Hacinamiento, romance y arpías I

Peruano no me escribe, no quiero escribirle tampoco. No sé si me gusta tanto. ¿Por qué andar detrás entonces? ¿Sólo por compañía? ¿O es acaso porque disfruto de los momentos con él, de su energía?

Tomé el café de la mañana leyendo en la reunión virtual con Lardi.

*

Lunes. Marihuana. Té verde. Llenura. El aire funciona a la perfección. Estoy bien. Con los sentimientos miserables, difíciles, alborotados, como ya es costumbre. Que me fastidia la una, que envidio al otro. A veces me pregunto si estos diarios verán la luz, si los leerán otros, y sabrán quién es el autor, y me avergüenzo ante ellos por estas sensaciones tan bajas.

El novio de mamá, internado. Afuera es una locura. Me debato entre ver la pobreza o poner mi atención en la belleza. La pobreza, abajo, en los rostros de desahuciados sin techo, en las ropas y felicidades mediocres de tercermundistas sufrientes. Al final estamos todos en lo que pareciera ser un limbo, un purgatorio. Podría ser metafísico, decir que es una escuela, que estamos aprendiendo. Pero no es esa mi actitud hoy. Violencia. Ganas de mandar al mundo a la mierda, a ellos, en el trabajo. Seguir.

Ayer fui a caminar a los parques lindos, fue placentero. Vine y tomé un baño. Luego fui por marihuana. La calle, las gentes. Veo la miseria en las diferencias de clases, en mi deseo de más, en los rostros de todos ahí afuera. Espanto y miseria. ¿Proyecto? Quiero decir, ¿soy yo quien estoy espantado, quien vivo en este delirio de miseria?

Corregir la obra, pero pensar que no es buena.

¿Tomo mucho alcohol en las noches? Anoche, durante el baño, luego mientras preparé la comida, la cena, bebí una botella de vino blanco. Después: helado con budín. Quiero vivir anestesiado, quiero acostarme a dormir. No quiero conectarme a ese mundo de ellos, a esa vida con ellos, a pensar en resolver esos asuntos. ¿Debo tomármelo con más calma? Al fin y al cabo, trabajo desde casa.

*

Rodeado. Por un lado, el living da a la cocina de la vecina. Y por el otro, mi cocina da una terraza en donde esta mujer, adolescente aún creo, se acuesta a holgazanear: ¿pero no tiene una habitación? Ayer eran las doce de la noche. Entraba yo a la cocina con los platos sucios, después de cenar, y noté su presencia. Se paró y se fue. Me puse a lavar los platos como si nada. Al rato, el colchón que pone ahí había desaparecido. Fumé un cigarrillo en la ventana. No pienso dejarme intimidar adentro de mi propia casa. Qué necesidad de salir a revolcarse en un colchón al aire libre, en una terraza que sospecho es del edificio, ni siquiera de su departamento. No quiero transmitir mala onda, pero tampoco me agrada la situación. Espero sea sólo por el verano. Antes no sucedía, o no tan seguido. Se ve que está de vacaciones la muy zángana. Supongo que no es grave.

Ayer el encargado saludó seco: venía yo bien fumado de mi caminata vespertina, y al verlo alcé los brazos, feliz. El tipo no correspondió a mi amabilidad. Supongo que no puede uno siempre coincidir con los estados de ánimo de los demás. “El bañito”, dijo el fumigador. “Paso al bañito”. El diminutivo innecesario. No lo hacía con mala intención, quiero creer. Sí. Es un departamento chico. Pero es lo que puedo pagar, y es bastante cómodo para ser una persona de clase media. O de eso intento convencerme.

Ayer, en un impulso de alegría, llevado por la cerveza, la marihuana y el cuartito de clonazepam que había tomado, le pedí a los actores sus correos para enviarles el texto. “En estos días”, les dije. Aún no lo termino. Boisano ya algo había leído. Pero Huán y Ramba no. Quiero mantener la mecha encendida.

El aire hace poco ruido, menos que el ventilador, así que desde el cuarto escucho cuando la vecina cierra la puerta de su departamento, cuando cierra la puerta del ascensor, tarde en la noche, cuando saca a su perro a hacer las necesidades. La presencia de otros tan cerca aumenta mis paranoias de ser visto, escuchado.

