En busca de la estabilidad (El sucucho, sólo unos días; y luego luego, ¡un departamento!)

En medio del huracán. Todavía. No quiero usar sus cosas. “Sus cosas”. Así me ha recalcado. Me ha dicho que si ella quiere me pone de patitas en la calle. Que puede llamar a la policía y echarme. La discusión ha sido álgida. Me amenazó con no darme el dinero del depósito. Y me sentí secuestrado, coartado en mi libertad. Nunca vuelvo a mudarme sin un contrato, sin un recibo siquiera por el dinero mensual que pago.

Es complejo. Pero para resumirlo: ella nunca me avisó cuánto tiempo antes debía informarle que yo me iba. Y cuando quise hablarlo, me ha dicho que debía quedarme todo el mes de agosto o no me devolvía el depósito.

He pensado en irme aunque aún no termine el mes y lo he pagado completo, irme sin importar que ella me retenga el depósito.

*

La palabra que más lo describe: miseria. Un ser miserable. Y no es el dinero lo que me interesa. Le he dicho que sí a todo, me ha descontado del depósito lo correspondiente a la “asadera” del horno eléctrico que supuestamente he manchado, un dinero de una tabla de cortar que ella ha traído de afuera y que se le nota mucho el uso (que al parecer sólo le he dado yo, claro); un dinero para que el plomero arregle la cadena del baño, que iba a arreglar su novio… Tres dólares de un plato que rompí (¡este es el nivel de la miseria!). En fin. No quise discutir. Sólo me reí. Y acepté. Recibí al f Continue reading “En busca de la estabilidad (El sucucho, sólo unos días; y luego luego, ¡un departamento!)”

Adiós, Melania (o Del sucucho, un nidito de amor)

 

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Busco, busco un lugar para vivir. Estoy decidido. Vivir como extraños, con una extraña. Y soportar su vida entera, soportar sus condiciones, porque es ella la casera.

Y la revelación, de nuevo, ayer en el subte, mientras escuchaba los audios budistas: que este sufrimiento despierte mi compasión.

Seguir, pasar el invierno.

Y quedarme con las situaciones que me impactan con esta intensidad tan mía.

Miércoles, ya.

Debo escribir. Debo terminar un cuento, así lo envío al taller. Debo mostrar algo.

*

Un sucucho. Esa fue la palabra con la que pensé describirlo. Son las siete de la mañana y es aún de noche. Ayer, después de trabajar he ido a ver una habitación en la planta baja de un edificio. Pero todavía vive una inquilina allí, así que no pude entrar. Vi la cocina mínima, y una pared rasgada. “Te lo entrego pintado”, me ha dicho la dueña. Es un lugar pequeño, muy pequeño: no he visto el interior del cuarto,tampoco he visto el baño: el novio de la actual inquilina dormía. He arreglado una nueva cita para el día sábado. Allí veré si puedo adaptarme. Si me lo entregan pintado, si puedo adecuarlo, decorarlo. Si me lo entregan limpio. Continue reading “Adiós, Melania (o Del sucucho, un nidito de amor)”

Más (explota)

El internet, el trabajo, la obra, pequeñas obsesiones cotidianas, que ahora se disparan con la marihuana. He planchado la ropa, he descansado. He comprado vegetales para la cena, una rica cena, y me quedaré en casa, descansando, preparándome para una semana con un feriado en el medio, descansaré. ¿Buscar otro lugar para vivir?

Me roba energía, eso siento. Vivir con esta mujer y escuchar constantemente a su novio, me roban energía, el perro, es gente con la que tengo que interactuar, es el precio que pago. Igual, haciendo cuentas, tampoco tengo el dinero para mudarme solo: estuve viendo opciones hoy, opciones de departamentos temporarios. Si me mudo, sospecho que ha de ser a una habitación, como ahora. Tal vez encuentre algo. Tal vez pueda hacer algo para ganar más dinero. Eso. Ganar más dinero. ¿Cómo?

No puedo vivir enojado, frustrado a causa de la imposibilidad de ver p Continue reading “Más (explota)”

O una caricia también (Semana)

Sólo unos minutos para escribir. No debo desaprovechar el tiempo. Mido el uso que le doy. No me permito procrastinar. Es la hora. Debo ducharme, vestirme. Preocupaciones y acciones del burgués que soy. Al final no sé nada. Debo declararlo. Que no sé nada. Discuto tan álgidamente. ¿Y después, para qué?

*

Otra vez, los problemas con el Internet. Debo, entonces, enviarle un mensaje a mi casera durante el día.

La convivencia: ellos pisan fuerte, tiran las puertas, hablan a volúmenes que parecieran no tener en cuenta que hay otra persona acá. Anoche, intentando tomar una siesta cuando llegué de trabajar, se me acumulaban los odios por ella y por su novio que engullen comida y se regodean en la mediocridad simple de su condición de clase media argentina. Pirado, el novio, habla fuerte, grita, canta. Y ya no lo tolero. Debo tolerarlo, lo sé.

Debo enviarle un mensaje, tal vez un mensaje de voz, pero debemos solucionar el asunto.

Y que todo lo que escriba sea estas nimiedades, siento que no tienen valor, y sin embargo me enojan tanto. La desconsideración de su parte, que no tengan en cuenta al otro.

Y después tal vez me arrepienta de escribir estas cosas, de odiarla, d Continue reading “O una caricia también (Semana)”

Algunos quieren abusar de ti (algunos quieren que abusen de ellos)

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Despierto y la mente empieza a funcionar enseguida. Ha empezado el frío. Reniego todavía por haber tenido que pagar la deuda con la empresa de medicina.

¿Por qué tan alterado, tan enojado?

Pronto llegará Melania. Y no es ella ni su novio roquero y gritón los que me preocupan. Si no el caniche que me hace pensar seriamente en mudarme. Pero buscar, el trámite, y acostumbrarme a otro ser humano…

El dólar que sube sin parar… Es esto lo que me tiene de mal humor: que no puedo empezar a ahorrar desde ya. Recién en julio o agosto podré hacerlo, podré empezar a guardar algunos centavos. No hay apuro. Intento consolarme diciéndome que no hay apuro, que no importa, que todo va a estar bien.

Quiero comprar ropa, zapatos, y no tener que soportar a esta mujer, que llegará mañana.

Y la gente en la oficina, los días ahí, la cotidianidad que se me hace pesada. El regodeo de los demás en su felicidad. La gorda, en la oficina. Creo que la envidio. Aunque sé que no debo, no debo envidiar a nadie.

Y la ropa para el gimnasio, para ir a correr. Continue reading “Algunos quieren abusar de ti (algunos quieren que abusen de ellos)”

Flemas y sueños de gloria I

Buenos Aires, cuán poblada estás de inmigrantes de mi tierra. Antes era algo novedoso ser de mis pagos, era yo un ser exótico. Ahora hay caribeños, y gente de la Inmunda (o sea, de Bogotá) por todos lados. ¿Dinamarca, Suecia? ¿A dónde irme? ¿Australia? ¿A alguna de las mecas de la actuación? ¿Londres, Los Ángeles, Nueva York? Mi prima, en Sidney, dice que ve colombianos en las calles también. No tantos como acá, supongo. El punto es que esto no es un país desarrollado. ¿A qué hemos venido, a hacer la América? ¿A dónde irse? ¿Y cómo? Sobre todo eso, cómo.

 

Ansiedad. Una ansiedad por no estar solo, por hacer cosas, por encontrarme con hombres, tener sexo, por escapar no sé bien de qué, por liberar endorfinas tal vez, ansiedad por encontrarme con cuerpos fornidos en una cama, abrazarme a ellos, fundir mi nariz en su pecho. ¿Qué ha pasado con la tranquilidad de la que tanto me ufané? “Perdiste el año”, me dice mamá por teléfono. Porque ve que ahora salgo, que retomé la vida de la noche. Pero voy a parar. Sí. Ya se lo dije.

Y si veo a un hombre que me gusta, como ese día en el cumpleaños de un amigo, uno de los invitados, un rubio, bello rubio, gracioso, buena gente, pero heterosexual, tan heterosexual, y yo me frustro, porque deseo más, deseo hacerlo mío y que me quiera, como si rogara su cariño, el cariño de su cuerpo, de su pecho. Y después, el vacío. Porque si no es amor lo que recibo, si es sólo sexo, entonces después quedo vacío. Y antes, antes y ahora, el desespero. Y quisiera drogarme si no, fumar marihuana, para escapar, sí, no quiero estar sobrio, no me aguanto la sobriedad, el paso del tiempo, no encuentro tranquilidad. Desasosiego, es eso, en la boca del estómago, necesidad de compañía.

 

Odios. Con el malestar, con la tos, se acrecientan los odios. Y los amigos, las amistades que por suerte existen. Los proyectos, el deseo de surgir.

Y esta sensación de que el dinero no me alcanza, todavía no empiezo a ahorrar. Y cómo, con esa deuda enorme, que de repente tuve que asumir, y Continue reading “Flemas y sueños de gloria I”

Alguien que me idolatre, tal vez

¿Tengo varias caras, actúo, en el mal sentido del término? Lo hago, en todo caso, inconscientemente. Con Melania, por ejemplo, mi casera. Creo que no intuye ella mi neurosis, mis furias escondidas por una razón o por la otra. ¿Intuye que tengo un carácter tan jodido?

La convivencia marcha bien, excepto por los ladridos constantes del caniche Ringo, que es un guardián nato (aunque su fisionomía diste años luz de la capacidad de proteger a su ama ante alguna amenaza). El puto perro ladra al mínimo ruido. Se ha ganado mi desprecio. Antes, a veces, algún cariño me generaba, pero ahora, ahora que no se calla… ni ganas de acariciarlo. Ella le dice, lo regaña a su manera: “Ringo”, “Ringo, basta”, “Ringo, por favor”. Pero el perro no entiende nada.

