
Miedos. Cuentas. Deseos. Una nueva etapa, este departamento, lo que cuento a los demás, decirle al compañero que habían dos hombres durmiendo en la calle frente al departamento anterior, que la zona era más picante, y luego me quedo pensando que gente durmiendo hay en todas partes, que no quiero sonar presumido, no quiero ser un tipo soberbio, engreído, fantoche. Quiero ser un hombre humilde, a pesar de mi conocimiento.
Amanece en Buenos Aires. Y sin embargo, falta para que abran las cosas ahí afuera. Podría salir a dar un paseo, ver el amanecer. Pero no suelo hacerlo. Y creo que bajó la temperatura. Es como si no encontrara sosiego.
Lunes. Debo ir a pelear por las cortinas.
Por momentos, la tranquilidad de este edificio me parece perturbadora.
Es raro que sea verano y no hacer nada. Es raro el concepto de verano y la tranquilidad de este lugar. Quiero ir a una pileta, nadar un rato. Cortinas, adentro. Me tranquilizo. Podré andar en calzones libremente sin el peligro a ser espiado por la vecina. Hoy la vi. Laitan dice que señora con perro es conchuda. Espero no tener ningún tipo de vínculo, y en caso de que lo haya, que sea positivo.
Es mejor no perder el optimismo. Que si en Reino Unido hay una nueva cepa, que el cierre de fronteras allí, las fiestas y miles de cosas. Miedo. ¿Cómo hacer para que no se alboroten los miedos con tantas cosas que suceden en el mundo. Es loco pensar en lo incontrolable de todo.
La vida y las cuentas. La escritura que es poca. La tranquilidad, por fin. Aunque faltan cosas por hacer, es lindo haber terminado la primera etapa, y poder descansar tranquilo.
Historias, debo escribir historias.
Una tristeza en mí, como si no mereciera este periodo de descanso, lo vivo con culpa.
Pero todo va a estar bien, sospecho, quiero creer que así será.
*
Ellos, ahí. El universo de la oficina, del trabajo. La necesidad de ser correcto. Y no sentirme querido, no por la mayoría, por muchos, por varios. La mujer esa hoy que me habló, ella y la otra. ¿Hacemos todos lo que podemos? Después me arrepiento cuando escribo ciertas cosas terribles sobre las personas. Siento a veces un desprecio tan profundo por sus formas, su manera de ser. No me siento querido por varios en el grupo. Pero no es cariño lo que busco ahí adentro, es dinero. Supongo que debo tenerlo claro.
Cada vez me resulta más difícil escribir ficción, cada vez me es más difícil imaginar una historia, una escena, escribir cosas que merezcan ser leídas. Me pierdo en estas líneas sin sentido sobre la cotidianidad de la inexistencia, narrando nimiedades, estupideces que aunque efímeras, se llevan la ocupación en este tránsito que llaman vida.
*
Ese amor miserable que se profesan entre algunos en el trabajo, romantizando ciertos aspectos. Conmigo muchos no fueron amables al inicio, ni lo fueron después, gente rota, a quienes las arideces de la vida los hacen más duros, gente de mierda, que lucha, como todos, pero en quienes veo –tal vez porque puedo verlo en mí-, la miseria del sentirse superior, del rechazar a los demás. Tal vez después me arrepienta de estas palabras. Supongo que hago bien en no sentirme cómodo con ellos, supongo que hago bien en considerarme diferente a esas formas ahí adentro. Supongo que está bien ser el rechazado por la formalidad farsante de la miseria
Odiar, dejarme afectar por ellos, que siempre estén presentes, siempre la idea de renunciar y no querer verlos más, y no saber más de ellos, nunca. Desaparecer y solo estar con personas que me gustan. Con ellos estoy por el dinero, solo por eso.
Misantropía alborotada. Ira, desprecio.
Es cierto que yo también los rechacé.
Cuanto más lo pienso, más reconozco que estoy ahí por dinero.
Reconocimiento, no tener su reconocimiento, el de nadie. Y que eso me moleste. Quiero más. Es eso.
Hablar con la familia en Colombia, y sentirme culpable luego de conversar con algunos, porque no entrego más, porque doy con cierta cautela, con límite. Supongo que hago lo que puedo.
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Llegar a casa. Navidad.
Y siempre a punto de caer, siempre con ciertas inconformidades, con pensamientos extraños, buscando un placer efímero en el que tal vez encuentre algo de felicidad. El conductor del auto de regreso hablaba de las mujeres, decían que eran todas fáciles, que todas cogían con varios, y que al gil que les gusta es que a quienes se la hacen difícil. El conductor parecía drogado, me dio un montón de opiniones y sugerencias que además de innecesarias, no le había pedido.
Horas en esas redes, y no encuentro nada.
Amanece. No cantan los pajaritos, es el centro, y mi ventana da a los vecinos. Pero no es eso lo que debo mirar, todo lo contrario.
Navidad. Un poco de mal humor. Ganas de estar con alguien, pero no querer pasar por el proceso de alcoholizarme solo para ser capaz de un encuentro que voy a juzgar después como irresponsable.
¿Para qué tanto tiempo en ese blog, en estas líneas? Inconformidad, deseo. Por más que todo vaya bien.
Es lindo contar con amigos. Odio las fiestas. Que haya la necesidad de reunirse, de celebrarse. Y lo peor es que caigo en el juego y termino queriendo hacerlo. Está bien. Ahora me agobia un dejo de no saber bien qué hacer.
Como si el inconformismo no me dejara libre para crear, como si quisiera más siempre. Que sea un día especial y el sentimiento de que debe vivirse como tal, eso me pone de mal humor. La necesidad, la maldita necesidad por un otro, siempre, amenazante, latente. Y la idea de los virus y los peligros y los riesgos.
La gente, siempre la gente.
Odio, violencia. Y sé que no está bien, pero es lo que me surge.
Que el ser humano es miserable, todos lo somos, y es notable el nivel de miseria, y hay una especie de carrera absurda, una especie de competencia en la que la mayoría intentamos sin éxito ganarle a la mierda, a la oscuridad que tiende a apoderarse de todo.
Que sea tan difícil, complicado, estar con alguien, satisfacerse.
¿Así es como se supone que uno pasa un día especial? Qué mierda la sociedad, el mundo y las obligaciones a las que uno accede, porque al final soy yo quien les da entidad a ese montón de creencias.
Violencia.
Me da bronca que cada cosa que uno haga sea una exposición, verse con los demás, me angustia que suban los casos y querer sexo, promiscuidad, y que la enfermedad aseche, vivir la vida así, en esta soledad, que al decidir romper entonces sea un riesgo.
Los demás. Y mis miserias en el medio, mi puta miseria, la de ellos, haciendo este caos.
*
Asustado por mis alcances. Pero agradecido por cómo terminó saliendo todo. Aunque ahora debo esperar varios días y confiar en que estoy sano.
Y el miedo al covid, siempre, porque estuve con el uno y con el otro. Con dos. Y ahora recién le envié un mensaje al peruano, porque me quedó faltando, al parecer. Lo disfruté, sí. Estuve con dos. Debiera estar satisfecho, pero quiero más. Y siempre, la contradicción porque debo cuidarme.
El cumpleaños que se acerca. La cocaína estuvo presente. Conseguí, me expuse. El primer hombre a quien pagué y quien satisfizo mi fantasía pornográfica, era un hombre alto, fornido, con un miembro enorme.
Quedo triste porque el hombre este, el segundo al que vi en esa noche de descontrol, se mostró más interesado de la cuenta, y yo seguramente le di razones, pero luego, cuando intenté cortarle las alas, era demasiado tarde. Me asustó. No me gustaba, y no me gustó la intensidad de la situación.
Miedo por lo que puedo llegar a hacer. Sentí culpa por la forma en que descarté a este sujeto. Pero me envió mensajes diciendo cosas que me indicaron un enamoramiento demasiado intenso demasiado pronto.
Debo releer la obra para mañana. La obra que supuestamente haré con mi compañero. No puedo negar que me siento atraído por él, a veces se muestra tosco, seco. ¿Intuye que me gusta, se me notará? No quiero que sea evidente.
Necesito comprar un aire acondicionado. Necesito pedir la tarjeta de crédito.
La tarjeta llegará en una semana, eso me dijeron.
Continúo fantaseando con hombres. El otro, el insistente (¿cómo llamarlo sin que suene mal?), volvió a escribir hoy. No le respondí. Envió otro mensaje despidiéndose, y después dejé de ver su foto de perfil: me había dicho que me iba a eliminar.
Anoche no dormí ben.
Debo escribir ficción.
En Argentina aprueban el aborto. En Colombia aún no se sabe cuándo vacunan.
La cotidianeidad nos aturde y bloquea la creatividad. Un día en el campo no es mala idea. Abrazos querido Anónimo. Meav.
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Gracias, bella Meav. ¿Cómo viene el inicio del año y la pandemia en centroamérica? Un abrazote.
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Rebrote en mi ciudad, varios fallecidos y otros enfermos. Se escucha de enfermos en la capital, pero mueren los que se atienden muy tarde. Si tomas medidas desde el inicio el virus no avanza. Espero que estés bien y te cuides, las noticias de Inglaterra sobre la mutación no es falsa, la nueva cepa es más agresiva. Yo me estoy cuidando. Avrazote, no te pierdas.
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Tal cual. Hay que cuidarse. Seguimos leyéndonos, Meav. ¡Abrazo fuerte!
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