Temer

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Ya ni sé qué escribir. Es un domingo particular. Siempre la mañana es un poco más liviana, después se van sumando angustias. Estaré bien.

Quisiera hablar con alguien, a veces me pregunto si sería mejor estar en compañía, o anhelo a alguien con quien estar, con quien relacionarme. Pero es muy riesgoso ahora.

Es domingo, iré a por un vino, pasaré por el cajero antes. Debo sacar la basura.

*

Fiesta patria. Es de madrugada.

El otro día soñé con mi tía que vive en Miami. La íbamos a visitar a un departamento, pero en mi sueño vivía en Bogotá. Era un departamento lujoso.

Me pregunto si soy lo más productivo que puedo ser. Si la marihuana ya está haciendo efectos nocivos. Al principio era una temporada, y como tal me lo tomaba, con calma. Pero ahora…

Terminé de ver Un tranvía llamado deseo, la versión con Gillian Anderson, que dieron en el National Theatre de Londres.

Y sigo dando vueltas en las mismas páginas donde conocí a mi ex.

 

Hoy podría salir de fiesta. Tal vez no tendría el dinero para hacerlo. Pero es domingo y mañana es feriado. Ayer pude haber salido de fiesta. El viernes también. Pude haber buscado un hombre, reído. Pero no. Imposible.

 

Hay días con más esperanza que otros. Que si la OMS dice que no ve tan posible un segundo brote, que alcanzamos el pico, lo cual dice que debe achatarse y entonces bajar, que no sé quién dice que no ve posible que el virus viva mucho tiempo. Y haber descansado y haber visto anoche gran parte de esa película.

*

Y los odios que se me revuelven a esta hora de la mañana, los resentimientos contra un par de personas. Pero prefiero no escribirlos para no arrepentirme después. Y el tipo de arriba que canta sin pudor y sin vergüenza pasadas las diez, once de la noche de un lunes feriado, y luego corre muebles. Y me genera una violencia que no quiero reprimir, pero tampoco debo dejar que tome el control.

Son las nueve, debo dedicarme al trabajo.

*

Y todo lo que quiero es nublarme, irme, fumar. Son las seis de la mañana, despierto con resaca, busco alivio en el ibuprofeno y la marihuana. Obligado a ser políticamente correcto para buscar un trabajo que me permita vivir dignamente en medio de un país cada vez más pobre, con miedo constante a no subsistir… mis escritos, mis actuaciones no son las suficientes para dejar una huella. Me la paso escribiendo estos diarios, cuyo valor percibo como poco. Publicando en el blog, como si fuera esa una gran obra. Por lo menos me da la sensación de que hago algo con mi don, con mi arte. Después paso horas internado en el trabajo. Y esta vida adquiere cada vez menos sentido, vivir encerrado no es algo bueno. Quiero irme, cambiar, irme.

Anoche soñé con un hombre alto, grande, con un miembro enorme, que disfruté con mi boca; el hombre y yo nos íbamos de vacaciones, tomamos un avión, no sé si a Uruguay. Luego desperté. La resaca es común ya; sólo estuve cuatro días sin beber después de que me inyectaran el antibiótico.

Queriendo ser el privilegiado; entre ese mundo de clase llena de aspiraciones, el reconocimiento de la rebeldía por no ser uno más, pero intentar pretenderlo para ganarme un pan, y que el mundo esté cada vez más interconectado haga que la familia esté todo el tiempo ahí, y no pueda gritar que es toda una gran mierda, esto que construimos. ¿Y si lo grito, qué? Qué viene después, quiero decir. No es suficiente, hay que hacer algo y destacarse, tal vez pelear por los derechos, conseguir algo, dejar alguna huella. No puedo ser el artista cómodo que quiero ser, porque debo mantener las formas. Y ni siquiera encuentro algo importante, una causa que montarme al hombro, por la cual luchar, obsesionado con la idea de la ficción, pero produciendo cada vez menos, y abocado a la autoreferencialidad en estas líneas que ya en otro momento califiqué como fútiles. ¿Diarios? ¿Qué tipo de personaje construyo en la cotidianidad de mis días? Siento culpa por decir que estoy harto cuando hay gente afuera pasándola verdaderamente mal.

Lo escribo, lo reconozco, y luego sigo en lo mismo, ¿qué más voy a hacer? No soy un Lemebel, un Capote, un Marlon Brando, un destacado. Como si no lograra el anonimato necesario para exponerme lo suficiente. ¿Y las redes para qué? La familia siempre ahí, acechando. Y haber migrado a un país pobre. Y sentir que perdí el tiempo, que no tomé las decisiones correctas. ¿Qué debo hacer ahora, qué puedo hacer? Tampoco es que quiera mucho más. Como si los talentos y la educación hubiese sido poca. ¿Por qué quiero irme? ¿A esconderme acaso?

Y todo me genera violencia, este mundo podrido, y las condiciones sobre las cuales, de repente, hay que jugar el juego. Estoy completamente perdido en qué debo pensar sobre esta pandemia.

 

En el trabajo, una de las compañeras dice que hay que cuidar el sueldo, no se sabe hasta cuándo seguiremos tiempo completo. ¿En qué buscar trabajo? ¿Pasará todo esto pronto, será un mal recuerdo en algún momento pronto? ¿Cuánto tiempo deberemos vivir impactados por este virus, por la pandemia?

A veces, me siento tentado a mirar el perfil de mi ex en Facebook. No debo hacerlo.

 

Y contame del asco, del asco de quienes se sienten superiores, por alguna razón.

 

¿Junto a quién me veo, junto a qué tipo de hombre me veo, cómo es ese con el que puedo compartir amor? Masculino. Me gusta la masculinidad, me atrae, me seduce y me calienta.

 

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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