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*

Un mosco me molestó durante el sueño. Y esta vejiga loca, el esfínter incontrolable, me llevan al baño hasta dos, tres veces Continue reading “Alguien que me idolatre, tal vez”

Esa realidad (el artista y la oficina) (o ¡Ma qué derecho de piso, gorda conchuda!)

Agradezco, sí. Pero me opongo, también. Puedo percibirlo. Eso pensaba durante la meditación, lo de oponerse. “Gente mierda” es el término que se me viene a la mente mientras dormito (porque no he podido dormir bien). Pero después me siento culpable (culpable por todo), porque estoy juzgando, desconozco su entorno, y si no me saludan bien, si no me reciben bien, si no son abiertos o si no tienen esta amabilidad sincera de la que tanto alardeo, entones los juzgo. Pero ser mierda es más que eso, pienso después. Sigo juzgando.

La directora de un área de la organización donde trabajo, que no me saluda tan bien, que no me tiene en cuenta, y ayer, se iba a dar vuelta cuando yo llegaba al lobby del hotel ese donde ocurre un gran evento de mi trabajo, y se arrepintió, y luego, rápidamente, volvió a darse vuelta, y dijo “hola”: por un segundo contempló la idea de no responder, de ignorarme. Esa gente que ignora. ¿Por qué lo harán? ¿Inseguridad, necesidad de poder, ego? O la chica a la que le he respondido con animosidad, porque suele no hablar bien, y a mí se me colma la paciencia rápido, y después ha quedado la relación incómoda, porque soy de amores y odios, Continue reading “Esa realidad (el artista y la oficina) (o ¡Ma qué derecho de piso, gorda conchuda!)”

Tristeza de anochecer de domingo de otoño (o A punto, otra vez)

Le he dicho al mendocino de vernos (he podido conseguir su teléfono de nuevo, le he escrito y seguimos en conversaciones), le dije de ir a un albergue transitorio (a un motel), y de pasar ahí un rato. Pero ahora dudo. Dudo porque he recordado el objetivo de mantenerme austero, y le he dicho que pagaría yo el albergue. Me parece gastar mucho en tan poco tiempo. A lo mejor prefiero estar tranquilo, en casa.

Pero qué digo. Ya iniciaba yo la búsqueda de albergues, cuando enciendo el celular y veo que el medocino me ha cancelado. Dice que está ocupado, que recuerde que hace mil cosas, y que no podrá verme.

La ira, entonces. Lo mismo de siempre. El desencuentro, el deseo no correspondido, la necesidad no correspondida. Y la pregunta de cómo responderle o si dejar que el silencio hable. La furia me hace querer herirlo, Continue reading “Tristeza de anochecer de domingo de otoño (o A punto, otra vez)”

Semana (o Como en el diario II)

 

La rutina, la cotidianidad. Despertarse, el hielo para el tobillo lesionado, la meditación, el café y estas líneas que apuro, que escribo mirando el reloj, no vaya a ser que me agarre el tiempo, y debo bañarme aún, vestirme y seguir con el día, el día que apenas empieza.

*

Deben pasar tres semanas antes del gran feriado que tanto espero. Debe pasar el mes entero. No está mal, debo animarme, no está mal pasar los días en una oficina, es mejor que otros oficios, mejor que otras opciones. Mi jefa al lado, su impronta. Hoy en la meditación escuché una reflexión: recordar mi intención más profunda, cuál es, y moverse con base en eso.

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Escribir por escribir. Por el placer de hacerlo. Todas las mañanas, con el café cerca, recién despierto, como una rutina que me mantiene la mano caliente, me recuerda la vocación.

Los temas del momento: mi jefa, el cuento que corrijo y el tobillo.

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Un poco desorbitado, sí, un poco abrumado, preocupado tal vez. Supongo que los trabajos son así, que los tiempos son así. Se acerca el otoño, ya percibo el frío.

Tengo miedo, es eso. Pero es normal, es cuestión de identificarlo, trabajarlo; siempre concluyo lo mismo, escribo lo mismo.

Y la vivienda, compartir el departamento, vivir en casa de otra persona. Vaya si son cambios fuertes. Lo importante es adaptarme y cuidar lo más posible de mí, de mis intenciones, prioridades e intereses.

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Anoche no salí a cenar. Melania me ha preguntado esta mañana por qué. He tenido un ataque de soberbia, de ira, a causa de la música que Pirado, el novio de Melania, hizo sonar un rato después de que yo llegase agotado de trabajar. Mi idea de viernes en la noche era tomar una siesta, hacer ejercicio, luego ducharme y cenar. Pero sin la siesta, todo lo demás se modificó, porque Continue reading “Semana (o Como en el diario II)”