Fatiga III

Como un alma en pena.

Veo a los hombres heterosexuales y me obsesiono con ellos.

Esa marihuana que fuman Dante y Huán es cualquier cosa menos marihuana.

Pedí carne para el almuerzo. Y ahora pedí una hamburguesa. No gasto en prostitución. Pero gasto en comida. Algún exceso tengo que darme. Tomo vino sin parar.

Encierro, soledad, estas cuatro paredes. Y luego veré una película. Intentaré dormir. Y entonces tal vez mañana amanezca mejor. Tal vez mañana tenga más ánimo. Me afeitaré, supongo.

Si la marihuana fuese mejor, por lo menos estuviese dopado. Pero entonces no puedo regularla. Qué mala es.

¿Y cuánto pagaré de luz y de gas, sobre todo de gas, después de prender durante tanto tiempo la estufa?

Y al final termino violentándome con algunos… no está bien.

Esto es como vivir acompañado, esto de tener a la vecina tan cerca, quiero decir, y que salga, baje y suba tan constantemente. ¿Debería entonces dar portazos yo también, como ella? ¿Debería decirle?

*

Al final, algún exceso siempre hay. Estoy cansado. La exposición en esas redes… Y si no, ¿cuál era la otra opción? Uno de esos bares que me parecen sitios horribles.

*

Despertar, la tristeza cotidiana, el pensamiento fácil de que no era esto lo que yo quería, no sé si esta ciudad, este país, esta vida, ¿y a dónde ir ahora? ¿Realmente quiero irme?  Vivir en un país tercermundista. Que sea tan difícil hacer arte, tan complejo.

Pasarme los días buscando castings, pero que los logros sean tan escasos.

Este departamento, los ruidos, el ascensor que hace que vibren las paredes, la vecina que baja y sube varias veces al día y da portazos. ¿Y tendré que quedarme aquí más tiempo? No quiero más.

Y en medio de todo, de la miseria de la clase media, podría ser peor, siempre puede ser peor.

Y si reniego de la vida, entonces me siento culpable, pero hay días como hoy, donde me encuentro tan cansado, tan sin fuerzas. Pero será el instinto de sobrevivencia, o no sé qué será, que hace que siga y siga en este sin sentido.

Y aún así, hay quienes la tienen más difícil, y logran cosas. Esta obsesión por el logro.

Y no poder relajarme para escribir lo que quiero escribir. Como si todo, cada una de las cosas que hiciera fuera tan mínima.

*

Paranoias.

*

Que si se burlaron de mí en la reunión del trabajo. Que si estaba demasiado bien vestido, porque me había puesto el sweater gris clarito y la camisa blanca. Y algunos estaban tentados, como dicen acá. Machirulos. O eso parecían. Jóvenes con cargos altos.

Que si el imbécil que contestó el teléfono en el restaurante al que voy hoy con Laitan me trató mal. Rude staff dice en una reseña en Internet. Es el resto mexicano de siempre. El porteño y sus formas. El humano y sus miserias.

Que si el trabajo que hago es menor. Que si estoy frustrado.

Eso, enojado con la vida. Y no es simple salir de ese círculo. Por más que tenga la teoría, por más que haya estado más tranquilo antes. Ahora encuentro que las expectativas eran más altas. No quiero ser tóxico.

*

Diríase que quiero alguien para pasar los domingos. Usaré una palabra que considero naif y un tanto polémica: compañía.

Y ellos, los del taller de escritura, se casan. Ellos tienen amistades (¿acaso yo no las tengo? ¿por qué siempre quiero más?).

*

Lunes. Nada es diferente. O no aún. Miento. El clima mejoró.

Mejor, después de la terapia. Un poco mejor.

*

Antes despertaba temprano, me duchaba. A veces, antes de salir, escribía un poco. Ahora no. Ahora despierto tarde, cada vez más tarde. Con el pensamiento nublado por la marihuana. Y es como si todo me costara más, por la ingesta de vino y de porro en las noches. Pasan los días, y no hago nada productivo. O muy poco. En medio del frío del año, el arte se vuelve una lucha, como lo hablaba en terapia el otro día, algo difícil. Y el porro, ahí, sobre la mesa. Si fumo ahora, quedaré todo el día nublado, pensando en el momento en el que pueda dormir de nuevo, ir a la cama, huir de esta cotidianidad, de este mundo del que, vaya uno a saber por qué, no me siento parte. Aunque me considero un privilegiado, me encuentro un poco débil para continuar.

Salir por salir, porque no hay nada mejor qué hacer. Caminar. Trabajar, supongo. El frío de este departamento es desesperante. ¿Qué tengo que hacer para que se caliente? Encender todas las estufas, más el aire.

*

Por fin viernes. Las cuentas, los hombres, el deseo. La libido. Dicen que día del actor, las redes sociales. El olor a mal seco en las sábanas. No había ocurrido antes. Nimiedades y cosas profundas. Las redes y eso que los demás muestran, hacen, publican, exhiben. Los demás. El mundo en sociedad. Aún en pandemia. Buenos Aires. La pobreza de una ciudad que elegí así no más, que volví a elegir también porque sí, porque era lo más sencillo, porque ya tenía amistades. Y ahora, inmerso en el tercermundismo en medio del colapso de una civilización que parecía tan estable, de un mundo tan prometedor. ¿Nos salvaremos? No es que esté triste, es tan sólo el cansancio de despertar y no hacer lo que quiero, como si las exigencias, el trabajo de hormiga, fuesen más que las recompensas.

¿Habrán escuchado todo los vecinos? ¿Toda su historia? ¿Se escucha todo? ¿Debí prender el aire? Quiero irme. Ahora quiero irme. Siento como si todos hubiesen escuchado.

Tengo miedo.

Un poco más relajado.

Si pudiera hacer algo con esta edad, con esta vida, con esta etapa. Si pudiera sentirme un poco más cómodo.

*

Cuánta ira. Cuánta violencia adentro de mí. Si no es una cosa, es otra. Ayer, después de estar con el hombre ese que tiene mujer e hijos, entré a las páginas a seguir buscando.

Los fines de semana son un compendio de alcohol y droga. Algo de teatro. Leer mi día a día puede resultar aburrido, lo sé.

No es que sea tranquilo este departamento. Busco algo mucho más tranquilo. Realmente tranquilo. Habitar la ciudad.

La vejez. ¿Debería decir madurez? La edad y mi apariencia, cómo me transformo.

El apuro me juega en contra.

¿Ellos, me juegan en contra? La gente, digo, los demás. Como si necesitara vacaciones para poder escribir. Desconectar realmente.

Desligarme de todos.

*

¿Mineiro me robó?

Lo conocí la semana pasada. Por lo menos, mintió. De eso estoy seguro. Que se iba el viernes, luego hoy domingo andaba pidiéndo un trípode. Y le presté el mío, así no más.

Lo conocí la semana pasada, el día que salí con Laitan. Cuando regresé a casa, ebrio, entré en una de las redes, ahí lo encontré.

*

Quedo entristecido por el trato del profesor de escritura, por el mal chiste que hice vía email cuando envió su partida de nacimiento. ¿Me trata así porque me rechaza o es simplemente una forma por la diferencia generacional? ¿O es paranoia? ¿La tuvieron ellos más fácil por ser varones heterosexuales descendientes de europeos? Ellos, los señores de bien, en ese taller, en el que no puedo negar que aprendo, pero cuyos tratos, sobre todo de parte de él, por momentos me generan inseguridad. Algo de mi oscuridad dijo ayer. Tampoco es para tomarse todo tan en serio, es un tipo con mucho humor.

Anoche tuve insomnio. El proyecto de la obra con Lardi

me genera contradicciones: por un lado miedo, ¿quién nos irá a ver? Luego, cuando vuelvo al texto, creo que es posible hacer una linda exploración con ese texto tan potente. ¿Vale la pena? ¿Es lo que quiero hacer?

¿Yo, oscuro? Sí, supongo que sí. Mucho más de lo que imaginan. Pero no soy un mal hombre. Intento mantener un buen sentido del humor, tratar a todos con amabilidad. Hay con quienes uno tiene más química, y con quienes cuesta más el acercamiento. Así se conozca uno desde hace años, como con el profesor de escritura. Hay mucha diferencia de edad. Son vidas muy distintas. Es un grupo chapado a la antigua, no debo dejar que la idea del rechazo me agobie, debo quedarme con lo importante, ¿no es así? Con lo literario, quiero decir.

Empiezo a fumar desde temprano, llego a la noche completamente agotado con la mente desgastada, y entonces ahí pretendo estudiar. Es tanto trabajo esa obra. Es tanto trabajo toda la vida en general. ¿Para qué? Si pudiese mejorar así como así, de repente. Es todo un esfuerzo. Y si uno decide terminar con la vida, entonces esa es la salida fácil. No creo que sea lo sea, al contrario. Ni lo más cobarde. Al contrario. Dicen -esto veía en una serie el otro día-, que quienes sobreviven del suicidio, piensan al segundo siguiente a tomar las pastillas o cortarse las venas: ¿qué hice? Y sienten deseos de remediar la situación. A mí me mantiene vivo mamá. Y supongo que alguna pulsión.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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