Nimiedades II

La calle está picante, es evidente que suceden cosas feas. No solo aquí. Podredumbre, miseria. Me molesta, me recuerda los días en Colombia, esta sensación de que las cosas son mal hechas, de opresión que termina revelándose con violencia de una forma perversa y extraña.

¿Y los hombres? ¿Los hombres qué? ¿Y todo eso que pienso en narrar cuando camino? El tipo rubio que trotaba, fuerte, alto, grande, imaginé que me hacía el amor, lo imaginé dándose placer mientras me abrazaba, penetrándome, y jadeaba mientras trotaba, iba cansado. Procuré no mirarlo: vengo sufriendo erecciones en la calle, aunque me sucede sobre todo luego de ver a Per o cuando pienso en el miembro de G. G no contestó más los mensajes. No me conviene ver prostitutos ahora. Además, G pudo ser uno de los que me contagió la sífilis hace meses.

Enojado.

La señora de al lado tira las puertas del ascensor y de su casa cuando entra. Pero todos tiran las puertas. Supongo que no es algo que deba preocuparme, no lo hace por mí.

No voy a estar tranquilo hasta que no tenga esas cortinas instaladas, entre otras cosas, porque, si abro la persiana, entonces desde los departamentos vecinos, ver y observar hacia el interior de esta.

Disfrutar de la sobriedad. Eso recomendaba Dante ayer. Hoy luego de volver del lugar de las cortinas, armé un porro. Otro día me mantendré sobrio, pienso. Todo lo contrario a cómo debería ser. Debería ser: solo por hoy mantendré la sobriedad. Tal vez pueda parar con el alcohol.

Las cuentas, las cortinas, pequeñas obsesiones cotidianas. Mal humor constante, como si no pudiera desprenderme de una sensación de fastidio, de una intranquilidad inexplicable. Intentaré dormir un rato, tal vez logre descansar.

Me pone de mal humor no poder compartir el tiempo con un hombre a causa de ver a mis amigos el 24 de diciembre.

Dos mil doscientos pesos menos y con la persiana del cuarto arreglada, creo que podré dormir con cierta paz. La persiana se quedó ajustada arriba porque la abrí con fuerza, así que tuve que llamar a alguien, que estuvo menos de cinco minutos en casa (literal), y que me cobró dos mil doscientos pesos. Unos 25 dólares.

Obsesión: cortinas. Sigo pensando en eso. Dormí tarde viendo The Undoing. Escribo para no perder la costumbre, calentar la mano al despertar. Debería escribir una historia. Otra. Vengo lento. No sé bien por qué. La mudanza, el trabajo, el consumo de marihuana. No quiero dar excusas. Es la realidad.

Me gustaría tener una linda vista. No es el caso. Una vista para contemplar.

¿Es que no puedo ver el vaso medio lleno, y me concentro en los errores?

Y los casos de covid, y la gente en la calle que celebra las fiestas, que se pone ansiona, o así lo percibo aunque esté encerrado.

Tal vez las cortinas cambien un poco la forma en la que me sienta en este lugar. Paso de un extremo al otro. En tránsito, tal vez me ayude reconocer que aún estoy mutando, cambiando de lugar. Quiero tener todo listo ahora, ya. Y que todo tarde, me impacienta, no me deja vivir tranquilo.

Y no sentirme bien, no sé por qué. El café, tal vez, muy pesado para el estómago ahora frágil, a causa de los largos periodos de ayuno y de los atracones luego. Una especie de malestar o inconformidad que no puede ser resuelta, una intranquilidad que no encuentra cauce, un odiar a la humanidad. ¿Y tan solo por las cortinas, por el miedo a haber sido robado o timado? Macondo adquiere universalidad en estos contratiempos pintorescos tan sudacas. ¿Cómo no dejarse inquietar?

Saldré a dar un paseo.

Sospecho que estaré bien. Así la vecina tiré la puerta al entrar y salir de su departamento. Tira también la del ascensor. Pero el otro día, cuando la conocí, parecía buena gente. Ya uno no puede saber. Los seres humanos, qué repulsión me generan. El departamento da hacia un pulmón y hacia una pequeña terraza, en la cual hoy, por primera vez en dos semanas, vi a una chica acostada sobre un colchón. Duerme al sol, al aire libre. Se tira ahí. Pero querida, violás toda mi intimidad si hacés eso. Ella estaba vestida. Si fuese un varón y mostrara sus carnes, qué nervioso me pondría. Pero una mujer… por favor, critatura, duerme en tu habitación y si quieres aire libre, sal a dar un paseo. Pero no te tires ahí, que es toda la vista que tengo.

