, los de Bogotá, pensaba el otro día que no termino de sentirme cómodo nunca. Adela y su mundo me aburren. La única es Áspora, la relación con ella pasa por un buen momento. Ella es alguien con quien realmente disfruto estar. Y bueno, Jipa, que no es una amiga íntima. ¿Quién más? Dunia. Continue reading “Aprendiendo a vivir (en la incertidumbre)”

Y hoy qué: mi jornada y la marihuana

Aquí sigo, narrando mis días. Es más fácil que la ficción:  escribir unas líneas, unos párrafos (con suerte) y describir mi vida. Como si me fueran dictadas, las palabras llegan a mí mientras estoy tratando de escribir un cuento: ¿Y hoy qué? ¿Ir otra vez a la biblioteca? ¿Buscar a mi amiga Katia, aunque no quiera verla, pero buscarla igual porque sé que me dará marihuana? ¿Quedarme aquí todo el día? ¿Para qué me despierto tan temprano si no tengo nada que hacer? En esta etapa de curación (me gusta llamarla así “etapa de curación”), quiero despertar temprano, hacer ejercicio, y tener el día por delante para hacer cosas… Cosas… ¿¡Pero qué cosas!? La hierba, cuando no está, parece una salvadora. Pero es mejor no tenerla tan a mano, porque al fumar uno se vuelve un ente y da pereza, da sueño, da hambre. Después de comer, uno quiere dormir, y ya. La hierba no deja que uno haga cosas productivas, que uno vaya, vuelva, porque uno quiere hacerlo todo drogado. Pero no se puede hacer todo drogado, porque apenas uno come, listo, ¡a la cama! No a todo el mundo, pero a mí me pasa así. Si tan solo la puediera dosificar. Si tan solo me pudiera contener. Fumar poco y seguir con mis actividades. Se me ocurre que tal vez quede algún resquicio en la pipa: me aventuraré, fumaré un poco de ahí, de esas sobras imposibles, grasosas.

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Ahora vivo aquí (Es temporal, recuerda, es temporal) o Quiero ser leído

No sé si fue una estrategia para mantenerme sin alcohol: el jueves, ya harto de las molestias en las vías respiratorias, le metí antibióticos al asunto (algo que no debe hacerse). Así que pasaré el fin de semana tranquilo. Me siento absolutamente diferente. Me despierto y  hago una meditación guiada. Tomo agua con limón. Bebo café. Escribo algunas líneas. Hago ejercicio. Me baño, desayuno, me siento a escribir. Por supuesto que cuando digo “escribo algunas líneas” o “me siento a escribir”, la presencia del Internet es constante y desconcentra. Pero he estado mucho más dedicado a la escritura. Y a la lectura. Ya estoy en las últimas páginas de una novela y me espera un libro de cuentos.

La crónica está atrasada hasta diciembre. Busco más temas. Tal vez reseñe un libro esta semana. Voy a sacar después de la Biblioteca ‘Mientras escribo’, de Stephen King. Ya lo reservé. Así. Usar el tiempo de manera creativa. Este tiempo en el que aparentemente no estoy haciendo dinero. Digo aparentemente, porque se supone que los cuentos en los que trabajo verán la luz algún día… Dicen que es difícil, pero nada es imposible. Se venderán bien y entonces esto no será tiempo perdido. Por supuesto, ganancia económica significa también cantidad de lectores, quiero ser leído.

Martes, arranca

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Desperté antes de las seis de la mañana. Quería dormir un poco más, pero los pensamientos me hacían burla. He discutido mucho en mi mente con mi amiga Áspora, con esa noción de sacrificio que tanto ella defendió el viernes. Ante mi consulta sobre mi situación, dijo que debería mudarme a un departamento en un barrio más barato. He barajado la idea de irme a Buenos Aires, porque allá me será más fácil conseguir un trabajo de medio tiempo, un trabajo en algo que no estará relacionado a mis carreras. Pero por lo menos tendría una entrada de dinero. (A decir verdad, tampoco tengo lo necesario para emprender una empresa como un viaje a Buenos Aires, pero antes que quedarme aquí esperando que “reviente” algo en actuación, antes que verme completamente impedido para salir de esta miseria que aborrezco cada día más, antes que eso, prefiero escapar pronto, ahora). Ella me dice que me quede, pero que me mude a un lugar austero. Si bien no tengo problema en irme a un departamento más chico, cambiar de zona es el problema. Pero incluso la idea de mudarme, pensar en activar todo ese cambio me proporciona un malestar enorme. Prefiero, me digo, antes de moverme en esa dirección, irme, y volver a habitar las calles de esa ciudad de la que vivo enamorado, Buenos Aires, volver a ella y a mis amigos allí. Continue reading “Martes, arranca”

El viernes tomé y esnifé un poco

El viernes tomé y esnifé un poco. Me vi con mi amiga Áspora. El sábado, mi primo se apareció ebrio en mi casa y me pidió que lo acompañara a beber más. Salí de nuevo a tomar. El domingo estuve angustiado porque no pude conseguir sexo ninguno de los dos días de borrachera. Ya hoy estoy un poco mejor, después de haberme masturbado varias veces y de decidir mantener la energía positiva. Aunque siguen las ganas de evadir, de dormir.

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Es lunes. Despierto y me digo que me tomaré el día. Ya he tenido etapas como esta. Etapas de oscuridad propiciadas por la marihuana. La pereza es la madre de todos los vicios, dicen. La marihuana lo pone a uno perezoso. Continue reading “El viernes tomé y esnifé un poco”