Desvinculaciones I (Previo a)

La cortina del cuarto me quedó mal instalada: se cayó hoy, ni bien desperté. Domingo. Los perros en el pulmón al que da mi departamento ladran desde temprano. El ascensor. Antes no sentía los ruidos por el ventilador, que hacía una especie de ruido blanco. Pero ahora con el aire, no tengo tal ruido blanco. Desperté, fui al baño, los busqué, me puse los tapones. Los tapones, nuevamente. Porque vivimos hacinados. Aunque sea privilegiado, sí. No ha sido un buen despertar. Mal humor.

Despertarme, ver las mismas noticias. Tal vez deba anular todo tipo de contacto con las redes sociales, con la realidad, con el mundo perverso que parece estar cada vez peor.

Peruano vino ayer, me regaló un cenicero. Iba a comer con unos amigos. Pero paró antes en casa, a traerme el regalo.

¿Vendrá hoy? Le he dicho que le pida marihuana a su hermano. ¿Es seguro verlo? El puto virus sigue dando vueltas. Y el mundo sigue revolucionado. Ayer lloré viendo It’s a sin. Si lo sigo viendo, entonces debo decirle que…

*

Pasé la tarde, la noche con él. Se fue casi a las 11 de hoy lunes.

Tengo miedo. Los comentarios de mi jefa.

*

No quiero salir a buscar trabajo. Tengo miedo. Los comentarios de mi jefa me han dejado paralizado. No tanto. Empecé a mirar las páginas de búsqueda de trabajo.

*

Viernes. Por fin. Debo trabajar. Por suerte es viernes.

Ellas, ahí, en el trabajo, y ese manejo.

La vecina y la forma en que tira la puerta.

Violencias cotidianas.

Me pregunto hasta cuándo podré vivir así. Me pregunto cómo podré soportar el próximo invierno. No puedo planificar.

Pasados dos meses en este lugar, descubro que quisiera otra cosa. Pero allá estaba el demente, el barrio nunca me gustó, y ya no soportaba a la gente en la cancha de tenis. Y acá, el encierro, y la conchuda de al lado que tira la puerta como deporte. ¿No hay nada de intencionalidad en eso? Espero que no. A veces me tapo los oídos cuando escucho que sale del ascensor. Eso, el constante ruido del ascensor.

Espero que no. A veces me tapo los oídos cuando escucho que sale del ascensor. Eso, el constante ruido del ascensor.

El temor es siempre el mismo, ser oído, escuchado; como si no pudiese estar tranquilo porque temo que algún vecino me oiga y piense cosas sobre mí.

¿Y la marihuana acaso potencia estos miedos?

Antes, por momentos, estuve peor, no lo dudo. Pero no importa, quiero siempre estar mejor.

Esos días de lluvia me adelantaron lo que el invierno podría ser. Si pudiese irme a otro lado, qué ganas de dejarlo todo, mudarme, irme. ¿Y luego qué?

Beberé un whisky.

*

Mal humor. Y ni sé bien por qué. Por todo junto. La mujer que pone el colchón ahí en la terraza, cual si fuese una sin techo. Quiero expresarle mi furia. El dealer que me da vueltas para venderme porro. Broncas en general. La frustración de no saber qué va a pasar con esta pandemia de mierda, que develó lo peor de esta especie maldita, los humanos.

Y no poder escribir nada, por este mal humor, por las cosas de la casa. El miedo a perderlo todo está siempre presente. Es curioso que eso dicen las consultas astrológicas que hice. Y me enoja no poder disfrutar de tenerlo todo. Los demás y sus miserias.

Ganas de actuar, de hacer arte, pero obligado a mantener la paciencia por la realidad, que de golpe frenó todo. Y soy un afortunado. Eso creo.

Estoy cansado. La vida se vuelve un sobrevivir constante. Y la pandemia hace que todo sea más difícil.

¿El proyecto? Los proyectos, debo decir. ¿Será posible llevarlos a cabo pronto? Todo este año será más de lo mismo. Y en vano buscamos respuestas, en vano.

Sólo pienso en doparme, en fumar marihuana, en las tantas cosas que me gustaría hacer, pero que tal vez no haga: irme al mar, por ejemplo. Me detienen los gastos y el virus que anda suelto.

*

Después se me pasa. La gente, los demás, el ego.

Noto los signos del envejecimiento en mi cuerpo, en mi rostro. We are travellig nowhere. Me gusta pensar que este es mi camarote de viaje.

Otra vez, rasguños.

Desde la bañadera, cuando me ducho, puedo escuchar a unas vecinas. Este camarote es segunda clase, qué se le va a hacer.

*

La dueña me pide mil cosas sobre las cuentas, los de la inmobiliaria no quieren darle una liquidación en papel. Y ella no tiene acceso a nada digital. Intento mantener la paciencia. Me pide todo impreso. Se lo doy.

Lo estoy arreglando, sí. Pero no sé si vale la pena. Es un lugar muy chico. Mi deseo de expansión. ¿Es que acaso pienso como un desagradecido? Escribo.

Los del taller, Raira, Dante –que ahora sube estados al Whatsapp para que todos apreciemos que esta en una montaña-, el docente de dramaturgia, todos, la gente, los vecinos, los demás.

*

Odios en general. Ayer tomé una botella de vino blanco entera, pedí sushi y arroz oriental (suena más refinado que arroz con pollo). Fue un lindo momento. Peruano no escribe. Intuyo que no lo hará. Es bueno separarse un poco.

¿Acaso quiero verlo yo? ¿Acaso no me piensa? ¿Por qué no escribe? En mi mente lo he echado, en una furia leve, entre sueños. Al final escribió. Ya estaba buscando yo puterío en las redes. Mirando. Dándome por despachado. Supongo que es cíclico.

¿Hacer algo por el periodo de vacaciones? ¿Viajar? ¿Moverme? Pero al mismo tiempo necesito espacio para escribir, dormir. Me vendría bien salir de estas cuatro paredes, me vendría bien hacer ejercicio al aire libre. Pero la soledad, ahí, en el Delta, ¿es conveniente? ¿Puedo decirle a Peruano que vaya unos días, y me acompañe? Pero ya hice eso con mi ex.

Aunque en aquel momento era invierno y fueron días fríos, en los cuales terminé enfermando. ¿Conviene? ¿Qué quiero hacer realmente? Dos semanas son mucho y no son nada al mismo tiempo.

Escribir en las mañanas, antes de sentarme a trabajar. Saber que el descanso es necesario, que vendrá, que la próxima semana podré dormir varios días seguidos, se viene un feriado largo. La ansiedad me gana.

*

Porque hay que sostenerse, y lloro, como un lamento, y Mercedes Sosa dice en una canción que suena como hablándome: no te entregues, corazón libre. Y no sé qué escribir. Siento culpa por no trabajar, pero no quiero empezar. Aunque deba.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: