Lo de Dante ha sido toda una especulación de mi parte, y al parecer piensa hacer las transferencias esta semana. Y yo le he dado más cabeza a la situación de lo que merece.
Y ahora, problemas con el Internet, como para ponerle sazón a la cuarentena.
Lunes.
El vecino está hoy enloquecido, y mi mente especulativa se pregunta si ha escuchado mi conversación con Áspora anoche. Pero sí que anda taloneando de nuevo. No igual que antes. Pero sí se hace sentir el desagradable. ¿Por qué lo hace?
No debo pensar en eso, porque lo agrando en mi mente.
Su taloneo me produce una mezcla de rabia y miedo.
Comer esas empanadas del restaurant de enfrente no me hace bien: son muy condimentadas, grasosas.
Si algo me ha hecho esta cuarentena es odiar a ese tipo, el odio aumenta a medida que escucho lo que llega hasta acá de él.
Todo pasa. Hoy me he quedado mal por preguntar por qué no promocionaban de manera directa los programas. Luego pienso que pasará, que es un asunto sin importancia.
Basta, basta de escribir sobre mí y sobre mi vida.
Qué manera de llover en Buenos Aires.
*
Me hago un lío de mil pensamientos. Hoy desperté directo a trabajar. No escribí. Y luego, todo ese asunto del subsidio. Y lo del pago en el trabajo. En fin. Se vuelve todo incierto. Es difícil no temer.
*
Amitriptilina. Quería despertar directo a fumar marihuana y pasar de un estado de ensueño al otro, pero tuve que ir a comprar papeles para armar el porro.
Todo el asunto del pago en el trabajo me ha puesto nervioso, me tiene haciendo cuentas.
*
¿Fumar otro cigarrillo? ¿Tomar más café? Esto es la nueva normalidad, esta vida en la que uno no se mueve.
A veces quisiera que alguien me diga que todo va a estar bien, que no me preocupe. Alguien que me proteja.
Paso por todos los estadios, de la tristeza a la bronca, de la preocupación a la tranquilidad, de la ingobernaibilidad de mi angustia a cierta paz, aunque esta última sea la menos frecuente.
Anoche quedé dormido leyendo sobre el virus, y hoy al despertar, leí más sobre el virus y la pandemia. El asunto me acojona. Si alguien pudiera decirme que estaré bien. No sé si quiero estar más solo. O no lo sé, tal vez sí.
*
Leo La peste de Camus. El tipo de arriba pone la canción del fantasma de la ópera todos los días. También la de Jesucristo Superestrella. En inglés. Y la canta por momentos. Me genera rechazo. Es tan de marica cuarentona aspiracional y pobre. La mujer de al lado habla con unas amigas. Yo leo. Ahora se han calmado. Madrugada. Limpié un poco el baño, la cocina. Me siento a escribir.
Tal vez mañana vaya al supermercado y me abastezca.
Y yo fumo marihuana. Y él habla, convive con la vecina de abajo. Y viven de noche. Ella me daba la impresión de ser querible. Temo convertirme en un hombre desconfiado a causa de esta soledad.
¿Qué hacen? ¿Trabajan?
Me pregunto si se conectan a mi red de internet. Sospecho que ella sí.
Fue terrible soñar que me masturbaba, pero que en cualquier momento podía entrar mi madre, que dormía en la sala, en el departamento que vivimos con la tía. Y veía a un jugador de futbol desnudarse, mostrar su gran miembro.
Después de leer, desinfectar el baño, limpiar la cocina, siento más tranquilidad: prefiero escribir sin ruidos: ya es suficiente con mis pensamientos.
Hoy anhelé estar con alguien, vivir con alguien, aunque sé que este no es el lugar, es demasiado pequeño, pero me pregunto si estaría mejor con una compañía.
La tarde ayer fue dolorosa, solo encontré regocijo en el momento de la comida. Pero antes, el estrés me devoró, el disgusto de recibir el sueldo en cuotas, de saber que debo lidiar con la incertidumbre. Aunque lidiar no sea la palabra adecuada. Y leer ese artículo que nos envió el profesor del taller de escritura. No lo terminé, eran como sesenta páginas. Pero ya lo que leí (más la marihuana, siempre presente) me hizo entrar en un nivel de preocupación demasiado profundo. No tener la respuesta de cuándo todo volverá a la normalidad y cómo será el camino es aterrador.
*
No quiero obsesionarme con esto de vivir la cuarentena en soledad, con lo difícil que, de repente, me está resultando esta etapa, por los miedos que conlleva, la angustia misma de estar encerrado.
Es sábado. ¿Cómo pasaré las horas hoy, qué haré?