Pampeano vino anoche por su campera, que había olvidado el otro día. Cogimos dos veces. No me cobra ahora. Quisiera decírselo a alguien, pero no le quiero hablar a Laitan, quien ha demostrado últimamente –cosa ya vivida- signos de desinterés. La última vez dijo que estuvo ocupado con su familia de visita; es entendible.
Vacaciones. Me ha hecho bien empezar el tiempo de vacaciones viéndolo a Pampeano. Me ha hecho bien cerrar una venta. Algo, aunque sea. Ayer lloré, sin embargo, en la tarde. No sé bien por qué. No entiendo aún la tristeza. O dudo. ¿Es sólo esta sensación de poco logro, de poca cosa, de no trabajar aún de mi pasión? Hay algo en el retorno a mi tierra que me duele. Como si no quisiera ir realmente, como si quisiera ir siendo otro, como si considerara demasiado el gasto en eso, en visitar esa ruta ya andada.
*
Siento haber escrito todas esas cosas feas de mi jefa, de mis compañeras, me arrepiento de ser un hombre tan iracundo y resentido, quisiera ser un hombre al que todo me importara menos.
Es como si no quisiera ir a Colombia, como si no encontrara regocijo en eso, como si me encontrara a esta edad sin familia, solo, viajando aún, buscando aún, como si no me sintiese orgulloso de este camino, no sé qué me pasa, no me entiendo, no sé el por qué de esta tristeza. Tal vez sea sólo miedo.
*
Me asusta dejar el trabajo tanto tiempo. Pero necesitaba este periodo. Me pregunto si son vacaciones realmente, cuando no puedo desconectarme del huracán, de la búsqueda de trabajo, de opciones para actuar, de esto y aquello. Ahora estoy aquí. En Macondo. Y siempre, el miedo. Cuanta gente habitual, tanta pobreza. Tampoco será mucho tiempo. Veo que hubo cambios en el trabajo. Y siento miedo, por mi insolencia, porque no doy resultados.
Ojalá fuese más, tuviese más. Ahora es suficiente. Supongo que cada cosa a su tiempo, que he progresado, supongo y quiero creerlo, aunque haya dado mil vueltas para tomar la decisión de venir acá, aunque no quiera realmente estar entre esta gente; lo bueno es ver a mamá, verla a Áspora.
Pasa todo rápido: la espera para que llegue este viaje, y el viaje en sí; ya estoy aquí, después de dos años, con todo lo que viví en este tiempo.
Quisiera ayudarla más a Áspora. Pero el tiempo se nos pasa en risas banales, en fumar, comer.
Y en el trabajo cambian las cosas. Y, a lo lejos, siento miedo. Dependo de ellos. En fin, lo de siempre. Supongo que pasará. Ya estaré allá, de nuevo, y trabajaré en no darle más importancia a ese lugar. Aunque pague mi vida. Pero no quiero seguir dedicándome a eso. ¿Por qué me afectan tanto los vínculos de poder ahí adentro? Las gentes. Siempre escribo, me quejo de lo mismo. Continue reading “Vacaciones – Postales de una visita a Macondo”