El sur (desamor y naturaleza)

Imagen: Anónimo Temporal.

El Calafate. Alquilé un lugar enorme para mí solo. Estaré aquí un par de días, luego iré a El Chaltén. Supongo que debo salir a recorrer. Siento gana el deseo de escribir. Y hubiese sido lo mismo si él hubiese decidido venir conmigo. Qué más da, si estoy acostumbrado a vivir solo, a pasear solo.

Que está todo bien con él, que quiero decirle que se me pasó el enojo, que mi frustración vino de notar que él estaba menos enganchado que yo. Y que consideré que era más sencillo si lo hacía cuanto antes. Pero no fue así. Y que necesitaba comunicarle que está todo bien. Pienso en escribirle. No sé si deba hacerlo. No sé si sea una manera más armónica de terminar, y quedarme un poco más tranquilo con mi forma de actuar. Laitan dice que Peruano pudo haber reaccionado diferente también. Que su reacción confirma el desinterés. Y que no hay ninguna culpa que pagar. Que no necesito quedar bien. Un poco de razón tiene.

En todo caso, escribí el mensaje. No lo enviaré. Pero a fines terapéuticos dicen que sirve eso de por lo menos expresar lo que uno siente hacia el otro, así el mensaje no sea enviado.

*

Hoy saldré a El Chaltén. Esta mañana, después de ocho horas de sueño, desperté aún cansado. Sigo pensando en lo mismo. Estoy bien.

¿Y entonces, qué hacer? Todos me recomiendan que no le escriba, que voy a quedar como un loco después de decirle que no volviera más. Es verdad.

Supongo que con el tiempo pasará. Si bien le guardaré cierto cariño en mi recuerdo, tampoco fue mucha cantidad de tiempo como para crear una huella tan fuerte.

El Chaltén. No fue bueno el pan relleno de pollo en el lugar ese. Narro mi vida, como si a alguien fuese a importarle. Y siempre digo lo mismo: debo escribir más ficción.

Cuanto más releo lo que escribí siempre sobre Peruano, me doy cuenta que siempre había algo que no me terminaba de cerrar, algo que no me gustaba.

*

Un día de descanso, despertar más tarde de lo habitual. Martes. La caminata de ayer me dejó exhausto. Me preocupan las cuentas: gasté en el viaje más de lo que pensaba inicialmente. Me doy lujos como si fuese una persona adinerada. Me alojo en hospedajes solo, voy a restaurantes y disfruto de buenas cenas.

Supongo que tendré tiempo para investigar y pensar. Pensar en los proyectos, pensar en volver a ser yo, como me dijo recién una excompañera que renunció hace unos meses, y que llevaba años vinculada a esa organización, como voluntaria y trabajando después.

Martes. El día está ventoso. Inhóspita es la palabra que se me viene a la mente para describir esta parte de la Patagonia. Ayer subí una montaña, llegué a una laguna. La vida se muestra apacible, bondadosa. Tan lejos ahora de los aceleres cotidianos de la normalidad capitalina. ¿Y tendré que volver a eso? ¿Tendré que volver a trabajar en algo que no disfruto, que no quiero hacer, sólo por el objetivo de conseguir dinero para vivir? Ojalá pueda encontrar algo pronto, así ahorro la mayor cantidad de dinero posible, y puedo invertir para generar más dinero a su vez, y así garantizar que puedo llevar a cabo los proyectos teatrales.

¿Y estuviera mejor si estuviera aquí con él o con algún hombre? Lo dudo. No hay mejor condición que disfrutar de la soledad. Son viajes diferentes, paseos diferentes. Y vaya si debo darme la oportunidad de escribir, de pensar con calma. Escribir. Ver a la gente pasar por la ventana de esta casita linda que alquilé.

Y haber venido tan lejos, y que el día esté lluvioso, y no querer salir.

Ni música pongo, escucho el viento, el sonido de la llovizna. Tal vez salga más tarde. En un par de horas.

Ahora como unos alfajores que le compré ayer en la tarde a un rubio flaco, que despertó en mí bajos instintos.

