Esta marihuana me pone nervioso, miedoso, perseguido.
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Buenos Aires. Domingo. Pensar en comprar unos auriculares. El dinero, la guita, la entrada de.
Qué diferencia el campo a la ciudad. Campo es un decir, la naturaleza, la vida allá, en esos lugares. Y ahora pienso en irme al mar, en si debería, en que no puedo descuidar las obligaciones. En que sigo en la modorra de unas vacaciones forzosas.
En el sur me desintoxiqué de las sustancias malditas. Y ayer, ya loco, bajo el efecto del alcohol, jugando con fuego, me metí a hablar con uno y con el otro en las redes. Pero ya había tomado las pastillas para dormir, más el cansancio del día, del viaje en general.
Y la soledad del departamento, pero los ruidos. El sentirme alejado afuera, esa sensación de estar solo.
Qué lugares. Qué vida me he dado, cuán agradecido estoy. Y la vida que se dan ellos, los que ganan más, sus responsabilidades, y tener que volver a un mundo así. ¿O será que pasé la prueba? ¿Siempre viene una prueba más? Empiezo a quejarme, si pienso en eso que viví, en el encierro en una oficina -por más que el trabajo después haya sido fuera de la oficina, el entrar en una estructura. Y pensar en trabajar, en hacer, en las cosas que hago. ¿Cómo verme libre, cómo verme andando por ahí, sin la necesidad de contactarme con los demás? Ir a ciudades, ver otros mundos. Pero la naturaleza. Cuán feliz fui en medio de la montaña. Alguien que no sea tan nervioso como yo. O mejor, dejar yo de ser nervioso, ese ser que piensa en mil cosas al tiempo. Cuánto detesté a los demás que estaban acompañados todo el tiempo.
No escribí mucho, es cierto. El trabajo implica encierro. Y no estar dando vueltas, revoloteando por ahí.
Quisiera no tener que ver a nadie nunca más, el contacto con ellos, como si estuviera asustado, con miedo de eso.
Y ayer le he enviado un mensaje a un hombre, le he dicho que iría por cocaína. Y que luego iría a verlo. Pero luego me he quedado dormido, porque ya estaba bajo los efectos de todo. Y el tipo me ha bloqueado. Menos mal que lo hizo, no está bueno tener un contacto así, tan cercano al círculo de la locura. Aunque muero de ganas. Decir que no sería mentir. Muero de ganas, incluso hoy.
Áspora dice que hay que tender hacia la luz.
El día está lindo para ir con la compu a escribir afuera. Tomar un café. El encierro, los cuidados.
Querer que todo haya pasado, que todo pase. Ir a La Biela. ¿A dónde ir? Y escribir ahí, en un café, bebiendo café. Pero la mirada de los demás, el virus.
Y esa competencia malsana con ellos en Bogotá, esa gente como siempre midiéndonse, ¿qué necesidad hay de eso cuando cada uno tiene su rol y está seguro de su propósito? Lo noto en el mundillo de la oficina, en el mundillo de las ventas. Recibir buenos comentarios en el blog me anima, me alienta.
Les envié un correo a los actores del proyecto que tengo en mente estrenar este año. Y ayer coordiné encuentro con Lardi, con quien llevo a cabo el otro proyecto, la reunión será el martes próximo.
Que me asusta la cercanía con otros humanos, que lo mejor es irse también en abril, verlo como una inversión. Y no parar de escribir, por supuesto, siempre escribir.
Pienso en comprar unos auriculares carísimos para escribir, para aislarme aquí dentro. Después recuerdo que debo ser austero.
Escribir, es a esto a lo que debo dedicarme, pero el tiempo pasa, y debo vivir también, debo experimentar la vida, ¿no es así?
¿Y el sexo, el amor, los hombres?
¿Quiero tener sexo con alguno a cambio de darle unos centavos? Pero y el virus que asecha, ¿cómo estar seguro de que no me voy a contagiar, después de semejante movimiento que significó el viaje al sur?
Y escribirles a los de teatro. Y pensar en todo lo que tengo que hacer. Y las cuentas. Y la vida, que pasa y pasa. Y todo continúa, así como así, continúa.
Es una buena temporada. El lado negativo intenta salir enseguida. No debo dejarme influenciar. Es una buena temporada.
Aún no estoy preparado para releer lo que escribí durante la visita al sur. Debo irme a otro lado pronto.
Tal vez deba sólo masturbarme, y no accionar. No buscar más.
Y seguir esperando, la vida continúa. Seguir esperando a hacer, a que pasen las horas, y hacer, para ver qué se consigue.
¿Será que es cuestión de tiempo hasta que caiga de nuevo en la necesidad de irme con alguno, por las hormonas, el sexo? Debo trabajar en las ficciones, pero implican una energía extra. Por eso quisiera los auriculares. Para sentir que me desentiendo.
Y esta cultura de los múltiples sujetos, esta cultura de ir y distenderse con sexo.
Pero no, está el covid, entonces decido no salir a por un varón. Así tampoco gasto dinero.
Y que siga ahí la necesidad del amor, la búsqueda de otro cuerpo, por qué será.
Quiero tantas cosas. Debo procurarme un buen trabajo, debo hacerlo pronto. Al mismo tiempo, debo agradecer por todo lo que me ha sido dado.
Ahora es domingo. Es de noche. La ciudad se prepara para vivir una semana más, ruge. La ciudad es agreste, la ciudad es peligrosa, sus caras, sus energías, todas juntas, las nuestras quiero decir. Es bueno poder descansar, es bueno tener un plan de ruta, una rutina y unos objetivos.
Narrarlo todo para sentir que vale la pena. Estoy quemado por el sol, nace en mí una nueva piel.
Pondré una película. Es bueno estar solo, está bien, estoy bien, lo repito así lo creo, es difícil no dudar, no tener miedo. El ego se torna quejoso, la mente quiero decir, la mente es quien escribe estas líneas. ¿Qué soy? ¿Qué somos? ¿Un alma, una energía? La gente, ahí, en la montaña, la gente que vi, sacándose fotos, mirando la naturaleza, los amigos, las parejas, las amigas, todos, yo, intentando qué, nutrirme, arañar la libertad.
Cuidado chico, me gritó uno cuando bajaba de Laguna los Tres. Pero yo me veía tranquilo, seguro de cada paso. Cuidado, pero estoy seguro. Como si la montaña fuese una metáfora de la vida. Y ahora el mar, quiero ir ver el mar.
Recuerdo que cuando estaba en casa de Áspora y comencé a escribir de repente en la computadora. Qué bueno eso, sentirme así de inspirado. Tengo miedo. Pero estoy bien, estoy cubierto. Tengo todo cubierto. Mañana tal vez deba comprar lechuga. El día a día, la vida sin trabajo. Es lo mejor, pero no, debo volver al mundo esclavo, ¿no es así? Hay que generar dinero.
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Y acá estoy. En Buenos Aires. Desperté a eso de las nueve y media. Medité, preparé café. Limpié un poco (aunque no tanto). Y preparo las acciones del día, todo lo que tengo que hacer. No es mucho. Planeo volver a correr, como antes, aunque la modorra ya me tira para abajo.
“Cosa de gente casada”, dijo ayer, refiriéndose a actividades que hacen también las personas solteras, pero…
Ufanarse, jactarse, alardear. Encuentro una actitud miserable en eso, que devela tal vez aquello que se intenta esconder. Pero no debo quedarme con esas pequeñas rencillas, es innecesario ahora quedarme con eso.
Y ahora debo hacer todo eso de las habilidades, de las competencias, de lo que aprendí… así me vendo mejor. Sesiones de Outplacement las llaman. Son con una psicóloga. Y debo preparar la segunda que es mañana.
Un nuevo día. Ayer no pude evitarlo y al final tomé un cuarto de Clonazepam. Aunque ya casi termino el blíster que tuvo en gracia enviarme Laitan. Inicié la búsqueda de trabajo, voy de a poco. El asunto me preocupa, aunque no haya apuro. Me había propuesto tomarme tres semanas de descanso. Esta es la tercera. Estoy bien. Debo enfocarme en ciertas cosas, es cierto. Tengo una lista de actividades, cosas para hacer. Los proyectos. En fin. La liviandad de estos días los hace apacibles. La lluvia afuera. Quiero salir a correr, ahora que supuestamente me preparé con auriculares, portacelular, la música. Quiero ir a los parques lindos y correr algunas veces a la semana. Tal vez hoy, por la lluvia, convenga quedarme encerrado.
Auriculares. La vecina tira la puerta y yo me molesto. Que si este departamento es algo a lo que me podré acostumbrar, los ruidos constantes para trabajar, para pasar la temporada invernal. Pero qué más puedo hacer para no pensar que lo que los demás hacen lo hacen por mí.
Laitan dice que no es por mí, que quedé traumado por la experiencia con el vecino anterior. Debo corregir la obra.
Que si odié encontrarme con gente en el viaje, los demás, por qué, pasó todo muy rápido, debo irme de nuevo, nadie pregunta por la computadora anterior y quiero venderla, quiero obtener algún beneficio.
Me siento cansado de repente. Por supuesto, temo al covid. Tampoco podría decirse que es algo fuerte, que no sea efecto de la ingesta de hierba desde el mediodía que terminé la sesión con la psicóloga. Mañana tal vez deba ir a correr en el día, y luego escribir. Y en la noche aprovechar el taller de escritura. No fumar hasta pasadas las seis de la tarde. Todo un logro por cómo viene resultando esta temporada. Me pregunto si podré contenerme y no comprar más cuando se termine la cantidad que compré antes de viajar. Viajar. Qué lindo suena, qué peligroso es todo.