Peruano está aislado. Él. Su vida. Y cómo de repente me obsesiona, me enamoro. En la semana no tengo tiempo para escribir. No saco tiempo. En el trabajo las cosas andan tensas, y no sé bien si es mi jefa que está aislada de las decisiones.
El fin de semana largo. La soledad, de repente. Las diferentes acciones.
La mujer esa en el trabajo, mi jefa, diciendo y haciendo todos esos comentarios, dice que ella ya está buscando trabajo por las dudas. Fallas en el liderazgo por doquier. Situaciones de mierda innecesarias.
Escribo. Es un departamento interior. Compré una lámpara para el living, de manera que pueda iluminarlo ampliamente en las noches, sobre todo al momento de cenar.
Vomité todo el helado. Tal vez como respuesta a la gula. Fue una linda tarde. Es lindo saber que vienen días libres.
Peruano responde. Hemos hablado durante estos días, y eso, en cierta manera me salva de acercarme a la vorágine de falos y cuerpos perdidos en la junga de las redes sociales.
Anoche soñé que me llegaban otra vez mensajes como esa vez que me llegaron porque el vecino se los había dado. Seguro quedé traumatizado con la historia. La luz cálida le vino bien a la lámpara.
*
Por fin, fin de semana largo. Si antes sufría por ir a la oficina todos los días, ahora sufro porque debo madrugar para iniciar una charla con ellas. ¿Tan malhumorado soy?
Es un lindo día afuera. Aunque pronostican lluvias. Aquel tiempo, aquel año 2018, en el que despertaba temprano y escribía antes de ir a la oficina, en el que me acostaba antes de las once, o a más tardar a las once, para así rendir al día siguiente, e iba de un lado al otro de la ciudad, en transporte público, y estaba al lado de ellas todo el tiempo. De repente, el mundo cambió. Y hoy, en este momento debo confesar que hay algo de esto que me gusta. Me asusta, claro, volver a esa época, volver a ese momento, en el que la sobrevivencia me obligó a ciertas penurias. Ahora, viendo en retrospectiva, y contemplando el lugar que conseguí para vivir, estoy bien.
La semana pasada estuve muy concentrado en los defectos, como si una ráfaga de negatividad hubiese hecho tambalear mi ánimo.
La obra, las obras, porque son dos, los proyectos, y de repente encontrarme en un punto de incertidumbre tan alto que da miedo.
Sí, a veces surge el miedo.
En el trabajo, mi jefa habla de que se nos pedirán retiros voluntarios. Pero por otro lado, otras mujeres con más tiempo en la organización, dicen que no sucederá eso. Intuyo que mi jefa tiene conflictos con su superiora, y que transmite toda su angustia y malestar al equipo de trabajo. Debo corregir la obra, trabajar en ella. Escribir ficción, ocuparme de mis proyectos.
Han llegado nuevos vecinos a un piso inferior, no sé a cuál exactamente.
*
Así como llegan, se van. Es bueno recordarlo. La esperanza, aunque no se pierda, no resulta salvadora. ¿Alguien que me salve? ¿De qué?
Estoy enojado porque me dejó solo, tal como dijo Laitan, estoy enojado por la frustración de pensar que pasaría por lo menos algún día de este fin de semana largo con él, y le apareció ese supuesto aislamiento. Y entonces lo culpo por estar solo, por caer de nuevo en esas redes horribles, por haberme hecho creer que terminaría. Y quiero ser seco, cruel, que sienta que cambié. Tengo ira.
Eso me pasa por poner todos los huevos en una misma canasta. Pero estamos en una pandemia. ¿Se supone que eso es lo que debo hacer, no?
*
Hoy lo veré. Tanto por narrar, por escribir. La recaída, los miedos. Pero hoy lo veré.
Todo junto. Pienso escribir una cosa y otra. Ellos, ahí, en ese mundo. Y tener que saltar de un lado al otro. Si no es ese mundo, ¿cuál será? Creo que en el trabajo piensan desvincularme. Pienso en hacer cuentas. ¿Qué es lo más grave que puede pasar? Tantas cosas. Pero ya se me ha dicho que siempre tendré lo que necesito.
Y si mejor escribo…
Creo que podré dedicarme a ser escritor. Al menos por unos días. Recordar cómo era eso, aquella época. Pero sin las presiones económicas. Debo buscar trabajo.
Monetizar. La palabra es monetizar.
Que nos despidieron. Acá se termina la historia en ese lugar que siempre consideré un poco nefasto, para ser sincero.
Estoy cansado.
*
No sé si ayer estaba abierta la ventana cuando hablé con mamá y con la tía. A la tía la han operado del ojo. A ver si caliento un poco la mano, me digo, después de despertar a diario a dedicarles mi energía. Que el conocimiento que gane, que eso está bueno, dice la señora aquella, y más vale que sí.
El movimiento de los otros cerca.
Es bueno escribir, volver a escribir.
¿Y ahora debo negociar? Supongo que sí, que no puedo aceptar como un cordero eso que me han dicho.
Miradas. Esa gente ahí, ellos, nunca fueron… ¿cómo decirlo? Algo que valga la pena.
Tantas cosas juntas y no termino de resolver ninguna. Me senté a escribir en la cama. Él ha venido anoche, y nos hemos emborrachado. Pero después, cuando he querido coger, él se ha quedado dormido.
Es un trauma, en todo caso. Es un cachetazo. Y está bien, estoy bien, en medio de todo. Contarles a todos, decirles en qué ando, qué hago, qué hago. ¿Y qué haré?
*
Mañana debo negociar con estos huesos duros de roer, quiero que me den un poco más de dinero para irme tranquilo. Espero acepten, espero llegar a un acuerdo, porque ahora que ya lo he asimilado, la idea no me parece tan mala.
Y ahora qué hago si lo imagino acá, sentado, mientras le canto.
Y el miedo, siempre el miedo. Pero todo va a estar bien. Eso me fue develado.
La vecina, la vida aquí, mis asuntos. La gente. El otro día nos miramos mal con una que contestó feo, la de planta baja. Crónicas de la ciudad. Esta urbe en la que nos hacinamos e intentamos pretender civilización.
Tal vez no haya fórmula secreta. Pero vaya si duele cuando se ausenta. ¿Por qué lo hace? ¿Es normal?
Y está bien que sea así, que él sea sincero, y si no quiere aparecer, que no aparezca. Por mucho que me cueste superar lo poco vivido, por mucho que me duela. No puedo permitirme estos altibajos. ¿O me estaré cerrando acaso al vínculo por la impaciencia? No lo sé. Ahora sólo puedo sentir bronca y tristeza. Me pregunto si soy un dependiente emocional.
Merezco más, quiero más. Y no hay que conformarse. Menos si percibo ya esta dependencia. Será correspondido o no será. ¿Me estoy adelantando? ¿Por qué no escribió hoy?
Tal vez no estoy preparado, tal vez la ansiedad me gana. Pero lo cierto es que lo vivo con furia, con tristeza. No escribe, no demuestra afecto, y yo desespero. Tal vez lo mejor sea prepararme, hacer refuerzo en mí, antes de encontrarme con otro a quien no sé si estoy preparado para amar. Y en lo único que pienso es en mandarlo a la mierda, y en sacarme de una vez esto que pareciera que nace malparido por la esencia misma de quienes conforman el vínculo.
*
El mismo tema, aunque parezca más resuelta ya la cosa. Como si ahora lo pudiera ver más claramente todo. Y qué necesidad hay de apegarse. Aunque busque una excusa, alguna excusa para estar triste, para atormentarme.
Hoy es miércoles. ¿Y cuándo será la firma del acuerdo? ¿Y cuándo dispondré de ese dinero? Estuve haciendo cuentas. Es un momento de tensión. Y sin embargo, ¿qué me propone la vida siempre? Relajarme.
Es un hermoso día en Buenos Aires.
Laitan dice que he pasado por mucho, que me han pasado muchas cosas. Es una vida intensa, sí.
*
Todo estará bien. Violencia. Palabras inconexas. Pensaba una frase antes. Que todo pasa muy rápido, eso pensaba. Y siento que no tengo tiempo para contarlo, para sentarme y narrar. Al tipo pedante.
Creo que fui intimidado, que fue todo demasiado intenso. Y eso que no había ido drogado. No es una situación cómoda.
Crónicas de la ciudad. No puedo hacer más que escribir.
*
Ahora terminará todo con Peruano también. Sí. Terminará todo. Y la vida estará bien. Me iré de viaje. Y olvidaré el trago amargo de sentirme humillado por las ínfulas del personajillo aquel.
Y la vacuna, la vacuna, la vacuna.
Es todo así, cambiante. La vida. ¿Qué hacer? ¿A dónde irme?
No sé a dónde ir.
He tenido discusiones internas por esto, porque le propuse a Peruano irnos juntos. Ahora no quiero nada con él. Esta tarde tengo terapia. No me importó y fumé marihuana igual. Espero se me pase el efecto antes de iniciar la sesión. Tal vez duerma una siesta.
¿Por qué estoy tan de mal humor hoy?
No poder hablar con mamá cuando la necesito, cuando quiero hablar con ella, me pone de mal humor. Y luego las víboras esas. Todos ellos, una víboras.
Tal vez vaya al sur de nuevo. Pienso tantas cosas juntas. Pienso en él, claro. En el vínculo con él. No quiero tener que esperar para la terapia. Estoy agotado. Un cansancio enorme me invade. ¿Dónde leí esa frase? Y no puedo calmar la mente. Entonces escribo. Tal vez en algún momento, vacíe, largue, saque todo el contenido de mi mente, y entonces, me sienta tranquilo de nuevo para poder escribir.
¿A dónde irme? ¿Todo tan caro?
Yo creí que había ganado, pero luego al verlos, al verles sus caras, pude notar cuán no, cuán poco obtuve. Ellos y ese mundo.
En unos minutos tendré la terapia, luego me daré un baño. Empieza una nueva vida.
*
Violencia contra quienes no responden. El peruano idiota que no escribe. Y no quiero violentarme, pero quisiera hacerle saber pronto que ya fue todo, que no puedo más estar a la espera.
*
Voilá. Acá está, una nueva máquina. En menos de lo que canta un gallo. Hice una cosa y la otra. Etapa de cambios.
Acá estoy en esta nueva computadora. Es ideal para viajar al sur, para transportar, quiero vender la otra. Vida nueva, computadora nueva. Con mi propio dinero.
Ayer le envié un mensaje a Peruano, diciendo que quería terminar todo, que dejáramos todo así cómo estaba, que sentía que yo estaba remando de más.
Me iré al sur. Debo escribir. Y esta nueva máquina tal vez me dé un poco de entusiasmo. Son muchos cambios en poco tiempo, y así, repentinos. Es un lindo momento, y no puedo permitir que la espera de alguien lo dañe.
Iré al sur. El viernes estaré allí, y estaré solo, y amaré mi libertad.
¿Debería narrar más? Ellos ahí, en la oficina minúscula, pero decorada. Los libros, sobre los cuales hablaron, haciéndose los entendidos en legislación -seguramente lo sean-. El gordo, ya no tan gordo a causa del estrés, supongo. El otro, en su salsa -como les dije a las chicas después. Creyéndose superiores. Tal vez proyecto. Eureka. Todo lo proyecto. Ya podré ir al sur, narraré mis vacaciones. Y todo será tranquilidad por un instante. Y sentiré que habrá valido la pena tanto esfuerzo. Y tengo una computadora nueva, puedo usarla sin problema.
*
El viernes tengo el vuelo.