Ver el vaso medio lleno: que he podido mudarme, escapar del vecino, que esta zona es mejor, que el departamento está en mejor estado, que estoy tranquilo, que he podido hacerlo.

Dicen que será un día caluroso.

Quiero más. ¿Cómo buscar castings, directores de castings, cómo llegar a diferentes personas que puedan meterme en la industria? ¿Qué personajes puedo hacer?

*

Viernes, por fin. Tarde libre. Terminaré de corregir la obra, y se la enviaré a los actores. Todavía me falta una actriz. Tal vez me convenga contactarla este fin de semana. Tal vez. En todo caso, supongo que se irá dando todo con paciencia. Escribo por escribir, para variar.

*

Y así. Despierto con algo de mal humor. No sé bien por qué. Porque no respondía Boisano tal vez. Porque no sé si la obra es buena, y la envié ya a los actores. Por el colchón que la mujer del edificio vecino deja en la terraza que es posible ver desde mi cocina. Porque, aunque me haya dicho que nos vemos esta noche o mañana, hasta no tenerlo aquí, conmigo, no voy a perder el miedo a no verlo más. Y ayer hablamos cuarenta minutos por teléfono.

Por más que dormí muchas horas, no logro sentirme descansado aún, como si me faltara soltar.

Una combinación de todo lo anterior. Y que debo tener paciencia, porque es así cómo funciona todo.

Y sentir que la obra es banal, y no saber cómo darle ese toque de profundidad que tanto quiero.

Si pudiera apalear el mal humor, si fuese más sencillo.

Desilusionado de mí mismo, de mis escritos, de mis locuras, como si encontrara cierta mediocridad en mí.

Violencia. Esto tengo. Como si hacer esa obra fuese un intento desesperado. Pero cuán seguro parezco por momentos de lo que quiero.

Y la vacuna, mil rollos con la vacuna, y el verano, y no sentirme cómodo por alguna razón.

De mal humor porque no quiero estar solo. De mal humor porque no tengo un plan entretenido. Quiero que me respondan ya, qué les parece, si les gusta o no. Ansioso y cansado. Agotado. Quiero dormir, pero he quedado a las 9 con Huán.

*

Peruano vendrá en un rato. Ha hablado él. Correspondía, dice mi mente.

La ciudad es un horno. Frase común. Fue un acierto haber comprado el aire acondicionado. Me debato entre escribir o releer el cuento que envió el profesor de escritura: envió un cuento suyo que publicaron en un portal. Aunque recuerdo haberlo leído, quiero tomarme el trabajo de releerlo, así puedo darle una opinión. Me gana el pensamiento fácil, la marihuana, y la escritura de líneas fáciles también, sin importancia acaso.

El otro día me doblé el tobillo de lo malhumorado que venía.

Ahora él duerme en mi habitación.

El lavaba los platos. Después de almorzar. Ya yo me había dado cuenta de que estaba la vecina. Ya la había visto cuando encendí el cigarrillo. Porque mi idea era fumarlo en la ventana, relajar mientras miraba la nada misma. De repente, él bajó la voz y dijo: “che, ahí está tu vecina”.

El sonido del ascensor me aturde. Es lo que he podido conseguir. ¿Qué hacer en esas dos semanas de vacaciones?

Huán ha dicho que le ha gustado. No lo había terminado de leer cuando charlamos ayer.

Yo insisto en que quisiera hacer algo cuyo signo fuese más potente, cuyo significado fuese más profundo. ¿Me estoy apurando? Puedo agregar todavía algo, alguna escena más. No lo sé. Veremos qué dice el profesor de dramaturgia con quien se me ha dado en gana corregir el texto. Y ahora, volveré a la cama, supongo, con él. ¿Dormiremos hasta mañana? Si duermo una siesta tan prolongada, no dormiré en la noche. Ya tomé la pastillita, igual.

*

Se acaba de ir. Contradicciones. Debo trabajar. Lunes. Ya escribiré. Por suerte estoy aún pagando una terapeuta. Por suerte tendré dos semanas de vacaciones en marzo.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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