Karma I

En este mundo pequeñoburgués hay cosas de las que no se hablan.

No es la 1 de la tarde aún.

Ayer vi esa película de una mujer adicta y su madre. Fantaseo con drogarme, enloquecerme, aunque sepa que no debo, fantaseo, qué hacer, irme al cine, pienso después, pero acá puedo ver una película, hay ruidos, la construcción de abajo. Saldré a caminar. No quiero dedicar tiempo al trabajo. Ya he fumado porro, por supuesto. Hasta ahí. Me duché. Soy un hombre limpio, no quiero acercarme de esa manera a la suciedad, aunque estoy en medio de ella, de nuevo, esta sensación de sentirme en medio del humo, de la polución de esta urbe en decadencia, como el mundo mismo. Y aquí viene la parte aburrida: en otros lugares, seguramente viven mejor, en otras partes, es menos decadente todo, menos asqueroso. Si pudiera valorar más lo que tengo.

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Aún no empiezo a trabajar. Desperté temprano. Fui por porro. ¿Soy un adicto?

El viernes hubo fiesta. Quisiera narrarlo. Pero antes de entrar en detalles, debo decir que me siento un asco, más que todo es eso: un asco. No quiero sentir frío hoy.

Ahora siento mucha culpa, por varias razones. Aunque no haya pasado nada grave, voy a lugares desagradables, asquerosos si se quiere. El baño de ese tipo, tan sucio. Yo sentado ahí.

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Es increíble cómo pasa el tiempo, cómo pasan los días. Y sigue lloviendo. No para. Y me gusta que sea así, que esté lluvioso, aunque me sienta un poco resfriado, y tenga miedo de que sea Covid. Es mejor no llamarlo, no escribirlo, no pensarlo. Me dedico a tantas cosas en un mismo día. Y después digo que no hago nada.

La de arriba movió cosas mientras dormía una siesta que pudo ser plácida. Y luego la vieja de al lado dio uno de sus portazos. En todo caso, tal vez sea este porro, tal vez sea el clonazepam, pero los ruidos no me pusieron de mal humor. Me asustan, sí.

Escribo, aunque tengo cosas para hacer, y en unos minutos tal vez me sume al taller de escritura.

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Se acrecientan los miedos. Según la carta astral los traigo de otra vida. Los miedos, digo. Por si no se entiende. Escribo como hablo, tal vez. Tanto por aprender, por corregir, por mejorar, por equivocarse. El arte (tal vez como la vida) sea un constante equivocarse.

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Que si soy muy intenso en esas reuniones del trabajo, que si la otra, la chica buena gente, me dijo que me fuera a la otra reunión, por “si quería tomar agua, ir al baño”. Y no sé si hay dobles intenciones.

Anoche, esnifé lo poco de cocaína que me quedaba y me fui donde el scort ese.

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Otra de esas noches. Qué tipo denso. No sé si puedo escribir mucho en este estado. Mañana debo trabajar, y la ingesta fue tóxica de nuevo.

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Detestarlo. Que se haya quedado con videos de mi cara haciéndole sexo oral.

Tomarme el lunes como un domingo. Porque ayer terminé la joda tarde, y luego comida y vino, excesos cotidianos. Ahora planeo pedir comida china. Y así.

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Lo que me faltaba: la mujer de arriba también hace ruidos. Las mujeres debo decir, porque creo que son dos, y sus tacos, sus pisadas, a toda hora. Yo que me quejaba de la vecina que da portazos. Ahora llegaron estas dos y me están enloqueciendo.

Es un día hermoso en Buenos Aires.

Poco a poco vuelven las ganas de escribir, supongo que eso es saludable. Así no pueda olvidarme de la presencia de los demás. Tal vez compre un vino en el supermercado y me tire a no hacer nada, sabiendo que podría ser más productivo. Tal vez pueda disfrutar del descanso que venía necesitando, de una tranquilidad que me era esquiva. Las clases, las amistades, la salida ayer, mi ego, la adicción, mi vida, los demás, la soledad y las caras de los otros.