Esto quería escribir: “te hacés extrañar mucho, chabón”, le puse en una conversación anterior. Aún no estoy seguro de que chabón se escriba con b o con v. Debería buscarlo, pero no lo haré.
Escribiré, simplemente. Escribiré sobre él. Y sobre cómo se esfuma el amor de repente, la idea del amor, cómo construimos imaginarios
¿Y cuál es la opción entonces? ¿Buscar en esas redes malditas? ¿Buscar hombres y encontrarme siempre con lo mismo? Pero lo que aparece, lo que medianamente se da, no me gusta, no termina de satisfacerme.
Y al final, es lo mismo. Es una espera. Una espera a que otros quieran o puedan. Pero qué es lo que uno quiere, qué es esta necesidad de cuerpo, de contacto que surge siempre, en algún momento aparece. Que si no me escribió, no me pensó.
Back to the porno. Back to the eterna soledad. Pero estoy bien. Todo andará bien. He de disfrutar por un tiempo. Por lo menos por ahora. He de disfrutar.
*
Despertar y no tener que trabajar. Bendición, porque cuento con lo necesario, porque tengo un viaje próximo.
Escribo desde una nueva máquina.
Ayer fue un día ajetreado. Entre la búsqueda de marihuana, y la sensación aún amarga por haber terminado lo que fuese que tuviera con Peruano. Qué innecesario resulta el amor. Y qué desesperación a veces por estar con alguien, por conseguir a alguien. ¿Lo sobreanalizaré todo ahora? Todo con él, digo. Cada pasaje, cada palabra. Lo siento. Él dio lo que podía dar. Pero para mí no era suficiente. Y al final del día, no la pasaba bien.
Despierto con resaca. Esa es la palabra. Ayer me masturbé viendo esos videos horribles nuevamente, imágenes grotescas que incitan a la lujuria. ¿Buscar eso ahora? ¿Para qué? Debo tener cuidado con esta pausa de actividades, debo tener cuidado con no caer en el abismo.
Debo buscar trabajo. Los “debo”, nuevamente.
Ahora sí que tengo tiempo para escribir. Como si volviese a mi centro: despertar, escribir, luego el día. Durante una época, cuando iba a la oficina, podía hacerlo, podía despertar e ir a la oficina luego de haber escrito unas cuantas líneas. Pero luego, con el vino de las noches, en la cuarentena, terminaba el día tan tarde. Y al final, despertaba y directamente me sentaba en la computadora del trabajo. Y ahí ya empezaba el suplicio.
El suplicio terminó. No lo puedo creer.
Hay algo de molestia siempre.
Como si quisiera dedicarme a algo, igual. Como si no pudiera encontrar regocijo en la escritura.
Y Twitter tan banal. Todo tan banal, a veces.
¿Por qué he terminado con él, por qué he decidido terminar la historia? Los tiempos, los ritmos, lo que uno quiere y el otro no. Lo no dicho.
No puedo empezar a sentir que todo lo que hacen los vecinos, lo hacen por mí.
Ayer he tenido un momento de furia con la vecina que se acuesta a reposar en un colchón en la terraza. Y cuando bajaba en el ascensor, ya saliendo a comprar la máquina nueva y enfurecido también porque debía entrar en un gasto, decía en voz alta: “¡la concha de la vecina, tengo de vista a la concha de la vecina!”. Fui rápido y compré una computadora. Había ido antes por hierba. Los días apacibles. ¿Cuándo volverán esos días? Tal vez ahora comienzan.
Fui rápido y compré una máquina.
El ruido del ascensor. La fuerza con la que algunos tiran las puertas. ¿Por qué lo hacen?
Lo siento. Le pedí disculpas. Tal vez no era la manera, tal vez fue algo abrupto. Lo siento. Pero la espera debía terminar, la espera porque me escribiera, la espera por su cariño, por su presencia, por su amor. Y no tuve paciencia. Y es mejor así. Lo digo una y otra vez, como quien no está seguro. Pero lo estoy. Me había sacado la tranquilidad.