Malos hábitos (aunque llore)

Wake

Y sí que tengo tiempo para escribir. Pero digo que no, me excuso. Paso mucho tiempo en estos diarios, a los que no les encuentro más propósito que la liberación de las sensaciones cotidianas, sobre todo la paranoia, la angustia y el malestar. Pero ayer le he dicho a la esposa de mi profesor de escritura que no me queda tiempo, que escribo historias, pero que las dejo por la mitad, cuando la realidad es que durante el tiempo libre no logro concentrarme en cosas productivas. Ayer, por ejemplo, me la he pasado en busca de hombres, alguno con quien acostarme. Si no estoy con el humor indicado, entonces no me doy a la ficción tan fácilmente.

Y luego siento que no debo perder el tiempo en esas redes. Pero la desazón (aunque no sé bien cómo llamarlo) fue fuerte ayer. Un único día libre, entonces siento que debo aprovecharlo. La necesidad de llenar el vacío, la soledad. Llenarlo con sexo.

Ayer he perdido largamente el tiempo chateando con el chico este que conocí hace un tiempo y que en realidad no me gusta; le hablé el domingo, y él responde cada tanto, y hemos quedado para el otro fin de semana. Pero ni ganas. Porque lo que quería era deshacerme de la excitación fácil, de la soledad del domingo; por eso le hablé. Pero no sé si quiero concretar. A otro le he escrito. “Qué ganas de fumar un porrito”. No contestó. Tampoco me gusta. Aunque tiene buen cuerpo. Pero no me gusta. Muy amanerado. ¿Y los que me gustan… dónde están? ¿No hay acaso alguien ahí con quien coincidir?

En el trabajo, en la oficina, muchos renuncian. Ayer anunció su partida el director de otra de las áreas, que no me quedó claro si fue que lo echaron o cómo fue el asunto. Me dijo en privado que produjo fricciones. Ya no sabe uno en quién confiar. Se va, pero esparce cierto veneno, habla mal. Dice que se va feliz porque “arregló bien”. Tiene dos crías. Dice que va a hacer “cosas con su hermano”, y que no quiere revelar lo otro. Que produjo fricciones con su jefe, así no tenía que renunciar.

Yo quisiera cambiar de trabajo. Pero no quiero irme a otra oficina. Hablé con él, con el tipo que se va. Hablamos a solas. Le dije que me quiero ir. Y él me aconseja que busque, que hay un amiguismo enfermizo en esa organización. Que se va feliz por la cantidad de dinero que le darán, porque no fue una renuncia tradicional.

Hoy nos llevarán a un hotel en las afueras de Buenos Aires, nos recluirán ahí para supuestamente pensar mejoras en los procesos, en el trabajo. Y aunque la idea suena divertida, no quiero estar con ellos por tres días. Y volver el viernes nuevamente a la oficina, con ellos también, otra vez.  Es salir demasiado tiempo de mi cotidianidad. Es darles demasiado.

Ellos no saben (algunos sí) que estoy ahí sólo mientras tanto, para obtener dinero porque se ha demorado la carrera de la actuación. O eso me digo. Pero son tantas las horas ahí metido. Cuántas horas. Pero si no, no vivo. ¿Y cuánto dinero le han dado al director de área que se va? Me ha dicho que después de todo lo que invirtió ahí adentro, todo el tiempo y el trabajo… que lo mínimo es que lo recompensen bien.

Y un poco lo envidio. Y se nota. Le digo que me pone triste, porque me cae bien, y es una pena no contar con su presencia. Pero luego le digo que qué bien por él. Y cuando ya me he despedido, lo veo escribiendo en el teléfono, sonriendo, y yo intuyo que está orgulloso de haber salido airoso de ahí, aunque sospecho que se trata de una forma, de una máscara.

Ese no es mi mundo.

¿En qué buscar trabajo, si no quiero estar todo el tiempo sentado en una oficina?

¿Y cómo encontrar relaciones sanas, en un mundo que percibo cada vez de sentimientos, sensaciones más sucias?

¿Y el amor? ¿La familia? ¿Son solo ideales en este mundo inmediatista y grotescamente hipersexuado que vivo?

Empiezo mucho las frases con y.

Se me ocurren mejores frases de inicio cuando estoy pensando durante el día. Luego vengo y no recuerdo esas frases, así que escribo otra cosa.

He fumado un poco de porro. Siempre lo digo.

He vuelto del evento ese, del retiro al que nos someten en el trabajo. Anoche, en la fiesta de fin de año, he llevado a un chico de otra área a mi habitación.

Me digo que quiero buscar otro trabajo. Porque no quiero ver más a esa gente ahí. No quiero ser grosero, debo mantener la calma, la cordura. Pero anoche tomé alcohol.

¿Saben todos lo que hice?

Por suerte lo tengo a Laitan que escucha mis historias y me aconseja. Me digo que estará bien. Tengo miedo. No quiero verlos. No quiero hablar con ellos, no quiero estar más ahí. Debo comprar el pasaje a Colombia, debo ir a ver a mamá. No quiero tener más a esas personas cerca. No quiero pasar tanto tiempo con ellos y que me conozcan en situaciones tan diversas. Pero hasta que no consiga otra cosa, no podré salir de ahí.

Podría escribir buenas cosas. Tal vez lleve al taller algo en proceso.

*

Y percibo que no pertenezco a ese grupo. Pero necesito el ingreso, el dinero. Con miedo de perderlo incluso.

Mis ropas viejas. Algunas. Ese retiro. Esa gente ahí. Y yo, en el medio.

¿Y si voy a Colombia? Siento que hay mucha gente que no quiero ver.

¿Y el director ejecutivo de la organización? Percibo que no gusta de mí.

¿O es mejor que mamá venga? Yo quiero ir a otra parte del mundo, quiero conocer nuevos lugares. Tal vez en Colombia, entonces. ¿La tierra llama? Supongo. No quisiera ausentarme más. Pero siento que todavía estoy en un proceso. Tampoco ha pasado tanto tiempo. Pero iré con 34 años. ¿Y qué hago de mi vida? ¿Qué voy a hacer? ¿Debe eso ser importante? ¿Cómo empoderarme más? Si es que el verbo existe. Convencerme de eso, de que estoy en el camino, en la búsqueda correcta. Supongo que el otro año buscaré trabajo como actor. Pero debo seguir yendo a la oficina, claro. No puedo dejar de obtener dinero. ¿En qué buscar trabajo?

Tengo miedo. El fin del año, mi cumpleaños que se acerca también, me pone en un lugar de evaluar dónde estoy y hacia dónde me dirijo. Y entonces llego a tantos miedos. A este momento en el que quisiera que me alcance para más. Pero debo ver el vaso medio lleno. Debo agradecer, ¿no es así?

Ir a ese lugar ha hecho que me compare con los demás, que vea a los demás, sus ropas, las mías, el lugar que ocupo, en el que estoy. Pero no deben importarme, insisto. Tengo una personalidad tan fuerte, tan avasallante.

Y tanto que digo que no quiero perderme, pero termino así, perdido entre el deseo y la prostitución. La prostitución que se ofrece como sustituta al amor. Espero y espero. Pero qué. ¿Qué es ese deseo de un compañero?

Ahora debo comer.

Supongo que estaré bien, debo seguir, no me dejaré caer. Aunque llore.

Dejar el mal hábito de tomar vino, de fumar cigarrillo.

Ahora soy mayor. Sigo pensando, entristecido, en lo que he hecho. White people problems, decía una compañera, hablábamos de otra.

Y reniego de mi nacionalidad, reniego de cosas de mi pasado, no quiero darme a conocer.

Quiero sacarme esa percepción de que soy o estoy viejo.

No debo sentirme mal porque el gordo derechoso ese no guste de mí, gordo privilegiado, corporativo. No debo sentirme mal por ser rebelde. El capitalismo me ha domesticado, pero no puedo olvidar mi rebeldía, lo que verdaderamente siento. No necesito su aprobación. Voy ahí a obtener dinero y hago bien mi trabajo. Es lo que interesa. No hacer amigos. Por más que mientras escriba esto piense en la contradicción que me surge al sentirme, al mismo tiempo, atado a mantener buenos vínculos con todos. ¿Pero no significa eso ser un “careta”? Tampoco significa que deba hacer explícito mi desprecio.

Siempre con el fantasma de las enfermedades, siempre con la necesidad de hombre.

Que todos no viven la sexualidad igual.

Mi desprecio hacia ellos, pero mi necesidad de caer bien. No sé si ya lo escribí esto. La necesidad de aceptación. Y qué me importa lo que piensen de mí. Los desprecio, tan solo quiero el dinero que obtengo de ese lugar, los beneficios.

¿Y por qué se me viene un odio tan fuerte hacia a esa mujer y a ese tipo? La asistente de dirección y el director. Seres de conciencia inferior, de talento menor, reducido. Pero mantendré la calma. Será sólo una función.

*

Author: Anónimo Temporal

Empezaré por un diario de mi propósito de recuperarme del abuso a ciertas sustancias y al sexo. Contaré historias sobre mi vida. Si toda narrativa es ficción, esta es, entonces, la ficción de mis días, la ficción de mi vida.

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Twitter picture

You are commenting using your Twitter account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: