Urbe, hacinamiento y desempleo

Y que si propuse tomar algo caliente en casa de la excompañera del trabajo, y sospechar que luego ella le hizo seña a otra. Sospechar, porque puede ser paranoia. Que tenía que hacer algo de un curso, dijo. Y ver a la vecina de planta baja, esa sí que se ve rota, rotísima, infeliz, con un perro grande. Intuyo buscan remedio a las penas causadas por otros humanos y que no supieron sanar solas, dándole a un animal -uno no humano- el amor que no se saben dar a ellos mismos. O me consuelo pensando que no se sabe dar amor, para remediar un poco que sea grosera, mal mirada.

Sábado en la noche. Salí a correr. Aún no tomo la ducha. Pensaba tomar un baño de inmersión. Pero no. ¿Pedir comida? Y venir ya caminando luego de haber corrido por los parques lindos, venir pensando sobre lo mismo y necesitar escribirlo, a ver si me libero, a ver si se me pasa de una vez por todas esta duda. Los demás, los que están acompañados…

*

El exceso o defecto afectivo en los vínculos primarios tiene su incidencia en el desarrollo psicológico de la persona . Más tarde estas formas de relacionamiento se instauran en las relaciones de pareja.

La persona con dependencia emocional va a intentar suplir estas carencias afectivas buscando en la otra persona el afecto, los cuidados y la valoración que vivió como carencias en los primeros vínculos. En las relaciones de pareja intenta cubrir esa carencia proveniente de la infancia.

*

La entrevista, en un rato. Los nervios. Despertarme. Meditar. Llamar al banco a cancelar algunos de los productos. ¿Debo prepararme mejor para la entrevista? Y temer, y no saber si es eso lo que quiero.

*

Si al fin y al cabo no es lo que quiero, ¿por qué me golpea tan duro el rechazo? Por la condición de busca vida que hay que adoptar, por la posición de menos peso -¿en la que yo mismo me ubico?-, a la hora de entrar en una entrevista de trabajo.

Y todo el mundillo corporativo, empresarial. Y el hambre, sobre todo el miedo al hambre.

Y entonces pienso en drogarme con cocaína. Pero la verdad es que no quiero, no tengo ánimos para eso. Aunque, como siempre, las decisiones las tomaré de manera impulsiva. O está uno esclavizado o está uno buscando esclavizarse.

Incluso antes de escribir estas líneas, incluso antes de pararme de la cama, que si ya me han escrito, ¿cuál es la necesidad?, ¿o por qué tanta ansiedad, más bien? Incluso antes de todo eso, de hacerme el café, ya miré si alguien escribió algún correo, si me citaron a alguna entrevista, si a alguien le llamó la atención mi perfil, como dicen, si alguien quisiera contemplarme dentro de las posibilidades para darme empleo. Y que ya aparecerá, dice mi prima, que es cuestión de buscar.

Temo que la “desocupación repercuta” negativamente. Y escribo “desocupación” entre comillas, porque alguien como yo no puede aburrirse con tantas cosas por hacer, o en las cuales prestar su atención. Incluso estas líneas, escribir quiero decir, escribir lo que sea. Con tantas ganas que tenía de más tiempo para mí, y una vez lo tengo, entonces caigo en un mar de contradicciones.

¿Y por qué este temor a que todo el tiempo alguien esté escuchando? Y la vecina que volvió a poner el colchón en ese pasillo de la terraza.

Anoche vino G. Lo contacté después de un año. Dicen que quien no sabe hacia dónde quiere ir no llega nunca. Pues es como si hubiese perdido mi norte. Alguna vez lo tuve claro. Alguna vez tuve el deseo un poco más claro. Ahora no. Con la pandemia en curso, que todo haya adquirido nuevas formas, y no saber bien cómo orientarme, cómo orientar estos proyectos, cómo mantener el ánimo en pie.

*

La conchuda ahí sentada en la terraza, en el colchón, cual indigente. Pone el colchón, y se sienta o se acuesta, celular en mano. Y me siento mal por tirar la ventana, para ella, claro, siempre que la veo, cierro la ventana fuerte, la tiro. Odio la presencia de una humana ahí, tan cerca, con esta paranoia de sentirme vigilado. Vecinos. Gente por todo lado. Hacinamiento.

Me molesta porque ese ese no es un lugar donde se suponga que deba acostarse a holgazanear, no es el balcón de su casa. Tal vez eso deba asumir. La presencia humana. Y que está bien, me digo después. Y me siento un poco culpable, porque es también su lugar, y que puedo compartir. ¿Compartir? Otro prisionero ahí. Y que la de arriba hace ruidos también. Pero no como el otro loco que los hacía en la madrugada.

*

Despertarme. Limpiar el piso. Tomar agua con limón, primero. Ver que la vecina no está en la terraza, mirar el cielo desde la ventana de la cocina: es un lindo día. Saldré a correr. Ver el mensaje del colorado en el celular, con el colorado hablamos de tomar merca, nos habíamos contactado el miércoles, que yo andaba con ganas y por suerte no se me dio, porque el dealer no pudo a la hora que yo quise, y luego ya en la noche, decidí no hacerlo. Y hoy es demasiado tarde. Tengo esa entrevista el lunes, y estoy emocionado con la idea de ese trabajo (aunque tenga la creencia, por las experiencias vividas tal vez, de que el trabajo es esclavitud), y no quiero bajar los niveles de energía; quiero decir: alcanzar esa euforia vacía por la sustancia, y luego caer en el abismo horrible.

*
Despertar al mediodía. Sábado. La pastilla para dormir hace un efecto maravilloso. No quiero que nada entorpezca la relajación. Los ruidos en el edificio, las gentes. Ayer charlé un poco con la vecina. Yo iba saliendo a correr y la encontré en el pasillo. Después, a eso de la una de la mañana, tiró la puerta de su departamento. Sale a cualquier hora a que el perro haga sus necesidades. Alguna vez vi al que supongo es un hijo suyo. Si es la una de la mañana… podría tener más cuidado y no tirar la puerta. Pienso que es para mí el golpe, que me está queriendo decir algo. Luego intuyo que es paranoia.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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