En medio del huracán. Todavía. No quiero usar sus cosas. “Sus cosas”. Así me ha recalcado. Me ha dicho que si ella quiere me pone de patitas en la calle. Que puede llamar a la policía y echarme. La discusión ha sido álgida. Me amenazó con no darme el dinero del depósito. Y me sentí secuestrado, coartado en mi libertad. Nunca vuelvo a mudarme sin un contrato, sin un recibo siquiera por el dinero mensual que pago.
Es complejo. Pero para resumirlo: ella nunca me avisó cuánto tiempo antes debía informarle que yo me iba. Y cuando quise hablarlo, me ha dicho que debía quedarme todo el mes de agosto o no me devolvía el depósito.
He pensado en irme aunque aún no termine el mes y lo he pagado completo, irme sin importar que ella me retenga el depósito.
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La palabra que más lo describe: miseria. Un ser miserable. Y no es el dinero lo que me interesa. Le he dicho que sí a todo, me ha descontado del depósito lo correspondiente a la “asadera” del horno eléctrico que supuestamente he manchado, un dinero de una tabla de cortar que ella ha traído de afuera y que se le nota mucho el uso (que al parecer sólo le he dado yo, claro); un dinero para que el plomero arregle la cadena del baño, que iba a arreglar su novio… Tres dólares de un plato que rompí (¡este es el nivel de la miseria!). En fin. No quise discutir. Sólo me reí. Y acepté. Recibí al f Continue reading “En busca de la estabilidad (El sucucho, sólo unos días; y luego luego, ¡un departamento!)”