Ya no quiero ver más a los tipos en la terraza de enfrente.
Ayer me libré de hacerla. Aunque andá a saber si hubiese tenido agallas: si me hubiera animado, el tipo ese hubiese venido a casa y hubiese esnifado cocaína con él. Andá a saber qué pudiese haber sucedido. El tipo dijo que su dealer no le contestó. Vengo hablando con él hace días. Tengo ganas de hacerlo, pero el riesgo es demasiado.
Ahora escribo desde la computadora del trabajo, porque la mía anda rota, y estoy haciéndole mil cosas: supongo que si no puedo dejarla bien, tendré que llevarla a un sitio, y me cobrarán.
Los hombres en la terraza de enfrente alistan el asado. ¿Dónde están sus mujeres? ¿Son ambos separados? El otro día los vi desde mi ventana, ellos estaban en la calle, me dieron la impresión de llevar herramientas, como si fuesen obreros.
La modista (ucraniana o de algún país por ahí), decía mientras terminaba de cocer mi pantalón deportivo: “la vida es una lucha, uno lucha y lucha, y al final…”, “se muere”, dije yo riendo. Y ella: “y al final no sabe uno para qué lucha tanto si te vas a morir”. Me pareció un momento chejoviano. Ella y su reflexión.
Quiero conocer el mundo. Hacer un par de viajes. Tal vez pueda cuando termine la pandemia . Tal vez.
Es domingo. No sé a qué dedicarme. El ocio trae consigo la culpa.
Pienso en mudarme. Los vendedores ambulantes, muchos de ellos senegaleses, se apoderaron de la avenida.
Intento restaurar o formatear mi computadora. Por suerte hice una copia de seguridad en estos días. Aunque había trabajado un cuento ayer y perdí esa corrección. Lo de siempre. La mierda de la tecnología y de la vida misma.
No quiero vivir viendo las medias, los calzones, la ropa de los vecinos de enfrente, colgadas en su terraza.
Debo ser agradecido y lo estoy. Pero me pregunto si sea hora de cambiar de lugar. Aunque me parece que atravesamos, por lo menos en Argentina, el ojo del huracán pandemia, y que recién en marzo del otro año, con la distribución de una posible vacuna, las cosas empezarán a mostrar síntomas de mejoría.
Y que sea todo tan efímero. Todos los momentos, uno mismo.