*

Que la infelicidad hace estragos, cala profundo, incluso en las almas más nobles. Que la envidia corroe y es insensata. No vale la pena decir de quién hablo o en quién pienso. Pero debo cuidarme de pasar demasiado tiempo con cierto tipo de personas que van dejando a su alma perderse.

Personas que van compitiendo con las amistades, como si se tratara de una carrera de felicidad, como si la del otro empañara la propia, cuando hay para todos.

Me descubro tan misántropo a veces. Los demás, las personas, los otros, la cultura porteña-argentina, ver a los demás acá, compartir con ellos, me genera desprecio, sobre todo en las mañanas -por ejemplo el otro día y hoy que tomé tours-, ver a la gente temprano, los que no saludan, los que hablan de más, los que quieren saber de más.

*

Las redes sociales, y el mundillo que se inventan para figurar y lucirse, obtener algo de admiración, cinco minutos de fama entre la humanidad burguesa, que no es más que la construcción de una especie a la que pertenezco y de la cual -por razones obvias- dependo, pero que he aprendido a despreciar cada vez más con el paso de los años.

En fin. Estoy en medio de la naturaleza, en medio de la nada, bebo café. Salió el sol. Y no tengo más que hacer que agradecer y confiar, aunque al escribir estas palabras tema. Es cierto. Ya tendré tiempo para pensar y definir todo lo que quiero definir. Ahora se hace tarde. Voy a por más naturaleza.

*

Nuevamente en El Calafate. Haré una cabalgata en la tarde y luego iré a cenar a una parrilla.

Han sido unas lindas vacaciones. Estoy agotado. Mentiría si digo que no quiero volver a Buenos Aires. Debo conseguir un trabajo. El asunto logra preocuparme. En plena pandemia, y con tanto desempleo en el país. Pero debo confiar que las cosas estarán bien.

Y caer en Instagram nuevamente, por el deseo de postear el reel de la obra que llevamos a cabo hace un tiempo con Raira y Dante. Y ver que Valquiria posteó… Posteó una foto de la obra que dirigió ella hace años, y en la que yo fui asistente. No me etiquetó. Después de haber trabajado tanto en ese proyecto.

*

Desperté pensando en lo mismo. En ellos, en Colombia, y la oscuridad podrida en la que están envueltos en el mundillo de celos y competencias horribles. Resentido porque no me etiquetó en la publicación de la obra en la que fui asistente de dirección y en la que la pasé tan mal. Supongo que puedo capitalizar de esa experiencia, de todas, sí. Y supongo que debo quedarme con eso, así no me enquisto detestándolos. Es bueno haber salido de ese mundo. Cuánta víbora suelta, y cuánta gente linda que se deja instalar el veneno de estas almas oscuras. Por suerte, debo repetirme, salí de ese mundillo nefasto de la televisión colombiana, por suerte quedan ahora lejos y cuánto más lejos me mantenga de su realidad, mejor; cuanto menos vea sus poses estrafalarias y mentirosas, sus ansias de figurar… entonces mejor para mí.

Cuánto tiempo malgasté al lado de esos, por la soledad de esa ciudad inmunda también. Por la necesidad de trabajar, entonces me alié con ellos, que eran lo que tenía a mano. Estuvo bien, supongo. No debo caer nuevamente. Ellos no saben nada de mí, a qué me dedico, y supongo que resintieron que me haya perdido de sus vidas, vidas de almas difíciles, por lo menos más oscuras. Los unos hablando pestes de los otros, y después figurando como amigos, compañeros, con palabras cariñosas en redes sociales. Falsos, pesados. La mayoría. No todos. Pero la mayoría. Valquiria, Adela. Gente de cuidado, a quienes mantener bien lejos.

Esperar el transfer, llegar al aeropuerto, tomar el vuelo. Volver a Buenos Aires. Escribir sobre mí para pasar el tiempo, como si esto me dejase algo. Mal humor. Aún no amanece.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

2 thoughts on “El sur (desamor y naturaleza)”

    1. ¡Hola, Julio! Genial que te haya gustado esta entrada. Gracias por pasar por el blog y por leer. Por supuesto que sí, voy a echarle una leída a tu post. Un lugar inolvidable esta parte del sur de la Argentina, creo que coincidimos. ¡Un saludo!

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