En este barrio me siento más cómodo. Es un poco mejor la zona. No me disgusta. Y en los momentos de tranquilidad, vaya si es tranquilo el lugar.

Toco poco el libro sobre escritura que me han regalado en el trabajo, porque creo siempre que habrá un momento más especial.

Toco poco el libro sobre escritura que me han regalado en el trabajo, porque creo siempre que habrá un momento más especial. Lo cierto es que estuve de mal humor hasta recién. Supongo que tendré un domingo más tranquilo. A veces no me siento conforme con el departamento, con que sea tan encerrado. A veces me siento muy cómodo. Amor odio. Con todo, hacia todo.

Y al final del día, todo esto, ¿para qué? ¿Para qué vivimos, hay un propósito acaso, como dicen? ¿Para qué el placer y el sufrimiento? ¿Está todo determinado y luchamos contra una corriente trágica, siempre igual, siempre lo mismo, creación-destrucción? No lo sé. A veces tan solo quisiera encontrar sosiego. Es eso lo que me dan las letras, es ese el refugio que encuentro aquí, cuando puedo plasmar esta intensidad cotidiana en un intento de aminorar, sedar. Lo siento. A veces siento culpa por sentir. Siento culpa porque estas líneas no son algo que valga la pena, no son ficción, porque pierdo tiempo hablando de mí,  expresando cómo siento, todo lo que siento. Y si pudiera, narraría más, narraría la alegría en los rostros de los desconocidos, la desconfianza en otros, el dolor, la violencia, la estupidez, la ignorancia, la maldad. Si pudiera, expresaría con palabras eso que veo y que cuanto más lo pienso más inenarrable se me hace. Por suerte hay palabra, quiero concluir, por suerte queda el arte, aunque sea a escondidas, en solitario. Pero insisto, ¿hay un propósito? Y al final no hay respuestas, si abres la caja, encontrás más y más y preguntas

Vivo asustado no vaya a ser que a los vecinos les llega el olor a marihuana todo el día. O el olor a comida cuando cocino.

A veces creo que en el fondo no quiero a nadie, que no me interesa pasar tanto tiempo con otro ser humano, que la soledad me sienta bien, que no estoy preparado para la sociedad. A veces creo eso.

Sube y baja, el ascensor todo el día.

La obra de teatro me sigue pareciendo banal, superficial.

Vivo con culpa por comer, por beber alcohol, por todo, por no cuidarme, como si no me cuidara, como si los cuidados fueran pocos.

*

Termina el año.

Desperté corriendo para charlar con Lardi: haremos el proyecto. No estaba tan animado yo últimamente, pero reapareció el ánimo por el proyecto luego de que reapareciera Lardi. Creo que podemos hacer un lindo espectáculo. Y creo que tenemos permitido soñar a estas alturas.

Desperté a las apuradas. Y después tuve que pausar la reunión porque me estaba cagando. Fui al baño y volví.

En la terraza, la chica puso el colchón esta vez más adentro. No la vi a ella, pero percibí su presencia. Quisiese que no estuviese ahí, ¿qué hace ahí? Los vecinos, los demás, la gente. Pudor.

Si pudiera salir unos días de la ciudad. Irme a un departamento en la playa. A veces sueño con estar acompañado, a veces el ideal de compañía heteronormado me persigue.

Con Áspora hablé de este filtro negativo con el que suelo (¿solemos?) mirar las cosas. Ayer leía una linda frase: actuás diferente cuando sabés que el universo está cuidándote.

Aunque ahora hablan de una nueva cepa, mantengo mi esperanza de que sea posible hacer teatro el año que viene.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

4 thoughts on “Nimiedades II”

    1. Querida Meav, qué bueno verte de nuevo por acá, en este mundo que no por virtual deja de tener su cuota emocional. Gracias por estar siempre. Aunque me cambiás de nombre y me confundís, a veces, pero después me doy cuenta que eres tú. Sí, me cuido, hasta que me gana la calentura. De resto, me cuido. Por ahora vamos bien. Un saludo enorme. Espero las cosas marchen bien por allá.

      Like

      1. Todo bien hasta donde es posible. Situación compleja para mi. Mi escape es el blog, pero como vez hay que cambiar de identidad cada cierto tiempo. Me alegra leerte y saber queceres estable en mis lecturas. Cuidate, se te extraña.

        Liked by 1 person

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: