¿Por qué este dejo de tristeza? ¿Por qué, de repente enamorado de este ser humano, que antes se supone no me gustaba tanto, y ahora, como pasé todo este tiempo con él, entonces hay algo de apego…?
¿Por qué esta tristeza? Es como si de repente me encontrara dejado, abandonado, cuando percibo al otro como un ser ideal, que vive su vida feliz.
Y así vamos por la vida los humanos, queriendo a unos, rechazando a otros. Queriendo a unos que nos rechazan, rechazando a otros que nos quieren. Felicidad y compañía no son sinónimos necesariamente. Digo, no es solo feliz quien está acompañado. ¿Por qué esta tristeza?
Que en un momento le dije que yo le hacía el marketing, hablando de su vida futura, cuando hiciera la especialización que va a arrancar este año, que contratara una agencia, que lo va a necesitar. Que él solo quiere hacer lo que quiere hacer y no ocuparse de esa parte.
Que me respondió en pasado cuando le dije que qué copado estos días. Era la idea, pasarla bien, respondió. Y no sé qué más, no quiero mirar el mensaje, no quiero sobre analizar todo. ¿Y por qué me enamoro ahora? ¿Estoy enamorado de una idea tal vez?
Y que todo es amor odio con mi jefa, y que es una persona importante, que viene jugando un papel importante para mí, pero querer desestimarla, amor-odio. Hoy hablé con la terapeuta, fije una tarifa. Debo pagarle, se terminó la cobertura por la obra social. Está bueno tener alguien con quien hablar, a quien contarle todo esto.
No quiero ser tóxico para Peruano. Pero ¿por qué habría de serlo? Pero por qué pensar en la posibilidad de una pareja tan de inmediato. Bueno, nos conocemos hace un tiempo, pero ahora, en esta segunda tanda, nos vimos tanto tiempo, tan seguido. Y me pasa que me enamoro, que si estoy tanto tiempo con alguien…
No es el ideal de hombre. Pero en mi mente, está el ideal del amor, la ilusión, acariciar la posibilidad de una familia. Vuelo demasiado alto. Y de nuevo no querer darme de más, y no querer fantasear tan rápido tampoco. Es muy pronto. Pero, en el fondo (y no tan en el fondo) es lo que quiero. Pero las parejas se separan, me digo después. Las parejas no son todo miel, y el vínculo… ¿hay que sostenerlo?
Que sea tan complejo, tan complicado. Y que todo esté en mi mente, porque al final del día, no me falta nada.
Entra un olor a carne molida o pan de carne que me desespera. Estoy de mal humor. La pandemia, el virus, los cuidados, la gente en Colombia, detesto todo.
Y la gente durmiendo en la calle. Y no terminar de escribir la obra, que sea mala, la soberbia del tipo con quien la corregí, y someterse a eso porque sí, los humanos. ¿El infierno son los demás?
A veces me pregunto si soy una persona tóxica. Hice un test, salió que no. Creo ya haber escrito esto.
*
Horario de verano. La vida que sigue pasando y, aunque más maduro, ya uno no sabe qué creer de tanta locura. Dormí poco. Ahora entramos más temprano de lunes a jueves de modo que podamos tener los viernes en la tarde libre. Las noticias hablan de que quieren encerrarnos de nuevo. Y yo sigo escribiendo por escribir, sin propósito aparente. No es cierto: intentaré volver a la historia esa que inicié hace poco.
Diarios. La necesidad es –cada vez me convenzo más- la de expresar este cúmulo. Y al mismo tiempo somos tan poca cosa.
La vecina de al lado baja y sube… quiero creer que saca al perro, aunque tarda muy poco. Y tira las puertas. Fuerte. No quiero creer que lo hace por mí. No de nuevo. De nuevo, no.
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Unas horas antes de empezar a trabajar de nuevo. Horas de café. Lo de la vecina, aunque molesto, supongo que será tolerable. Sale a que el perro orine, o eso me he dado cuenta en un par de ocasiones. Pero a veces pareciera como si bajara y subiera de inmediato, es decir, sin darle tiempo al canino de que haga sus necesidades. Quién sabe. En todo caso, no es aún motivo de preocupación. Aunque luego de la experiencia que viví, de haberme mudado a causa de los ruidos del demente de arriba en el edificio donde vivía antes, en mi cabeza, asumo que la vecina tal vez detesta que yo hable por teléfono, o que cocine, o que fume marihuana. En todo caso, tampoco era tan tarde ayer cuando golpeó las puertas del ascensor: las 11 de la noche. Y es verdad que son puertas un tanto difíciles de abrir.
La obra de teatro va a ritmo lento. Quisiera dedicarle mayor tiempo a ver si la saco. El docente con el que la corrijo, sin embargo, está de vacaciones. Puedo, igual, dedicarle más tiempo. Pero pasan las horas, los días, y no lo hago. Ayer salí a comprar marihuana, y el dealer me citó en el medio de Once. Fui caminando. Pleno mediodía. Verano. La gente pidiendo plata en la calle, otros sin barbijo ejercitándose sonrientes en los gimnasios, los vendedores ambulantes… La suciedad de la que hablaba Tennessee Williams en Auto Da Fe parece perseguirme. Quisiera vivir en una casa con vista al mar, y dedicarme a mis proyectos, y no tener preocupación alguna.
Las cuentas con la inmobiliaria, que son complicadas de armar.
Mamá, que no contesta, intuyo que se ausenta y desaparece para que no la regañe por haber salido de casa y ahora resulta que el novio está enfermo. Tengo que trabajar, y siento que no puedo con la ira que me produce que mamá no conteste. Ayer, en medio, de la bronca porque la comunicación no andaba bien y porque siempre hay un tema con la comunicación, dije “que se mueran todos”, y ella escuchó. Y sé que no debo decir cosas así, sé que no debo.
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Las cuentas, los impuestos, el sueldo. Recibir menos de lo esperado. Pero que todo esté bien igual, y deber ser agradecido.
Viernes por fin. Pensar en escribir. ¿Ir a comprar dólares a una cueva? ¿O esperar porque es en vano si después voy a tener que volver a cambiarlos igual? Y que sea casi la hora de trabajar, pero no querer. Escribir estas cosas mínimas de la cotidianidad. Cansancio. Bronca por no recibir más. No es buena la insatisfacción. Debo ser agradecido. Escribo como cuando las planas en el colegio.
Mal humor. La de la inmobiliaria que no contesta. La relación tensa con la mujer esa, y el odio que me genera el porteño argentino aspiracional soberbio y sus respuestas de mierda.
El miedo por cómo vendrá este año 2021. Pero si al final se me ha dicho que siempre tendré lo que necesito, ¿por qué el miedo?
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Murió una prima de mamá en Colombia. El asunto trajo, más que antes, el miedo a la muerte de seres más queridos, sobre todo la de mamá.
Me gusta ver a Lardi emocionado con el proyecto, me da ilusión. Ahora espero la llamada de la austríaca. Corrijo la obra.
Hay una chica que se pone en la terraza corta a la que da el departamento. Me pregunto si eso es un espacio del edificio o es un espacio de ellos.
¿Por qué siempre este miedo a que Peruano no venga? Miedo a arriesgar, a perder.
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Y vino, y dormimos, y extraño sus abrazos. ¿Será algo ese lunar que sentí cerca de su ano? No quise pregutarle. No había inspeccionado antes. Él debe saber más que nosotros, me dice Laitan, él es odontólogo.
Tengo miedo. No sé bien a qué ni por qué. A las enfermedades de transmisión sexual, al amor, a la vida misma.
Que fue bueno, ha sido bueno pasar el tiempo juntos. ¿Por qué el dejo de tristeza, de insuficiencia, de que no es lo que esperaba? Como si hubiese querido algo más… más grande, más poderoso.
Las cuentas, siempre la cuentas, la regularidad, un miedo a perderlo todo. ¿Por qué? ¿Se tratará de resquicios, dejos, características de vidas pasadas, de experiencias en otro plano, de las cuales no puedo ser consciente?
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Lunes otra vez. Lluvia torrencial en Buenos Aires. Debo trabajar. Pero no empiezo aún. No importa. ¿Cuándo podré tomarme algunos días de nuevo y sentirme un escritor? Despertarme cada mañana a escribir, primero estas líneas, despejar la mente y luego continuar con las historias, con la ficción.
Creo que es la primera tormenta en este departamento. Estará así todo el día, es lo que anuncian.
Uno debe hablarle fuerte a todos, parece. De modo que resuelvan los pedidos. El que no llora, no mama, dicen. El dueño del departamento anterior, los de la inmobiliaria, y ahora en la droguería para solicitar la medicación. La cultura porteña.
Violencia. Aunque todo esté tranquilo. La cotidianidad me envuelve. Es como si no pudiera dejar de pensar en ella. Mal humor.
Inicio este lunes con muy pocas ganas de sentarme a trabajar en eso que me paga la vida. Inconformismo. Miedo. Pensaba no hacerlo, pero tal vez un poco de marihuana ayude.
Verano. Jornada laboral. Letargo canábico.
Los privilegios de clase, por nacer en un lado o en otro, con uno u otro color de piel.
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Siempre en falta.
Es verdad: es mejor no mirar noticias.
Me ilusiono con la idea de un novio. Pero antes, siempre pienso lo mismo, debo estar atento.
La competencia en el trabajo y cómo eso me hace sentir.
Los días en este departamento, la tranquilidad del barrio, como si una nueva vida hubiese llegado o estuviese llegando. Pensar en producir teatro. Fantasear con irme de viaje, conocer Europa, sentarme a escribir en un café de Madrid o de París. ¿Cuánto costaría todo eso? Y que venga mamá a Buenos Aires. ¿Cuánto dinero puedo hacer? Dudo que el dólar baje. Y no tengo forma de comprarlo sin impuestos. Pienso en todas las cosas que deseo, en que no debo olvidar ser austero. Compré el aire acondicionado, me han dado la tarjeta de crédito.
*
Las cuentas, el miedo de no llegar a fin de mes. Pensar en Peruano, en si lo que tenía era una verruga, en cómo se entrega, física y emocionalmente, y en que quisiera algo más, pero no saber si es con él con quien lo quiero.
En casa cuesta más arrancar la jornada. Sobre todo ahora en verano. Retomar el ritmo. La ilusión de otros tiempos. Envidiar. Las cuentas. Quejarme por no escribir. ¿Por qué este miedo, este fastidio, este mal humor?
Antes estaba inseguro sobre a dónde ir, ahora directamente no tengo idea. ¿Vendrá la vacuna? ¿Sigo teniendo deseos de ser actor? Quienes no retoman contacto, ¿abandonan? ¿Qué quiero hacer?
Despertar para estar con ellas, así sea de manera online. Quiero vacacionar, quiero estar con otro hombre, otros hombres, quiero despertar y escribir. Pero, ¿no es eso lo que hago? ¿De qué me quejo entonces? La vida y sus arideces.
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Anoche se me hizo la cabeza un nido. Estaba lleno de inseguridades. Tal vez convenga no escribirle. Y no sé si era el porro o la ansiedad misma, pero antes de dormir, los fantasmas de mi ex y el irlandés me azotaban. En un momento me dijo que le hacía bullying, no sé por qué razón lo criticaba a manera de broma. Y en el sexo, las dos últimas veces no acabó. Como no hubiese sido lo suficientemente bueno, que a pesar de ser complaciente, lo que hice fue mostrarme como un niño inseguro. Y luego, la pastilla. Todo ese pensamiento sobre cuándo hacerlo, esperar a que se duerma para tomarla. Y por más que lo analicé en la sesión pasada, y sé que no lo estoy poniendo en riesgo, que no lo estoy traicionando, me siento como tal por ocultarle a estas alturas una condición de mí que siento debería saber. ¿O no? ¿No debería saberla? Haberle dicho eso… primero que no quería trabajar, que envidiaba a mis amigos porque seguían de vacaciones, pero haber dudado de decirlo y mencionar que eso lo trabajo en terapia, como ufanándome de que hago eso: ir a terapia.
Sólo espero haberlo hecho feliz, que este impulso o instinto avasallante no lo rompan. Es una buena persona. No solo por eso he de estar con él.
Vimos televisión. Pero si suelo ver otro programa normalmente. Mis críticas. “Esa manera de analizar a la gente”, dijo por mis opiniones sobre mis comentarios del reality que veíamos ayer.
Tal vez me convenga no verlo durante un tiempo. No lo sé. Supongo que esperaré a que él me hable, supongo que unos días de soledad estarán bien. No sé bien qué es lo que siento. Digo eso y quiero verlo también, pero no sé si es a él o es una idea.
Ayer, el hombre ese que vi en la calle, mi ideal de pelirrojo alto, en contraste con el morocho bajo, pero más alineado a lo que soy. Él es guapo, no digo que no. Es solo que no responde a mi ideal.
¿Por qué todas estas pretensiones, todas estas contradicciones?
Y al final, caer en cuenta de que no somos nada, pero somos todo, y sentir tan intensamente, tan profundamente.
¿Por qué me hago tanto problema, por qué pienso tanto?
*
Mal humor. ¿Cómo hacer para que se me vaya el mal humor? La calle, salir por el bidón, gastar, que se me haya quedado la billetera y volver a casa. Y la conchuda de la naturista que me pide que espere mientras atiende a los ancianos que ya me habían hecho demorar también en la farmacia donde compré alcohol. El tipo al que se le cae el barbijo en el supermercado y no respeta la distancia. El de la ferretería que no responde al saludo.
Debo ir a comprar la vitamina D, al lavadero. Pero no lo haré hoy. Puedo dejarlo para otro momento, aunque el dicho diga no dejes para mañana…
Odio a la chica que se tira en un colchón a dormir en la terraza al lado. ¿No tiene una cama en su habitación donde holgazanear?
Odios, broncas, pequeñas iras que no son tan pequeñas, que desembocan en algún estallido con alguien, y luego la culpa.
Y aunque sienta, y haya llegado a la conclusión de que él no me gusta del todo, igual quiero que me busque, que pida otro encuentro, que sea él.
No escribió. Y yo tampoco a él. Me hubiera gustado verlo. Pero ya está. Supongo que el resto de marihuana que me queda, una jornada de escritura, tal vez un baño, el vino y las pastillas para dormir serán un buen plan. También alguna serie. Me da un poco de mal humor que no escriba, que no me busque. Me da bronca. Y no sé bien qué planes hacer. Y en medio de mi mal humor brotan las iras contra varios, y no quiero escribir sobre eso, no quiero ser ese hombre.
Mi apreciado Anónimo, la vida me ha enseñado que entre menos pienso en el amor o en compañía, me adapto y soy feliz a mi manera solitaria. Al fin que aprendí que no quería compartir mi cama, ni escuchar los ronquidos de nadie, menos darle cuenta de mis actos a un humano desconsiderado. Me preguntó: ¿Porqué nos hacemos tantos rollos con el amor o la compañía? Será que nos meten el asunto en todo, la TV, las novelas, las platicas. ¿Es absolutamente necesario compartir mi cafè de las mañanas? Ya aprendí a ser feliz con levantarme sola y disfrutar de mis cosas. No quiero compartir o compartir muy poco con alguien. Cuidate, me hace feliz leerte.
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¿El mimo, la caricia, no son necesarios? ¿No hay algo genuino en ese deseo? ¿Es una necesidad? No lo sé. Yo no sé nada. Pero vaya que si se disfruta el café a solas en las mañanas 😉 Un saludo.
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Creo que aprendí a vivir sin eso, cuando no tienes la experiencia vital no lo extrañas. ¿puedo extrañar un vuelo sobre los árboles con mis alas extendidas? sería imposible. Nunca recibí un mimo por las mañanas y odiaba la idea que un día alguien despertaría a mi lado. Lo genuino de un deseo mío, es querer acostarme sobre una corriente de agua y sentir como el río me abraza, mientras lo escucho diluirse una y otra vez, también extraño las manitos de mis hijos tocando mi rostro. Pero el amor entre pareja me es una experiencia vital inapetecible. Un café en la madrugada a solas, es insustituible. Saluditos.
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