Trabajo, economía y miserias cotidianas (en cuarentena, claro)

Le hablé por whatsapp al venezolano con quien tuve sexo el 24 de diciembre pasado. Qué vida esta. Pandemia. Pero no me agarró mal, intento repetírmelo para levantar el ánimo. El asunto es que al venezolano no se le entiende cuando habla. O hay que hacer un esfuerzo grande para entenderle. Me pregunto si encender la chispa. Es sólo activo, y no me gustan solo activos. Además, no me gusta él, su forma de ser. Pero bueno, estamos en pandemia, en guerra. Y un poco de cariño a distancia tal vez no venga mal. ¿O ya estoy muy grande para eso?

*

En el trabajo nos anunciaron ayer una serie de recortes. No nos bajan el sueldo, pero no darán el aumento previsto para el mes de abril. Además de ciertas otras cosas que me dejaron recalculando.

Hago y hago cuentas. ¿Debería buscar otro trabajo? Lo haré, como ya lo vengo haciendo, solo por si en un futuro alguien quiere llamarme. Laitan dice que lo que me han comunicado no es grave, que a él le pagan una pequeña parte en negro y que no cobrará eso hasta quién sabe cuándo.

Me encuentro irritable. No quiero decirle a mamá lo de los cambios en el trabajo. Tampoco quiero decirle que nos han pagado el resto del subsidio por la obra; igual, Dante aún no ha hecho las transferencias. Vive en otro mundo él, un mundo en las nubes.

He comprado un chardonay dulce, por equivocación. No me gusta el vino dulce.

La pileta del lavaplatos parecía un cementerio de cucarachas: las he ido matando de a poco y quedaron ahí.

Pasa la mañana de un sábado lluvioso; será así todo el fin de semana. Sigue la cuarentena hasta el 11 de mayo. Sigo escribiendo.

Llueve intensamente. Y yo pienso que es maravilloso y al tiempo enloquecedor estar viviendo esto. Necesito respuestas, pero sé que no lo habrá.

Pegado a esta máquina, así vivo, atado a los aparatos electrónicos, como medios de acceso al mundo exterior.

¿Están cuidando nuestra salud? Debo creer que sí, el virus existe y hay que darle guerra y esquivar su ataque.

Agradezco que la cuarentena me haya agarrado “armado”, en mi departamento, con las cosas básicas. Hace dos años, por ejemplo, con la mujer esa y el perro hubiese sido horrible, con su novio tal vez también que hacían cenas todo el tiempo. O hace un año, sin las cosas necesarias: la cortina, sillas, decoración.

Hubo un tiempo en el que fui un niño, un adolescente con sueños. Esos sueños siguen siendo los mismos. ¿Por qué no he tenido el éxito en las carreras que amo?

Tengo ganas de putear a alguien, de pelearme. Violencia. Ira contra esta situación de mierda.

*

Odios. Cada vez me encuentro con menos personas en las que confiar, menos personas verdaderamente allegadas.

No quiero cometer exabrubtos ni decirle todo esto que pienso, producto de especulaciones de la mente. Creo que estoy dolido con ellos (Dante y su novio); si bien me han ayudado, me resiento con facilidad: no han sido días fáciles al inicio de la cuarentena con el vecino y sus ruidos molestos. Y ninguno de los dos volvió para preguntar cómo estaba. No lo hacen por mal. Son “colgados”, como dicen acá.

¿Y cuáles son las otras dos fases de la cuarentena?

El viernes lloré desconsolado del puro miedo.

Miedo.

Bebo café, fumo un porro. Ojalá logre calmarme.

Si hay algo que me ofende es que me dejen de lado; el abandono. Y su desaparición en esta cuarentena, luego de que lo llamara angustiadísimo a contarle el drama de mi vecino, me hiere. Pero bien que me escuchó, me respondo. Han estado cuando los he necesitado. Él y H.

He salido al supermercado. En España dejan salir a los niños ahora.

Acá el presidente anunció que podemos salir en un radio de quinientos metros para “airearnos” y por el lapso de una hora. Por otro lado, leo quien lo crítica, y dice que es peligroso que se esté enamorando de este estado de cuarentena.

Entonces me entra la furia, quiero discutir, y no sé bien si es por eso o por el encierro o por ambas cosas. O por las medidas anunciadas el viernes, o por estar viviendo esta situación, y hacer un esfuerzo enorme para no ver las noticias, aunque muero por entrar a esas páginas y ver cómo va el mundo, y este desastre, con la esperanza de encontrar, en alguna parte, algo que me dé una señal que las cosas mejorarán.

Y todo lo que han trabajado algunos, y no les pagarán horas extras. Y verlo al director ejecutivo preocupado, diciendo que la continuidad de todos los puestos de trabajo no lo deja dormir, ¿hay necesidad de todo esto?

Pero al final, todo estará bien. Sigo afligido por los anuncios del trabajo. Y no quiero sentir este miedo constante. El otro mes tengo que pagar la heladera. Y el asunto me inquieta, me inquietan las cuentas del otro mes. Pero si Dante decide hacer el pago antes de la mitad del otro mes, estaré bien.

Tengo miedo, es eso lo que me pone de mal humor. Un día más, encerrado, viendo lo mismo de lo mismo. Frustrado y enojado. Y luego, la culpa por no agradecer estar, en medio de todo, en una condición de privilegio.

 

Hablé con Áspora.

Engordo.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

2 thoughts on “Trabajo, economía y miserias cotidianas (en cuarentena, claro)”

  1. Alrededor mío es todo un asado en terraza. Oigo voces que nunca escuché al lado, en el depto del abogado soltero. Es la tercera i cuarta vez que tiene invitados. Los de al lado no tienen la hija de 10 años, quizá haya ido a lo de su padre/madre, però en cambio hay una pareja de adultos amigos. Charlan y toman mientras cuidan a la carne y al carbón. No todo se la toman tan en serio como nosotros. Pero como decís, el virus está y es peligroso. No tenemos (aún) los números de Brasil o de Perú pero no me siento optimista.

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    1. ¡Hola, Isa! No todos se lo toman tan en serio, es verdad. Yo paso por todos los estadios, del optimismo al pesimismo. Igual: ya pasó antes en la historia, ya hubo pandemias. No como esta, claro, pero ya hubo. Eso me hace pensar que de alguna forma, saldremos. No sé cómo, pero pasará. O eso quiero creer. ¡Un saludo!

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