24 de marzo (balcón francés)

balcon-antiguo

Pienso y pienso en mi trabajo, en que las cosas no serán las mismas a nivel global luego de esta pandemia.

 

Un helicóptero sobrevuela. Empiezo a creer que las restricciones deben ser totales, que es la única manera de detener el avance o la propagación del virus.

*

En el taller de escritura, seguimos intentando que el profesor pueda conectarse para llevar a cabo con éxito el taller.

En un rato participaré de un llamado del trabajo. No quiero, pero supongo que debo hacer presencia. En pijama, claro.

Luego, seguiré escribiendo y mirando noticias. Cocinaré. Lo de siempre en estos días de cuarentena.

 

Ya no puedo leer más información sobre el virus. Me la paso fumando marihuana. Aunque he tenido una reunión del trabajo hoy. Intento ser lo menos activo posible. En realidad, no tengo nada para decir. No quiero que me vuelvan a preguntar si puedo hacer logística, porque no lo haré: es exponerse.

 

Algo que quedó faltando de las imágenes de las vacaciones: la cordialidad y sonrisa del hombre en la aerolínea al que le pregunté si mi valija cabía en la cabina, y me dijo: ni a gancho. Y yo sonreí. Adoré su complicidad argentina.

Qué bueno que pude viajar antes de que explotara toda esta locura: qué bueno que fui y vine. Hoy he tenido una videollamada con mamá. Le he dicho que iré a finales del año. Supongo que, si seguimos vivos, debo ir a verla, estar con ella un tiempo.

*

Mucho tiempo, y al final no hago más.

Lo mismo: despertar, el aire acondicionado del tipo de arriba que no toma recaudos y la gota sigue cayendo en mi varando, por más que vengo pidiéndole que lo arregle desde hace un año y medio que vivo en este departamento, las cucarachas, tomar el agua con limón, preparar el café, el porro. Pensar en qué hacer, algo productivo: leer un cuento, terminar un cuento y enviarlo al taller. Pensar en el trabajo, en las personas a quienes no soporto, por más que la cotidianidad en la oficina me haya hecho aparentar lo contrario. Que uno tiene que prestarle atención a lo que siente, me dijo el primer terapeuta al que fui. Es cierto. También es cierto que suelo inventar historias de manera paranoica.

¿En qué derivará esta crisis? En Argentina planean alargar la cuarentena hasta después de semana santa, lo cual implica dos semanas más de trabajo desde casa, o eso dicen. En el trabajo, hasta que no terminen de repatriar a todos los estudiantes que están afuera y enviar a todos los que están acá, no podrán enfocarse en pasar la página. Están en medio del huracán.

Este tiempo en casa, la proximidad de la idea del fin me ha hecho pensar en lo importante: actuar y escribir. Aunque debo hacer dinero, claro. Esa es una prioridad innegable. En fin, la misma historia.

No puedo seguir atado a los resentimientos: hablo de mi jefa. Hace ya un tiempo que noto que… ¿cómo decirlo? No puedo aceptar su personalidad. Es como si mi ego no pudiese aceptar su arrogancia, como si mis defectos hicieran espejo en ella, algo parecido a lo que me pasaba con el directorcillo mediocre que conseguimos para la obra de teatro.

El profesor de escritura y su poca alegría siempre al recibirme. Supongo que mis horas en ese grupo están contadas. Lo digo y lo dudo: me sirve seguir corrigiendo mis textos, pero es notorio que ese tipo no me quiere. O no como yo quiero que me quiera, que me prefiera. ¿Estoy trayendo algún trauma con mi padre a la actualidad de mi vida? Puede ser que lo despierte. Pero estoy seguro que algo percibo, cierto desprecio. Sé que soy hipersensible, pero qué le vamos a hacer, si me gusta ser tratado como alguien especial. Después tal vez me dé vergüenza imaginar que él o alguno de ellos leen estas líneas y llegan a saber cuán intrincado es el orden de mis pensamientos, percepciones y sensaciones.

Ando malhumorado, tal vez a causa del aire acondicionado del tipo de arriba. Subí, le toqué la puerta, no respondió. Mi mal humor aumenta.

Es un día hermoso en Buenos Aires. El goteo ha parado. El cielo no está tan azul como ayer. Puedo ver bastante blanco en él hoy. Lo miro a través de mi balcón francés.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

One thought on “24 de marzo (balcón francés)”

  1. Me siento muy identificada con lo de los compañeros del trabajo. Que hayamos aprendido a laburar con ellos y soportar lo q menos nos gusta de ellos no significa q nos caigan bien…

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