Lascivia

Quiero hombres. Todo el mundo se desea felicidad. Uno conoce gente. Soy intenso en mi accionar. Le pongo onda. Miro a los hombres. Los hombres.

Y siempre pienso en las cuentas. Y en que quisiera irme a un lugar donde ver el mar. A un lugar donde no escriba en cuatro paredes, encerrado. Un poco me aburro de la totalidad. En la mitad de la pileta.

Ellos no saben cómo vivo yo. Mi vida. Cómo soy. Pensar en las horas en que estoy sobrio. Luego verme desde mi estado drogado.

Que podía pasar y teníamos sexo. Eso le decía con mi mirada al hombre ayer, a uno que conocí en la fiesta que me dijo que iba al gimnasio cerca de casa. Yo enseguida imaginé que él venía después de hacer su rutina y hacíamos el amor. Eso quisiera hoy.

 

Publicar una foto. El Instagram. Lo de siempre. La ansiedad porque lleguen los “me gusta”.

Ahora tengo miedo. Aunque sospecho que estaré bien. Lo que tengo, lo que no tengo.

Las fiestas.

Miedo.

Ahora debo enfocarme en lo que quiero hacer.

El hombre que vino ayer, el pampeano, que ha venido más, muchas veces… Temo por mi salud.

Que no se diga que no, él apoyó su pierna sobre la mía cuando veníamos en el taxi. Hablo del que conocí en la fiesta anoche. En un momento la sacó, pero luego la volvió a apoyar. Y estuvimos todo el viaje una pierna contra la otra, nos tocábamos.

Después vine a casa. Pedí comida. Es domingo. Por la ventana del baño entra una luz diferente hoy, como si la paz de este domingo tuviera un matiz que la hace especial, navideña. Es esta época, sí, algo sucede. Algo sucede en especial y también conmigo. Porque se acerca mi cumpleaños. Es el solsticio sumado a que entro en mi signo, a que me acerco a rememorar ese día en que nací. Pero a no caer en el determinismo. La astrología, como herramienta para andar precavido.

Mucho porro, mucho descanso. Mucho sentirme en vacaciones.

Y sigo en casa. Pensándome. Por poner una película.

El retorno de lo reprimido. En la repetición aparece lo novedoso, en lo repentino. Es la gran purga que estoy haciendo. Eso me dice la astrología.

Debo continuar trabajando para pagar todo lo que tengo ganas de obtener, de vivir. Trabajar y cumplir con objetivos. No quiero seguir pensando en esa organización. Soy un mercenario ahí, infiltrado. No me interesa para nada eso, ese mundo corporativo, sus rostros. Son un medio. Debo respetarlos por eso. Pero no debo prestar más atención de la debida tampoco, no es ese el lado que ha de obsesionarme, si no la creación de la ficción.

Fui por empanadas y un helado. Qué ganas de ir a la playa. Debo ir a correr mañana temprano. Luego, hacer los trámites. Y en la tarde recibir al pintor y a su mujer que me ayudarán a limpiar el departamento.

Ha sido una linda noche. No caí en la cocaína ni en el sexo barato. Y eso ya es mucho decir. Por supuesto, hubo excesos, pero qué más da. Es ahora cuando disfruto por todo lo trabajado. Alguna recompensa obtengo.

Y el pampeano que me dice que nos veamos. Y yo queriendo sexo. Pero no puedo pagar más. Tengo que cortar la cuerda en algún momento. Ponerme un límite.

*

La pintura ha quedado mal: no debieron haber pintado si estaba húmedo. Y hoy, lunes, la mujer del pintor, que vendría a limpiar, me ha dicho que no puede, que la requiere su jefe, y necesita personal extra. Entonces buscaré otra persona que me ayude a limpiar. El dueño del departamento me ha dicho que se encarga de sanar la humedad. Y que, si el otro no vuelve, entonces él se encarga de traer a un pintor para que raspe la pared y vuelva a pintar.

No quiero salir. Quisiera descansar. Debo comprar algunas cosas. Para la limpieza. Pero para comer también.

Me pone de mal humor que me queden mal. El asunto de la pintura me tiene de mal humor. Y también el asunto del chico este, a quien le pago por sexo. No quiero pagarle más. He gastado en exceso.

Quería limpiar el horno, así lo usaba mañana, día de Navidad.

Yo quiero un novio, alguien con quien compartir. No puedo darle una cantidad de dinero, cada vez que se va el hombresillo. ¿Y viene acá sólo por eso, por dinero? Hablo del pampeano. Debo hacer que termine esta etapa. Y conseguir alguno que no me cobre. Eso me pone de más mal humor todavía, verme tan seguido con alguien que me cobra.

 

Malestar. Salir. El origen, me parece, es todo lo que pasó con el pintor ese y su mujer. Y la idea que yo tenía. No los voy a ver más.

Ando de mal humor y no sé cómo hacer que me pase. Tampoco quiero ver al hombrecillo ese. Pagarle. El dinero. Me pone de mal humor. Todo. La gente en la calle. La proximidad de las fiestas. ¿Comprar droga? ¿Para qué? El viernes me sacarán las fotos. Debo preservar la cama. ¿Por qué este malestar? Estoy enojado con el entorno. La música pacífica no ayuda. Tampoco entorpece, pero no funciona. Ni el porro. Nada. Un constante malestar por todo. En vez de agradecer.

Y si no, quiero llamar a otro. Estar con otro hombre. Pero eso también me causa insatisfacción. Pensar en estar con otro hombre.

 

Entonces me frustro. A dónde ir, qué hacer.

Todo el mundo tiene planes, todo el mundo se prepara para la gran noche, y hay toda una emoción alrededor; la gente, agitada en las calles; y yo, en soledad, pensando, deseando, viendo a todos los hombres afuera, y la lascivia que me hace explotar por dentro.

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

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